Desde hace un tiempo venía notando que Rosa demoraba mucho más que antes en la ducha matinal, antes de ir a su trabajo, y que siendo que durante toda la vida usara el mismo perfume, de un momento a otro, comenzó a usar otro.
Relato
Mi esposa en su farmacia
Somos un matrimonio de 32 años de casados, tenemos un hijo de 19. Se puede decir que somos un matrimonio armónico. Mi esposa que se llama Rosa tiene 54 años, y a pesar de su edad mantiene los rasgos de mujer característicos de una dama bien contorneada, dos buenos senos, caderas relativamente angostas y una cadera impresionantemente atractiva, acompañada de su cola que es espectacular, a juzgar por como la miran los hombres cuando paseamos por el shopping por ejemplo.
Rosa es dueña de la farmacia en donde su horario de trabajo si bien occila porque es dueña y puede entrar y salir cuando ella quiera, suele trabajar entre 6 a 10 hs. según el trabajo que haya. Por ser una farmacia pequeña con ventas medianas, tiene un empleado llamado Juan de 43 años que hace 12 años trabaja en ella, siendo entonces ellos dos las únicas personas que la atienden durante 12 hs. del día, y cuando tiene turno llega a 14 hs. diarias que la farmacia se debe mantener abierta en forma continua.
Toda esta información es necesaria para entender lo que les paso a relatar.
Desde hace un tiempo venía notando que Rosa demoraba mucho más que antes en la ducha matinal, antes de ir a su trabajo, y que siendo que durante toda la vida usara el mismo perfume, de un momento a otro, comenzó a usar otro, y en forma abundante, diría yo casi exagerada, motivo por el cual me di cuenta de inmediato que algo estaba cambiando en ella. Además empezó a comprar ropa nueva a decir verdad muy provocativa, que previamente a su postura no me la había mostrado inmediatamente después de su compra, cosa que siempre hizo.
Otro aspecto que me llamó poderosamente mi atención es que sus prendas íntimas cambiaon totalmente. De utilizar habitualmente bombachas de tamaño normal muy formales y tradicionales, es decir no cavadas, cubriéndole toda su cola, pasó a vestir bombachitas reducidas que se le metían en la raya de su empinada y muy grande cola, además del color rojo que con ciertos vuelos en sus bordes la hacían demasiado excitante. Respecto al soutien, de usar los tradicionales soutienes que le cubrían prolijamente la casi totalidad de sus senos, pasó a usar unos mini soutien que solo le tapaban los pezones, dejando ver el comienzo de ellos por debajo del sujetador, también de color rojo, lo cual me ponía a mil pensar, qué estaría pasando por su cabeza, por el cambio notorio que estaba sucediendo.
Un día salió a su trabajo con por ejemplo un conjunto totalmente nuevo, la falda cruzada por detrás que se ataba en la cintura, minifalda, algo más corta de lo habitual, con discretos tajos adelante y atrás, que dejaban ver cuando se balanceaba al caminar, el comienzo de sus glúteos y una camisa abrochada de tal forma que insinuara discretamente sus notándose la diferencia del color de la piel tostada con la que no lo estaba, hecho que la hacía más provocativa.
Por todos estos cambios, le pregunté cuál era la razón, a lo que me respondió que había escuchado que a nuestra edad, apara atraer la atención del esposo, la mujer debía hacer determinados cambios en sus hábitos que lograra atraer su atención hacia ella. Por lo que yo me quedé tremendamente halagado y agradecido, y ahí se terminó la cosa.
Pero en los días siguientes nuestros encuentros sexuales eran cada vez menos frecuentes, producto de sucesivas indisposiciones de mi esposa (dolor de cabeza, agotamiento por el trabajo, stress por las tensiones del comercio, etc, etc.). No obstante ella se seguía vistiendo con esa tendencia antes mencionada, al punto que además se incrementaba con la compra de nuevas prendas muy bien combinadas, cada vez más provocativas e insinuantes.
Como esposo de Rosa no me convencía mucho que hubiera habido en ella un cambio de look tan repentino, argumentando conquistarme, pero que en los hechos, coincidentemente hubieran casi desaparecido mis posibilidades de tener relaciones sexuales, con mi cada vez más excitante esposa.
Quiso el destino que un día, de visita por la farmacia, luego de saludar a Juan, le noto de manera intensa el mismo olor al nuevo perfume que tenía puesto Rosa, por lo que le dije que tenía un perfume muy bueno, contestándome que era el perfume de mujer que más le agradaba, y que la razón porque lo llevaba puesto es porque acababa de vender uno a una clienta quien antes de comprarlo con el probador se lo dio para experimentar, recomendándole muy especialmente para mujeres atractivas que quisieran conquistar a un hombre.
Esta explicación me llamó poderosamente la atención, por lo que algo sorprendido e intrigado, le pregunto por mi esposa, diciéndome que estaba en el baño.
Cuando me dirijo al fondo de la farmacia a buscarla, efectivamente compruebo que está dentro del baño, le pregunto si demoraba mucho respondiéndome que enseguida salía.
Cuando salió la saludo recorriendo con la mirada cada uno de los detalles de su vestimenta, y de su actitud, observando que estaba ruborizada de cara, que el soutien que se puso en casa con tanto esmero ya no lo tenía puesto, que sus pezones estaban muy erizados y que su vestido en el lugar de la sentadera estaba muy arrugado, contrariamente a como ellos están cuando las mujeres se sientan sobre la tela; más bien sueles estar muy planchada y hasta estirada por el uso.
Con todas estas observaciones, empecé a sospechar una relación amorosa evidentemente a mis espaldas entre Rosa y Juan, y dentro del horario de trabajo, ya que ambos hacían horario continuo ya que las farmacias nunca pueden cerrar debido a las normativas vigentes para este estilo de comercios.
En ese momento sentí una erección pronunciada, al punto que debí acercarme al mostrador más próximo para que no se hiciera evidente mi excitación.
A partir de ahí tuve sentimientos encontrados, por un lado tenía ganas de trompear a Juan y echarlo definitivamente, además de cantarle las cuarenta a Rosa y abandonarla.
Pero hubo algo que al instante me detuvo, que me decía, no sufras por ello, trata de comprobarlo primero y luego juega con tu excitación, al igual que ella con la suya.
Fue así que a partir de ese instante me convertí en investigador anónimo, tratando de ser testigo de los hechos que sospechaba.
Un día le dije a mi esposa Rosa que quería instalar en el frente de su farmacia, dentro del local, un probador de los productos que yo vendía que eran destinados al acné. Por lo que le dije que como mis ventas habían caído, quería probar qué pasaría si cambiaba de estilo de venta y en vez de ir de farmacia en farmacia, me instalaba con ella y le ofrecía el producto a sus clientes.
Al principio me contestó en forma enérgica que no, que de ninguna manera lo consideraba positivo para ella, por lo que supuse que desbarataría su sospechosa relación con Juan.
Al otro día, se ve que por la noche estuvo recapacitando que si quería seguir con su fiesta, debía aparentar que no tenía nada que ocultar, me contestó que lo había reconsiderado, con la condición que por motivos de marketing de sus productos y de su farmacia, le dejara a ella diseñar mi están de ventas, a lo que accedí inmediatamente, llegando a un arreglo pacífico y al mismo tiempo muy intrigante para mí.
Caando estuvo pronto el stand, me pidió que fuera por la farmacia a mirarlo llevándome una gran sorpresa, de acuerdo al diseño que había imaginado en función de mis intereses, que era ganar una posición estratégica dentro de la farmacia para desde ahí observar el comportamiento entre Rosa y Juan, sin ser descubierto.
El stand de ventas de mis productos lo ubicó al extremo del mostrador en la misma línea, solo que parecía una cabina cerrada, muy bien diseñada, solo que yo quedaba totalmente aislado de la farmacia, tanto en visión como en la posibilidad de diálogo con ellos, argumentándome que el producto que yo vendía requería de una atención individualizada con el cliente y que no era conveniente que el diálogo que pudiera existir fuera escuchado por cualquiera que estuviera dentro de la farmacia, que por eso había resuelto ese diseño. Además agregó, que esto multiplicaría mis ventas, desde el momento que los interesados se sentirían más atraídos en relatar sus problemas de piel, sin que otros escucharan.
Debo reconocer que en los hechos las cosas funcionaron tal como Rosa me lo había explicado, cosa que le quedé por demás agradecido. Mis ventas mejoraron notoriamente, pero no podía cumplir mi cometido personal y no comercial, más importante.
El primer día de lluvia que hubo, el número de clientes bajó notoriamente, por lo que yo me encontraba dentro de la cabina esperando un supuesto interesado, mientras Juan y Rosa se ocupaban en las tareas propias de farmacia, las que van más allá de las ventas. En ese letargo y aburrido esperar, me viene a la mente idear una manera de ganar visión hacia el interior de toda la farmacia, ya que por la ubicación estratégica que mi cabina se encontraba, de llegar a visualizarla, sería un espectáculo. Fue ahí cuando me ingenié en hacer un pequeño agujero a través de las paredes de Yeso de mi cabina, pegando del lado exterior un poster de promoción de mi producto, que simulando un grano en la piel, tenía relieve. Debajo de él, pude ubicar el agujero, que era imperceptible para Rosa y Juan.
A partir de ese momento, comenzó a cambiar mi vida.
Puedo interrumpir acá el relato, porque lo que viene a continuación occila entre la vergüenza, la rabia, la excitación y el engaño solapado; todo lo cual no me deja en buena posición, pewro en respeto a los lectores de esta sección, justificaré el porqué me resolví contarles todo lo que ví.
Para empezar, el lugar entre las estanterías y el mostrador de atención al `público era un corredor estrecho, de tal manera que cuando uno estaba atendiendo y el otro debía pasar por detrás de él para buscar un producto para un cliente, era imposible hacerlo sin producir ciertos roces corporales, que de ser cuidadosos casi nunca se podían producir. No obstante, observé que cada vez que Juan pasaba por detrás de Rosa, mientras ésta atendía, se esmeraba por hacerle sentir su bulto por su culo, pero lo hacía de tal manera que el cliente no se diera cuenta y al mismo tiempo calentara a Rosa. Otras veces cuando Juan estaba atendiendo, Rosa pasaba por detrás, siempre para buscar un producto y le agarraba fuertemente de su cola o del cinturón, para correrlo y poder pasar.
En ciertos momentos cuando no había clientes, observé se dirigían al fondo del local, (el que estaba más resguardado, pero que desde esa ubicación se podía apreciar claramente cuando entraba algún cliente sin ser visto por éste y evidentemente también pensaron que yo no los podía espiar) pero que desde mi posición se veía muy claramente, y pude observar que mi señora era manoseada por Juan, y por la escasa o casi nula resistencia de Rosa, era evidente que lo hacían frecuentemente. Juan se pasaba de los límites razonables, pude observar con absoluta claridad que le sacó las bombachas rojas que tanto me habían excitado, y las empezó a chupar en la zona de la entrepierna, evidentemente por estar impregnada de sus jugos emanados por la excitación que él había logrado en ella.
Rosa al verlo, se agachó y e forma decidida y rápida por la calentura que eso le deparaba, le bajó la cremallera a Juan y buscó desesperadamente su pija dentro de su calzoncillo, que por la erección que tenía, no le fue fácil desenganchar ese enorme pedazo de carne con venas muy desarrolladas, las que pude apreciar claramente desde mi ubicación.
En ese momento, Rosa empieza a lamerle su pija como si fuera un helado delicioso, dejando en cada lamida un montón de saliva que luego le sirvió para tragársela totalmente,
Esto que relato, nunca me la había hecho a mí argumentando siempre que le daba asco chupar la pija, que era cosa de personas ordinarias y le resultaba inaceptable para una dama con su educación, por lo que se imaginarán mi sorpresa y rabia al mismo tiempo.
Luego Juan le exigió que se la mamara totalmente, que se metiera toda su pija en la boca, por lo que pude observar que sus fauces se hinchaban hasta el punto de atorarse, pero en ningún momento dejó de succionar con tal intensidad que cuando deslizaba sus labios hacia el extremo de su pija, se notaba la hendidura en sus cachetes, franca señal de su calentura y de la energía que ponía en la succión, momento en el cual Juan se extendía para atrás exclamando “eres la mejor mamadora de mi vida...sigue por favooor” , a o que ella le respondía con mayor intensidad. Si pija se empezó a hinchar tanto del mete y saca, con la succión impresionante que le hacía, que le avisó a tiempo que se venía, (supongo que era para que sacara su boca y acabara afuera) haciendo caso omiso, y recibiendo toda su leche espesa y caliente en el fondo de su garganta, por lo que casi no podía respirar, retirando un poco pero no del todo su boca, para tragar el esperma que tenía en su boca y seguir succionando esta vez con más fuerza hasta sacarle la última gota de su pija. Para entonces Juan era hombre muerto, ni estuvo para más nadie por un buen rato. Su eyaculación había sido de tal magnitud, por su evidente estado de fatiga y placer al mismo tiempo; que quedó sorprendido de que mi esposa hubiera sido tan perfecta.
Luego mi señora se limpió con su propia lengua el resto del esperma que no pudo tragar, que le quedara en la comisura de sus labios, como sobrante.
Al rato entró un cliente y fue Rosa quien lo atendió; y esta vez más cerca de mí, pude ver que su cara estaba absolutamente colorada y que cuando como la conozco, cuando está así puede seguir exigiendo al hombre, como la hacía conmigo, por dos o tres horas más.
Por eso, cuando terminó de atender al cliente, volvió al fondo y le empozó a sobar de nuevo la pija a Juan, por lo que me imaginé que e tocaba saciar sus propio apetito, sentándose en el mostrados del fondo, dando la espalda a la entrada de la farmacia, por lo que Juan, luego de unos minutos de estar siendo sobado por mi esposa, logró una erección más grande aún que la anterior y se la introdujo por su concha, a lo que mi esposa exclamó ”aprovecha ahora que estoy que reviento de calentura y que mi esposo no nos ve, pero acaba rápido por favor, lléname de leche nuevamente, que tú eres un campeón en eso...” En ese momento pude confirmar definitivamente que esto se venía dando desde hace mucho tiempo atrás, vaya a saber desde cuando. En eso siento una exclamación de Rosa, “qué pedazo papito, qué leche, qué abundancia, así me gusta sentirte siempre... no salgas más de ahíiiiiiiii”, por lo que Juan anunciando que se venía, le volvió a avisar y nuevamente ella no hizo nada para sacarla para que lo hiciera afuera, siendo evidente que la eyaculación abundante e intensa ya se había producido y sin preservativo, por lo que toda su leche quedó dentro de ella, como así lo deseó mi esposa lo deseó.
Después de esta escena supe que no habría de ser tan fácil encararla, debido a que en todo el proceso de mi observación, no les relaté, que me había masturbado y eyaculé en el mismo instante que Juan lo hizo dentro de ella, por lo que aprendí a satisfacerme de otra manera.
Luego les contaré como siguieron los otros episodios, que fueron cada vez más excitantes.
Al rato, se pareció por donde yo estaba, y como si nada hubiera ocurrido, con total normalidad me comenta, que se iría un rato a la peluquería que nos veíamos de noche en casa, dado que se debía aprontar para una cena en la casa de unos amigos.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513554 veces