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Mi esposo y yo nos pusimos ociosos…

Relato enviado por : narrador el 24/07/2014. Lecturas: 5730

etiquetas relato Mi esposo y yo nos pusimos ociosos…   eroticos .
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Resumen
Hace unas cuantas semanas, mi esposo Gerardo, y yo, cuando llegó el fin de semana, tuvimos que quedado en casa, simplemente por no tener dinero para salir, el tanque de la gasolina de nuestro auto estaba casi vació, y los cheques que esperábamos hacer efectivo, tenían fecha del lunes. Los dos estábamos súper aburridos. Él limpiando por enésima vez su vieja motocicleta, la cual tampoco tenía gasolina, y por mi parte yo estaba buscando en las redes sociales con quien charlar.


Relato

Fue cuando, más por hastió que por curiosidad. Que abrí una página porno, lo cierto es que no me provocó seguir viéndola, de lo aburrida que me encontraba, ya estaba por cerrarla, cuando Gerardo limpiándose las manos con un pequeño trapo, se paró tras de mí, y sorpresivamente me dijo. Esto es el colmo de los colmos, tú que te la pasas criticándome, cuando abro alguna pagina de esas por accidente. Ahora no me digas, que no tenías la menor idea, de que se trataba de un sitio de esos. Ya que te vi como deliberadamente lo buscaste, y después de leer el titulo lo abriste.
Le sonreí diciéndole, si lo abrí, y qué. Es que acaso tú no estás aburrido, de estar limpiando tú vieja motocicleta. Gerardo se quedó en silencio, pero clavó sus ojos en la pantalla de mi ordenador, diciéndome. ¿Pero de que se trata eso, persona comportándose como animales? Yo la verdad ni atención le había puesto, solo había visto los cuerpos desnudos de hombres y mujeres, y no fue hasta que mi esposo me lo comentó que me di cuenta de que según el texto se comportaban como animales.
Gerardo continuó diciendo, eso sí sería novedoso, ¿qué te parece a ti? Yo la verdad es que estaba tan y tan aburrida, que viéndolo de pies a cabeza le dije. Si tú estás de acuerdo, podemos ponernos a inventar algo. Casi de inmediato Gerardo, me dio la espalda y me dijo mientras se dirigía al baño, me voy a sacar la grasa que tengo en las manos, y cuando regrese, a ver cómo me sorprendes.
Mi esposo desapareció tras la puerta, y mientras yo escuchaba el agua del lavamanos correr, me dije a mi misma. Bueno que puedo perder, y ahí mismo me quité la poca ropa de cama que aun tenía puesta. Cuando Gerardo regresó, yo gateando cual si fuera una gata, me le acerqué a él, y comencé a rozar mi desnudo cuerpo, contra sus piernas tal y como en muchas ocasiones he visto a los gatos hacerlo con sus dueños.
Pero en ese instante Gerardo me dijo, espera que según vi en la pantalla todos son animales, así que deja que me quite la ropa, mientras nos tomamos algo para entrar en calor. Y como por arte de magia sacó una botella de no sé si sería ron o ginebra de una de las gavetas, y después de darse un trago a pico de botella me la entregó a mí, que de inmediato hice lo mismo mientras que él se quitaba su ropa.
Una vez que Gerardo quedó tan desnudo como lo estaba yo, tirándose al piso a mi lado trató de besarme, pero lo detuve de inmediato, diciéndole. Vamos a hacerlo como lo hacen los animales, de verdad, ¿qué te parece? Fue cuando él me dijo, ok sin besos, ni caricias, ni hablar, de acuerdo. A lo que yo moviendo afirmativamente mi cabeza le respondí que sí.
Pero como ni Gerardo no yo dijimos nada de no beber, él de inmediato se dio otro trago y yo hice lo mismo. Fue cuando él poniéndose en cuatro patas, acercó su cara a mis nalgas, y para mi sorpresa comenzó a oler, y lamer, las nalgas, el coño, y hasta mi culo. Yo respondí separando y abriendo más mis piernas, pero de momento me acordé haber visto a una yegua que pateaba el pecho del semental que estaba a punto de montarla. Por lo que yo claro que no con la misma fuerza, ni intensidad hice lo mismo, imitando un relincho.
Gerardo se me quedo viendo, y como que comprendió de inmediato, ya que al igual que un caballo continuó acercándose a mi coño con su rostro. Hasta que de momento, en un descuido mío, se me montó encima, puse sentir su parada verga, como golpeaba mis nalgas, y hasta pensé que en cualquier momento me ensartaría por el culo, cosa que no era precisamente lo que yo deseaba. Fue cuando se me ocurrió cambiar, de ser una yegua a ser, una mona. O mejor dicho una especie de chimpancé. Lo que me permitió escapar con facilidad, de debajo de su cuerpo. Mi esposo se me quedó viendo tratando de adivinar que animal yo era, pero tras escuchar mis chillidos, y ver la manera en que movía mis brazos, no tuvo que hacer mucho esfuerzo para darse cuenta de que yo imitaba a una mona.
Gerardo imitó con facilidad lo que a mí me pareció más bien un gorila, que un chimpancé, golpeando su pecho, mientras que yo como si fuera una verdadera simia, con mis dedos jorungaba mi coño, y curiosamente me dedicaba a olerlos. Gerardo en su papel de simio, se me acercó, y dirigió su cara a mi coño, el cual sin demora alguna comenzó a lamer y mamar divinamente.
Yo estaba extasiada tirado en el piso con mis piernas bien abiertas disfrutando de todo lo que mi marido me hacía con su boca y dedos, cuando igual que haría una bestia, me agarró por la pierna y me arrastró, desde la sala hasta nuestra habitación, justo al pie de nuestra desarreglada cama. Yo estaba confundida, pero antes de que se me ocurriera decirle algo, me saltó encima, y tomándome entre sus brazos, me subió a la cama. Diciendo, yo seré todo lo mono que tú quieras, pero prefiero nuestra cama.
Dejándome caer en ella, boca abajo. Casi de inmediato imitando quizás a un orangután o a un gorila Gerardo se me lanzó encima. Dirigiendo su parada verga directamente a mi coño. Cuando lo sentí que me penetraba, el placer se multiplicó, ya que él no dejaba de gruñir como un salvaje mono.
Yo por mi parte, restregaba mis desnudas nalgas contra su cuerpo una y otra vez, buscando sentir más y más dentro de mi coño, toda su parada verga. Por un largo rato, mi gorila me estuvo clavando su sabrosa verga. Hasta que de momento, seguramente se vino, al tiempo que yo disfrutaba de un salvaje y animal orgasmo.
Ya cuando los dos nos detuvimos, pensé que el juego había terminado, pero me equivoqué. Tras darse otro trago a pico de botella, Gerardo me tomó por el cuello, y dirigiendo mi rostro hasta su decaída verga, prácticamente me obligó a que se la mamase. En cosa de pocos segundos fui sintiendo como dentro de mi boca su verga volvía a tomar tamaño, y ponerse bien dura. En cierto momento pensé en protestar, pero él actuando como si realmente fuera un simio, separó mis piernas, y nuevamente me clavó su parada verga dentro de mi coño.
Yo la verdad es que lo disfruté como nunca, alcanzando nuevamente un sin número de orgasmos, a medida que mi esposo se seguía comportando como un verdadero animal. Poniéndome en todas las posiciones que se le pudieron haber ocurrido.
Ya después mientras me recuperaba de todas las pocas vergüenzas que me hizo, le reclamé que había abusado, que los monos no lo hacen por el culo. Fue cuando me dijo, sonriéndose de oreja a oreja, hay un tipo de chimpancé que le dicen bonobos que hacen de todo. Al principio no se lo creí, pero luego él mismo buscó en yotube y me los mostro, al tiempo que él y yo imitábamos a los condenados monos esos, llamados bonobos ….

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:50) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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