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Mi madre, mi primer amor

Relato enviado por : Anonymous el 20/07/2011. Lecturas: 19231

etiquetas relato Mi madre, mi primer amor   Amor filial .
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Resumen
Sé que muchos de los relatos aquí descritos obedecen a la fantasía, pero situaciones como la vivida en mi hogar despertaron desde chico tantas emociones y tantas fantasía que era imposible no acudir a la hermosa figura de mi madre para hacer de ella el objeto de mi amor y mi deseo...


Relato
Sé que muchos de los relatos que se hacen aquí en éstas páginas obedecen a la fantasía de sus autores, y tal vez a un deseo reprimido por todo aquello que hubiéramos querido vivir en un momento de nuestras vidas. Mi caso fue real y tuvo mucho que ver, el haberme criado entre mujeres; mi madre, y una hermana mayor que yo. Mi padre debido a su trabajo permanecía gran parte del año en medio de sus correrías, las cuales se hicieron cada vez mas frecuentes y prolongadas. No tuve una relación mayor con él, y no guardo mayores recuerdos gratos de su papel como padre y ejemplo de formación. De ahí que mi madre debió ocupar ese espacio, en temas como mi educación sexual, y aun cuando en el colegio recibía alguna instrucción al respecto, la verdad que mi curiosidad por el sexo opuesto, tuvo como referentes las dos mujeres con las cuales convivía. Desde los 10 años comencé a experimentar una desazón extraña cuando por alguna circunstancia, observaba involuntariamente a mi madre o a mi hermana en prendas menores, y aun cuando ellas no prestaban mayor atención a mi presencia, sentía que mi corazón latía apresuradamente al tener el espectáculo de sus cuerpos semidesnudos. Mi madre es una mujer de mediana estatura, pues mide 1.65, caderas anchas de talla 14, trasero pronunciado y senos grandes. Sus piernas son gruesas y torneadas, y en esa época para sus 35 años se veía muy bien, aunque ella fuera algo recatada en su vestimenta diaria. Trabajaba como docente en la ciudad donde vivíamos. Mi hermana 5 años mayor que yo, terminaba su secundaria y se alistaba para entrar a la universidad. No teniendo el cuerpo de mi madre, pues era un poco mas delgada, si hacía presagiar que con el desarrollo posterior heredaría sus voluptuosas formas., aunque era un poco mas alta, con 1.70 cmts de estatura.
De un momento para otro y cuando estaba próximo a cumplir 12 años, descubrí la masturbación sin que nadie me hubiera hablado de ella. Y justamente ocurrió porque el diario trasegar en casa, era una tentación insufrible, mas cuando ahora yo, dándome mis mañas comencé a espiarlas mientras se vestían en las mañanas luego de tomar su baño diario. Me encantaba observar en particular a mi madre, cuando entraba al cuarto y despojándose de su toalla de baño procedía a embadurnarse de crema humectante por todo el cuerpo, masajeando sus pechos, sus nalgas redondas y grandes, su vientre, sus piernas y sus pies, permaneciendo unos minutos completamente pelada, mientras alistaba sus ropas. Me detenía el mayor tiempo posible en el perímetro de sus caderas y sus piernas, y sobre todo en su pubis fantástico, sembrado de unos vellos lisos y caprichosamente alienados en un incitante triángulo, del cual se desprendía un caminito de otros vellos mas delicados aun, que le llegaban a hasta su ombligo y los cuales no afeitaba nunca.. Entonces, intoxicado de toda su desnudez entraba al baño a masturbarme para aliviar tamaña tensión que amenazaba con dejarme completamente loco. Salía con un remordimiento terrible pero al día siguiente la tentación hablaba mas fuerte y continuaba con esa práctica solitaria, que después me sumía durante el día en una depresión bastante incómoda. Espiaba a mi hermana también y me causaba curiosidad que a diferencia de mi madre depilara completamente su pubis, no entendiendo porqué razón lo hacía, o si ya había iniciado su vida sexual. Sus pechos eran firmes, de talla 36, con unos pezones grandes, que tal vez por el frío de la ducha permanecían erectos al salir del baño a vestirse. Tenía la ventaja que mi madre salía mas temprano de casa, y podía entonces con toda la libertad del mundo espiar a mi hermosa hermana. De todas maneras así fue transcurriendo esa etapa de mi adolescencia, hasta que cumplí los 15 años y mi desarrollo como hombre ya era bastante notorio, con un miembro de buen tamaño, y una musculatura que por la adicción al baloncesto, me había dado una apariencia un poco mayor para mi edad. Mi madre y mi hermana bromeando conmigo, me hacían comentarios acerca de mi presencia, y decían que quién sabe cuántas nenas en el colegio no estarían ya haciendo cola para convertirse en mis enamoradas. Estos cumplidos en lugar de agradarme, despertaban en mi una morbosa fantasía, pensando que no era indiferente como hombre a mis dos mujeres, mi hermana y mi madre. Me imaginaba que en cualquier momento podría tener la oportunidad de acceder a ellas, aunque mis preferencias eran mas marcadas por mi madre.
Las rutinas de los fines de semana en casa estaban dedicadas a las tareas domésticas las cuales nos repartíamos equitativamente. Sin embargo la tensión aumentaba debido a que mi madre y mi hermana permanecían los sábados en sus pijamas de dormir, cuya tela de seda me permitía observar claramente sus pequeños interiores y como éstos entraban en medio de sus preciosas nalgas, cuyo movimiento armónico al caminar me dejaba perplejo, así como sus pechos que se mecían deliciosamente libres de la incomodidad del brasiere. Yo trataba de observarlas discretamente y acorde con la situación solamente me colocaba un short, con el cual lógicamente se me notaba el tamaño de mi miembro y mis testículos bastante grandes por cierto. Alguna vez mi hermana se quedó mirándome burlona y me dijo que estaba muy bien armado, y esas palabras me hicieron sonrojar, por lo cual guardé silencio. Ella percibiendo mi turbación hizo el comentario con mi madre, que para rematar me dijo que lástima que fuera su hijo, pues era muy apuesto, y que ella estaba necesitando un noviecito que la consintiera pues mi padre hacía mas de tres meses permanecía fuera de casa. No dije nada, pero sus palabras aumentaron mi confusión y mis deseos incestuosos. No era indiferente a sus miradas, y eso me agradaba mas de la cuenta. No sabía hasta qué punto esos piropos estaban abriendo una puerta que yo deseaba abrir cuanto antes. Para colmo de males, ellas en la tarde aprovechaban para hacerse el pedicure mutuamente, despreocupadas de que sus piernas quedaran expuestas, mientras procedían a arreglar sus hermosos pies. Decidí una tarde cualquiera quedarme junto a ellas, para observar como lo hacían, hasta que mi madre me dijo que también debía arreglarme mis pies y me pidió que me sentara mientras ella procedía a acicalarme. Me senté en una pequeña silla y ella en una butaca pequeña frente a mi… trajo un platón de agua tibia, me pidió que sumergiera mis pies dentro y sentándose sin el menor cuidado, comenzó a cortar mis uñas y a hacer su trabajo. Mientras me frotaba los pies con la piedra pómez, sentí una sensación placentera con esos masajes deliciosos, y sobre todo cuando ella dándose cuenta o no, abría sus piernas permitiéndome mirarle su pequeña tanga que aprisionaba sus grandes labios, dejando de lado algunos vellos. El espectáculo era inconmensurable, teniendo ante mis ojos todo el contorno de sus piernas gruesas, con una incipiente celulitis que le daba un toque de belleza inusitada, y era inevitable que también observara sus pechos y sus pezones, cuando se agachaba a tomar las limas y los demás aparatos de su labor. Yo estaba a punto de un infarto debido a todo lo que ocurría en ese momento, mientras mi hermana sentada a mi lado hacía comentarios banales acerca de su universidad y de los chicos que comenzaban a asediarla. Mi madre le dijo que debía cuidarse y que era preciso que si iba a acostarse tuviera todas precauciones, para evitar una enfermedad o un embarazo indeseado. Ella nos confesó que era virgen y que por el momento tenía mucho temor de eso, dado que no quería meterse en problemas que arruinaran su carrera. Mi madre me dijo que estaba segura de que yo ya debería andar haciendo locuras con toda esa cantidad de niñas, a las que se les notaba el desparpajo de sus vidas y sus ganas de sexo, y que ella no estaba dispuesta convertirse en abuela tan temprano. Le dije que no se preocupara, pero tampoco afirmé nada, dejando la duda latente en ellas, cuando en realidad era virgen hasta ese momento, dado que en el fondo era demasiado tímido y mis incursiones al sexo con algunas de mis compañeras se habían limitado a besos y caricias intrascendentes. Para acabar de molestarme me dijeron que con ese tamaño de mi herramienta, debería ser muy apetecido por todas esas loquitas que estudiaban el último grado conmigo. Y como un par de amigas comenzaron a hacer apreciaciones morbosas, acerca de lo que era el tamaño de los penes en los hombres, buscando tal vez que mi timidez se viera confrontada, para ver que argumentaba yo. No sé de donde saqué arrestos y les dije que en realidad ellas también estaban muy hermosas y que lamentaba que fueran mi madre y mi hermana o de lo contrario ya habría procedido a cortejarlas. Además fui incisivo en mis comentarios acerca de sus cuerpos, y les dije que no estaba seguro de la virginidad de mi hermanita. Ella respondió, diciéndome que era una pena que no pudiera mostrarme para que comprobara que estaba cero kilómetros. Mi madre reía con las estupideces que discurríamos, no dándole importancia a esa conversación que para mi ya se constituía en toda una afrenta.
Ese sábado marcó demasiadas cosas en nuestro posterior convivio, y sin darnos cuenta las conversaciones acerca del sexo, eran cada vez mas frecuentes. Mi madre en alguna ocasión nos confesó que su vida sexual con mi padre dejaba mucho que desear, pero que el hecho de estar con nosotros había impedido que ella cometiera cualquier locura con alguno de los muchos tipos que la perseguían a diario con sus comentarios. De hecho le dijimos que entendíamos cómo se sentiría de frustrada, y que a lo mejor con la ausencia cada vez mayor de mi padre, en cualquier momento todo se terminaba de una buena vez entre ellos, y que la verdad eso no nos afectaba para nada. Yo trataba con tales argumentos que ella fuera desprendiéndose de sus prejuicios, y quizás contemplara la idea, en un futuro, de tomarse algunas libertades, pero mi intención no era que lo hiciera con otro hombre distinto a mi. Estoy seguro que el clima de tensión y la tentación entre nosotros en casa, era una realidad que no podía ocultarse, y que debido a la confianza que nos teníamos, esto daba pie para avanzar cada vez mas en esas peligrosas pláticas. Fuera de eso, comencé a sentir un deseo tenaz por oler la ropa íntima de las dos, cuando dejaban sus prendas en la lavadora, y sin que se dieran cuenta, las olfateaba como un sabueso, sintiendo el aroma de sus sexos, y chupando frenéticamente la entrepierna de sus prendas, procedía a masturbarme con ese pecaminoso olor en mi boca y mi bozo. Alguna tarde en que quedamos a solas en casa, mi hermana me dijo que necesitaba hacerme algunas preguntas acerca de los hombres… yo asentí complacido, y ella me comentó que la única referencia que tenía de un pene era el que se imaginaba en medio de mis piernas… se rió con maldad mirándome de forma extraña, al tiempo que me decía que debería ser muy doloroso que una cosa así le entrara, pues su vagina era demasiado estrecha para dar paso a semejante instrumento. Le pregunté que si de verdad era virgen pues seguía dudando, y sin mas ni mas se levantó la falda y corriendo su tanguita, me dijo que podía comprobarlo con mis propios ojos, mostrándome sus grandes labios totalmente cerrados y depilados. Le pedí que si no se molestaba los abriera un poco lo cual hizo despacio, dejándome alucinado, al ver la telita de su virginidad completamente ilesa, pero con un flujo claro que no podía ocultar o impedir. Mi corazón latía a mil por hora, pero temeroso de quebrar ese momento con alguna imprudencia le dije que estaba muy bien que se hubiera cuidado hasta ese momento. Mi hermana sin mostrarse molesta me dijo que era mi turno para dejarla ver lo mío… le pedí que deseaba que esa conversación quedara entre los dos y ella me dijo que por supuesto. Tiré mi short y mis calzoncillos y quedé desnudo frente a ella, mientras mi miembro comenzaba a levantarse palpitando de emoción. Ella lo miró fijamente, suspirando inquieta, mientras me decía que era hermoso, y que ahora si entendía como todas sus amigas comentaban todo lo que disfrutaban con sus casuales amantes o novios. En un momento en que la cercanía de los dos era menor a un metro, pues nos sentamos en la cama, comenté que si quería tocarlo podía hacerlo pero ella me dijo que le daba vergüenza, mas siendo hermanos. Tomé una de sus manos y la coloqué encima de ese trozo de carne brillante y erecto, y le dije que ya que había planteado conocerlo, pues podía tocarlo sin problemas, que yo sabría conservar mi lugar con ella. Con su respiración agitada, y sin ofrecer resistencia lo tomó en sus manos y comenzó a acariciarlo con suaves movimientos, hasta que no pudiendo controlarme, eyaculé empapándola toda con el chorro de semen que salió disparado hacia ella. Nos miramos avergonzados pero inquietos, y tratando de tranquilizarla le dije que era normal que eso ocurriera, debido a nuestra juventud y nuestros ímpetus, y que ella no se quedaba atrás pues su tanga se encontraba totalmente empapada por sus fluidos. Le pregunté si se masturbaba, pues yo lo hacía con frecuencia, y me confesó que últimamente después de que conversábamos de sexo en casa, quedaba demasiado inquieta y entonces en la noche, procedía a tocarse su vulva hasta alcanzar una emoción deliciosa que no era otra cosa que un orgasmo. Tuve mil intenciones frente a ella, pero me contuve porque cualquier otra actitud, habría podido despertarle un resquemor, desconfianza, o el arrepentimiento de haber llegado tan lejos con su hermano menor. Vestí mi short de nuevo y le pregunté que si sentía mal por lo que acabábamos de hacer, y me dijo que en efecto estaba algo mal, pero que en el fondo había salido de esa incertidumbre. La abracé suavemente, dándole un beso en la mejilla, y salí del cuarto. Pienso que actuar de esa manera dejaba el campo libre para un nuevo encuentro íntimo, lo cual ocurrió algún tiempo después.
A la semana siguiente mi hermana debió ir a la casa de una tía que se encontraba recién operada y no tenía quien la cuidara ese fin de semana. No habíamos vuelto a hablar del tema, haciendo de cuenta que nada había pasado entre los dos. Ese viernes la lleve en el carro al barrio donde vivía mi tía, y la dejé allí acordando que la recogería el lunes en la mañana. Nos despedimos con un beso en la mejilla y queriendo saber que pasaba por su mente, le toqué una de sus piernas… sonrió murmurando que yo era un morboso, pero no dio muestras de estar enojada. Para mi, todo estaba marchando de acuerdo a mis planes. Al llegar a casa mi madre estaba tomando una ducha, lo cual aproveché para correr un poco la cortina de su cuarto, pues así, al salir a vestirse podría verla desnuda de nuevo. Ya era de noche, y apagué la luz que daba a la cocina para que ella no se diera cuenta de que la espiaba. Salió con su toalla de baño alrededor de su cuerpo, y con otra toalla envolviendo sus cabellos húmedos, y no se vistió inmediatamente sino que permaneció así en la cocina, ordenando algunas cosas y preparando algo de comer. Verla en ese estado, con la toalla tapando solamente sus senos y sus bellas nalgas me ponía demasiado excitado. Me acerqué, la abracé por la espalda cuidando de no arrimar mi miembro a su culo, y le di un beso en la mejilla diciéndole que se veía muy hermosa, y que menos mal nadie mas la vería así, pues era un pecado para cualquiera que no fuera yo… se rió mucho con mi comentario, y me dijo que si en serio se veía bien, a lo que respondí que era la mujer mas linda que había visto en toda mi vida. Dio la vuelta y me abrazó tiernamente, juntando su cuerpo al mío, mientras me daba un beso cerca de mis labios, murmurando que era la mujer mas feliz del mundo con su bebé ya hecho todo un hombre y que se sentía protegida por mi. No sabía que decir… Por Dios ¡ …, algo estaba gestándose entre nosotros, pues no era usual que ella actuara de esa manera. Le propuse entonces que ya que era viernes, porqué no aprovechábamos para salir un poco al centro comercial , y que la convidaba a unas cervezas… me miró asombrada y respondió que estaba bien, y que esperara entonces que se vestiría para que saliéramos. Yo entre tanto me duché rápidamente y me coloqué la mejor ropa que tenía para que ella se sintiera bien a mi lado. No quise fisgonearla para no poner en riesgo mi invitación. Cuando salió del cuarto estaba preciosa. Vestía una falda corta de color negro, una blusa escotada de color blanco y unas zapatillas oscuras, bastante altas. Silbé emocionado y me dio otro beso sonrojada. Subimos al auto y nos dirigimos al centro comercial. Al llegar, el lugar estaba atestado de gente, por lo que le propuse que buscáramos un sitio mas tranquilo donde pudiéramos conversar. Encontramos un pequeño bar cerca de la zona rosa, que menos mal tenía bastantes lugares desocupados. Al preguntar al mesero por el precio de las cervezas, le propuse que mejor tomáramos algo mas fuerte, a lo que ella accedió. Pedí una botella de aguardiente, y comencé a servirle pequeñas copas, mientras yo me abstenía de beber sin que ella se diera cuenta, debido a que no quería que en medio de la embriaguez pudiera cometer cualquier acto imprudente, y además queriendo que mi madre al calor de los tragos se relajara, y conversara con toda la tranquilidad posible acerca de los dos… en efecto así fue. Comenzó por decirme que se sentía muy sola y ansiosa, y que sentía que algo le faltaba, pues era una mujer joven y con muchos deseos reprimidos, pero que evitaba relacionarse con alguien hasta tanto la situación con mi padre no se hubiera definido. Estuve de acuerdo con todo lo que me decía, mientras continuaba sirviéndole licor… conversamos de muchas cosas mas . hasta que notando que ya estaba a punto de embriagarse decidí ir para casa. Quedaba menos de media botella y la llevé conmigo para que en la sala se tomara otro par de copas. Al entrar en la sala le pedí que se sentara un ratico mas, pues esa noche era demasiado linda para darla por terminada tan rápido. Se sentó en el sofá, tiró sus zapatillas y cruzó sus piernas con la falda bastante arriada, permitiéndome deleitarme con sus bellas piernas. Me acomodé a su lado, acercándome poco a poco, hasta estar prácticamente pegado a ella. Comencé a acariciar sus cabellos, en tanto ella ya bastante alicorada se recostaba en mis pecho… me corrí un poco y le pedí que se acostara sobre mis piernas para charlar mas cómodos… el peso de sus hombros en mis rodillas me excitó mas de la cuenta, y sé que ella pudo haberse dado cuenta pero no se movió para nada, mientras yo seguía acariciándole su cabeza y su rostro. En un momento vi que se quedó dormida, y delicadamente la cargué hasta su cama. Estiré sus piernas sintiendo la suavidad de su piel, de sus pies, de sus rodillas y de sus muslos… Muy levemente pasé mis manos por su vientre, hasta desbotonar su blusa, mientras sus bellas tetas amenazaban con salirse del brasiere. Indefensa, totalmente dormida, era ajena a todo lo que estaba ocurriendo… Despacio fui subiendo su falda hasta llegar a su hermoso sexo, aprisionado por esa tanga negra, húmeda por todo lo que bajaba de sus entrañas. Posé mis labios suavemente sobre su sexo, lamiendo todo ese néctar que me iba poniendo al borde la de la locura. Ansioso pero con cuidado, la fui volteando de lado, hasta tenerla de costado. Desabroché su sostén, y tiré de la cremallera de su falda bajándola poco a poco hasta quitársela. Su culo era alucinante, grande, blanco, con unas pequeñas estrías, y unos lunares que marcaban todo el camino al pecado que estaba dispuesto a cometer con ella… tiré de su pequeña tanga hasta dejarla en sus tobillos, y la volteé de nuevo boca arriba. Era preciosa; sus tetas eran grandes, firmes a pesar de haber tenido hijos y su ombligo era profundo. Su vientre adornado de ese caminito de vellos provocaba demasiado, y su monte de venus era el espectáculo mas bello; muy pronunciado, enmarcando el tamaño de los labios de su vagina grande y retadora, con esos pelos que abarcaban toda su entrepierna, hasta invadir el contorno de su ano apretado, con esos pliegues que mas tarde tendría el placer de abrir totalmente. Decidido a recrearme como nunca lo había hecho tiré mi ropa y comencé a besar sus bellos pies, chupando sus dedos, sus plantas y subiendo por sus tobillos hasta las rodillas… noté un ligero estremecimiento pero no despertó. Creo que a lo mejor soñaba con lo que en realidad estaba ocurriendo. Abrí sus tentadoras piernas lo que mas pude y me adentré en el calor de su sexo, mamando todo lo que continuaba emanando de dentro de su vulva. Hubiera querido entrar de nuevo por ella para que me pariera de nuevo si con ello la conservaba para siempre. Recorrí cada centímetro de su piel y chupe sus tetas con locura, hasta su boca ligeramente abierta. Previendo que acostarme encima para penetrarla podría despertarla, la volví a colocar de costado… mi verga no resistía mas, y poco a poco fui situándola en medio de sus nalgas… sentía el calor de su sexo, y sin contenerme, me retiré para relamer todo su apretado culo, metiéndole mi lengua hasta donde fuera posible. Todo lo que brotaba de ella era delicioso, y el aroma de su ano me enloquecía…..satisfecho de haber probado todo lo suyo, me puse de lado a ella, mientras mi pene buscaba ansioso ese precioso orificio de su vagina.
No fue fácil penetrarla, pero cuando ya gran parte de mi miembro estaba dentro de sí, se movió angustiada, tratando de zafarse de mis brazos pero ya era tarde. Me dijo que qué hacía por Dios, y la abracé con mas fuerza diciéndole que la amaba con toda mi alma, y que poseerla era lo mas grande que me pasaba en mi vida. Con mi mano izquierda tomé su carita y la besé intensamente, hasta que su angustia fue desapareciendo, abandonándose a su suerte. Gimió al sentir que mi verga entraba totalmente en ella, y comenzó a moverse suavemente en señal de aprobación, mientras apretaba mis manos sollozando. Sabiendo que podría continuar retiré mi miembro de su cuquita recostándola boca arriba… comencé a besar su boca con locura, su cuello, sus senos, hasta volver a su sexo, a continuar embriagándome con todos sus líquidos… abrí sus piernas de par en par, tomé sus pies en mis manos chupándolos de nuevo, mientras encogiendo sus muslos coloqué mi verga en la entrada de sus velludos labios. Arrodillado empecé a empujar toda mi hombría dentro de su vagina, hasta que no quedó nada por fuera, y con un movimiento imperceptible la fui llevando a mi terreno, besando su boca y mordendo delicadamente su cuello… en un momento no resistió mas y comenzó a gemir pidiéndome que no parara y que se la metiera mas duro, porque sentía que la estaba desgarrando pero que la tenía loca de placer. Tuvo por lo menos tres orgasmos, hasta que no pudiendo contener mas mi locura descargué todo mi semen dentro de ella, sintiendo las convulsiones de su sexo apretando mi glande. Me quedé unos minutos encima de su cuerpo, pero apoyando mi peso en mis codos para no asfixiarla. No podía parar de besar sus labios carnosos que ahora se me entregaban totalmente… jugué con su lengua, viendo sus bellos ojos con unas pocas lágrimas, ahora de excitación. La abracé con fuerza, pidiéndole que fuera mía para siempre, y en ese momento me dijo que estaba loco, pero que desafortunadamente hacía algún tiempo mi sexo la tenía inquieta, y que lógico no iba a intentar nada conmigo por ser su hijo, pero que si se excitaba imaginándose como sería ese miembro tan rico dentro de ella. Agarré con fuerza sus nalgas, queriendo fundirla a mi cuerpo, con sus senos desnudos en mi pecho… y sin dejar que la emoción entrara en declive la volteé de espaldas, para continuar besando su nuca y toda la extensión de su bella geografía. Definitivamente el volumen de su culo era impresionante… la suavidad de esa piel blanca, la tersura de la cara interna de sus piernas y las dos arrugas que demarcaban la circunferencia de cada nalga, de donde nacían sus muslos rollizos, fueron lo que me marcó por el resto de mis días, añorando años después en cada mujer que observaba, un trasero como el de mi madre. Por eso separé esas nalgas con toda la libertad del mundo y seguí lamiendo su pequeño orificio con furia hasta que ella me dijo que no la martirizara mas, y que le daba miedo, que le hiciera lo que estaba pensando. Ese comentario fue el salvoconducto perfecto….fui hasta su tocador, tomé un frasco de aceite y lo esparcí por toda esa área, metiéndole el dedo índice y lubricándolo…. Me pidió que no; que era virgen por ahí y eso me estimuló mas a seguir… me recosté encima de ella, acariciándola y murmurando las palabras mas dulces hasta que mi verga encontró dilatado su pequeño orificio anal… se revolvió dolorida mientras le iba entrando, pero me permitió continuar hasta que dio un grito mordiendo su almohada. Estando dentro de su recto desvirgado, empezó a menearse queriendo quizás un poco mas… los gemidos aumentaban hasta que un nuevo orgasmo estalló con toda la fuerza de su alma. Un nuevo chorro de semen se depositó esta vez dentro de sí. Sollozó de nuevo, cuando se lo saqué, y abrazándonos con fuerza, seguimos besándonos hasta quedarnos dormidos. Al despertarme, continuaba dormidita, y al reparar en las sábanas, vi que había unas ligeras manchas de sangre, lo cual me comprobaba que en realidad si había desvirgado ese culito divino. Fui al baño, me duche, me cepillé los dientes y regresé desnudo a su lado, acariciándola con todo el amor de hombre mezclado a la ternura que me inspiraba ese ser hermoso que además de ser mi madre, era ya mi mujer. Se despertó desperezándose, y me aplicó un mordisco en el brazo, pero sin llegar a lastimarme… sus hermosos ojos estaban hinchados, pero se notaba en ellos la satisfacción por todo lo ocurrido. La besé metiendo mi lengua en su boca, la cual cerraba, pues ripostó que no se había lavado su boca, pero el aliento de su resaca me excitó de nuevo… Todo lo que proviniera de ella me enloquecía; todos sus aromas eran el perfume mas grande que hubiera podido oler hasta entonces. Sin darle tiempo a nada volví a penetrarla hasta que terminamos en un nuevo gozo… quería comérmela sin parar y ella estaba dispuesta a que siguiera haciéndolo… ese sábado hicimos el amor hasta que nuestros cuerpos no resistieron… lo único que me pidió en un momento en que fue a la ducha, era que por favor ese día no me le comiera mas su culito pues estaba sangrando… y lo dijo como una niña mimada que implora por no ser castigada y ante la ternura de su pedido accedí… continuamos hasta entrada la noche que salimos en el carro a buscar algo de comida… no sentíamos mas hambre que la de nuestros cuerpos ansiosos por entregarse mutuamente… Le dije que no era preciso que habláramos de algo que nuestras almas deseaban tanto… y preferimos comentar otras cosas… regresamos a casa a desnudarnos de nuevo… a seguir acariciándonos, a satisfacer ese deseo incontenible que nos embargaba hasta el cielo… continué chupando su vagina mientras ella engullía toda mi verga dentro de su boca hasta que volvimos a excitarnos tanto, que decidimos acabar en nuestras bocas. Entrelazadas nuestras piernas, refregando nuestros pies por todo lo que pudieran abarcar, comprobamos que nuestros cuerpos encajaban perfectamente y que no sobraba un milímetro de nuestras humanidades donde no experimentáramos el contacto de la piel y el latir de nuestras venas al unísono. Nos amamos embelesados por haber descubierto en ese pecado eterno e inagotable, la grandeza de una pasión irrefrenable y un deseo incontenible. Me extasié para siempre en toda su belleza indescriptible y no hubo un solo detalle de su cuerpo que no me despertara la lujuria mas asombrosa. Sus manos supieron despertar en mí las mas recónditas sensaciones y emociones… y no hubo nada que impidiera amarnos; aun, cuando su período menstrual aparecía convirtiéndose en otra fuente de regocijo, bebiendo todo ese extraño brebaje que descendía de sus ovarios, mientras ella sedienta de sexo, se chupaba todo el semen que lograba arrancarme con sus pervertidas mamadas. Sé que la convertí en la depravada mas grande del mundo, y la adoré como una diosa cuando su coquetería diaria en las mañanas, me hacía presagiar todo lo que ocurriría en las noches o tardes que pudiéramos estar a solas. Desnudos, abrazados, mirando al cielo raso en silencio, dejando que hablaran nuestras manos, nos dormimos hasta el medio día del domingo… preparé el desayuno y lo lleve a su cama… le di un beso en la frente y otro en los labios… desnuda, sin el menor pudor se sentó a comer, mientras elogiaba mis dotes de cocinero… Llenándome de coraje le pedí que me aceptara como su hombre pues desde muy niño sentía todos los tipos de amor posibles por ella… le conté que era virgen hasta ese día, pues no deseaba otra mujer mas que ella, y que siempre en mis incursiones solitarias al pecado estaba su imagen impura en mi mente… No me dijo nada, pero me abrazó de nuevo, acariciándome con esa dulzura que ya conocía, mientras yo buceaba por todos los contornos de su bella piel, deseando marcar mi territorio en ese cuerpo que en adelante sería mío, como ocurrió durante muchos años después…



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Comentarios enviados para este relato
ganoso1967 (8 de August de 2011 a las 19:22) dice: muy buen relato me calento mucho y me imagine la escena, me masturbe como loco

gallogiro (8 de August de 2011 a las 09:00) dice: Sólo para decirte Una cosa... Maravilloso

hernan soto (29 de July de 2011 a las 23:07) dice: y que paso con tu hermana

manolo02 (29 de July de 2011 a las 11:49) dice: Muy bueno el relato bien escrito y sobretodo muy detallado .....felicitaciones

evertoniano (22 de July de 2011 a las 06:55) dice: Por fin un relato de categoría...muy bueno, felicitaciones.

katebrown (18 de October de 2022 a las 22:03) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:28) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

rocco18 (12 de August de 2011 a las 20:23) dice: Desde hace mucho leo relatos y este es el primero en comentar no podia pasarlo por alto por ser unos o posiblemente el mejor relato.Feliciraciones

jasma (10 de August de 2011 a las 16:35) dice: Felicitaciones!!! No pude para de leerlo y dsifrutrlo! Que hermosa paja me hice. Muy buen relato, completooooo


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