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Mi marido, hasta le dio las gracias…

Relato enviado por : narrador el 05/10/2011. Lecturas: 14052

etiquetas relato Mi marido, hasta le dio las gracias…   Infidelidades .
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Resumen


Así como se los digo, claro está, que Julio mi esposo ignoraba, que su patrón y yo veníamos de tener relaciones.



Relato


Todo comenzó, el día que busqué en casa de mi mamá, un lindo vestido corto que ella me había regalado, y me lo puse para llevármelo puesto. Yo estaba esperando que el carro público, que cubre la ruta que pasa por mi casa, pasara. De momento vi que se detuvo frente a mí, una lujosa camioneta, de esas que mientan 4x4, de doble cabina, con unas ruedas inmensas, y con todos los vidrios oscuros. Su conductor, bajó la ventana, y de inmediato reconocí al dueño de la hacienda donde trabaja mi marido.

Don Ignacio, se me quedó viendo de pies a cabeza, y tras saludarme, me preguntó si me dirigía a mi casa, cuando le dije que sí, prácticamente me ordenó que subiera a su vehículo, que él iba en esa dirección. Como ya era algo tarde y se avecinaba una fuerte lluvia, decidí aceptar su oferta. Ya estaba yo por montarme en la parte donde llevaba la carga, cuando él mismo Don Ignacio, se bajó, y colocó el paquete con mi otra ropa en el asiento trasero, y abriendo la puerta del pasajero, me dijo que entrase.


Apenas arrancó y salimos del pueblo, Don Ignacio comenzó a mirarme al mismo tiempo que conducía, al principio no me di cuenta pero la corta falda que mi mamá me había regalado, dejaba ver gran parte de mis muslos. Don Ignacio a medida que manejaba y me hablaba, no dejaba de verme y de alagarme. Llegando hasta decir, que mi marido había tenido una suerte tremenda al casarse conmigo, con tan buena hembra que se veía que yo era. Sus palabras, en cierto momento hasta me hicieron sentir abochornada, pero no por nada malo que dijera, sino por todo lo contrario, fueron tantas y tantas cosas lindas que dijo de mí, que yo no sabía ni que decir. En una de esas fue que me di cuenta, de porque él no quitaba sus ojos de entre mis piernas, ya que sin que yo lo quisiera, la corta falda que me regaló mi madre, dejó de cubrir mis pantaletas. Yo disimuladamente me la estiré hacia abajo, ocultando lo más que pude mis muslos y parte de mi coño. Pero al ver la desilusión en sus ojos, haciéndome la pendeja, me acomodé en el asiento, y dejando mis piernas ligeramente abiertas, la falda se me volvió a subir, mucho más que al principio. Al fin y al cabo, yo iba de lo más distraída, escuchando el montón de cosas bonitas que Don Ignacio me estaba diciendo.


De momento comenzó a llover bien fuerte, y él continuaba diciéndome, lo hermosa que yo era, lo buena que estaba, y cosas bonitas, pero al pasar frente a la hacienda de su propiedad, me dijo que nos detendríamos un momento, a esperar que la fuerte tormentosa lluvia pasara, ya que rápidamente los caminos por donde yo vivo se inundan. Y hasta los 4x4 se pueden quedar pegados en el lodo. Al bajarnos de la camioneta, frente a su casa, era tan fuerte la lluvia que al salir corriendo en dirección a su casa, me resbalé, y fui a dar contra el suelo, por lo que toda mi ropa se embarró y me enchumbé de pies a cabeza toda. Por lo que apenas entramos a la casa, de inmediato Don Ignacio, buscó una gran toalla y me sugirió que pasara a una de las habitaciones, para que me quitase la ropa, y la dejase en agua para sacarle el barro, no fuera a pescar un resfriado.


Yo entré a una de las habitaciones y haciéndole caso, me desnudé completita, me quité todo ya que hasta las pantaletas se me embarraron. Luego entré a uno de los baños, me di una ducha para quitarme todo el barro, al terminar de ducharme, me envolví en la toalla, y salí. Fue cuando me volvió a ver, que nuevamente Don Ignacio acercándose a mí, comenzó a decirme un sin fin de cosas bien bonitas. Yo me senté en el sofá, mientras él me sirvió una caliente taza de café, de inmediato él tomó asiento a mi lado, diciéndome que mi piel era limpia y tersa, que mis cabellos, parecían los de un ángel, en fin yo nuevamente me sentí tan especial por todas las cosas que me estaba diciendo, que cuando me tomó entre sus brazos, y me plantó tremendo beso en la boca, al que no supe cómo reaccionar.


Además de que era el patrón de mi marido, todas las cosas que me había estado diciendo, y la manera en que me agarró desprevenida, me quedé como paralizada. Don Ignacio es un hombre de unos cincuenta y tantos, no muy alto, con un gran bigote, y de cabello canoso. Su manera de besarme y comenzar acariciar todo mi cuerpo, me comencé a sentir excitada, a diferencia de mi esposo, el pobre Julio, que apenas y me toca.


Ignacio me continuó besando y acariciando por todas partes, hasta que de momento, sentí una de sus manos entre mis piernas, y sin detenerse la siguió metiendo bajo la toalla hasta que me agarró el coño. Pero de una manera tan especial, a diferencia de mi marido, nunca antes me lo ha agarrado, sentí sus dedos índice y pulgar apretándome divinamente mi pepita, por lo que yo sin ofrecer resistencia alguna simplemente abrí más mis piernas, al tiempo que él continuaba besándome, y hasta metiendo completamente su lengua dentro de mi boca.


Así pasamos un rato, y cuando me vine a dar cuenta ya no tenía la condenada toalla puesta, me encontraba completamente desnuda y en los brazos de Don Ignacio, él dejó de besarme, se retiró ligeramente, para verme y de inmediato siguió besándome, pero en lugar de mi boca, en mis tetas, a las que chupaba una y otra vez, haciendo que mis pezones se hinchasen y se enrojecieran más de lo que ya estaban. Yo aunque no quería serle infiel a mi marido, en esos momentos deseaba intensamente que Don Ignacio me metiera su verga, por lo que aunque de manera algo torpe, comencé a bajar la cremallera de su pantalón.


Nuevamente él se separó ligeramente me volvió a ver con unos ojos de intenso deseo, y en lugar de volverme a besar las tetas, separó mis piernas, y colocó su cara sobre mi coño. Yo ni idea tenía de lo que él iba hacerme, pero cuando comencé a sentir su caliente boca, que chupaba y lamía todo mi coño, terminé por separar más mis piernas, y agarrándolo por la cabeza, deje que Don Ignacio continuase haciéndome eso que me estaba gustando tanto. Por un buen rato me chupó, lamió, y hasta me mordisqueó todo mi coño, pero de una manera que yo ignoraba que eso fuera tan y tan rico, al punto, que por primera vez en mi vida alcancé un tremendo orgasmo, pensé que hasta me había orinado en su cara. Pero luego él me dijo que eso era normal que pasara, y que no era meado, sino mis jugos vaginales.

Yo en ningún momento le dije que no, y cuando frente a mí se bajó los pantalones y después se los quitó, al ver su erecta verga bien parada, no dude ni por un instante en pedirle que me la metiera. Ignacio me tomó por las caderas, y su verga se deslizó completamente dentro de mi cuerpo. A medida que seguía lloviendo y tronando fuera de la casa, yo gritaba de placer, en mi vida había sentido una verga, de la manera en que el patrón de mi esposo lo estaba haciendo. Yo estaba como poseída, le pedía una y otra vez que me diera más y más duro. Mientras que Ignacio continuaba metiendo y sacando toda su verga de mi mojado y sudado coño.

Por segunda vez en menos de media hora había disfrutado de otro tremendo orgasmo, sentí como toda su leche caliente, llenó por dentro todo mi coño, y no dejamos de movernos hasta que ya no pudimos más. Yo me sentía tan y tan dichosa y feliz por lo que había sucedido, que cuando él sacó su verga de mi coño, sin importarme que estuviera aun con una que otra gota de leche, se me ocurrió hacer lo mismo que él me había hecho y me la he llevado a mi boca, y aunque fue la primera vez que le mamé la verga a un hombre, lo debí haberlo hecho bien, ya que en cosa de pocos segundos, la volvió a tener bien parada y dura. Yo se la seguí mamando hasta que él sacándola de mi boca me la volvió a enterrar dentro de mi coño, y por tercera ocasión y de manera casi seguida volví a disfrutar de un tercer orgasmo.

Al terminar yo me quedé sin saber ni que decir ni que hacer, fue cuando Ignacio me tomó entre sus brazos y me dijo, yo se que quieres mucho a Julio, así que no le cuentes nada de lo que ha sucedido entre nosotros. Yo únicamente asentí con mi cabeza, me vestí, con la ropa seca que tenía en el paquete y como recién había dejado de llover, volvimos a la 4x4, y continuamos camino a mi casa.

Al llegar Ignacio antes de que yo dijera algo, se adelantó y le dijo a mi esposo que me había recogido en la carretera bajo la fuerte lluvia. Por lo que Julio, inocentemente le dio las gracias. Desde que eso sucedió no hay oportunidad que Ignacio no aproveche para que nos encontremos, recientemente me di cuenta de que estaba embarazada y se lo dije, se sonrió y me dijo, bueno para que nadie digan nada, voy a ser el padrino de ese niño, y desde mañana le dices a tu esposo que te vienes a trabajar a mí casa. Julio cuando supo que yo estaba embarazada, desde luego que pensó que el niño era de él, y cuando le dije que su patrón me había ofrecido que me fuera a trabajar a su casa, se puso mucho más feliz, al punto que hasta le dio las gracias, el pobre, si supiera….

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Si te ha gustado Mi marido, hasta le dio las gracias… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar Mi marido, hasta le dio las gracias…. narrador te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
renzo69 (7 de October de 2011 a las 21:37) dice: mientras uno no sepa los cachos no duelen buen relato

llanero212 (27 de October de 2011 a las 06:51) dice: eres una perra preñada

katebrown (18 de October de 2022 a las 21:45) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

jelipez (17 de October de 2011 a las 05:55) dice: perra pasa tu correo pues puta

pquiroz (13 de January de 2012 a las 03:29) dice: Que golosa, has de estar bien buenota de tanto coger, porque dicen que a las viejas les hace bien coger


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