Si aunque suene risible, la que para ese tiempo era mi mujer me castigó, y todo porque al llamarle la atención a nuestras hijas, por ellas haber llegado tarde, de una fiesta. Mi suegra se metió y la mandé a callar.
Relato
En qué consistió el castigo, se preguntaran. Muy simple, se negó a que mantuviéramos relaciones sexuales. Por lo menos, hasta que yo me disculpase con su madre. Cosa que de yo entender, que ella tuviera la razón, así lo haría, como lo llegué reconocer en otras ocasione. Pero con relación a las salidas de nuestras hijas no transé, si apenas y tenían 12 y 13 años, en esa época.
Ya mi esposa, me tenía par de semanas con eso del castigo, de no querer dejarme que se lo metiera, cuando a mi negocio llegó una clienta que nada más de verla me llamó la atención, en otras circunstancias quizás ni me hubiera fijado en ella. No era nada del otro mundo, es más algo delgada, si la comparaba con la que era mi esposa para esos momentos, de tetas y culo poco llamativos, por no decir pequeños. De abundante y larga cabellera negra, algo narizona, de piel más que blanca, pálida. En fin, definitivamente Marlene no era una Mis Universo, pero tenía y aun tiene lo que yo llamó, una rara belleza, por lo menos para mí.
Pero Marlene aparte, de las pocas caderas que tiene, la sabe mover muy bien, al caminar. Su risa tan especial, me cautivo. Digo el sonido de su risa, ya que Marlene de paso es bien dientuda. Desde que comencé atenderla, rápidamente simpatizamos. Al siguiente día cuando se volvió a presentar a mi negocio, lo hizo vistiendo de manera extremadamente conservadora, un oscuro y largo vestido, que a mí se me antojó que la hacía ver mucho más sexi y llamativa. Yo nada más de verla, me quedé impresionado.
No sé cómo me atreví, a invitarla para que viera los últimos de los modelos, que me habían llegado. Así que tras cerrar la puerta del local, algo nos sucedió a los dos que desde ese mismo instante comenzamos a besarnos, a medida que la conducía dentro del almacén. Hasta que ya no estuvimos a la vista de las personas que transitaban por la calle en esos momentos.
El deseo que yo sentía por ella era tan grande, que poco me importó si alguien nos hubiera llegado a ver, así que entre los besos y caricias, en cosa de segundos, le fui bajando la cremallera de su vestido, hasta que la desnudé del todo. Mientras Marlene apenas y me había soltado el pantalón. Tal y como se encontraba la senté sobre un viejo escritorio que tengo en el almacén, y como hipnotizado, prácticamente le arranqué su ropa intima. Tras lo cual separé sus piernas, y en cosa de segundos, ya tenía toda mi cara y mi boca, dentro de su coño. Mientras que ella luchaba por terminar de quitarme la camisa, yo seguí lamiendo y chupando de manera desespera, toda su vulva, sus labios vaginales, así como su rosado clítoris. Mientras que ella movía con fuerza sus caderas restregando todo su coño contra mi rostro, sabrosamente.
Hasta que sentí de momento, como al tiempo que de su sabroso coño brotó un fuerte chorro, ella manteniendo mi boca pegada a su coño alcanzaba un trepidante y fuerte orgasmo. En esos momentos no tan solo me empapo, todo mi rostro sino que también gran parte de mi ropa. Marlene se quedó completamente espatarrada recostada sobre el escritorio, mientras que dentro de mí ardía el deseo de clavármela sin misericordia alguna. Así que después de terminar de quitarme toda mi ropa, la tomé por sus pequeñas caderas, acerqué más su cuerpo al mío y procedí a enterrarle toda mi verga dentro de su mojado y caliente coño.
A diferencia que con mi esposa, a medida que se lo iba metiendo, Marlene comenzó a pedir que le diera más y más, diciéndome lo sabrosa que era mi verga, en fin entre sus palabras y la manera tan sabrosa en que su coño agarró mi verga, me sentí en la gloria. Su manera de moverse, me llenaba de tanta excitación, que la verdad es que tuve que hacer un gran esfuerzo por no venirme como un pendejo.
A medida que yo continuaba metiendo y sacando mi verga de su sabroso coño, Marlene me dejó ver de manera bien clara que ella se lo estaba disfrutando todo, sin falsos pudores. En cierto momento nos dio por ponernos ociosos, y nos dedicamos a cambiar de posición en varias ocasiones. Hasta que tanto ella como yo alcanzamos un tremendo clímax, quedando abrazado y prácticamente acostado, sobre el delgado saco de huesos de Marlene, sobre el viejo escritorio.
Después de un rato, Marlene se levantó, y caminando de manera bien seductora, entró al baño, donde se debió haber aseado, para finalmente una media hora después de vestirnos, se despidió de mí, con una hermosa sonrisa y se marchó. Así estuvimos, teniendo relaciones por lo menos una vez a la semana, durante varios meses, los mismos que mi mujer aun me mantenía castigado. Mi mujer en una ocasión la llegó a ver antes de que nos divorciáramos, y lo único que se le ocurrió decir, fue. Pobre chica, es tan fea y tan fea que de seguro aun debe ser niña todavía.
Yo no le dije nada, desde luego, pero ante su terca decisión de cerrarme las piernas, hasta que no me disculpase con su madre, pedí el divorcio. Hoy en día mi hija de quince ya tiene un crio, y la de dieciséis se marchó de la casa de la madre con su novio de turno, a y mi ex-suegra, bien gracias. Según me dijo mi hija de quince, se la pasa constantemente recordándole todos los días a mi ex–mujer, lo buen marido que yo era.
De más está decir que vivo con Marlene, que aunque no es de una belleza común, en la cama hay cosas que ella hace, que yo mismo no pensaba que se pudieran hacer.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 515283 veces