Mi nombre digamos que es Iris, y quiero narrarles cómo es que llegué a ser prácticamente puta, gracias a mi padre. No tenía necesidad alguna de llegar a eso, ya que mi familia es una bien adinerada, es más mi señor padre, Roger, es un acaudalado comerciante, entre otras cosas.
Relato
Desde mis doce años vivo sola con él, ya que mi madre, la pobre se puede decir, que él le hizo perder la razón y desde hace casi diez años, se encuentra felizmente internada en una afamada clínica psiquiátrica. Por lo que yo desde bien joven, aprendí a tener una muy buena comunicación con Roger. Apenas me gradué en el colegio y antes de entrar a la Universidad, mi padre me llevó a trabajar a su, mejor dicho a nuestra empresa.
En cosa de poco tiempo, aprendí todo lo que me hacía falta saber sobre el negocio familiar, luego entré a estudiar a la Universidad, en la que conocí a un sinfín de compañeros de clases, con los cuales me he ido acostando, sin ningún reproche de parte de mi padre. Ya que como según él me ha dicho, tengo los mismos derechos, que tiene él de hacer con mi tiempo libre lo que me venga en gana, inclusive acostarme con quien yo quiera, siempre y cuando me cuide de no quedar preñada.
Pero un día al llegar a la oficina, encuentro Roger, sumamente molesto, y al preguntarle qué sucedía, me dijo. Que la puta que acostumbraba contratar, para que acompañase a sus clientes, se retiró. Y que no conocía a ninguna que la pudiera sustituir. Eso a mí me pareció tan tonto, que no pensaba darle importancia, cuando Roger, continuó diciéndome. Es que el cabrón que me va a dar el contrato de los conmutadores, no acepta dinero, le puedo dar una buena cantidad, con la que se pudiera comprar hasta una nueva casa o un tremendo carro de lujo, pero no, él muy pendejo, prefiere que lo lleve a cenar, a beber, y hasta que le pague una puta, pero no acepta más nada.
Cuando escuché a mi padre decir eso, me dio algo de curiosidad, y le dije que me permitiera conocerlo, y así podía quizás llamar a una de mis compañeras de estudio, que ocasionalmente se ganan la vida, haciendo ese tipo de pequeños favores. Dicho y hecho esa misma tarde, Roger llamó a la persona de la que dependía ese jugoso contrato, y lo invitó a cenar en compañía mía.
Esa noche me vestí, como acostumbro hacerlo cuando salgo a cenar fuera de casa, mi padre al verme antes de salir me dijo, como cosa rara, que estaba muy provocativa, y justo antes de salir de casa me dio una ardiente nalgada, tras lo cual se puso a reír. Es cierto que me había puesto un sencillo pero corto y descotado vestido, de color negro, que me queda bien ajustado. Nos dirigimos al Hotel Sheraton y tras dejarle el auto al vale parquin, mi padre y yo nos dirigimos a uno de los finos restaurante, al que mi padre invitó a ese tipo a cenar, todas las miradas de los hombres se clavaban en mi persona, cosa que yo aprovecho para divertirme, y ver la cara de envidia, o celos, que ponen algunas mujeres cuando paso caminando frente a su mesas, y sus maridos o novios se les va la vista tras mis paradas nalgas.
Apenas nos sentamos a la mesa apareció el tal Enrique, se encontraba esperándonos en la barra, pero al ver a mi padre llegar en mi compañía, de inmediato se nos acercó. De verlo no me podía imaginar que semejante contrato dependiera de un tipo como ese, ya mentalmente estaba pensando a cual de mis amigas llamar, cuando después de que mi padre me presentó, tomamos asiento, y a los pocos minutos comenzamos a leer el menú, y de inmediato a pedir lo que cenaríamos, así como el vino que íbamos a pedir. Así que entre una cosa y otra, se me olvidó el llamar a una de mis amigas, aunque mi padre de momento me lo recordó, pero antes de que yo tomase el teléfono y la llamase el tal Enrique me sacó a bailar, realmente no bailaba nada mal, aunque sus manos se deslizaba con mucha facilidad sobre mis descotada espalda, casi llegándome a las nalgas.
Al regresar a la mesa, y encontrarla vacía, el mesero nos entregó una nota, de puño y letra de Roger, en la que decía. Me debo retirar, ya que dos de mis empleados, del turno de la noche, sufrieron un accidente, no se preocupen por mí, disfruten la cena Roger. Nada más de leer la nota supe que se trataba de un cuento de mi padre, él jamás se molestaría en ir a ver que le pasó a un obrero de la fábrica, además que no tenemos ningún turno que trabaje de noche.
Él muy hijo de la gran puta, de mi padre, se había ido, dejándome a mí la responsabilidad de complacer al tal Enrique, que de no ser porque el contrato de los conmutadores nos deja una buena ganancia, simplemente me hubiera levantado de la mesa, sin darle ningún tipo de explicación al tipo ese. Pero en ese momento tomé la decisión de hacer lo que hiciera falta hacer, para que nos dieran ese jugoso contrato, por lo que me quedé como una estúpida riéndome de los tontos chiste, y desagradables comentarios que hacía Enrique.
En par de ocasiones, antes de que llegase la cena me volvió a sacar a bailar, y cada vez que lo hacíamos se tomaba más libertades, se tornaba más y más atrevido, al punto en que la tercera vez ya una de sus manos la había deslizado por completo dentro del escote trasero de mi vestido, agarrando mis nalgas sin vergüenza alguna, como si yo fuera una puta cualquiera. Al tiempo que su cara prácticamente la mantenía firmemente entre mis tetas.
A lo que yo con una hipócrita sonrisa, le respondía, dándole a entender que no me molestaba, y que estaba de acuerdo con la que me estaba haciendo. Durante la cena sentí en más de una vez una de sus manos entre mis piernas, por lo que para calentarlo un poco, en una de esas me levanté y me dirigí al baño de damas, en el que tras empolvarme la nariz con un poco del polvo maravilla, lo siguiente que hice antes de regresar a la mesa fue que me quité las pantimedias que estaba usando así como el pequeño tanga que acostumbro a usar, tras guardarlos en mi pequeña cartera, regresé a la mesa.
No bien había comenzado a comer, cuando nuevamente sentí que su mano se deslizaba desde mi rodilla hasta el centro de mis piernas. A medida que su mano fue avanzando, su rostro fue cambiando de súper asombrado a sobre excitado, al darse cuenta de que yo me había despojado de mi ropa intima. No hubo necesidad de que él me dijera nada, se ha tragado prácticamente entera la langosta al termidor que él había pedido.
Y una vez que yo terminé de tomar la sopa de cebolla, pedí la cuenta, fue cuando el mesero me preguntó si la iba a pagar con tarjeta o prefería que la anexara a la cuenta de mi habitación. Al escuchar lo de la habitación, me di cuenta de que mi padre no había dejado nada al azar, él estaba seguro de que yo no iba a dejar perder ese contrato. Por lo que tras pedir que lo anexaran a la cuenta, vi el número de la habitación, en la nota. Ambos nos pusimos de pie, y como si fuéramos amantes de toda la vida nos dirigimos al lobby del hotel, en el que apenas llegué sin decirme ni preguntarme nada, el empleado del hotel, me entregó la tarjeta llave de la suite que mi padre nos había separado.
Ya en el ascensor, Enrique sin importarle la presencia de un botones y de un par de huéspedes, comenzó a besarme de manera ardientemente salvaje y vulgar, pasándome sus manos por todo mi cuerpo, en especial por mis nalgas y tetas, las que casi me las dejan al aire frente a esos desconocidos. Yo a pesar de que me moría de la vergüenza por lo que el tal Enrique me estaba haciendo, nada más de pensar en lo jugosa de la ganancia que tendríamos por medio de ese contrato, cerraba los ojos y procuraba no darme por enterada de que había otras personas en el ascensor.
A medida que caminábamos por el pasillo, entre sus besos y caricias, prácticamente el tal Enrique ya me había desnudado, ya que la parte superior del vestido, me lo había bajado hasta mi cintura, y la parte inferior me la había recogido también hasta mi cintura. Cuando atravesamos la puerta, aun antes de cerrarla, yo misma terminé por quitarme todo, ante la asombrada vista de Enrique que al fin y al cabo se había convertido en mi cliente.
Ya dentro de la habitación, sin demora comencé a soltarle el pantalón, quitarle la chaqueta, soltar su ridícula corbata, y desabrochar su camisa mientras que él sin cesar, me agarraba las tetas y apretaba mis parados pezones entre sus dedos. Una vez que Enrique prácticamente estaba completamente desnudo, y por aquello de ser una persona limpia e higiénica, lo agarré por su erecto miembro, y lo conduje al baño, donde con agua caliente y bastante jabón, le lavé su verga.
Mientras que él se babeaba y mantenía su boca bien abierta. Al terminar de limpiar su miembro, le dije. Enrique vous avez un je ne sais pas ce que, como vi en su rostro que no había entendido ni papa de lo que le había dicho en francés, se lo repetí en español, y le volví a decir. Enrique tú tienes un yo no sé qué, que me vuelve loca. Eso bastó para inflar más su ego, y de inmediato colocó sus manos sobre mis hombros, y haciendo una ligera presión me obligo a que me arrodillase frente a él, hasta que mi boca estuvo a la altura de su verga.
Sin pérdida de tiempo, aunque de manera lenta comencé a pasar mi lengua por sobre su inflamado u colorado glande, y ocasionalmente le decía lo caliente y grande que era que eso me volvía loca de la alegría al saber que semejante cosa dentro de poco la tendría dentro de mi mojado y caliente coño. A media que dejé de hablar y comencé a mamar su verga, Enrique se fue poniendo más y más excitado, no cesaba de decirme lo mucho que me haría disfrutar al penetrarme con su verga por el coño, y hasta por mi culo, lo que yo con una hipócrita sonrisa le celebraba sin sacarme su verga de la boca.
Así estuvimos un buen rato, hasta que el mismo Enrique separó mi boca de su verga, diciéndome que deseaba clavarme lo más pronto su verga dentro de mi coño. Yo sin demora me recosté boca arriba en la cama, separé mis piernas lo más que pude ofreciéndole mi coño, Enrique agarró su verga y algo apurado la introdujo sin problema alguno dentro de mi cuerpo, al tiempo que yo comencé a mover como una desesperada mis caderas. Mi intención era hacerlo acabar lo más pronto posible, y terminar de una vez por todas con él, en cierto momento me dio la impresión de que Enrique estaba a punto de venirse, pero no fue así, él continuó una y otra vez metiendo y sacando su ardiente verga de mi coño, al tiempo que yo, ya comenzaba a disfrutar lo que estábamos haciendo.
El placer que comencé a disfrutar a medida que él continuaba moviéndose sobre mi era algo increíble. Yo no dejaba de decirle lo mucho que me agradaba todo lo que me estaba haciendo y que esperaba entusiasmada que me diera por el culo. Aunque en muchas ocasiones me he acostado con un sin número de hombres, siempre había sido o por amor o simplemente por placer, pero jamás por dinero, como lo estaba haciendo en esos momentos.
Lo cierto es que entre empolvarnos la nariz con el polvito maravilla que yo tenía, el champaña que pedimos a la habitación, estuvimos teniendo un fuerte sexo hasta la madrugada, en el que aparte de darme de manera incansable hasta por el culo, Enrique también se dedicó por largo rato a hacerme tremendamente feliz mamando mi coño.
A la mañana siguiente al levantarnos, como a eso de las doce del medio día, mi cliente a manera de broma quizás pensando que no era cierto, me preguntó si realmente Roger era mi padre. A lo que yo entregándole una de mis tarjetas de presentación le respondió que sí. Enrique como que no lo creía, pero antes de separarnos me dijo, que diera por hecho que el contrato de los conmutadores era nuestro. Yo me quedé bien satisfecha de lo que había hecho, y tras darme un buen baño, ya a eso de las tres de la tarde, me fui directo a nuestras oficinas para darle la buena nueva a mi padre.
Apenas llegué, Roger me recibió con una gran sonrisa, diciéndome. Enrique me acaba de llamar, para decirme que el contrato de los conmutadores fue aprobado. De inmediato mi padre continuó diciéndome. Él, refiriéndose a Enrique, estaba muy contento, y me dijo que próximamente van a sacar a subasta otro pedido de equipo eléctrico. Por lo que deseaba volver a compartir contigo. Después de esas palabras, mi padre en un tono algo serio, me preguntó, que fue lo que ya había hecho.
De inmediato comencé a contarle con lujo de detalles, todo lo sucedido entre Enrique y yo. Pero me di cuenta de que a medida que se lo iba contando, en lugar de sentirse incomodo o molesto como sería lo que se debe esperar de un padre que su hija le está contando que estuvo puteando con un cliente. Evidentemente Roger se fue excitando, y no bien le comencé a contar como Enrique, después de que lave su verga me puso a mamar.
Mientras le decía eso sentí las manos de mi padre sobre mis hombros, y en un abrir y cerrar de ojos ambos nos besábamos salvajemente. En mi vida nunca había visto a Roger como un hombre, perdón quiero decir, era mi padre, pero en esos instantes, los dos estábamos sumamente excitados. Yo sin que tan siquiera me lo pidiera o insinuase, me desprendí de mi vestido, y en sus brazos prácticamente me cargó hasta el rojo sofá de su oficina. A medida que sentí como su verga se enterraba divinamente dentro de mi coño, continúe contándole todo lo sucedido entre Enrique y yo. Ahora Roger, y yo ocasionalmente tenemos sexo, después de que hago el papel de puta con alguno de nuestros clientes.
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de December de 2007 a las 13:35:08 - Relato porno leído 784594 veces
Si te ha gustado Mi padre me convirtió en puta… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Mi padre me convirtió en puta….
narrador
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:13) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF Jorge Barbosa
(17 de April de 2013 a las 19:16) dice:
K rica y puta hija me calente excelene relato Mikasex
(1 de April de 2012 a las 08:06) dice:
Hola linda muy bueno el relato me éxito rico
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