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Mi padre y yo abusamos de mi prima

Relato enviado por : chinobello el 07/04/2006. Lecturas: 19297

etiquetas relato Mi padre y yo abusamos de mi prima .
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Resumen
Delgada, femeninamente atlética, bella, vulnerable, con 19 años, fue abusada sexualmente, humillada y desflorada por el culo por su tío y yo, su primo.


Relato
Sabrina es mi delgada y bella prima de 19 años. Es la hija de mi tío Eduardo, hermano mayor de mi padre. Tiene el cabello lacio, brillante, negro, le cae un poco más abajo de los hombros. Desde niña ha practicado gimnasia, lo que le ha merecido una cintura increíblemente sexy, angosta, firme y tonificada, con las clásicas líneas obligadas por la anatomía que demarcan bien cada músculo de su abdomen.

Es blanca, extrañamente bella, de nariz delgada y perfilada y labios no demasiado carnosos; sólo lo suficiente como para querer perderse en ellos. Unos 160 cm. de estatura, forma femeninamente atlética, piernas tonificadas, delgadas; un culo pequeño pero inusualmente redondo, firme, sexy, en perfecta armonía con su cintura. Extrañamente atractiva de pies a cabeza. Extrañamente digo, porque no es la clásica modelo de facciones comunes. Es una belleza extraña, que muchos no logran percibir.

Yo tengo ojos achinados, de cara muy masculina, mandíbula pronunciada, todo bien proporcionado. A decir verdad, soy bello. Tengo un cuerpo atlético, ya que tengo años dedicado a los ejercicios anaeróbicos, esos que no evidencian mi innata torpeza. Cabello negro, ondulado; 175 cm de estatura, 22 años de edad... Muy parecido a mi padre; ese que parece tener una fuente de seguridad en sí mismo oculta en algún rincón; el pervertido que no puede dejar de pensar en sexo en ningún momento...

El día estaba soleado, perfecto para la celebración del octaagésimo primer cumpleaños de mi abuela. Toda la familia reunida en casa de mi tía, la hermana menor de mi papá. Es una casa muy grande, de dos pisos, piscina, jardín, área para fiestas...

Todo estaba muy animado: Mi tío Eduardo se dedicaba a atender a mi abuela. Otros bailaban, otros hablaban, reían, bromeaban... Pero yo no estaba de ánimo: Habían pasado sólo tres semanas desde que Gabriela, mi novia de 2 años, me había dejado, confesando que el motivo para tal separación era que había estado teniendo un affair con su ex y que habían decidido retomar su relación formalmente.

Yo me hallaba deambulando de aquí para allá. Tratando de que algún grupo de personas de los tantos que habían me entretuviera. Pero no fue así. Decidí ir al balcón del cuarto de mi tía, desde donde se aprecia la zona más hermosa de la ciudad, y así meditar un poco y tratar de animarme. Cabizbajo, con una cerveza en la mano, comencé a caminar mientras recordaba los buenos momentos con Gabriela: cuando me mentía declarándome su amor, y yo sonreía ingenuamente pensando que era cierto.

Ya en el pie de la escalera al primer piso no había gente. Todos estaban regados por el jardín. Subí y comencé a recorrer el pasillo de la planta alta, al final del cual están la habitación de mi tía, y al lado, una habitación amueblada pero que nadie nunca usaba, tal como otras cuatro.

Justo cuando pasaba por la puerta de este cuarto contiguo al de mi tía escuché unos gemidos propios del acto sexual. No reconocí la voz de ella, pero sí reconocí la voz de mi papá diciendo “gime, anda, gime... Así, gime...”

En ese momento me exalté. Miré a todos lados nervioso y me quedé inmóvil pensando qué era lo que debía hacer. Coloqué mi mano con sumo cuidado en la manilla de la puerta. Casi temblaba de los nervios. Quería ver con quién estaba mi papá, porque sabía que no era mi madre la autora de esos gemidos.

Decidí abrir. A final de cuentas, él no debía estar tirando en ese lugar ni en ese momento, y definitivamente con esa mujer, que hasta ahora no sabía quién era.

Finalmente, al borde de la taquicardia, decidí entrar. Abrí rápidamente. No podía creer lo que veía. Incluso llegué a pensar que era un sueño o algo así: Eran mi prima Sabrina y mi papá. El estaba de pie en la orilla de la cama, mientras mi prima acostada recibía sus impeles. Ambos totalmente desnudos.

Ellos se sorprendieron tanto como yo, que enmudecido no logré mover un músculo mientras ella se cubría sus senos con el pantalón de mi padre sin llegar a levantarse, y él sonriendo nerviosamente dejaba caer su cabeza para mirar al piso.

Inmediatamente subió la mirada hasta mis ojos y me dijo “Pasa y cierra la puerta, ya”. Lo hice. Sabrina, nerviosa, trató de cerrar las piernas, pero mi papá se lo impidió y le dijo: “Sigue gimiendo”. Ella, aún nerviosa y doblegada, obedeció temblorosa para dejarse penetrar nuevamente por mi papá, quien tomó su pantalón y lo lanzó al suelo para descubrir los pequeños senos de mi prima.

-Ahh... Ahh... Ay... Ahhh... – gemía. Aunque era evidente que no lo estaba disfrutando.

Yo permanecía absolutamente quieto por la impresión de tal escena.

-Así. Sigue gimiendo. -Le besaba el cuello- Sabes que me encanta que gimas.

Ella gemía mientras giró su cuello para verme mientras mi papá impelía con fuerza dentro de su vaginita. Me miraba con resignación. Ella no quería estar ahí.

A estas alturas ya yo tenía una importante erección.

Mi papá se quitó de encima de ella, la tomó por encima de la cintura levantándola, y cuando estuvo de pie la volteó hacia mí y le dijo en un tono de voz muy bajo pero autoritario: “Hazlo con él”.

Ella se levantó de la cama, y caminaba hacia mí mientras él se masturbaba. Yo apenas creía lo que estaba pasando.

No podía creer que estaba viendo a mi prima Sabrina totalmente desnuda, dejándome ver sus preciosos y redondos senos coronados por unos pequeños y claros pezones y su vaginita pequeñita afeitadita completamente, caminando hacia mí y a punto de ser mía.

-Quítate los pantalones, hijo- me dijo sonriendo mi papá.

Así lo hice, mientras la mirada nerviosa e inquieta de Sabrina me dejaba ver su incomodidad.

Ella me vió el pene y luego a los ojos con un gesto como reprochándome el hacerle eso. Se paró frente a mí, muy cerca, poniéndose a disposición de mis deseos. Me acerqué y comencé a besarle el cuello, a oler su cabello, a acariciar su espalda, sus nalgas, su cintura.

-Gime- Interrumpió mi papá.

Ella comenzó a gemir muy cerca de mi oído, dejándome sentir su tibio aliento y su preciosa voz. Metí mi mano derecha entre sus nalgas y empujando mi dedo medio hacia su pequeño culo. Continué besando su cuello, su cara, y comencé a besar su boca. Ella seguía gimiendo. Abrí sus nalgas y metí la punta de mi dedo medio en su culito. Ella se estremeció, pero no de placer. Mas bien habrá sido por incomodidad.

Decidí dejarlo así para no incomodarla más todavía, y le di la vuelta poniéndola de espaldas a mí. Tomándola por los hombros continué besando aún temerosamente su delgado cuello y comencé a manosear sus tetitas por primera vez mientras mi pene quedaba entre sus nalgas. Comencé a moverme casi involuntariamente para frotar su culito con mi pene.

La tomé por las caderas para que no se alejara de mí y comencé a acariciarle la cuquita. Delgada, rasurada, pequeña, suave... La dejé por un momento para dedicarme a sus muslos. Pero ya era suficiente, estaba demasiado excitado como para continuar el innecesario preámbulo: Le di vuelta de nuevo, y luego de besarla brevemente, la empujé a la cama. Ella cayó con sus piernas abiertas. Respetando esa posición, me encimé y la penetré. Misionero, mi favorito.

Comencé a impeler todo lo rápido que mi gran excitación me permitía sin llegar a acabar, mirándola fíjamente a los ojos, mientras mi papá observaba masturbándose.

Ella dejó de gemir. Estaba a punto de llorar. Me miró a los ojos, luego miró a mi papá que estaba de pie mirando y masturbándose con una sonrisa en el rostro, se llevó la mano a la boca como para ayudarse a contener el llanto, cerró los ojos y comenzó a llorar a pesar de que intentaba evitarlo. De su llanto ahogado en sí mismo, se escapó una lágrima y se abrió paso hasta mojar sus preciosos cabellos.

Mi papá se acercó, le quitó la mano de la boca, tomó delicadamente su cara y le metió el pene en la boca. Yo estaba impeliendo con menos velocidad, ya que estaba un poco desconcertado al verla así; aunque no puedo negar que esta clase de cosas me gusta.

Ella, aún con sus ojos cerrados, le mamaba el pene a mi papá. El impelía dentro de su boca mientras ella trataba de evitar que llegara tan adentro. Mi papá me hizo señas de que no importaba, y me dijo en voz alta “A veces se pone así, no te preocupes. ¿Verdad, sobrina?”. Eso la hizo llorar más. En ese momento entendí que no era la primera vez que ellos intimaban.

-¡Gime! No te oigo gemir... Gime, eso, así. Así, sobrinita. Así, mi niña... Ahh... Finge. Sabes que me encanta que finjas, que me encanta como actúas –insistía mi papá mirándola a los ojos.

El le sacó el pene de la boca a Sabrina, se levantó y me dijo “apártate, hijo”. Mi prima, nerviosa, se quedó en la misma posición. Mi papá, tomando mi posición y empujándome un poco para apartarme, la tomó por la cintura y la puso en posición de perrito. Comenzó a cogerla así mientras ella parecía intentar hundir su cabeza en el colchón.

Mi papá impelía como un salvaje y ella gemía de dolor. El comenzó a darle nalgadas. Golpeaba sus preciosas nalgas redondas y firmes al tiempo que le ordenaba: “Gime, Sabrina. Como cuando cumpliste 18. Anda.¿Te acuerdas? Así es que me gusta que gimas. Como una puta. Como una puta, anda”.

Yo me acerqué a su cara, la levanté y pude verla llorar mientras accedía a darme una mamada. Estaba colorada, y hacía el esfuerzo por que sus gemidos parecieran de placer. Me lo agarró y lo haló hacia su boca al tiempo que con su otra mano limpiaba su rostro de lágrimas. Se lo metió y chupó como nunca antes me lo habían hecho. Sus dientes rozaban mi pene, pero se sentía bien, porque intensificaba las sensaciones.

La tomé por la cabeza para hacerlo más placentero, y mi papá la tomó del cabello, halándolo un poco. Al mismo tiempo, yo halaba su cabeza hacia mí al ritmo de mis impeles. Me detuve en lo más profundo de su boca y traté de mantener la posición. Mi papá continuaba impeliendo y halándole el cabello a su ritmo.

-Aaaayyyy.... Aayyy- Se quejaba mi prima mientras me miraba a los ojos con los suyos rojos por el llanto como pidiendo que la soltara. Mantuve la posición unos segundos más mientras ella continuaba quejándose, hasta que ella comenzó a toser con mi pene dentro de su boca, y hacía como para vomitar. Lo saqué y ella se dejó caer sobre la cama tosiendo y vomitando una mísera cantidad de algo que parecía cerveza.

En eso mi papá se detuvo, se lo sacó y le dió una nalgada con toda su fuerza. Lo hizo muy fuertemente. Ella se desplomó en la cama gritando “Aaaaaaayyyyyyy” entre toser y toser. Gritó tan fuerte que me asusté al pensar que alguien podría haber oido. Mi papá la tomó por las caderas y la obligó a retomar la posición de perrito, sólo para darle otra nalgada igual de brutal que la primera, pero en la otra nalga. Ella volvió a gritar, pero aún más duro,y mi papá la interrumpió diciendo: “¿Quieres gritar? Ya vas a gritar... Hijo, cógetela por el culo”.

-Aaaay, no, por favor –interrumpió llorando Sabrina- Tío, por favor, no...

Volteó a mirarme diciéndome: “Ale, no, no me hagas esto”. Suplicaba mientras por su rostro corrían muchas lágrimas, y sus manos temblaban un poco.

Mi papá la tomó por el cabello, no para lastimarla, sólo para amenazarla: “Sabrina, quiero que dejes de llorar, y que seas la puta que siempre has sido. Ya basta de lloriqueos. Cállate, y deja que Alejandro te coja por tu culito, ¿sí? No lo hagas más difícil.” Mi papá le escupió en el rostro y le soltó el cabello.

Se alejó y me miró como preguntando “¿Qué esperas?”.

Hay que ser sincero: Esto me gustaba. Debía aceptarlo; y lo hice:

Yo la tomé por las caderas y coloqué mi pene en posición, pero no había suficiente lubricación. Me acerqué a su cara y le dije “escúpelo”. Ella lo hizo con cuidado para no enojar a mi papá. Yo le tomé la cabeza y se lo metí en la boca. Impelí un poco y se lo saqué para metérselo por el culo, pero al ver ese pequeño agujero como el de una niña, decidí darle por la cuca para disfrutar la vista mientras me la cogía.

La penetré y comencé muy rápido y fuerte. Mi papá no nos perdía nunca de vista y continuó mirándonos mientras se masturbaba y le decía en voz baja a Sabrina “gime, mi niña”. Yo le daba duro mientras mantenía sus nalgas abiertas para deleitarme con la vista de ese culito cerradito.

Acerqué mis pulgares e introduje la punta del derecho moviéndola circularmente y hacia adentro de su precioso culo pero no entraba mucho. Lo saqué, lo chupé y se lo metí otra vez, pero buscando más profundidad. Ella gemía y apretaba el culo. Volteaba a verme con su carita de mártir mientras fingía disfrutar. Fingía porque mi papá se lo exigía. A él le gustaba que ella actuara como si estuviera disfrutando. Si no lo hacía la maltrataba. No muy violentamente, pero le daba nalgadas muy fuertes, o cosas así. Eso me lo dijo él luego.

Así repetí hasta que le metí el dedo completo, mientras ella permanecía sin moverse. Le saqué el dedo, me lo chupé de nuevo y se lo metí bruscamente. Lo saqué, y puse mi pene en posición para penetrarla. Esta vez sí. Empuje suavemente al tiempo que ella intentaba alejarse de mí.

Podía ver el dolor en su rostro. Estaba yo a punto de acabar. Para distraerme decidí echar un vistazo al cuarto y mi mirada dió a mi papá. Me hizo señas y leí en sus labios “Despacio, que ese culito es virgen”. Yo hice señales de incredulidad, y él para sacarme de dudas dijo en voz alta: “Yo no me la he cogido por el culo porque no me gusta esa vaina ¿verdad, bebé?” le preguntó a mi prima.

-“Ay” –se quejaba Sabrina: yo iba penetrando lentamente. Apenas había entrado el glande- “Sí. Es la primera vez... Ay... que me... Aaahhh... cogen por mi culito...” decía en el tono seudoporno fingido. Me miraba suplicando compasión; no porque tenga yo un pene muy grande, sino porque, invariablemente le iba a doler.

Mi papá para distraerla la puso a mamarle el güevo. Yo terminé de metérselo y ella gritó un poco. Estaba super cerrado. Apretaba demasiado mi pene y me provocaba acabar de una vez. Era demasiado intenso. Impelí un poco, pero ella se alejaba y se mostraba demasiado dolorida; así que se lo saqué. Le limpié el culo con la mano y comencé a lamerlo. Le metí el dedo medio mientras me masturbaba.

Ya no aguanté más. ¡Acababa de cogerme a Sabrina por el culo, y había sido el primero! Era demasiado para mí. Le hice señas a mi papá para que me diera un permiso y tomé firmemente a mi prima por la nuca y le metí el güevo en la boca. Ella hizo una expresión de asco pero no se rehusó a mamármelo. Impelí varias veces. Estaba super excitado.

Me levanté la puse en posición y se lo metí por el culo. Gritó y trató de alejarse “¡Aahhh!”, pero yo la penetré rápida, fuerte y profundamente. Se lo metí completo de una vez en ese culito ultracerrado. En un solo impele empujé para llegar lo más adentro posible. Ella comenzó a gritar “Aaaahhhh, ahhh; Ale, por favor, sácamelo, sácamelo”... Pero así lo mantuve por unos dos segundos hasta que sentí que venía la leche.

-¡Aaaaaaaaaaaahhhhhhhhhhhhhh, coño, coño, coño... Qué rico, primita... Qué rico, Sabrina... Aahhh... Ahhh!

Ella al sentir las palpitaciones, mientras yo acababa dentro de su culo, gritaba con mucho dolor: “¡Me duele, me duele! ¡Ya, por favor!” Pero tenía que descargar toda mi leche dentro de su culo.

Seguía saliendo semen de mí. Seguía teniendo el orgasmo más rico hasta ese momento. Cada palpitación de mi pene hacía gemir de dolor a Sabrina. Así pasaron unos 30 segundos, quizás. Hasta que no quedaba ya nada dentro de mí.

Cuando terminé me sentí muy mareado; sentí que me iba a desplomar en el piso. Era demasiado placer el que había sentido. Dejé mi pene adentro para que se bajara y que no le doliera tanto cuando se lo sacara, pero la erección se mantuvo medianamente y aproveché para ponerla a mamarme el güevo. Se lo saqué del culo. Estaba sucio. Me manoseé para fortalecer la erección mientras veía su culo expulsar mi leche mezclada con un poco de la mierdita de mi prima, pero era inútil tratar de fortalecer la erección. Igualmente se lo metí en la boca casi obligándola, e impelí varias veces mientras ella chupaba con asco, pena y resiganción.

Me cansé. Ya estaba satisfecho. Decidí dejarla en paz. Acaricié muy suavemente su mejilla y me acosté en la cama.

Ella se acostó también agradecida porque ya habían terminado las humillaciones y los maltratos. Pero mi papá se le encimó, y arrodillado en la cama, con la cara de Sabrina entre sus piernas, le metió el pene en la boca. Ella se lo mamó fingiendo que lo disfrutaba y gimiendo como toda una perra, hasta que él le acabó en la boca. Una vez satisfecho mi papá no le exigía más nada a mi prima, de manera que ella se levantó con el semen de mi papá en la boca y fue al baño a escupir y lavarse un poco, supongo.

Mi papá y yo nos vestimos mientras Sabrina estaba en el baño y usamos los baños del cuarto de mi tía para recuperar la imagen que teníamos antes del evento sexual más divino de mi vida. Bajamos, dejando a Sabrina en el baño haciendo no sé qué, nos colocamos aparte de la multitud y le pedí que me lo explicara todo: Resulta que mi papá había estado cogiéndose a Sabrina desde que ella cumplió 18 años, es decir, que tenía un año y pico haciéndole esto a Sabrina. Siempre la obligaba a fingir mientras él la cogía.

Ella no disfrutaba esos eventos, pero él es demasiado dominante y ella siempre terminaba haciendo lo que él le pedía. Ella lo quería mucho cuando era más chica, y por eso mi papá se aprovechó para cogerla a los 18, cuando él la llevo a un centro comercial para comprarle toda la ropa que ella quisiera como regalo por su recién adquirida mayoría de edad, y luego la llevó a un hotel, donde la desfloró abusando de ella. A partir de ese momento, él se la cogía eventualmente sin que ella dijera nada a nadie.

Mi papá sabía, como me dijo, que a Sabrina no le gustaba hacer eso, que ella sufría cuando lo hacía, pero que eso lo excitaba mucho, y aun más cuando ella gemía y fingía disfrutar de las cogidas de su tío.

Ese día del cumpleaños de mi abuela, cuando mi papá casi terminaba de contarme todo, mi tío Eduardo se nos acercó y nos preguntó por Sabrina. Mi papá le dijo que no la había visto sino temprano en el almuerzo. Me impresionó la frialidad de mi papá cuando dijo eso. Yo no tenía más que seguir la corriente, a pesar de que me remordía un poco la conciencia.

Vi que mi tío se dirigía a las escaleras para subir y corrí para alcanzarlo. Le dije: “¿Vas a buscar a Sabrina? Debe estar allá arriba. Te acompaño.” Me puse muy, muy nervioso. Mientras subíamos mi tío me decía: “Es muy raro que no esté allá abajo. Tengo rato que no la veo”.

Al arribar al pasillo del segundo piso comencé a gritar: “¡Sabrina! Prima, ¿dónde estás? Aquí está mi tío Eduardo preocupado”. Lo hice para que saliera y no despertar sospechas, y para darle oportunidad de corregir cualquier detalle que nos delatara a mi papá y a mí. Estaba temblando de los nervios porque pensaba que nos iban a descubrir. Es que ella estaba demasiado afectada por eso. Temía que mi tío la viera así, y al preguntarle, ella le dijera la verdad.

Cuando nos acercábamos a la habitación donde habíamos abusado de Sabrina, ella salió con los brazos cruzados, llorando; estaba muy alterada. En ese momento me puse tan nervioso que me quedé inmóvil, frío. Mi tío se acercó nervioso: “¿Qué te pasa, mi niña? ¿Por qué estás así?”.

Sólo alcancé a decir “Sabrina...” mientras mi respiración se alteraba visiblemente y temblaba de los nervios. Mi tío abrió la puerta del cuarto donde pasó todo y la ayudó a entrar. Pensé que de alguna manera él lo sabía. Entraron; yo fui detrás. Al entrar vi que todo estaba en perfecto orden. Lo único fuera de lugar era el vómito de Sabrina en la sábana de la cama.

Mi tío insistió: “Mi niña, ¿qué te pasa? Dime” mientras se sentaban en la cama, y ella le respondió: “Es que me duele mucho el vientre. Ya sabes que casi todos los meses es así. Me quiero ir para mi casa”.

Al fin pude respirar. Ellos bajaron; yo detrás de ellos. Y cuando me reuní con mi papá, que estaba viendo como iba Sabrina de alterada, me dijo con toda su frialdad: “¿Ves? Ella no dice nada”.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:36) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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