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MI SOBRINO FAVORITO

dulces.placeres Relato enviado por : dulces.placeres el 25/08/2021. Lecturas: 6772

etiquetas relato MI SOBRINO FAVORITO   Amor filial .
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Resumen
Estaba solo en ropa interior, con un conjunto en animal print un tanto osado y con alguna transparencia disimulada, no me di cuenta, pero fue la primera vez que noté que Marco ya no era un niño, mientras reprendía a los tres haciéndole saber lo que pasaba, él me miraba de una manera diferente, como mujer, y eso me incomodó demasiado, lo sentía desnudarme con la mirada y no puede evitar sentir un molesto rubor en mis mejillas


Relato
Tenía dieciocho años recién cumplidos cuando tuve en brazos a Marco por primera vez, mi primer sobrino, mi preferido, el especial.
En esos días mi hermana mayor, quien me lleva cinco años, había formado su familia. Ella se había casado con un embarazo en camino y estaba en esa etapa de arranque de pareja, con un mundo lleno de ilusiones y desafíos por delante.
Recuerdo que ellos trabajaban mucho, todo se les hacía complicado y cuesta arriba, el dinero no alcanzaba y a duras penas podían con los pesos que le arrimaban mes a mes mis padres.
Yo estudiaba una carrera de corto alcance y bajo vuelo, apenas para ser una secretaria, es que mis padres tampoco tenían dinero como para costearme una carrera costosa, y todo se hacía muy en familia.

Como dije, Marco, el hijo de mi hermana y de mi cuñado, necesitaba del cuidado de una niñera y esa situación me vino como anillo al dedo, quien mejor que la hermana de la madre, la propia tía. Así, todas las mañanas, al terminar mis estudios iba a casa de Natalia, mi hermana, a cumplir mi papel en sus horas de trabajo.
Fueron días maravillosos, me sentí como una niña grande, con un bebé de verdad para podar jugar. Pero Marco no era un juego, despertó en mi un instinto maternal y supe que alguna vez tendría mis propios hijos, él fue mi primera experiencia, baños en tinas, preparar papillas, mamaderas, curar dolores y cambiar pañales.

El mundo siguió girando, llegaron los dientes, los primeros pasos, las primeras palabras, cuando él tenía ya cinco años y empezaban sus primeros días de estudio, yo me embarazaba del que pronto sería mi marido, llegaría mi primer hijo.
Pero Marco siempre ocuparía un lugar especial en mi vida, y yo en la suya, su tía favorita, porque había sido para él la segunda madre detrás de mi hermana.
Llegó Camilo, mi niño, y pronto Lucio, el segundo. Julio, mi marido era chofer de ómnibus de larga distancia, y aunque estaba acostumbrada, nunca dejaba de sufrir en los días de sus prolongadas ausencias.
Pero fui feliz viendo crecer a mis hijos, sin olvidarme jamás de Marco. Los chicos, además de primos se hicieron muy amigos, y estaban casi siempre juntos, pasaban largas tardes jugando "a la pelota".

Todo parecía perfecto, la familia perfecta en un mundo perfecto, mamá, papá, mi hermana, con una niña en camino, su marido, yo, mi esposo, y los niños, Marco, Camilo y Lucio, éramos muy unidos, muy compinches, de compartir todo, o casi todo, largas reuniones familiares, charlas risueñas en derredor de una gran mesa, hombro a hombro, solo apoyándonos unos a otros.

Pero los tiempos pasan y los chicos crecen...
La primera situación que viene a mi mente fue un fin de semana largo en el cual Julio, mi marido, nos llevó una escapada a un sitio que él había conocido en uno de sus tantos viajes de trabajo, en una linda pradera en medio de la naturaleza. Fuimos a una de las tantas cabañas de ocasión y resultó que invitamos a Marco, él tenía ya catorce, o quince, pero seguía con esa niñez en su rostro y era pura inocencia con mis hijos. Ese sábado, después de almorzar, fuimos a dormir una siesta, nuestro cuarto estaba en la planta alta, le dijimos a los peques que fueran a su cuarto y que por un tiempo hicieran silencio,
pero eran niños, y se escuchaban sus griteríos, sus risas y los ruidos que hacían en el cuarto, al punto de notar que mi esposo se ponía furioso por la situación, ya que le era imposible conciliar el sueño, maldecía en voz baja y fue evidente que todo terminaría mal.

Opté por ir a hablar con los tres bulliciosos, siendo mujer tendría mejor tacto para apaciguar los ánimos. Estaba solo en ropa interior, con un conjunto en animal print un tanto osado y con alguna transparencia disimulada, no me di cuenta, pero fue la primera vez que noté que Marco ya no era un niño, mientras reprendía a los tres haciéndole saber lo que pasaba, él me miraba de una manera diferente, como mujer, y eso me incomodó demasiado, lo sentía desnudarme con la mirada y no puede evitar sentir un molesto rubor en mis mejillas.
Mientras mis palabras seguían saliendo de mi boca, mis ojos se fueron entre sus piernas, él tenía una evidente erección que no intentaba disimular, tragué saliva, y me retiré del cuarto reculando, por vergüenza a sentir su mirada lasciva en mi trasero.

Sería ese el punto de quiebre de una relación totalmente familiar entre una tía y un inocente sobrino a otra donde un hombre y una mujer empiezan a verse como adultos.
Marco se hizo hombre, se me hizo un chico muy atractivo y el hecho de tener un vínculo tan fuerte con él me daba un morbo especial, además lo notaba en sus ojos, en sus palabras, en sus gestos, para él tampoco era solo su tía, más de una vez lo sorprendía mirándome el culo en forma descarada y me excitaba imaginándolo masturbarse con mi figura, y la imagen de su erección bajo el slip de esa tarde había quedado muy marcada en mi mente.

El mundo siguió girando y pasaron demasiado años en juegos de impensada seducción, a pesar de mi marido, de mis hijos, de la familia, a pesar de sus novias, porque Marco ya andaba con una y con otra, pero yo sabía que entre nosotros todo era diferente. Cuando mis hijos dejaron el hogar, mi esposo aún seguía viajando, y me sentí sola, muy sola, días interminables, noches en donde no podía conciliar el sueño, y Marco, tal vez por casualidad, o tal vez no, fue la persona donde busqué refugio. Charlas, palabras de madrugada, visitas sin sentido, y alguna vez le regalé una foto que no debí haberle regalado, fue instinto animal, salvaje, sin pensarlo y fue la puerta para llegar a temas sexuales, y darle la oportunidad a que me pidiera otra foto y la mía de pedirle ver su miembro y mierda, como había crecido mi sobrino! que desarrollado que estaba!
Pero todo lo imaginado, lo caliente, lo prohibido solo quedaba ahí, adormecido, en fantasías, porque jamás le podría haber sido infiel a mi esposo.

Dos años atrás, con casi cuarenta y cinco años, el destino me jugaría una mala pasada, el teléfono sonó muy temprano, era de la empresa de ómnibus de mi marido, las palabras al otro lado sonaron a lamentos, Julio, mi esposo había sufrido dos paros cardíacos repentinos y a duras penas habían logrado reanimarlo, estaba en una sala de cuidados intensivos en la provincia de San Luis, me sentí perdida, sin saber que hacer, con más pánico que lucidez busqué de contactar a mis hijos, mi cabeza funcionaba por impulsos, no razonaba. Un par de hora más tarde el teléfono volvió a sonar, "lo siento", me dijeron al otro lado, todo había terminado.

Y llegaron dos años de martirio y soledad, en una casa demasiado grande para llenar y con un dolor permanente por el amor perdido. Y más que mis hijos, fue el mismo Marco quien llenó esos espacios vacíos, él seguía soltero y pasaba seguido solo a ver como estaba, charlábamos de la vida, pero siempre quedaba flotando en la atmósfera esa sensación de excitación disimulada, porque cada vez que el me miraba fijamente a los ojos me hacía sentir con el pudor de aquella tarde, cuando no era más que un niño y noté esa erección al verme casi desnuda.
Y si bien casi no tocábamos ningún tema referido al sexo, pues el sexo siempre estaba entre nosotros, en gestos, en miradas, es palabras, todo era evidente, y cuando hablaba con él de cualquier cosa, por mi cabeza se cruzaban una y otra vez las fotos casi pornográficas que intercambiábamos, pero claro, él era mi sobrino, el hijo de mi hermana.

Apenas una semana atrás había ido al mercado, estaba muy de entrecasa, como de costumbre, con unas zapatillas de todos los días, calzas negras y una remera larga y discreta en tonos pasteles, que tapaban mi cola para no mostrarme provocativa. Siempre había sido así, una mujer de bajo perfil, común y corriente, nunca me interesó ser provocativa y menos ahora que estaba pisando los cincuenta y aún vivía en un tormento por la reciente pérdida de Julio.
Volvía cargada con un par de bolsos y a la distancia divisé que Marco me esperaba a la puerta de mi casa, apuré el paso para que no se fuera y él al verme vino en mi ayuda a cargar los paquetes, me supo muy caballero.

Entramos y le pedí dejara los paquetes sobre la mesada, empezamos a hablar de cualquier cosa, pero mi sobrino se mostraba tenso, como que las palabras no fluían con naturalidad desde sus cuerdas vocales, jugueteaba tontamente con sus manos transpiradas y me esquivaba la mirada, muy raro en él.
Le di la espalda y un tanto me desentendí de la situación, tenía muchas cosas de refrigerador que acomodar antes de que perdieran temperatura.
Estaba muy concentrada en lo mío, cuando Marco me sorprendió casi pegado a mi espalda, sentí su respiración agitada pegada a mi nuca, me paralicé, se hizo un silencio sepulcral donde solo se escuchaba el tic tac del péndulo del reloj de pared que descasaba en el comedor.

Sus manos entonces llegaron a mis hombros y empecé a recibir unos ricos masajes, dedos gruesos, fuertes, masculinos, cerré los ojos y mordí mis labios en un mundo de inconciencia, sabían tan ricos!. Mi sobrino avanzó un paso más y me hizo notar su verga dura apoyándose en la parte alta de mis glúteos, el sentir mis pezones duros y mi conchita llenarse de jugos me hizo recapacitar y casi sin fuerzas ensayé un rechazo
No Marco, esto está mal! por favor! eres mi sobrino...
Pero él, lejos de rendirse fue por todo, avanzó con sus manos hacia adelante y bajó hasta mis tetas y obviamente notó la dureza de mis pezones, aunque la tela de la remera y el sostén separara su piel de la mía.
Suspiré con fuerza, de esa manera que un suspiro deja en evidencia a una mujer ante un hombre, Marco no se detendría y coló una de sus manos por el escote, buscando luego envolver mi pecho izquierdo para sentir unos ricos masajes en mi pezón hambriento. Como un pulpo bajó con premura su mano libre y se las arregló para perforar todas mis defensas hasta llegar a los vellos de mi vagina, entre remera, calza y ropa interior, me mordisqueaba con dulzura el cuello y la nuca, me daba escalofríos e intenté un último atisbo de resistencia, reclinándome hacia delante, de manera de aprisionar su mano inquieta entre mi vientre y el frío mármol de la mesada, pero el es hombre, y me tenía a su merced

Me llevó hacia atrás, recostándose sobre la pared posterior, no pude mas, giré sobre mi misma, me estiré en puntas de pies y lo besé en la boca tan fuerte como pude, con un beso de años de deseo, sus labios me supieron a la miel del pecado, olvidándome de quien era él, de quien era yo.
Sus manos de hombre me tomaron de las nalgas y con fuerzas empezó a frotar su falo duro muy cerca de mi sexo, y que diablos, el roce me hacía derretir y sentí la conchita arder en deseos.

Danzamos como endemoniados, en vueltas eternas en las cueles fuimos sembrando los fríos cerámicos del comedor con nuestras ropas, dejando un camino fácil de adivinar hasta el dormitorio, hasta la vieja cama matrimonial.
Estaba muy caliente, el morbo de estar con mi sobrino de sangre era malditamente perverso, y eso me enloquecía, Marco era muy joven, estaba duro como una piedra, le acariciaba la verga mientras el como una bestia en celo recorría toda mi piel, se perdió chupándome las tetas de una manera loca, luego vino a mi cuello, a mi boca y volvió a mis tetas una vez más, se sentía rico y su masculinidad me embriagaba

Rodamos de un lado a otro, tomé la iniciativa cuando el quedó acostado de espaldas, literal, me senté sobre su rostro, arrodillada con mis piernas a los lados, enterré con fuerza mi conchita en su boca y le dejé saciar su sed con mis jugos, me comía el clítoris y pequeños orgasmos fueron imposibles de evitar, sus manos se llenaban con mis glúteos y desde mi posición elevada miraba con deseo su verga dura, erguida, imponente.
No pude más, me dejé caer hacia delante y empecé a chupársela con ganas, estaba muy rica, le devoré la cabeza y lo masturbé con delicadeza, suavemente, a veces la metía profundo, hasta la garganta, a veces solo lo hacía desear pasando apenas la punta de la lengua por su largo tronco. Sentí sus dedos incrustarse en mi conchita, estaba caliente, mojada, y luego los metió en mi culo, solo lo dejé hacer.

Era evidente que mi sobrino acabaría en cualquier momento de seguir ese juego, yo lo noté, el lo notó.
Me quitó a la fuerza y fue mi turno de quedar recostada, levantó mis piernas y me abrió toda como una flor, llevó mis rodillas casi a los lados de mis orejas, lo miré perversa, éramos familia, Marco me me devolvió la mirada desafiante y sentenció
Tía, siempre quise hacerte esto
No hubo mas palabras, solo sentí su rica pija enterrarse en mi conchita, me arrancó un suspiro y cerré mis ojos apretando mis uñas en sus fuertes antebrazos, Marco me cogió muy rico, su sexo era una barra de acero que solo me daba placer, muy profundo, muy punzante. Apreté rítmicamente mis clítoris al compas de sus movimientos y llegaron grandes orgasmos que me hicieron estremecer, fueron diferentes a todos los que había tenido cono otros hombres, con mi marido y con algunos anteriores
Deseaba con toda mi alma que me llenara la conchita de leche, deseaba sentirlo dentro, pero el, justo en el momento brincó con fuerzas y vino sobre mi rostro, el bastardo empezó a eyacular sobre mi cara! mierda! fue loco, jamás nadie me había propuesto algo así, pero Marco no pidió permiso y eso sinceramente me encantó!
Sentí sus jugos calientes pegar y chorrear por mi frente, por mis ojos, por mi nariz, por mis mejillas, por mi boca, por mi cuello, quedé toda embardunada por sus jugos pegajosos y un exquisito aroma a hombre invadió mis fosas nasales, naturalmente empecé a reírme y en un reproche amistoso dije
Pero Marco... soy tu tía!
Y Marco es joven, muy joven, y su pija seguía tan dura como antes...
No tuvo piedad, casi a la fuerza, como si fuera apenas una muñeca me puso en cuatro, me dio una fuerte nalgada y con poco esfuerzo me la metió por atrás! clave las uñas en las sábanas y repetí un reclamo para nada convincente
Ayyyyy... Marco... pero es que soy tu tía!
Me hizo gemir nuevamente, es que era demasiado, mi sobrino, mi sobrino de sangre sacaba todo lo puta que había en mi, en mi mente me vi a mi misma siendo sodomizada, con mi rostro sintiendo aun el pegote del semen tibio, chorreando por la misma gravedad, me pasaba lengua por los labios para probar sus sabor a hombre y sentía como me rompía el culo en una forma sencillamente exquisita.
En el momento justo mi sobrino volvió a sacarla, pero esta vez me la metió en la conchita para sentirlo llegar con toda la fuerza de su juventud, hasta rebalsarme.

De casualidad mi campo visual se cruzó por un espejo lateral del cuarto, me vi a mi misma en una imagen que recordaré por siempre, mi rostro aun embardunado con sus blancos jugos, sacando culo, en cuatro, como una ramera, con el morbo de sorprender a mi amado sobrino aun masturbando su gran verga sobre mis nalgas, me sentí tan puta, tan perversa, tan sucia, como nunca lo había sentido

Caí extenuada, no podía más, el me miraba con ternura a un lado, estaba llena de placer, sentía mi rostro de puta y el calor de sus jugos en mi interior, me toqué los pezones y luego llevé mi mano derecha a mi vagina, apreté con la palma de mi mano mi clítoris y metí como en mis momentos de soledad, los dedos anular y mayor en mi hueco, jugué masturbándome ante sus ojos y en esos momentos de juegos mis dedos hicieron brotar y chorrear la leche por mi sexo y por mis piernas, mierda, hasta me da pudor escribirlo...


Los recuerdos aun están demasiados frescos en mi memoria, aun tengo grabadas en mis retinas la masculinidad de mi sobrino, recuerdo, escribo y me sorprendo a mi misma con toda mi ropa interior mojada, con mis pezones duros bajo el sostén reclamando por las caricias de mis dedos, siento un antes y después, la pasión, el deseo, el pecado
Pero Marco es mi sobrino de sangre, el hijo de mi hermana, el mismo niño que crie de pequeño, el mismo adolescente que me dio pudor esa primera tarde de vacaciones, el mismo que ahora, me hizo el amor como un hombre.
El tiempo dará el final de esta historia que aun no se ha escrito.


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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:05) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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