Cuando mi esposo, Humberto se hizo cargo de la empresa que había fundado su padre, Don Roberto. Así que al Humberto asumir la presidencia de la empresa, se dedicó en cuerpo, alma y hasta en espíritu, en hacer que la empresa multiplicase sus ganancias, pero olvidándose de mí prácticamente…
Relato
Por lo que cuando me dijo que nos mudaríamos a la mansión de su padre, yo pensé que las cosas mejorarían. Pero no fue así, por lo general se levanta a las cuatro de la mañana, sale para las oficinas, a eso de las cinco de la mañana. Regresa a casa, ya pasadas las diez de la noche. Al principio, pensé que Humberto podía llegar a tener una amante, dentro de la empresa. Pero después de contratar a varios detectives privados, y viendo las pruebas que ellos me proporcionaron, me di cuenta de que Humberto en realidad, es un súper adicto al trabajo.
Por mi parte, ya estaba yo en ocasiones deseando que la condenada empresa quebrase, ya que hasta en los días de fiesta, él se dedica a revisar todo. Mientras que yo me moría del aburrimiento, tristeza, y soledad. Un día mientras cenaba con su padre, mi suegro, Don Roberto. Él se me quedó observando, cuando de momento me preguntó secamente ¿Cómo estaba? Yo sonreí hipócritamente, y le dije que estaba bien. El viejo, dejó de comer, y le ordenó a la servidumbre que levantase recogiera la mesa. Luego se me acercó, y agarrándome por el brazo, me invitó para que lo acompañase a su sala de estar.
A medida que fuimos caminando, me fue diciendo, que él, desde que su hijo, y yo nos mudamos a la casa, nos ha estado observando detenidamente, y que se había dado cuenta de que Humberto, no para de trabajar. Fue cuando con su peculiar manera de decir las cosas, tal, y como las ve. Me preguntó, ¿Y en qué tiempo tú esposo te atiende a ti? La verdad es que yo no esperaba que me preguntase algo como eso, y quizás por la misma razón no supe, ni que responderle. Su pregunta me dejó anonadada, en mi mente yo buscaba algo que decirle, pero las palabras no me salían. Y casi de inmediato me dio tanto sentimiento, que puse a llorar.
Don Roberto continuó caminando conmigo del brazo, hasta su salón de estar, ya dentro cerró la puerta, y tras ofrecerme que me sentase en un mullido sofá, tapizado en terciopelo rojo. Se dirigió al bargueño, y sirvió un par de copitas de Jerez. De inmediato regresó a mi lado, ofreciéndome la copa, y un pañuelo para secar mis lágrimas. Yo después de probar el Jerez, seguí llorando como una Magdalena. Como Don Roberto se encontraba a mi lado, busqué apoyo en él, así que por un buen rato, seguí llora que llora, entre sus brazos. Hasta que él me dijo, bueno Sofía, yo se que de seguro te vienen muchas cosas a la cabeza. Pero antes de que tomes una decisión final, deja que yo te ayude.
Ni idea tenía yo en ese momento, de cómo pensaba ayudarme Don Roberto. Por lo que cuando mientras que yo continuaba acurrucada en su pecho, y él me fue cubriendo con sus gruesos brazos. Comencé a sentir una de sus manos sobre mi cabeza, acariciándola una, y otra vez. Lo que en parte me ayudó a calmarme. Lo siguiente que me dijo fue, yo no voy a disculpar a mi hijo. Lo que voy a hacer es que tú te sientas feliz. Yo la verdad es que no lo entendía, ya que sin dejar de pasar su mano sobre mi cabeza, y sobre mi nuca, Don Roberto, continuó diciéndome. Tú eres toda una mujer, joven, sumamente hermosa, alegré, inteligente, llena de vida, y me duele mucho la poca atención que te pone, el tonto, de mi hijo. Yo lo mire con cierto asombro, mientras el continuó diciéndome. Si me he dado cuenta, de que mi hijo apenas y se acuerda de que tú eres su mujer. Y que como mujer que eres, necesitas que te ponga atención, que te mimen, que te dedique tiempo, en fin que te ame. Pero también sé que si él no hace eso, tarde o temprano, tú buscaras quien te lo haga. La verdad es que no podía creer lo que el viejo Don Roberto me decía. Al tiempo que sin dejar de acariciar mi cabello, mi nuca, y hasta mis hombros, él continuó hablándome.
Por mi parte, yo no dejaba de llorar, mientras que él continuaba diciéndome, cosas lindas sobre mi persona. Poco a poco comencé a sentir como ya sus manos, no tan solo me acariciaban el cabello, la nuca, y mis hombros, sino que ya me estaba acariciando gran parte de mi espalda. Y no sé que me pasó, pero en lugar de retirarme, me quedé acurrucada entre sus brazos, por lo que él siguió diciéndome lo linda, y hermosa que yo era, que no se explicaba como su hijo, me abandonase de tal manera. Y que de momento sentí sus labios, contra los míos. Sus brazos me apretaron con fuerza, al momento en que nuestras bocas se unieron. Sentí su lengua entrando en contacto con la mía dentro de mi boca, y yo se que bien yo pude, por lo menos hacer el intento de zafarme, pero no fue así. Me quedé quieta, sintiendo el cuerpo de mi suegro pegado al mío. Sus manos ya me acariciaban toda, y su boca co dejaba de besar la mía.
En cosa de pocos segundos, mientras yo me mantenía con mis ojos bien cerrados, yo también lo besaba a él. En algún momento, yo misma comencé a subirme la falda, mientras que mi suegro, acariciaba mis muslos, sentí una de sus manos sobre mi coño, y como lentamente me fue bajando las pantis, hasta que me la quitó del todo. Así que entre los besos, y caricias que continuaba dándome mi suegro, yo me fui recostando sobre aquel rojo sofá, separando mis piernas. Don Roberto continuó besándome, y poco a poco, me fue desabotonando la blusa que yo usaba, y a medida que lo fue haciendo, su boca fue besando mi piel, a medida que la iba descubriendo. Cuando llegó a la altura de mis senos, con habilidad casi de un mago, desabrochó mi sostén, por lo que mis senos quedaron al aire, justo a tiempo para que él comenzara a besarlos, a lamerlos, y chuparlos de manera magistral.
Mi suegro continuó besando mi plano vientre, y de igual manera desabrochó el broche de mi falda, la que de inmediato, yo misma ayudé a retirar. Fui sintiendo como su boca, sus labios, su lengua y hasta sus dientes, continuaron descendiendo hasta mi depilado coño. Tiernamente me lo fue besando, mientras que yo coloqué mis manos sobre su canosa cabellera, y de los besos, pasó a lamer todo mi coño, de manera divina, como nunca antes nadie en mi vida lo había hecho. Sus labios y dientes mordisqueaban, apretaban, y chupaban todo mi clítoris, y los labios de mi vagina. Mientras que yo, sin dejar de gemir, de reír, y de llorar pero de felicidad, disfrutaba de todo lo que mi suegro me estaba haciendo con toda su boca, y manos.
En ciertos momentos mientras mi suegro sabrosamente me succionaba mi coño deliciosamente, pensé en Humberto, pero era tanto el placer que su padre me estaba haciendo sentir, que casi de inmediato desaparecía de mi mente. El padre de mi esposo, me llevó a la gloria, yo misma con mis propias manos, restregaba una y otra vez su rostro, divinamente contra mi coño. Hasta que Don Roberto me dio el regalo más grande que yo hubiera recibido antes, disfruté no de uno sino de múltiples orgasmos, a medida que él no dejaba de mamar mi coño.
Por un corto rato yo quedé exhausta, agotada como nunca, pero sumamente feliz, y dichosa. Pero al entreabrir mis ojos al ver que el padre de mi esposo se había incorporado, frente a mis abiertas piernas, por lo que pude notar con facilidad que dirigía su verga a mi coño. Sentí como si de golpe todas mis fuerzas regresaran. Y a medida que su verga fue penetrando, mi caliente y lubricado coño, yo comencé a mover mis caderas, como nunca antes lo había hecho en mi vida.
A medida que Roberto continuó penetrándome, yo seguí disfrutando de todo lo que él me estaba haciendo. Su gruesa verga entraba, y salía de mi coño, como nunca antes había sentido la de mi esposo hacerlo. Su boca me chupaba las tetas, mi cuello, me besaba, enterrándome su lujuriosa lengua dentro de mi boca. Yo no dejé de moverme y de pedirle que me diera más, y más duro. En mi vida había llegado a disfrutar tanto del sexo, como en esos momentos con mi suegro.
A medida que fui sintiendo como su caliente, y duro miembro fue penetrando mi vulva, yo continué llorando, pero en lugar de ser por tristeza, lo hice por alegría. Ya que en mi vida jamás pensé, que algo así me fuera a suceder. Yo estaba tan y tan feliz, que perdí la noción del tiempo, hasta que tanto él como yo, disfrutamos al mismo tiempo, de un salvaje éxtasis. Por un buen rato ambos nos quedamos abrazados, sobre aquel rojo sofá. Fue cuando escuché las campanadas del reloj de la sala, que supe que ya eran las nueve de la noche y que en cualquier momento en adelante podía llegar mi esposo. Pero la verdad es que, poco me importó que nos llegase a descubrir, a su padre y a mí haciendo lo que él no hace. Al Don Roberto levantarse, su mustio miembro quedó prácticamente frente a mi rostro, y aunque en mi vida lo había hecho, lo tomé entre mis dedos, y viéndolo a los ojos con una picara mirada, me lo llevé a la boca. Por un corto momento mientras se lo comencé a mamar, su verga permaneció flácida, pero a los pocos segundos, fui sintiendo como dentro de mi boca, en contacto con mi lengua se le fue volviendo a poner bien dura, y poderosa.
Yo pensé en seguir mamándoselo, hasta el final, tal y como él me mamo a mi coño. Pero en cierto momento, a medida que yo le mamaba su ya tiesa verga, mi suegro, me propuso que le diera el culo. Esa era otra de las cosas que yo jamás había hecho en mi vida, ya que el mismo Humberto mi marido, en una de las pocas ocasiones que fuimos al cine, y vimos una escena de sexo supuestamente anal, lo que dijo fue que eso tan solo era propio de aberrado. Por lo que cuando mi suegro me lo insinuó, yo gustosamente, dejé de mamar su verga, y casi de inmediato le ofrecí mis nalgas. Por un corto rato él se dedicó a ir dilatando mi esfínter, introduciendo sus ensalivados dedos, dentro de mi culo, a medida que yo lo seguí pajeando.
Pero cuando se colocó tras de mí y me comenzó a enterrar su cosa, la verdad es que siempre me dolió algo, aunque por lo morbosa de la situación, y la posibilidad de que mi marido nos encontrase así, lo disfruté todo. Humberto no nos encontró, ya yo terminaba de salir de la ducha cuando él llegó, y tras darme su acostumbrado beso en la mejilla, como de costumbre me preguntó cómo había pasado el día. Les juro que tuve ganas de decirle todo lo que su padre y yo habíamos hecho con lujo de detalles. Pero corría el riesgo de que ni supiera dé que era de lo que yo le estaba hablando. Además había quedado con mi suegro, en volvernos a ver. Cosa que hemos venido haciendo desde esos días. En ocasiones salimos a caminar por el bosque que circunda su propiedad, así como por Centros Comerciales. Y la mejor noticia de todas es que me encuentro embarazada, seguramente de mi mismo suegro, ahora mi misión es durante esta semana por lo menos acostarme aunque sea una vez con mi esposo, para que no sospeche nada cuando le diga que pronto tendrá un hermanito, perdón quise decir hijo.
A partir de ese momento ya no pude ver a mi sobrino como tal, sino ya lo veía como un hombre que deseaba cogerme sin control, a cada oportunidad que mi sobrino tenia lo aprovechaba para ver mi cuerpo, esto era cuando me cambiaba, bañaba, entre muchos otros momentos que tenia para verme y lo más lascivo era que yo no hacía nada para evitar que me viera, al contrario cada vez que me bañaba dejaba la puerta abierta para que me viera y así en la ducha con la certeza que me estaba viendo yo hacía movimientos sensuales e incluso con el pretexto de lavarme mi zona intima yo me la tocaba con tanta sensualidad que sin duda sabia que él tenía su pene bien erecto desde donde estaba viéndome.
Relato erótico enviado por putita golosa el 27 de July de 2010 a las 23:14:27 - Relato porno leído 310778 veces
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 22:17) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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