De como un chico despierta a la sexualidad de la mano de su querido tío y de su casquivana mamá.
Relato
Mi tío Marcos, el hermano menor de mi padre, de 22 años de edad, venía de vez en cuando a casa a visitarnos. Así dejaba durante unos días su pesado trabajo como agricultor en la aldea y descansaba y se divertía un poco en la ciudad. Durante esos días vivía en nuestra casa, habitada por papa, que era camionero, mi linda mamá (ama de casa), ambos de treinta años y yo, llamado Quini, de doce años recién cumplidos. Marcos era muy guapo y divertido, un poco bruto por su trabajo pero muy cariñoso con todos nosotros.
El día que llegó a nuestra casa papá acababa de calir de viaje con su camión por una semana. Así que mamá y yo fuimos los anfitriones de Marcos. Como siempre, se acomodaba en mi habitación y dormía conmigo en mi cama pues la casa es bastante chica y no había más habitaciones. Aquella tarde, después de comer, nos dispusimos ir los tres al cine, ya que ponían la película "Gladiator" que Marcos quería ver pues le gustaban mucho las de romanos. Y así fue como, pertrechados de golosinas y refrescos, tomamos asiento en la sala de cine. Mamá se setó en medio de los dos y nos dispusimos a ver el filme. Fue en el transcurso de la proyección cuando empecé a notar ciertos movimientos en los asientos de mamá y mi tío. De reojo presté algo de atención y pude observar como Marcos le estaba rozando con la rodilla la pierna de mamá y ella no se apartaba. Al poco rato, alegando calor, mamá sacó su chaqueta y la puso sobre sus piernas. Fue entonces cuando comprobé que Marcos le estaba tocando disimuladamente: introdujo su mano por debajo de la falta de mamá y le estaba tocando la concha. Ella abrió ligeramente las piernas y se arqueó un poco. Mi tío la estaba pajeando y ella se dejaba como una cualquiera. Debió correrse de gusto porque jadeó y se convulsionó cayéndole la chaqueta al suelo. Marcos retiró rapidamente su mano de debajo de la falda y se llevó las manos a la entrepierna para tapar su extraordinario empalme. Yo hacía como si me interesara la película pero no perdía detalle de lo que pasaba al lado porque empezaba a sentir un extraño pero placentero hormigueo en mi chota, como nunca me había ocurrido. Mamá abría los ojos cuando en la pantalla aparecían aquellos gladiadores y esclavos semidesnudos; parecía que le excitaban aquellos cuerpos musculosos y los bultos de sus ajustadas tangas, que hacía suponer cubrían unos buenos pollones. Faltaba como media hora para el final de la película cuando Marcos agarró la mano de mi madre y se la puso sobre su paquete. Ella al notar aquel miembro hinchado empezó a presionárselo ritmicamente por encima del pantalóm. Al poco rato mi tío gimió, echó la cabeza hacia atrás convulsionándose y se corrió dentro del pantalón y los calzones y, como seguramente la leche le había traspasado la ropa, sacó la camisa para fuera y se tapó la mancha húmeda de semen en el pantalón.
De vuelta a casa me fui a mi cuarto totalmente desconcertado, bajé mis pantalones y calzoncillos y pude comprobar que estaba todo mojado como de aguilla. No sabía lo que estaba pasando porque todo aquello era nuevo para mí pero sentía un extraño placer. Despues de cenar vi un rato la tele y me fui para la cama. Mi tío quedó un rato ayudando a mamá a recoger la mesa. Empecé a dormitar mientras esperaba que se incorporase mi tío, y en aquel duermevela me asaltaban las imágenes vividas en el cine y sin querer me apretaba la entrepierna dándome gustito. Pasó un tiempo y Marcos ya tardaba así que fui en su busca. La salita estaba apagada y vacía, también la cocina, también el wc ... ¿Dónde estaría Marcos?
Marcos y mi madre estaban en el dormitorio de mis padres, completamente desnudos sobre la cama y chingando como dos poseídos. Mamá gritaba como enloquecida y le pedía que le diera más fuerte y más adentro: "Más, más, más... mi gladiador". Marcos, sudoroso, le metía su inmensa verga en el coño mientras le chupapa las tetas hinchadas. Yo, por la ranura de la puerta, estaba presenciando lo mismo que había escuchado hacer a mis padres. Pero aquello era diferente. Marcos siguió embistiendo mientras mamá gritaba " me corro, me corro, me corroooooooo ..." Entonces mi tío le sacó aquel cipote enhisto con un capullo colorado a reventar y vertió toda su lefa en la cara y boca de mamá, que recibió la descarga con los ojos cerrados de placer y absorbiendo hasta la última gota de lechada. Fue entonces cuando Marcos giró la cabeza y se percató de mi presencia. Yo eché a correr hacia mi cama como alma que se lleva el diablo.
Apagué la luz y me hice el dormido. Alpoco tiempo, después de tomarse una ducha, llegó mi tío y silenciosamente se metió en la cama. Yo le daba la espalda cuando él se fue acercando lentamente hasta rozarme. Noté su miembro duro presionando mi culito. Entonces dirigió su mano hacia mi pijama buscando su abertura, sacó afuera mi polla, que seguía empalmada, y empezó a acariciármela. Me descapulló, me extendió el aguilla que me salía para lubricarme y empezó a masajearme suavecito. La poronga se me puso aun más dura. Entonces me susurró al oido. "Tienes una buena cola para tu edad, ya estás maduro para dar gustito a una mujer, pero ahora te voy a enseñar a hacer una buena paja". Y empezó a imprimirle un ritmo más fuerte y al poco rato me venía en su fuerte mano en medio de un placer que nunca antes había sentido.
Aquella noche me levanté varias veces al wc a masturbarme mientras Marcos roncaba como un bendito. De mi joven polla salía a borbotones una leche blanca y abundante, no el aguilla de antes. Era como la que había visto derramar a Marcos sobre la cara de mamá. En verdad me sentía todo un hombre. Mi preocupación ahora era saber si ese manantial de leche se agotaría con tanta corrida. Así que sigilosamente volví a la cama, cogí una linterna de la mesita de noche, destapé completamente a mi tío, le bajé hasta los huevos el slip con mucho cuidado y empecé a masturbarlo. Los cojones comenzaron a hincharse , la verga se puso tan grande y dura que apenas podía abarcar con mi manita. Le eché un buen salivazo en el capullo y le imprimí un fuerte ritmo. Sabía que Marcos se hacía el dormido como me lo hice yo cuando me pajeó, pero el cabrón estiraba las piernas, apretaba el culo y gemía de placer con la puñeta que le estaba haciendo. Al poco rato secorrió abundantemente, llegando la salpicadura a mi cara. No me molesté en limpiarle la leche pues él no lo había hecho conmigo. Así, pensé, cuando mañana mamá se disponga a lavar mi pijama y los calzones de Marcos se va a encontrar con un panorama muy interesante. Y le va a estar bien, por puta.