mi vecina cuarentona

Soy un chico alocado y a mis casi 17 años un romántico, pero muy tímido con las mujeres mayores. Un día mi madre, al verme que salía, me envía a dejarle un paquete a la vecina Elia al 5° piso, me sentí nervioso de ir donde la señora Elia era una mujer de unos 40 o 43 años, esta dama siempre cuando iba a mi casa, ya que mi madre es costurera por algún trabajo, me molestaba con pregunta de doble sentido, esto me cohibía y me importunaba…
Llegué a su departamento y apenas abrió la puerta … ¡ah, eres tú¡ dice y abre para que pase…, que cuadro esta mujer estaba solo cubierta por la toalla, venía saliendo de la ducha, me mostraba sus largas piernas, desde su entrepierna… Ella siguió secándose y mirándose al espejo, se dio un poco con el secador, se ajustó la toalla, se puso las zapatillas y yo seguí atontado echándole miradas furtivas a las piernas y al escote. Hasta que mi pene estaba despertando y tuve que colocármelo intentando disimularla con los pantalones.
Se acercó despacio mirando mi protuberancia y desviando un par de veces la mirada hacia mis ojos para volver a dirigirla rápidamente a mi pene. Se quedó parada de pie a apenas un paso de distancia mirándome. Mira el bebé, madre mía qué pene tienes, susurró mientras resoplaba al finalizar la frase. Me empuja haciéndome caer hacia atrás en la cama y ella empezó a hacerme lentamente con sus manos una manoseo delicioso a mi protuberancia. El ritmo era suave, apretaba bastante con su mano, y con la otra empezaba a masajearme los huevos o a acariciarme la zona pélvica. Intente besarla. Ella me permite besarla y devuelve mis caricias en su boca…, que beso me dio
Lentamente b aja mis ropas y cuando lo miró se queda atónita y paralizada de la impresión de lo que estaba viendo. Su vecino al cual había bajado los pantalones y los calzoncillos hasta los tobillos y tenía una verga que parecía la de un potrillo. Yo me encontraba ahí, mirando ese descomunal cuerpo desnudo ya que la toalla estaba en el suelo. Ella miraba ese largo, grueso y de color oscuro pene, se encontraba en erección y en la punta se podía apreciar una cabeza grande cubierta por el prepucio. Esos momentos le parecieron una eternidad y mientras pensaba como era posible que este mini-hombre insignificante podía tener un instrumento de esa envergadura, una palabra que dijo, me sacó de mis pensamientos. Papito, que pene…, me dijo y fue como si esa orden me hubiese puesto en trance, me arrodille frente a ella y comencé a lamer la carnosidad que tenía entre sus piernas y lentamente seguí introduciéndole mi lengua humedeciéndole su vagina, mientras pensaba que se sentiría penetrarla con mi tranca.
Mientras le chupaba su vagina, mi vecina me desabotonaba mis ropas, dejando mis pechos al descubierto para el deleite de sus manos. Seguidamente me puso de pie con mi torso desnudo y me dijo, así me gustan las tetas en una mujer, las aureolas grandes y los pezones en punta. A estas alturas yo ya había mojado mis muslos y como era de baja estatura al acercarse a mí, quedo a la altura de mis pechos succionándolos intercaladamente. Me quito lo nervioso y jalé de ella hacia abajo, quedando recostada en la cama y lamiendo mi pene mientras le agarraba sus caderas…, leyó mis pensamientos y me dice no chiquillo fastidioso no lo hagas…, tarde mi pene estaba entre sus piernas y estaba tan tieso, duro y extendido, su vagina tan húmeda y resbaladiza que pronto la penetró
Abrió sus piernas mostrándole sus rosados labios vaginales y se preparó para recibir esta verga preciosa…, la agarré y la hacía mover en la entrada de su vagina a modo de bamboleos y yo me derretía esperando el momento en que le introduciría mi pene. Cuando empecé a meterla sentí como si estuviera entrando a un guante cariñoso y tibio y ella un puño en su vagina y no sé cómo, pero entró hasta la base y empecé a meter y sacar repetidas veces hasta que la inunde con un río de leche, cayó en su vagina y como era mucha corrió por mis muslos, acompañado de un prolongado orgasmo de parte de la hembra entre suspiros y quejidos, mientras meneaba sus caderas desconsideradamente asemejando a una alcahueta cortesana en sus labor de sexo. Como gemía y por último en un duro abrazo me hace vaciar hasta la última gota de mis testículos.