Desde hace varios de años, en que mi esposo Luis y yo nos mudamos a la urbanización, conocimos a nuestros vecinos, en particular a Raimundo y su esposa Lourdes, que desde que la conozco, la mayor parte del tiempo se encuentra embarazada. Es la misma época en que Raimundo no deja de verme como con ganas de comerme. Cosa que la primera vez que sucedió, no le presté mucha atención realmente, ya que mi esposo y yo estábamos recién casados, y nuestro constante interés era el de estar metido en nuestra cama manteniendo un salvaje sexo.
Relato
Pero posteriormente durante los siguientes embarazos de Lourdes, el interés de Raimundo sobre mi persona era mucho más evidente, por lo menos para mí. Así que comencé a ponerle atención, y en cierto momento se lo comenté a mi esposo, pero como por lo general se encuentra más interesado en su trabajo que en mi persona, realmente se que no me llegó a prestar mucha atención.
Así que por un tiempo, procuré mantener una distancia saludable entre Raimundo y yo, por aquello de evitar un mal entendido. Pero su insistente manera de mirarme, en el fondo reconozco, que me hacía sentir algo especial. Aunque mi esposo ni cuenta se daba de ello.
Por lo que mi rechazo a encontrarme con Raimundo, poco a poco fue cambiando, ya que su manera de verme, me hacía sentir deseada. Así que al principio ocasionalmente, durante las actividades que nuestras dos familias hacían juntas, comencé a detenerme a charlar con él. Desde la primera vez que lo hice, mi vecino no dejó de hacerme subidas insinuaciones. Las que a mí, la realidad es que me encantaron escucharlas.
Posteriormente, los días en que me quedaba en casa, salía al patio a tomar sol. Justo para la misma época en que la mujer de Raimundo, Lourdes. Debido a su delicado estado de gestación, no podía encargarse de sus dos hijos menores, por lo que desde que cumplió su quinto mes de embarazo, fue a dar a luz a casa de su madre, quien la ayudaba con los niños. Ya que como Raimundo trabajaba de noche, él no podía cuidarlos adecuadamente.
Al ya no estar su mujer en casa, Raimundo cada vez que yo iba a tomar el sol, ahí se encontraba él, buscándome conversación, diciéndome lo mucho que me deseaba, y lo hermosa que yo era. Yo siempre procuraba mantener cierta distancia, pero a pesar de ello, cada vez Raimundo se me acercaba más y más. Y para serles sincera les diré que cada vez que me decía esas cosas, me volvía loca, aunque yo procuraba no demostrárselo.
Pero un día en que salí a tomar el sol, y me había soltado el sostén de mi biquini, Raimundo como de costumbre se me acercó a charlar conmigo, y a parte de cómo de costumbre decirme lo interesado que estaba en mí, se ofreció, sin que yo se lo pidiera, a pasarme el protector solar por mi espalda. Yo realmente no vi nada malo en ello, así que acepté.
Durante los siguientes días, no hubo uno solo en que no sintiera las manos de Raimundo sobre mi cuerpo. Al principio solo se había limitado a mi espalda, pero poco a poco fue ganando más y más confianza, al grado en que sin que yo se lo pidiera, sus hábiles manos me regaban el protector solar por entre mis piernas y muslos. Y todo eso sin dejar de decirme lo mucho que me deseaba.
Así que se podrán imaginar, que fue lo que sucedió. Si en efecto, como dicen, tantas veces va el cántaro al rio hasta que se rompe. Eso mismo me sucedió a mí, ante las constantes e insistentes palabras de mi vecino, mi voluntad se rompió.
Ese día mi esposo como ya era su uso y costumbre, quiso tener un rapidito conmigo, dejándome con mis piernas bien abiertas, el culo embarrado de su semen, y mirando el techo de nuestra habitación, sin que yo ni tan siquiera llegase a excitarme. Por lo que después de que se marchó para dar sus clases en la universidad, yo maldiciéndolo me levanté de la cama, me di una buena ducha y me asee internamente.
En esos momentos me encontraba tan y tan frustrada, por las acciones de mi esposo, que molesta con él decidí tomarme el día, no ir a trabajar, ni hacer nada en la casa. Por lo que me puse mi biquini, me preparé una jarra de mojito, y me fui al patio a tomar el sol, por el resto del día.
Al rato como de costumbre apareció, Raimundo. Nos pusimos a charlar a medida que él hábilmente comenzó a ponerme el bloqueador solar por toda mi espalda. Y a medida que fuimos charlando, intencionalmente dejé que se me saliera hacerle una confidencia, de lo molesta que estaba con mi esposo, por lo que había hecho. Sin dejar de ponerme atención, Raimundo supo muy bien como manipular mi supuesto enojo contra mí marido, y a medida que sus manos iban pasando sobre la piel, de mis piernas, muslos, y hasta mis nalgas, embadurnándome con el protector solar. Él continuó diciéndome lo mucho que me deseaba, el magnífico cuerpo que yo tenía, alabando mis paradas y apretadas nalgas, las que en cierto momento tenía entre sus manos, sin que yo opusiera la menor resistencia.
Así que sin yo darme cuenta realmente de momento me enconttré completamente desnuda bajo las fuertes manos de Raimundo, quien no dejó ni por un instante en seguir masajeando y acariciando toda mi piel desde la punta de los pies, hasta mi cabeza. Por lo que cuando de momento voltee a verlo y encontrarlo tan desnudo como lo estaba yo, no me sorprendió para nada, y recostada boca abajo sobre la tumbona que tengo en el patio, separando mis piernas, dejé que tuviera libre acceso a mi coño.
Yo esperaba deseosa de sentir su miembro penetrando mi coño, pero cuando lo que sentí fue su lengua lamiéndolo, eso hizo que terminase por derretirme, y me predispuso a dejarme hacer todo lo que él quisiera.
A medida que Raimundo continuó mamando atrevidamente mi coño y hasta mi culo, pasando su lengua, y chupando mi clítoris, no me quedó la menor duda de que en cualquier momento tendría su verga dentro de mí, así mientras que yo gemía profundamente de placer, mi amante se fue posicionando, sobre mi cuerpo, dejando de mamar mi coño de momento.
Fue cuando comencé a sentir como se deslizaba dentro de mi cuerpo su verga, y a medida que me fue penetrando, a mi me brotaron lagrimas, no de dolor ni por nada malo, sino de felicidad. Así que cuando su cuerpo estuvo por completo en contacto con el mío, y su miembro ben dentro de mí, yo comencé a mover mis caderas, al principio lentamente, sintiendo como entraba y salía su verga de mi coño, pero a medida que continué moviéndome, Raimundo me apretaba más y más contra su desnudo cuerpo, proporcionándome un placer que yo ya creía olvidado.
Por un largo rato mi vecino y amante, me hizo sentir la mujer más deseada del mundo. Así que a medida que continuamos disfrutando el uno del otro, a él se le ocurrió que cambiásemos de posición. Lo cierto era que yo al principio, dije que no, pero por miedo dejar de sentir su rica verga entrando y saliendo con fuerza de mi mojado coño, finalmente le dije que si.
Pero al acceder a sus peticiones, al colocarnos frente a frente, y ver como esa gruesa cosa entraba divinamente dentro de mí, me abracé con fuerza a él, buscando sentir bien dentro de mi todo su miembro. Por lo que sin dejar de moverme como una salvaje, por primera vez en mi vida disfruté de múltiples orgasmos. En esos momentos cuando al mismo tiempo que me penetraba por mi coño, sentí algunos de sus dedos penetrando mi culo, no me extraño que me pidiera que le diera el culito. Raimundo realmente no esperó mi respuesta, ya que extrajo su verga y sin compasión me la enterró entre mis nalgas. Lo que lejos de dolerme o incomodarme, disfruté ampliamente.
Por un tiempo que para mí fue glorioso, Raimundo me hizo sentir todo el deseo que tenía por mí. Así que mientras que yo disfrutaba de sus intensas atenciones, movía mis caderas como nunca antes las había movido. Tanto mi amante como yo nos encontrábamos en el medio del patio, manteniendo una salvaje sesión de sexo, sin que me llegase a importar que algún otro vecino nos viera.
Cosa que sucedió, pero que no me enteré hasta que a los pocos días, el hijo de mis otros vecinos, de manera clara y raspada me dijo que también deseaba acostarse conmigo, pero de ese les hablo luego.
En esos momentos lo único que se me ocurrió al terminar fue el recoger mi ropa y la de Raimundo, y agarrándolo por una mano lo llevé hasta el dormitorio de mi esposo y mío. Donde no sé, cómo se me ocurrió, llevar a Raimundo a nuestra cama, lo que si se fue que apenas entramos al cuarto, después de lavar su verga, me dediqué a mamársela, como si de ello dependiera mi vida. El resto del día Raimundo y yo hicimos en mi cama cosas que jamás me atrevería hacer con mi esposo.
Después de ese primer encuentro, entre mi vecino y yo, continuamos a manteniendo un sin número de encuentros, ya fuera dentro de mi propia casa, o para variar ocasionalmente en la suya. Lo mejor de todo eso era que mi esposo, que ni se imaginaba que Raimundo y yo éramos amantes. En ocasiones Luis no había terminado de salir de casa, cuando Raimundo ya se encontraba entrando por la cocina.
Pero como todo lo bueno se termina, una vez que la mujer de Raimundo dio a luz, regresó a su casa con toda su jauría. Por lo que nuestros felices encuentros, se vieron suspendidos temporalmente. Los que rápidamente comencé a echar de menos. Por suerte, el hijo de nuestros otros vecinos, me pilló teniendo sexo, con Raimundo en el medio de nuestro patio, y como ya les comenté, de manera clara y raspada, se me acercó a los pocos días, y descaradamente me dijo que deseaba acostarse conmigo, al tiempo que me mostró en su avanzada tableta electrónica, varias fotos de Raimundo y mías, completamente desnudos, teniendo sexo en el medio del patio trasero de mi casa.
Como se lo podrán imaginar, aunque me indigné, no podía rechazar su pedido, ya que de lo contrario, aunque no me lo tuvo que decir, supe que las condenadas fotos, irían a parar al buzón electrónico de mi esposo. Por lo que sin más ni más, en ese mismo instante, lo dejé pasar dentro de mi casa, no fuera a ser que otra persona nos viera.
Ya dentro, sin que él me dijera nada en lo absoluto, comencé a desvestirme en el medio de mi sala. Hasta que quede completamente desnuda, ante los ojos del chico. Por lo visto él no pensó que yo fuera a responder de esa manera, así que me le acerqué, y coquetamente como si fuera un juego, comencé a ir quitándole toda su ropa, hasta dejarlo tan desnudo como yo me encontraba.
Lo siguiente que hice fue dejarme tocar por él, y a medida que lo fue haciendo, sus temblorosas manos exploraron todos y cada uno de los húmedo rincones de mi cuerpo. En medio de todo, me acordé de la primera vez que yo tuve relaciones sexuales con un tío mío, unos cuantos años mayor que yo. En su momento mi tío, después de quitarme toda la ropa, se agachó, y a pesar de lo nerviosa que me encontraba, para mi sorpresa, mi tío comenzó a besar mi coño, haciéndome perder el equilibrio, cayendo sobre mi propia cama, él separó mis piernas, y mi tío no retiró su boca de mi coño, hasta que disfruté de un tremendo orgasmo.
Yo por mi parte después de agacharme, me llevé el miembro de mi joven vecino a mi boca, y comencé a mamárselo, hasta que entendí que estaba a punto de venirse, por lo que me separé de él. Luego me tendí a su lado en mi cama, separé mis piernas, y divinamente sentí como esa joven verga me comenzó a penetrar.
Claro que jamás ni nunca será igual a Raimundo, pero el chico va aprendiendo. A mi esposo, como de costumbre ni cuenta se da de lo que sucede a su alrededor.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513552 veces