Mi vecino me rompió el culo

Ahora tengo 18 años y esto que voy a contar sucedió hace tres, en verano. Hacía mucho calor y yo estaba en casa fresquita, tan solo con unas pequeñas braguitas y una camiseta corta que dejaba a la vista casi todo. Mis padres habían salido a visitar a unos amigos y yo me había quedado en casa escuchando música y distrayéndome con el ordenador. En eso que sonó el timbre. Era Bernabé, mi vecino. Rondaba los 50 como mi padre. Vivía con su mujer y su hija algo mayor que yo y con la que me llevaba muy bien. Se sorprendió de verme medio desnuda, yo no me hubiera dado cuenta de no ser por la forma en que me miró que parecía que se le iban a salir los ojos. Quería que mi padre le dejara un DVD del que hablaron el día anterior. Le dije que estaba sola pero que si quería que pasase y buscábamos el DVD entre los dos. Fuimos primero al despacho donde estaban todos los discos pero no aparecía el que buscaba. Lo que sí buscaba con su mirada eran mis braguitas y mi escote porque cada vez que me agachaba se me veían las tetas. A mí no me importaba, incluso me excitaba que me mirara. Fue entonces cuando pensé que tal vez tuviera el disco en su dormitorio, y allí nos dirigimos. Cuando abrimos el cajón de la mesita lo que encontramos fue la caja de preservativos.
-¡Vaya, parece que a tus padres les gusta follar! -me dijo en tono jocoso-. ¿Tú no usarás esto todavía, verdad?
Me pilló desprevenida con su comentario y su pregunta, y por no parecer una mojigata (en realidad soy virgen aún) le mentí:
- Claro que los uso, cuando viene algún amigo nos divertimos con un poco de sexo.
- ¿Y cuándo fue la última vez que follaste, Sandra? –me preguntó al tiempo que me agarraba de la cintura. Yo estaba muy cortada y no sabía qué responder. Tenía que seguir mintiendo.
- Pues la otra tarde sin ir más lejos. Mis padres salieron y yo aproveché para echar un polvo con un amigo.
- Hoy también estás sola. Igual te apetece un poco de sexo –me soltó mientras bajaba su mano para introducirla entre mis bragas y tocarme el culo. No supe reaccionar pues yo misma originé la situación con mi mentira. Lo dejaba hacer. Me estaba gustando sentir su mano varonil en mi trasero, sobre todo cuando de pronto me metió uno de sus dedos por el orificio anal. Se me escaparon unos gemidos mientras respondía a su petición.
- ¡Mmmmmmmm, me gusta ese dedo ahí metido! Un poco de sexo nunca viene mal.
Como cualquier adolescente de mi edad, me gustaba masturbarme por las noches antes de dormirme mientras pensaba en vergas enormes que me rompían el culito o me penetraban el chocho de manera bestial. Pero eso eran fantasías, y ahora tenía a un hombre de verdad con un dedo dentro de mi culito y dispuesto a algo más. Pero no quería que descubriese que era virgen, así que le di una excusa:
- Me gusta practicar sexo, soy una chica sin prejuicios y muy liberal, pero me has pillado con la regla y no vamos a poder hacerlo.
- Bueno, Sandrita, ¿y para qué tienes el culito además de para cagar? Seguro que ya te lo han roto más de una vez.
Por supuesto, ni me lo habían roto, ni había tenido una verga para ninguno de mis agujeros, pero tenía que seguir con la mentira.
- Bueno, ya me han perforado el culo algunas veces, pero no ha sido muy en profundidad, en realidad no me lo han roto, lo que se dice roto.
- Pues si tú quieres te presento a mi verga y le decimos que te lo rompa bien roto, ¿te parece?
- Me parece.
Y antes de que acabara, Bernabé me quitó el top y las bragas dejándome totalmente desnuda. Yo estaba muy nerviosa y excitada y no sabía qué hacer, así que me dejaba hacer de todo. Me sobaba las tetas mientras me chupeteaba la boca con su lengua. Yo la abría para que la metiera bien. Luego él se fue desnudando hasta que finalmente me dejó ver su enorme verga, que daba respingos hasta quedarse tiesa y levantada. Tenía ya en la punta unas gotitas de leche debido a su excitación y yo me sentía mojada, como cuando me masturbaba. Era la primera vez que estaba desnuda con un hombre con la polla tiesa lista para penetrar y no sentía ninguna vergüenza, al contrario me sentía feliz y excitada por la situación.
Bernabé me colocó sobre la cama a cuatro patas y él se puso detrás de mí. Con mucha delicadeza se puso a acariciarme el trasero y de vez en cuando llevaba la mano hasta mi vulva y me masturbaba dándome un placer infinito. Cuando los dos estábamos a cien, me echó saliva en el agujerito y me intruso poco a poco su gruesa y durísima verga. Aunque me dolía al principio, disimulé para que no se percatase de que era novata y virgen también por detrás. Pero una vez dentro del todo me llevó al éxtasis con el coito anal, me rompió el culo por dentro pero fue una experiencia fantástica. Me corrí como una puta, expulsando gran cantidad de líquido, y él eyaculó dentro de mí, me llenó todo el recto de semen. Cuando sacó la polla de mi culo me pidió que se la chupara y así hice. Tampoco quise parecer una niñata y le hice una mamada bien rica. Luego le lamí muy bien todo el rabo para limpiárselo y dejarlo reluciente, aunque poco después empezó a desinflarse y se le quedó colgando. Aún así era excitante seguir viendo aquella verga tan hermosa y yo no pude evitar tocársela y acariciarla. Entonces me pidió:
- Me gustaría follarte el coño la semana que viene, ¿te apetece?
Ya no podía dejarlo, tenía que seguir para adelante con todo.
- Dentro de una semana mis padres se van fuera toda la tarde. Vente y echamos un buen polvo. Te va a gustar mi chocho tan apretadito y jugoso –le dije llevándome la mano a mi coño.
- ¡Me encanta ese conejito tuyo tan bonito y peludo! Pero me apetecería follarte con el coño completamente depilado. ¿Lo harás por mí?
- Por supuesto, Bernabé, por ti hago lo que haga falta. Quiero tenerte contento, a ti y a tu polla.
Luego nos vestimos y antes de irse me dijo:
- Por favor, no le digas a nadie lo que hemos hecho, y mucho menos a mi hija.
- Será nuestro secreto, no te preocupes. Además, si mis padres se enterasen me castigaban seguro.
Bernabé se fue (por cierto, sin el disco) y me dejó con trabajo para la semana. Tenía que depilarme bien el coño y perder la virginidad para que no se diese cuenta de mi mentira. Iba a ser una semana muy movida. En el próximo relato contaré cómo me rompieron el himen.