A continuación leerán parte de mi vida, parte de mis gustos, parte de mi ser, espero sea de vuestro agrado… mi vida desnuda.
Relato
MI VIDA DESNUDA
A continuación leerán parte de mi vida, parte de mis gustos, parte de mi ser, espero sea de vuestro agrado… mi vida desnuda.
Desde pequeña fui desinhibida, en mi primeria inocencia, recuerdo entre nebulosas los fines de semana, cuando acostumbrábamos a ir en familia a las orillas de un rio que atraviesa la ciudad, los días de verano se hacían demasiados calurosos, y mis padres, al igual que a mis hermanas, solo me ponían sandalias para que no me pinchara con la gramilla y la bombachita de la maya dejándonos con el torso descubierto.
Yo era muy feliz en esa situación, me veía igual que mis primos varones y en ese momento no entendía las conversaciones de los mayores, generalmente mi abuela solía increpar a mamá, diciendo que éramos ‘niñas’ y que no era bueno que no nos acostumbren a vestirnos como tales, mamá por su parte, argumentaba que ‘apenas éramos unas angelicales palomitas’, esas discusiones para mi sin sentido solían prolongarse toda la jornada.
Con el correr de los años, comprendí cual era el problema, o el reclamo de mi abuela, y cuando comencé a usar sostén, aunque no tuviera aun pechos desarrollados, añoré la libertad de la infancia.
Papá nos dejó cuando tenía siete años, nunca más lo vi, seguimos solas en el camino, con mamá y mis dos hermanas, una casa enorme para cuatro mujeres solas…
Mamá hacía lo mejor que podía, y en esos días de calor, sin ningún hombre en casa, era normal para nosotras andar solo en tanga, descalzas, sin siguiera un short, sin sostén, a pesar que ya tenía senos incipientes, pero si mamá era nuestro ejemplo y a ella no le molestaba…
La abuela aún vivía, y venía a cuidarnos a diario y en esas horas debíamos estar más acordes a lo que ella tenía como ideales femeninos, a pesar que nosotras éramos reacias a obedecerle, y todo terminaba como de costumbre, con discusiones sin sentido con mamá.
Y algo pasaba en mi cuando estaba semi desnuda, no sé cómo explicarlo, pero me sentía feliz, me sentía libre, me sentía poderosa, me sentía diosa…
En mi adolescencia soporté el dolor de perder a mi querida abuela, quien hasta último momento debatió el punto de las vestimentas con mamá, la abu era única… pero ya sin ella no hubo barreras para nuestras costumbres.
Mis tetas se desarrollaron más que la del resto, eran la envidia de mi hermana mayor, de la menor y hasta de mi propia madre.
Seré honesta, no soy muy alta, y presumo de ser muy bonita, un culo regordete y respingón, piernas torneadas, grandes pechos y cintura de ángel, eso es lo que suelen admirar los hombres en mí, aunque si me preguntan no dudaría decir que lo mejor que tengo es mi cabello largo y femenino.
Llegaría mi primera vez, me había enamorado del chico perfecto, al menos eso pensaba en ese momento, un compañero de colegio, dos cursos mayor que yo.
Éramos humildes estudiantes por lo que apenas juntábamos monedas y no podíamos darnos el lujo de pagar algún hotel alojamiento, por lo que nos rebuscábamos donde y como podíamos.
Mi lugar favorito? íbamos a una plazoleta a dos cuadras del colegio, a un costado tenía un intrincado complejo de árboles medianos al que llamábamos bosquecito, un lugar tranquilo y bastante reservado al que no iban muchas personas, en general, un sitio para amantes.
Marcos, ese era su nombre, era bastante precoz, él me decía que mi manera de ser lo calentaba demasiado y que no podía aguantarse, sin embargo los mejores orgasmos los tuve en ese bosquecito, era como una droga, rápido, con la posibilidad que nos estuvieran observando, en un espacio público, la locura, todo ese entorno era incluso más afrodisíaco que el mismo sexo que él me daba.
Siempre nos internábamos y empezábamos con los besos y las caricias que se hacían cada vez más profundas, más calientes, el metía las manos bajo mi camisa, bajo el sostén y me masajeaba las tetas por largo tiempo mientras yo hacía lo mismo con su paquete, al final el solo me giraba y me dejaba el culo para su lado, me levantaba la corta pollera de colegiala, me corría la tanga y me la metía toda, me cogía como enfurecido, a toda máquina.
Lo normal era que en ese momento ya estuviera apoyada contra un árbol, sacándole culo, acariciando mis tetas semidesnudas y mi clítoris hambriento, todo hasta sentirlo llenarme la argolla de leche.
Luego debía ir rápido a casa, toda chorreada, a lavarme y cambiarme puesto que en poco tiempo ya largaba un aroma nauseabundo producto de las mezclas de nuestros sexos…
Los años siguieron, Marcos fue historia, pasaron otros chicos, otros hombres, pero en todos buscaba un denominador común, el exhibicionismo, era más fuerte que yo y raramente me excitaba la intimidad de un cuarto.
A los diecinueve conocería al gran amor de mi vida, ya me había inclinado por las artes, me gustaba mucho la pintura, la música, lo clásico.
Lo conocí en un museo, ese fin de semana había una exposición de gente del lugar, estaba contemplado unas muestras fotográficas, retratos de mujeres, erótico, producciones muy cuidadas, en lugares públicos, me sentí identificada, creo que se detuvo el tiempo en ese momento, se mezclaba todo lo que yo era y sentía, exhibicionismo, arte, perfección, belleza…
Una voz a mis espaldas me sacó del letargo
- Qué opinas?
Un hombre entre treinta y cuarenta, (tenía en ese momento treinta y siete), perfectamente vestido, con ojos dulces y sonrisa seductora, de manos grandes y perfumado en demasía, su cabello engominado disimulaba algunas canas y su aspecto daba la impresión de una muy buena posición económica, el prosiguió ante mi falta de respuesta
- Yo las tomé, Federico Basiur, para servirte…
Apenas me presenté con una tímida sonrisa y el volvió a hablar
- Mientras miraba las fotos, yo te miraba a ti, eres perfecta y si quisieras podrías ser mi próxima obra de arte…
Ese fue el comienzo de nuestra relación en la que no abundaré en más detalles, lo que empezó como un contacto profesional terminó con el amor más grande que pudiera sentir por un hombre, hombre con el que compartiría los siguientes diez años de mi vida.
Si bien Federico era un solterón, demasiadas mujeres habían pasado por su lecho, las paredes de su loft decoradas con fotografías de su autoría, chicas eróticas sin llegar al porno, de la manera que un cazador que exhibe las cabezas de los animales cazados.
Obviamente yo no era la primera mujer para él, pero me juré en ese momento que intentaría ser la última. Cuando me mudé a su moderno loft, le hice sacar esas fotos y lo decoramos en un tono más familiar, un hogar, alejándolo de ese aspecto de ‘departamento de solteros’, quería que fuera solo mío y esas chicas en la pared me parecían humillantes hacia mi persona.
Al principio todo fue de maravillas, el me llevaba muchos años y con ello mucha experiencia, él tenía otra mirada del mundo, más serena, más calma, nos fuimos conociendo, Federico supo sacar provecho de mi locura por el exhibicionismo y me potenció en ello, me transformó en su única modelo tomándome miles de fotografías.
Poco a poco nuevos cuadros decoraron las paredes del loft, sus obras maestras, y yo su modelo. Y me sentía orgullosa de ello, no me incomodaba los que opinaran nuestras familias y me provocaba alguna risa íntima notar como algunos hombres, como mis cuñados o amigos de Federico parecían quedarse embobados viendo las fotos, como sin poder creer que la modelo estaba en el mismo lugar, en piel y hueso. (Ver nota a pie de página)
Su dinero nos sobraba así que empecé a escribir novelas, me hice un tatuaje de una pluma a un costado de mi vientre en honor a mi profesión, sobre el lado izquierdo, había vuelto a mis días de juventud, en casa solo estaba en colaless, desnuda, descalza, libre, los amplios y traslúcidos ventanales no me daban privacidad al mundo exterior, y eso me excitaba y Federico generalmente terminaba cogiéndome…
Era feliz, y mi hombre empezó también a filmarme, me había transformado en su fetiche y yo me excitaba en serlo…
Tengo grandes momentos de locura que recuerdo de mis días con Federico
… solíamos ir a las plazas públicas, generalmente iba sin ropa interior, en minifalda, acostumbraba sentarme en un banco y el comenzaba a fotografiarme, fotos artísticas, donde en algún punto dejaba al descubierto mi sexo desnudo, pero el siempre buscaba que fuera ‘una situación casual’, eso me daba un morbo especial, me gustaba, me calentaba...
… íbamos a algún café cuando el sol caía, en esos atardeceres de verano, me vestía como una abogada, o una contadora exitosa, cabello recogido, grandes gafas, trajecito de corte italiano, me sentaba a una mesa simulando trabajar con mi notebook, y cuando nadie lo notaba y si lo notaban no me importaba, uno de mis pechos ‘casualmente’ estaba desnudo…
… varias tomas en el shopping, él me había regalado una corta falda tableada que me recordaba a los días de mis estudios secundarios, demasiado corta, sin ropa interior, y simulábamos no conocernos, él tomaba el personaje de un visitante, de esos que filman todo, y casualmente se cruzaba conmigo, filmándome donde fuera, a corta distancia, y lo mejor era subir la escalera mecánica!. Sentirme desnuda, desprotegida y luego verme a mí misma en una filmación, ver mi desnudez, ver lo que otros veían…
… ir a cenar a los lugares más caros y exóticos de la ciudad, para gente de primerísimo nivel, gente que Francisco odiaba, a pesar de tener muchísimo dinero nunca olvidó la pobreza extrema de su niñez, sentarnos a una mesa pedirme que le entregara mi ropa íntima y el solo dejarla como un ornamento sobre la mesa, ante la vista incrédula de los mozos y mozas de turno. Aun guardo fotografías mías cenando a la luz de las velas, con finas bebidas y erótica ropa interior a su lado…
… dejarme conducir su cupé italiana, descapotable, con los cabellos al viento, con el sol pegando en mi rostro, a alta velocidad, con extraños a los lados, con el cinturón de seguridad atravesando perversamente mis pechos apenas cubiertos, con mis piernas abiertas, y mi mano entre ellas, masturbándome, mientras el solo me filmaba o fotografiaba en desde el asiento del acompañante, una locura peligrosa, llena de adrenalina…
Irremediablemente de alguna u otra manera todo esto desembocaba en terribles cogidas, mamadas y hasta culeadas, en lugares insólitos, en baños públicos, en oscuros callejones, en cines, en la playa, bajo la lluvia, donde imaginen.
El sexo solo daba lugar a más sexo y las fotografías solo reflejaban nuestros momentos…
Hace unos años todo empezó a ir cuesta abajo entre nosotros, mi carrera de escritora estaba estancada, en punto muerto y solamente el dinero de Francisco hacía posible que pudiera editar y publicar, pero los resultados eran desastrosos, los números una y otra vez terminaban en rojo.
Estaba llegando a los treinta y necesitaba ser madre, un sentimiento que brotaba de mi interior cada vez con más fuerza y me obligaban a reclamarlo cada vez a más viva voz, pero Francisco pensaba diferente, comprendí que no estaba en sus planes darme un hijo y solo lo motivaba su carrera, las fotografías y mis desnudos públicos dejaron de ser excitantes, ya me molestaba posar para alguien que parecía no escucharme y llegó el momento en que empezó a buscar nuevas modelos.
Comencé a cuestionarme mi relación, hubiera dado la vida por Francisco, pero él me amaba realmente? o solamente era su modelo perfecta para sus obras perfectas en un tiempo perfecto? Se había cansado de mi como se había cansado de otras? Tal vez diez años de convivencia fueran demasiados…
Las discusiones se transformaron en moneda corriente, pasábamos días enteros sin siquiera dirigirnos la palabra, sin mirarnos a los ojos, como perro y gato, me preguntaba cuánto tiempo? cuanto tiempo duraría esto?, no esperé a averiguarlo, preferí dejarlo antes que él me dejara, una fría mañana nos despedimos, sin rencores, sin lamentos, no habría segunda oportunidad.
Esto sucedió hace dos años ya, dos largos años en los que todo fue grises, todo fue triste, y lloré hasta las lágrimas que no tenía…
Pero mi vida está cambiando y otra vez empiezo a ver los colores de la primavera.
Los cambios comenzaron a surtir efecto, dejé la escritura y de un día comencé a pintar, me llena el alma y tengo que decir que me está yendo bastante bien.
Otra vez encontré el placer de provocar con mi desnudez, solo que no lo hago para nadie, lo hago para mi…
Para terminar, hace apenas unos meses sucedió lo siguiente…
Mamá está demasiado mayor, vive sola, después de mi ruptura con Federico me sentía demasiado crecida para volver con ella, ya tenía mis caprichos, mis costumbres, sin embargo fue la primera persona que vino a mi mente cuando me decidí a conocer Europa.
Y partimos las dos, un mes dando vueltas, Italia, Francia, Inglaterra, Alemania y por supuesto, España. Esos días se pasan volando queriendo conocer demasiado en poco tiempo, sabía que probablemente sería mi única oportunidad por lo que me aseguré de elegir cuidadosamente en el menú de opciones que tenía disponible
España es el lugar de mis antepasados y fue donde pasamos la mayor parte del tiempo, en especial guardaré para siempre el recuerdo de Torimbia.
Torimbia se destaca por ser una playa nudista de arena blanca muy fina, agua transparente y muy fría, sólo es posible llegar a pie a través de un sendero. Es una de las playas más bonitas de Asturias por lo que también es frecuentada por no nudistas.
Un día en esa playa nudista sería un sueño cumplido para mí, aproveché un día de descanso, dado que viajábamos sin parar y mamá prefirió quedarse en el hotel, recuerdo que no sabía bien cómo proceder, porque en España puede ser muy natural, pero en Argentina es algo que no existe.
Me depilé por completo, creo que más a la usanza latina que a la europea, no me hubiera sentido cómoda ni bonita con mi concha toda peluda.
El lugar me pareció el paraíso, y cuando me desnudé por completo sentí estar en él, contrariamente a lo que imaginaba cada uno parecía hacer su vida, a pesar de saberme una hembra terrible me sentía rara al ser solo una persona más del montón…
Todo sucedería al atardecer, estaba un tanto aburrida de estar sola y fui a caminar, no tenía mucho más que hacer, de pronto alguien que venía por detrás al que yo no había advertido, me tomó por la mano, giré desconfiada y un tanto asustada, un joven de piel negra y brillante, como la noche, musculoso, alto, de labios gruesos, resaltando el blando de sus ojos y sus dientes, con cabellos a los hombros acomodado en miles de pequeñas trenzas, el empezó a hablarme, noté que era francés, pero de francés no entiendo una palabra, apenas un discreto inglés, pero él hablaba sin parar y yo no le entendía nada de nada.
Al no poder interpretarlo pronto todo su palabrería se tornó monótona, y me dediqué a observar su perfecto físico, musculoso, atlético, recorrí con mi vista su espalda, sus bíceps, su tórax, su vientre y… su pija…
Aclaro que no soy de esas mujeres mironas, pero lo que colgaba entre sus piernas era tan largo y grueso que me era imposible desviar la mirada, el muchacho seguía hablando y gesticulando, pero mi mirada estaba clavada en su verga, él lo notó y poco a poco comenzó a sufrir una lenta pero imparable erección, y a su vez no pude empezar a reírme, era apetitosamente enorme como nunca imaginé un miembro masculino, además ese color negro le daba un atractivo especial.
La gente del derredor parecía hacer su vida sin reparar en la situación, pero todo esto era nuevo para mí y me producía un raro dejo de timidez mezclado con una excitación por lo desconocido.
El moreno aun sin haberme soltado la mano comenzó a caminar hacia un sitio un tanto apartado obligándome a seguirlo, hasta llegar a un lugar muy poco concurrido, entonces llevó mi mano a su verga haciendo que la agarrara entre mis dedos, confirmé lo que pensaba, quería tener sexo, y no iba a dejar pasar la oportunidad…
Era todo demasiado loco, estaba en un lugar inhóspito, a punto de tener sexo con un desconocido con el que ni siquiera podía establecer un diálogo, que apenas hacía minutos que me había cruzado por casualidad en la playa, yo no era así, pero me noté mojada y excitada, y no estaba decidida a perderme la oportunidad de mi vida, nunca había estado con un negro, nunca había tenido algo tan grande a disposición, desnuda, en total libertad…
Él tomó la iniciativa, directamente empezó a besar mi cuello y sentí toda su piel morena apretarse contra la mía, tenía un raro olor, diferente, solo diferente, rasqué mis pezones suavemente contra su pecho, de un lado a otro, pronto una de sus manos envolvió uno con ternura y sentí su dedo pulgar ir de lado a lado sobre mi pezón provocando que se endureciera. Su boca había llegado a mi boca y su lengua invadió mi interior, sentí como sus enormes y gruesos labios me acaparaban por completo y parecían engullirme, una de mis manos acariciaba su nuca, la otra seguía adherida a su verga.
Poco a poco nos dejamos caer y quedé recostada sobre la tibia arena del atardecer, el me envolvía como un pulpo y sus manos me recorrían sin dejar lugar por visitar, me sentía derretir en jugos, mis ojos solo veían el cielo celeste oscuro y algunas copas de palmeras que rodeaban el lugar, mis oídos solo recibían el trinar de algunas aves y el sonido del mar rompiendo olas no muy distante…
Él había bajado un poco y comía frenéticamente mis tetas, una, la otra, ambas, sus labios succionaban mis duros pezones y yo me derretía en esa locura, sentía ya deseos de ser penetrada pero el parecía hacer todo a su tiempo buscando prolongar el momento, siguió bajando lentamente, besando mi vientre, y más abajo, sabía dónde iría y abrí mis piernas invitándolo a bajar, lo perdí de vista, apenas sus trenzas alcanzaba a divisar, cerré mis ojos y mis manos fueron a mis pechos, pronto su boca comenzó a recorrer mi sexo, mis labios depilados, mi hueco mojado, mi clítoris, incluso iba a mi ano para lamerlo pacientemente buscando penetrarlo con la punta de su afilada lengua.
Me sentí venir, no quería hacerlo, pero no podía evitarlo, mis muslos se contrajeron, me aferró con fuerza y solo aceleró el ritmo y la constancia sobre mi botoncito, apreté mis pechos, me sentí sonrojar y quedarme sin respiración, gemí, exploté…
Solo le dije
- Cogeme! Cojeme!
Sabía que probablemente no me entendería, pero eran palabras que salían de lo más profundo de mí ser…
El subió un tanto, aun teniéndome toda abierta para él, sentí refregar su largo sable por mi clítoris que estaba demasiado sensible, al fin lo introdujo en mi agujero, me hizo contraer al golpear en lo profundo de mi ser, fue un dolor tan placentero que necesité otro golpe, y otro, y otro, la sentía tan ancha como nunca había sentido una verga en mi interior, parecía destrozarme poco a poco, cogimos como animales y en cada golpe largaba un gemido y un pequeño orgasmo, era todo perfecto…
Cambiamos varias veces de posiciones, quería sentirla en cada posición posible, jugar a todo o nada.
En un momento quedé sobre el cabalgándolo con las piernas abiertas, buscando la mejor penetración para mi gozo, rasgando mi clítoris sobre su pubis, era demasiado erótico, nuestros cuerpos transpirados con fina arena pegada en ellos, nuestros ojos pecaminosos encontrándose fijamente, tomé una de sus manos y lamí sus dedos, el me observaba atentamente y le gustaba que lo provocara, entonces lo llevé a mi culo, invitándolo a jugar en él, pronto un dedo acarició mi entrada, y al poco tiempo se perdía en él.
El moreno escupió su otra mano y fue directo a ensalivar mi ano, pronto tenía dos dedos dentro y luego tres…
No podía coordinar ni pensar bien con esa enorme pija en la concha y esos dedos entrando y saliendo de mi dilatado culo, simulando una doble penetración.
Entendí entonces que el negro me la daría por el culo en breve, y me hubiera encantado, pero la arena ya empezaba a erosionar mi intimidad haciendo la relación molesta, ese día nos quedaríamos con las ganas de tener sexo anal, la decisión estaba tomada…
Entonces fui por el como él había venido por mí, me escabullí entre sus piernas y me quedé solo observando esa cosa enorme, casi tan larga y tan gruesa como mi antebrazo, empecé a acariciarla, a besarla desde sus bolas a la punta, pelando su glande, hermoso, metiéndolo tan profundo de mi boca como podía, con la fascinación femenina de sumisión ante ese monstruo perfecto…
De pronto el me ayudó, su mano masturbó la base, la mía quedó al medio, y la boca en el extremo, un trabajo de a dos, lo sentí venir…
Solo retiré mi boca, quería verlo…
En la negrura de su piel comenzó a brotar su blanca miel, lentamente, desde la punta, como un tranquilo volcán que derrama su lava, sin poder evitarlo, su jugo fue corriendo hacia abajo, pasando por mi mano, pasando por la suya, más y más, hasta el final…
El abrió entonces sus ojos, nos miramos, sonreímos, me acerqué un poco y volví a lamer su verga que empezaba a perder rigidez, lamí entonces mi mano, lamí la suya, poco a poco fui bebiendo todo el semen derramado, limpiando con sumo cuidado de no dejar nada, de beber hasta la última gota de su rico néctar…
Volvimos a besarnos dulcemente, él tomó el collar de pequeños caracoles que rodeaba su cuello, lo soltó y lo ajustó en el mío, obsequiándomelo con una sonrisa.
No hubo mucho más, cada uno siguió su camino, como extraños, como si nada hubiera pasado…
Cuando volví al hotel mi madre estaba un tanto preocupada por mi ausencia, recuerdo que preguntó
- Hija! Estaba preocupada! Y ese collar?
- No preguntes mamá, mejor no preguntes… - contesté con una puta sonrisa…
Y no me queda mucho por narrar, hoy vivo sola, y me siento bien así, ustedes no pueden verme en este momento para vuestra desgracia, pero juro que estoy cerca de un ventanal bañada por la cálida luz del sol que atraviesa los vidrios, descalza, sentada con mis piernas cruzadas, solo siento la seda de la blanca colaless que cubre mi sexo, mientras termino de presionar las teclas veo mis pechos en segundo plano, con mis pezones afilados en mi campo visual, al fin y al cabo, es mi vida desnuda…
Nota: comparto algunas fotografías que es un momento decoraron las paredes de nuestro loft.
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:57) dice:
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