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Mis amigos, y conocidos me llaman, el chupa viejas…

Relato enviado por : narrador el 29/01/2018. Lecturas: 5097

etiquetas relato Mis amigos, y conocidos me llaman, el chupa viejas…   Maduras .
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Resumen

Y no es desde ahora, sino desde que era adolescente. Ya que lo mío, siempre han sido las señoras mayores. Prefiero aquellas mujeres, hechas y derechas, de cincuenta y tantos, a setenta y tantos. Alegres, simpáticas, llenas de energía, que les guste bailar, no me importa si son viudas o divorciadas, siempre y cuando no tengan marido que las cele. Dispuestas, a pasar un buen rato, sin complejo alguno.



Relato

Debido a ese particular gusto mío, por las maduras, a más de un amigo, conocido, y hasta a parientes mío, les he ayudado a resolver un problema. Como recientemente me sucedió con Gustavo, un primo mío. Ya que resulta que doña Irma su suegra, tras enviudar hace más o menos un año. Se fue a vivir a la casa de mi primo, con el cuento de que no estuviera sola, y de que ayudaría a cuidar a sus nietas. Mi primo me contó, que ya al mes, la vieja había sacado las garras, y quería que todo el tiempo, su hija o sea la esposa de mi primo, la atendiera. Cosa que Marta, la esposa de mi primo, trató de hacer, sin desatender a sus dos hijas pequeñas. Pero a doña Irma eso no le pareció suficiente, y comenzó a generar problemas, entre mi primo y su mujer. Hasta que se dieron cuenta, de que todo se debía a los chismes creados por la misma suegra. Yo me limité a escuchar a mi primo, y sonriendo, sin comprometerme a nada, le dije que se fuera a pasar el fin de semana, con su esposa, e hijas, a la finca de mis tíos, o sea los padres de Gustavo. Ya en varias ocasiones, yo le había echado el ojo a doña Irma, de mediana estatura, de cintura delgada, grandes tetas, y llamativas nalgas, también es cierto que se pinta su corto cabello, de un color rojizo claro, ocultando sus canas, su rostro definitivamente, no es el de una colegiala, y sus manos delatan que ya ronda por sobre los cincuenta y tantos. Pero como es la suegra de mi primo, decidí no calentarme, con la familia. Pero después de que mi primo me contó su problema, que nada perdía con probar, por lo que decidí ir a casa de mi primo, comenzando a caer la tarde, me recibió doña Irma, vestida con una de esas batas caseras. De manera bien seca, me dijo. Tú primo y mi hija, se fueron a pasar el fin de semana, a casa de tus tíos. Yo me hice el sorprendido. Pero de inmediato tratando de ser lo más zalamero que pude, le dije que como era posible, que la hubieran dejado sola. Eso bastó, para que doña Irma descargara todo el rencor contra su hija, y mi primo. Diciendo lo mucho que ella se sacrificaba, por ellos y las niñas. Yo mientras tanto la seguí escuchando, dándole la razón cada vez que podía hacerlo, para que ella se fuera sintiendo bien, en mi compañía. Tan cómoda se comenzó a sentir, que en cierto momento al sentarse frente a mí, se quedó con sus piernas abiertas, mostrándome su peludo coño, apenas oculto por las ajustadas pantaletas que tenía puestas. En ese momento, al ver que ya iba a ser la hora de la cena, me atreví invitarla a que me acompañase a cenar, fuera de la casa. Su reacción inmediata, fue decir que no, pero al insistir de forma y manera tan fina, que finalmente aceptó mi invitación. No sin antes expresarme su preocupación, por lo que la gente que nos viera fuera a pensar. Sonriendo, le dije. Dirán, que tipo con suerte, mira que salir con una mujer tan guapa, y elegante. Eso bastó para que doña Irma, finalmente cambiara de parecer, y aceptase mí invitación a cenar, por lo que mientras yo fui a cerrar mí negocio, ella se fuera a cambiar de ropa, maquillarse, y peinarse. Al principio, y durante la cena, procuré portarme de la manera más respetuosa posible, pero después del postre, y unas cuantas copas de vino Rose. Irma dejó de decirme joven, y comenzó a llamarme por mi nombre, Sigfredo. Y al poco rato, al yo decirle doña Irma, ella me pidió que la llamará Irma solamente. Al terminar de cenar, la invité al negocio de un amigo mío, donde comenzamos a bailar, y seguir bebiendo, ya no el mismo Rose, sino cerveza. Poco a poco, sin prisa, a medida que seguimos bailando, fui diciéndole lo dichoso que me sentía, al estar bailando con ella, al tiempo que la fui apretando contra mi cuerpo, sin que ella mostrase resistencia alguna, su risa a cada cosa que yo le decía, me indicaba, que esa noche, yo chuparía vieja. De la misma manera, sin prisa, comencé a besarla, y acariciar todo su cuerpo, sin que Irma, tampoco opusiera resistencia alguna. De regresó a la casa de mi primo, en la misma sala de la casa, seguimos besándonos, y a medida que la besaba, y acariciaba todo su cuerpo, también le fui quitando casi toda su ropa. Hasta que nada más se quedó con su pantaletas puestas únicamente. Mientras que yo seguía besando, y acariciando todo su cuerpo. Lamiendo y chupando sus oscuros pezones, mientras que Irma, no dejaba de gemir, y de pedirme que siguiera. Así que lentamente, fui dejando de mamar sus grandes tetas, y deslizando mi lengua, me detuve por un rato sobre su vientre. Al tiempo que con una de mis manos, la terminé de desnudar, quitándole sus pantaletas, y dirigiendo mi rostro a su peludo negro coño lleno de canas. Desde el mismo momento en que mi boca tuvo contacto con su abierta vulva, Irma comenzó a gemir intensamente de placer, diciéndome de manera entrecortada, que jamás su difunto marido, le había hecho algo así. Yo seguí, chupa que chupa todo aquel peludo coño, lamiendo los labios de su vagina, y succionando con mis labios su inflamado clítoris. Arrancándole profundos gritos de placer, mientras que ella colocando sus manos sobre mi escasa cabellera, restregaba con fuerza mi rostro contra su coño, hasta que hice que disfrutase de un húmedo, y salvaje orgasmo, como nunca antes en su vida, lo había disfrutado. Ya para esos momentos, yo me había ido quitando toda la ropa, y en ese mismo sofá, apenas pude, la penetré. Irma, llevaba tiempo sin disfrutar de sexo. Pero movía sus caderas, con tal energía, que daba gusto, seguir clavándosela. Una de las cosas que más me excitaron de ella, fueron aquellos gemidos, y gritos de placer, que daba, pidiéndome que le diera más y más duro. Por eso el sabio dicho popular, dice. Gallina vieja da buen caldo. Esa noche, en aquel sofá, Irma y yo en repetidas ocasiones, volvimos a tener sexo, al punto que hasta disfrutamos de un loco 69. El domingo la pasamos juntos, solo que en lugar de quedarnos en la sala, por suerte, nos fuimos a su dormitorio. Ya que a media mañana, justo después de haberme dado una sabrosa mamada a mi verga, y de disfrutar de otro encuentro, pero en su cama. Sentimos que llegó mi primo, con su esposa e hijas. Por lo que yo discretamente, desaparecí por la ventana, para no hacerle pasar una vergüenza, a la suegra de mi primo. Irma y yo durante un tiempo seguimos viéndonos en la casa de mi primo, hasta que la convencí de que regresara a su apartamento, donde tendríamos más libertad, cosa que Marta su hija, al principio no estuvo de acuerdo. Aunque ayudé a Irma a mudarse, y esa primera noche que nos encontrábamos solos, Irma me dio una sabrosa sorpresa, ya que después de haberle mamado su coño, sabrosamente. Me ofreció su apetitoso culo, diciéndome. Que el difunto, jamás llegó ni tan siquiera a pedírselo. Con mi verga bien dura, y después de estar dilatándoselo con mis dedos, la penetré. Así seguimos hasta que a la suegra de mi primo, le dio por ponerse muy posesiva, y celosa. Razón por la cual, haciéndome el inocente, le presenté a uno de mis empleados, un poco mayor que ella, quien trabaja para mí, vendiendo autos. Como a la semana casualmente nos lo encontramos en el negocio de mí amigo, y entre copas, y bailes, convencía a Irma que lo invitásemos a su apartamento. Donde seguimos bebiendo, bailando, y al poco rato entre los dos ya la estábamos besando y acariciando todo su cuerpo. De eso a que ella misma de forma seductora, comenzara a quitarse la ropa frente a nosotros dos, no pasó mucho rato. Para cuando Irma se vino a dar cuenta, mientras que yo le daba por su sabroso culo, mi empleado la penetraba por el coño. Esa noche, Irma se comportó como toda una tremenda puta, mamando nuestras vergas, y pidiendo sin vergüenza alguna, que siguiéramos dándole verga. Ya al mes después de que lo orienté, sobre el punto débil de Irma, ella y yo terminamos. Los dos ahora estaban viviendo juntos, en el apartamento de ella. Mi primo, me está eternamente agradecido, y aunque su mujer no lo quiere reconocer, lo que yo hice con su madre, salvó su matrimonio.


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Categoria: Maduras
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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:26) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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