Lo que les voy hablar, es algo que desde hace tiempo siento que me quema por dentro. No me atrevo a decírselo a mi esposo, porque conociéndolo, como lo conozco, sé que no me diría nada en esos momentos, pero después de marcharse de casa, me pediría el divorcio por medio de un abogado.
Relato
Siendo capaz, de hasta querer quitarme mis hijas. El hablar de esto con alguna amiga, se que eventualmente sería peor, ya que entre eso y hacer una rueda de prensa para contarlo, ya que estoy segura que más personas se enterarían de mi secreto, si se lo digo a alguna de mis amigas. Pero el hacerlo de esta manera, aparte de que me hace sentir mucho mejor, nadie sabe realmente quien soy.
Digamos que mi nombre es Rosa, lo que en parte es cierto. Que estoy casada, desde hace diez años, digamos que con Pepe. Soy la feliz madre de dos lindas niñas, y gracias a mi esposo las tres llevamos una vida bien desahoga. Actualmente ya cumplí los treinta y dos años, mantengo una excelente figura modestia aparte. Aunque no lo crean, por lo que les voy a contar, amo entrañablemente a mi esposo.
De esto que les voy hablar es algo que se viene dando desde que prácticamente éramos novios. La familia de Pepe para esa época era la dueña de una hacienda, que prácticamente estaba perdida. Hoy en día desde que mi esposo, se convirtió en su administrador, es una de las principales productoras de carne de la región, además junto a otros negocios de nuestra propiedad. Bueno resulta que, desde que nos hicimos novios, Pepe siempre insistió en que lo acompañase de vez en cuando a pasarnos unos días en la hacienda, lo que a mí me resultaba y resulta aun, algo muy relajante, ya que mientras que él se encargaba de sus asuntos, yo salía a dar mis caminatas.
No es que sea una maratonista, ni nada de eso, simplemente me agrada caminar sobre todo por un área boscosa, por la que pasa un riachuelo, en el que en varios lugares me puedo bañar, escuchar a las aves, ver la vegetación, acostarme sobre la misma tierra y ver pasar las nubes, oler el rico aroma del campo, en fin como verán ese sitio para mí es casi mágico.
Sería la cuarta vez que visitaba ese lugar, cuando me encontré con él, y a él lo seguiré llamándolo así, él. Yo daba una de mis acostumbradas caminatas disfrutando paisaje, cuando al pasar por una de las veredas cercanas al riachuelo, me encontré con él de frente. Los dos nos quedamos viendo sin decir palabra, era la primera vez que lo veía, él es una persona no muy alta, delgado, por su forma de vestir, intuí que era uno de los peones de la hacienda. A medida que nos fuimos acercando, vi un algo especial en su mirada, él definitivamente no era mi tipo, pero su manera de mirarme, me hizo estremecer hasta la más profunda e intima fibra de mí ser.
A cada paso que dábamos, sentía que mi corazón se quería salir de mi pecho. En mi vida me había sucedido algo semejante, por naturaleza, soy bien recatada y conservadora. Pero lo que me sucedió ese día, en esa primera vez que nos encontramos, es algo que nunca me he querido o he podido explicar. Ya que a medida que nos fuimos acercando, yo sentí su intenso interés en mi, y pienso que él sintió mi interés en él.
Ya a pocos pasos el uno del otro, de momento, me entró un pánico tremendo, no por la manera en que él me miraba, sino por las cosas que rápidamente pasaron por mi mente. Yo bien pude, dirigir mi vista hacía otro lugar, y hasta desviar mis pasos lo suficiente como para no quedar frente a él, pero no lo hice, los dos por unos segundos nos quedamos viéndonos directamente a los ojos, y sin decirnos nada, ya que no hacía falta. De momento y sin decirnos nada, nos comenzamos a besar como si fuéramos viejos amantes. El calor que sentí por todo mi cuerpo, no era igual al que sentía cuando Pepe me besaba, y aunque en esos momento era mi novio, ya en múltiples ocasiones, habíamos llegado a disfrutar intensamente e íntimamente el uno del otro, claro sin que ni sus padres, ni los míos se enterasen.
Los besos de él hicieron que perdiera la cabeza, cuando sentí como sus manos comenzaron a recorrer todo mi cuerpo, fui incapaz de ponerle un alto, y detenerlo. Es más a medida que sus labios y los míos se juntaban una y otra vez, yo desee intensamente que me hiciera completamente suya, era como si en esos momentos, me hubiera vuelto loca. No quería pensar en Pepe, ni en nuestra futura boda, ni en todo lo que podía perder si alguien nos descubría. Simplemente deseaba intensamente que me hiciera suya en ese mismo lugar.
Yo misma en esos momentos y más tarde aun, me sorprendí de mi atrevimiento, ya que en el desespero que sentí, comencé a desabotonar mi vestido, y apenas pude lo dejé caer al suelo. Quedando prácticamente desnuda entres sus brazos, él al darse cuenta continuó besándome y acariciándome por todos lados, lo que más placer me producía. Él comenzó a soltarse la correa del pantalón y apenas lo hizo, lo dejó caer.
En ese momento, algo que en muy pocas y contadas ocasiones le había llegado hacer a Pepe y mayormente por solicitud de mi novio en esos momentos, lo hice. Me agaché o mejor dicho me arrodillé ante él, voluntariamente. Para encontrarme que él no usaba ropa interior, frente a mi rostro estaba su erecto miembro, el que yo tomé entre mis dedos y con una pasión que fluía dentro de mí, conduje su glande a mis labios, con los que comencé a besarlo, para casi de inmediato sin escrúpulo alguno introducirlo casi por completo dentro de mi boca.
Por un rato estuve, al tiempo que prácticamente me lo tragaba por completo, preguntándome a mi misma si me había vuelto loca. No fue hasta que él extrayendo por completo su miembro de mi boca, se recostó a mi lado, ambos nos seguimos besando, al tiempo que él hábilmente, se deshizo de mi ropa íntima, los dos nos encontrábamos tirados sobre el suelo, desnudos, besándonos una y otra vez, hasta que yo sin pensarlo prácticamente, abrí mis piernas y comencé a sentir como él me comenzaba a penetrar divinamente, mi húmeda y caliente vulva.
En mi vida había hecho algo semejante, en pleno día, bajo ese sabroso sol abrazador, los dos nos encontrábamos sin importarnos nada, a medida que él me continuaba penetrando, la satisfacción que yo sentía era tremenda, tanto así que no me preocupé en lo más mínimo por acallar mis gemidos. Él Por un rato estuvo, sobre mi cuerpo, mientras que yo permanecía al principio con mis piernas bien abiertas, al tiempo que me penetraba una y otra vez, me chupaba divinamente mis senos, o me volvía a besar con locura.
Por mi mente pasó fugazmente la imagen de Pepe, pero a medida que él me penetraba y me hacía sentir por las nubes, yo movía mis caderas como una loca desenfrenada, hasta que en medio de nuestro encuentro, disfrutase de un orgasmo como nunca antes lo había disfrutado. Él también alcanzó su clímax, quedando unido a mi cuerpo por un largo rato hasta que finalmente nos separamos.
No nos dijimos nada, pienso que al igual que yo él sabía que eso había sido algo salvaje, pura pasión animal, pero ni él era para mí ni yo para él. Prácticamente tal como llegó se marchó apenas se pudo poner sus pantalones, mientras que yo me lavaba en la orilla del riachuelo, observando como de mi cuerpo manaba su semen. No saben lo que sufrí después de eso, no por temor a quedar embarazada, ya que para esos momentos tomaba la píldora. En mi cabeza, la que parecía que fuera a estallar, no me dejaba de recriminar el haberle sido infiel a mi novio. Pero apenas terminé de vestirme y comencé a caminar nuevamente, todas las ideas tontas de confesárselo, desaparecieron. Me dije a mi misma que fue algo que sucedió, que no fue algo que busqué, pero que más nunca volvería a suceder.
Lo que después de todo fue mentira, ya que durante mis siguientes visitas a la hacienda, una de las cosas que llevaba más presente en mi mente, era salir a dar nuevamente otra caminata. Las que he continuado dando, por espacio de más de diez años, tiempo que eventualmente he ido conociendo poco a poco a mi amante, y él me ha ido conociendo a mí. En efecto es uno de los peones de la hacienda, tiene mujer y un sin número de hijos, mi esposo y yo somos padrinos de varios de ellos. Su mujer a la que trato ocasionalmente, pienso que la mayor parte del tiempo se la pasa embarazada.
Hay cosas que él y yo hemos hecho, que de seguro, nunca las ha hecho con su mujer y no creo que las llegue hacer nunca. Al igual que yo hay cosas que jamás he llegado hacer con Pepe, y no creo que las lleguemos hacer jamás. Como la vez que decidí esperarlo completamente desnuda, oculta y recostada contra un árbol acariciando seductoramente mi recién depilado coño, él nada más al verme así desnuda con mis piernas bien abiertas, pasando mis dedos por los labios de mi vulva, se arrojó sobre mí y de inmediato sin detenerse a perder tiempo se dedicó a lamerla toda y chupar mi clítoris, hasta que hizo que estallara un sabroso orgasmo dentro de mi cuerpo.
O como la vez que nada más de verlo, supe que deseaba darme por el culo. Esa tarde yo cargaba puesta una falda corta, la que sin demora alguna me levanté, mientras me recostaba boca abajo sobre la tierra. Él se me acercó por detrás, y sin demora me bajó las pantis, hasta quitármelas completamente. Sentí sus fuertes manos acariciando mis nalgas, y dejé escapar un profundo gemido, después de eso para mi sorpresa lo siguiente que sentí contra mi esfínter fue su lengua húmeda y atrevida lamiéndome hasta donde físicamente le era posible. Así permaneció un buen rato hasta que yo algo desesperada le rogué que continuase.
Sus dedos me fueron dilatando lentamente, al principio uno, luego dos y así sucesivamente hasta que los extrajo y de inmediato comencé a sentir como su miembro comenzaba a penetrarme, aunque lo cierto es que me dolió mucho al principio, después de un corto rato, ese dolor se fue transformando en algo indescriptiblemente sabroso. Él me tenía tomada por las caderas, y al tiempo que me continuaba penetrando de manera salvaje casi como un animal, mientras que para no quedarme atrás yo restregaba con furia salvaje mis nalgas contra su cuerpo, buscando continuar sintiendo ese extraño placer que me provoca el estar con él.
Aunque la casa grande, donde mi marido y yo nos quedamos, queda bien retirada de donde vive él, con su mujer. Creo que basta que yo ponga un pie en el bosque, para que él sepa que me encuentro ahí. En estos diez años, mi marido jamás ha sospechado nada, y eso que en más una ocasión ha estado a punto de descubrirme con las manos en la masa. Como la vez que salió a montar a caballo, por el rumbo donde mi amante y yo acostumbrábamos a encontrarnos. Esa tarde ya los dos nos encontrábamos desnudos, disfrutando alegremente dentro de una de las pozas que se forman en el riachuelo, cuando sentimos el cabalgar de un caballo. Lo que apenas nos dio tiempo de ocultarnos, en una especie de cueva que se formaba bajo las raíces de un viejo pero frondoso árbol, a la orilla del riachuelo. Por suerte nuestras ropas quedaron en la orilla del otro lado, ocultas de la mirada de mi esposo, gracias a un pequeño arbusto. A medida que él me estaba clavando su miembro dentro de mí, yo procuraba permanecer en silencio, para que mi marido no se diera cuenta de lo que sucedía entre su peón y yo, prácticamente bajo sus propios ojos.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513553 veces