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Mis días con Romualdo

Relato enviado por : Anonymous el 09/07/2004. Lecturas: 3706

etiquetas relato Mis días con Romualdo .
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Resumen
Los últimos días que pasé con uno de mis mejores amantes.


Relato
La noticia me cayo como un balde de agua fría. Aunque ya me había contado sus planes al respecto, no pensé que fuera a irse tan rápido. Me había acostumbrado tanto a él que sentía como una parte del corazón se me desgarraba cuándo me enseñaba el pasaje de la "Chevallier", con fecha para dentro de una semana y media.

En Tucumán lo esperaba su familia, una esposa y nueve hijos, quienes, al parecer, ya le habían perdonado los desbordes del pasado.

Aunque la pena era grande, me alegraba por Romualdo, y si bien la separación estaba próxima, con fecha y hora de partida, sabía que, en algún momento, volveríamos a encontrarnos.

Mientras tanto estaba decidida a aprovechar al máximo esos últimos días juntos.

Ustedes bien saben que desde que salió de la cárcel y se instaló en lo de Pablo, nos echábamos un par de polvos diarios, y así y todo quería más, necesitaba más.

No me cansaba de sentirlo adentro, de tenerlo conmigo, formando parte de mí, acoplándose a mi cuerpo en forma completa y absoluta.

Esos momentos eran sumamente especiales, momentos en los cuáles experimentaba en todo su esplendor el inigualable poderío de los sentimientos.

Lo de la mañana ya era una costumbre. Mi marido se iba al trabajo, y yo, todavía en camisón, subía a echarme con él uno mañanero.

Luego, por la tarde, salía antes de la clínica y compraba algunas cosas para hacerle la comida. Me encantaba prepararle la cena.

Recuerdo de estar picando papa y zanahoria para hacer una ensalada rusa, cuándo él se me acerca por detrás y me apoya de esa forma incisiva y categórica que tanto me agrada, acomodando su palpitante bultazo justo entre mis nalgas.

-¿Hay algo para pellizcar?- me pregunto susurrándome al oído, sorbiéndome el lóbulo de la oreja.

-Podes servirte lo que quieras- le dije, restregándome contra él, aceptando de muy buena gana tan complacientes caricias.

-¿Lo que quiera?- inquirió en tono malicioso.

-¡Lo que quieras!- le repetí sugestivamente.

Entonces, sin más dilaciones, me bajo la pollera y la bombacha hasta los tobillos y, postrándose tras de mí, me mordió suavemente los cachetes de la cola, evidenciando la atracción extrema que esa parte de mi cuerpo ejercía sobre él.

Enseguida, y con mi total beneplácito, deslizó la lengua por mi profunda e incisiva raya, hurgándome el agujero del culo con la puntita.

Estuvo ahí un buen rato, explorándome lo más profundo posible, tras lo cuál se levanto y desabrochándose el pantalón peló esa tercera pierna que me erizaba hasta el último pelito de la nuca.

A esta altura el ruido del cierre al bajarse constituye auténtica música para mis oídos, por lo que ni bien lo sentí, eché la colita más atrás todavía, entregándome sin renuencia alguna a su imponente virilidad.

Debido a su monumental tamaño, no le fue posible metermela a la primera.

Tengo el culo roto, pero no tanto como para recibir semejante magnitud así en seco, de modo que resolviendo prestamente la situación con un poco de mayonesa, la que iba a utilizar para prepararle una ensalada rusa, ahí si que mela calzó con todas las de la ley, reventándome los intestinos con ese mazacote hinchado de carne y venas.

Por supuesto que ya me había culeado infinidad de veces, pero siempre era como la primera, como si recién me lo estuviera rompiendo, por lo que la sensación de gozo y placer se multiplicaba por miles.

Entonces ya adentro me aferraba de la cintura y me daba con un embale feroz y despiadado, desnucándome con cada una de esas brutales arremetidas que me sacaban de quicio.

Mis gemidos estallaban al ritmo que él imprimía desde atrás, componiendo el acompañamiento sonoro ideal para la furiosa escena de amor que compartíamos.

Sin dejar de surtirme, llevaba sus manos hacia mis pechos, por debajo de la blusa, y me los amasaba tierna y bruscamente.

Al mismo tiempo yo deslizaba una mano hacia mi entrepierna y me masturbaba, confluyendo con él en un goce por demás sublime y espectacular.

Ahí me la dejo bien clavada en el fondo, y, acabándome adentro, me rebalsó con ese fluido vital suyo que ya formaba parte de mi dieta diaria.

Ya fuera por atrás, por adelante ó por la boca, no pasaba un solo día sin que recibiera mi habitual ración de leche. Ese caudal efusivo y rebosante con el cuál tanto me gustaba empalagarme.

Echando la cabeza hacia atrás, para apoyarla en su hombro, disfruté plenamente esa balsámica disolución, dejándome fundir el culo con ese fuego líquido que, filtrándose por cada resquicio de mi cuerpo, ya pasaba a formar parte de mi propia esencia.

Así era todo con Romualdo, coger, culear y chupar, no en ese orden precisamente, pero si lo que hacíamos siempre que estábamos juntos.

Y lo que haríamos durante los días precederían a su partida.

Como me gustaba. Como después de su alejamiento ya no sería.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:57) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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