Esto sucedió hace muchos años, pero aun me siento como si hubiera sucedido el día de hayer.....
Relato
Desde bien joven, o mejor dicho desde niño. Me di cuenta de que algo que siempre me llamaba la atención, era la ropa femenina. Pero no el vérsela puesta a las mujeres, sí no el usarla, y por eso me llevé desde pequeño muchos regaños, por parte de mis padres. Por lo que también aprendí a disimular mis gustos desde temprana edad, me supongo que al igual que a muchas de las personas que tiene ese mismo gusto que yo. Ya entre los doce y trece años, ya era, por decirlo así, un experto en ir desapareciendo la ropa de las mujeres de casa.
Sabía que mi madre dejaba de usar una falda o vestido, cuando se le manchaban, si alguno de sus sostenes perdía aunque fuera uno solo de los pequeños ganchos para cerrarlo, dejaba de usarlo y los botaba en la basura, y si sus pantaletas eran del mismo juego también las botaba. Por otra parte mi hermana mayor, al igual que mi madre no le gustaba ponerse nada manchado, pero en cuanto a su ropa intima era muy desordenada. Bueno yo esperaba pacientemente a que ellas se deshicieran, tanto de su ropa, como de todas aquellos artículos para maquillarse, incluso hasta una peluca que a mi hermana no le gusto la que recogía de manera discreta al igual que el resto de las demás cosas, y guardaba en mi escondite en los terrenos de tras de casa. Para luego ya a solas y a escondidas, disfrutar poniéndome todos mis tesoros. Con el tiempo, también rescaté un viejo espejo, además de un viejo sofá, que bastante trabajo me costó llevar hasta mi escondite.
Ya a los trece, debido a mi curiosidad, me di cuenta de que cuando me tocaba ciertas partes de mi cuerpo, lo disfrutaba tremendamente. Claro que después de que vi una revista porno, que un tío mío dejó en casa, en el que a una tipa se lo estaban introduciendo por el ano. A solas me sentía toda una reina, me cambiaba de ropa y masturbaba, mientras que con algún juguete improvisado me penetraba yo mismo tirado en el sofá, frente al viejo espejo.
Fue cuando por accidente, por lo menos así fue la primera vez, encontré cerca de mi escondite a Fermín, el hijo de un vecino nuestro, el chico era unos cuatro años mayor que yo, su padre lo dejó trabajando como agricultor en lugar de mandarlo a la escuela, ya que siempre decían que Fermín era medio bruto. En el momento en que me lo encontré él estaba orinando al pie de un árbol, cuando yo pasaba rumbo a mi escondite. El ver su miembro, en esa época el mío era mucho más pequeño, Fermín lo sujetaba entre sus dedos, mientras que con su fuerte chorro de orine, regaba las raíces de ese árbol, eso de inmediato me llamó la atención de manera increíble. Estoy seguro que él se dio cuenta de eso, pero no dijo nada, simplemente de la manera más descarada, sacudió su miembro frente a mí, como si yo no existiera. Después de ese día, cada vez que podía esperaba que él fuera a limpiar la siembra de plátanos, para nada más verlo orinar. En ocasiones, cuando lo estaba espiándolo, si Fermín se daba cuenta de que yo andaba por los alrededores, me llamaba para preguntarme alguna tontería, mientras sin vergüenza alguna se dedicaba a orinar frente a mí.
Después de lo cual, yo rápidamente tras responderle me despedía y salía corriendo a mi escondite, donde al llegar me cambiaba de ropa, poniéndome las primeras prendas femeninas que me encontraba, mientras me veía en el espejo, para de inmediato ponerme acariciar mis nalgas y posteriormente introducirme alguno de mis juguetes por el ano, para luego de haber hecho eso comenzar a masturbarme como un desesperado. Hasta que finalmente, en medio de mi excitación, recordando el miembro de Fermín entre sus dedos, terminaba por venirme y eyacular entre los mío, para con ellos volver acariciar mis nalgas.
Después de todo ese desenfreno, extraía mi juguete de mi ano y me limpiaba, pero me quedaba vestido de chica por un buen rato, para después con calma volver a cambiarme de ropa. Eso era algo que casi hacía diariamente, al principio a pesar de mi excitación, me cuidaba de que nadie me viera entrando en mi escondite. Pero con el pasar de los meses, dejé de ser tan cuidadoso, y finalmente un viernes cuando comenzaba a anochecer, hora en que mi padre y mi madre salían con rumbo a la ciudad, y no regresaban hasta ya muy entrada la madrugada. Después de que terminé de hacer todo eso, y recién me había extraído de entre mis nalgas uno de mis juguetes, y aun continuaba vestidito completamente de mujer, cuando irrumpió en mi escondite Fermín.
El susto que me llevé fue tremendo, lo cierto es que nunca pensé que alguien me llegase a descubrir. Al él verme sus ojos parecían salirse de sus orbitas, por un rato se quedó en silencio observándome, mientras se tocaba la quijada con su mano derecha, como pensando que hacer. Yo lo cierto es que me quedé petrificado, completamente vestido de chica con peluca y todo, y después de un rato su mirada cambió y me dijo. Ha pero si tu eres el hijo de mis vecinos, el que se me queda viendo la verga cuando estoy orinando, con razón. Ya sabía yo que tú eras raro, bueno vamos a ver que dicen tus padres cuando te vean así, en ese instante le dije como quien ha triunfado, que ellos dos habían salido y no regresaban hasta el sábado. Entonces Fermín dijo. Deja que le cuente a todo el mundo, como te encontré. En ese instante me dio un pánico tremendo, nada más de pensar, no tan solo en lo que me diría la gente sino en lo que me harían mis padres, me puse a llorar. Al tiempo que Fermín me sujetó fuertemente por uno de mis brazos, impidiendo así que saliera corriendo.
Lo escuché volver a decir, en tono bien amenazante, que me llevaría así vestido a mi casa, pero por toda la carretera. Yo estaba tan asustado que llorando comencé a pedirle o más bien a rogarle que no lo hiciera, que yo haría todo lo que él me dijera que hiciera, sin pensar en lo que me esperaba, pero que no le dijera nada a nadie y mucho menos a mis padres. Fermín al escucharme, sin soltarme el brazo, me dijo. Qué bien trato hecho, yo no digo nada a nadie ni a tus padres, pero a cambio tú desde ya haces todo lo que yo te ordene. Yo mientras él me decía eso, asentía con mi cabeza, sin pensar en más nada, hasta que lo escuche decirme. Bueno agáchate y ponte a mamar.
Aunque en infinidad de ocasiones había fantaseado con tener entre mis manos su miembro, una cosa era imaginarlo y otra que me viera obligado a mamárselo de verdad, y vestido así como estaba. Mientras aun me tenía bien sujeto por el brazo, con su otra mano abrió la bragueta de su pantalón y extrajo con sus dedos su semi erecto miembro. El que yo al verlo me asusté más todavía, y hasta traté de soltar mi brazo, pero fue algo inútil, ya que su fuerte mano me sujetaba firmemente. Fermín dándome una sacudida me dijo, o prefieres que todo el mundo y tus padres se enteren de que ellos tienen otra hija. Resignado me arrodillé frente a mi vecino, y lentamente fui dirigiendo mi mano derecha a su miembro. El que cuando lo agarré con mis dedos, parecía tener vida propia, palpitaba y al tacto lo sentí caliente. De manera torpe, comencé agarrarlo, con algo de miedo o repulsión, pensando en que él me había dicho que me pusiera a mamar.
Fermín sin soltarme, me repitió que se lo mamase, ya con su miembro frente a mi rostro, por lo que resignado y cerrando mis ojos, dirigí su ya erecto miembro directo a mi boca. Al principio aunque de manera bien torpe me puse a mamar su verga, comencé a sentir como esa cosa dura, caliente y con ese raro sabor, como entraba y salía de mi boca. En cierto momento hasta me produjo algo de nauseas, pero otra fuerte sacudida que me dio Fermín hizo que desaparecieran las ganas de vomitar. Yo únicamente me dediqué a mamar, pensando en hacerlo lo mejor posible, y hasta en cierto grado disfrutando de tener semejante cosa dentro de mi boca. Cuando Fermín me dijo, bueno nena, ahora ponte en cuatro para que realmente sepas lo que es bueno.
Una cosa era estar mamando y otra muy diferente el que él me lo fueran a meter de verdad, y aunque al principio me negué con todas mis fuerzas, Fermín sin dejar de sujetarme, me colocó sobre el sofá boca abajo. Y de un solo tirón me arrancó las pantis y medias que estaba usando en esos momentos, para luego levantar la corta falda que tenía puesta. El peso de su cuerpo sobre el mis piernas separadas me impedía escapar, fue cuando comencé a sentir sus dedos, primero entre mis nalgas, y casi de inmediato los fue enterrando poco a poco, mientras me seguía diciendo. Nena, no te trinques, relájate, porque si no entonces si te va a doler, putita. Yo lo escuchaba tratarme como si fuera una chica, y en medio de todo eso me gustaba. Quizás como momentos antes de que él llegase, yo había tenido un de mis juguetes favoritos enterrado entre mis nalgas, sus dedos no me lastimaron realmente, sino más bien todo lo contrario. Pero aun y así yo seguía protestando, y hasta diciéndole que no era una mujer.
A los pocos segundos de estar hurgando con sus dedos dentro de mi cuerpo, los sacó y casi de inmediato sentí como su miembro comenzaba a penetrarme, a pesar de mis esfuerzos por librarme de él. Aunque el juguete que había estado usando previamente, era uno de los más largos y gruesos que tenía en mi escondite, cuando comencé a sentir su barra introduciéndose dentro de mi culo, por el dolor se me han salido las lágrimas, eso sin contar la cantidad de gritos que pegué. Pero por lo visto a Fermín eso lo tenía sin cuidado, ya que continuo, penetrándome hasta que su cuerpo estuvo por completo pegado al mío. En cosa de segundos, comencé a sentir algo extremadamente rico y diferente. Comencé de manera casi involuntaria a mover mis nalgas, mientras que él aparte de comenzar a meterlo y sacarlo sabrosamente, me decía. La verdad no dices lo chiquita que eres, para lo mucho que sabes putita. Después de eso, sentí su boca por todo mi cuello y orejas, las que chupaba insistentemente, mientras continuaba penetrándome rítmicamente.
A medida que continuaba metiendo y sacando su verga de mi culo, y mordisqueando mi cuello, me comenzó a decir lo sabroso que me movía, y que desde ese momento, yo sería su puta privada. A lo que yo con la voz más femenina que podía poner le decía y repetía constantemente. Si papito, lo que tu digas de hoy en adelante seré tu putita privada. Desde esa noche y los siguientes siete u ocho años, por lo menos una o dos veces en semana, me escapaba de noche de mi casa, para después de atravesar nuestro patio, llegar a los terrenos de su casa, vestirme con ropa de mujer y satisfacer plenamente a mi macho. Pero desde los quince años, yo comencé a serle infiel, con varios de mis compañeros de clase. Cosa de la que espero hablarles próximamente.
Yadira y yo que me llamo Luis, llevamos varios años de casados, pero no nos consideramos una pareja común y corriente, ya que desde que éramos novios nos dimos cuenta que tanto ella como yo somos personas de mente abierta, ella no se considera dueña de mi cuerpo, ni yo tampoco me considero dueño del suyo, por lo que si nos place en algún momento llegar a tener relaciones con otra persona, las disfrutamos abiertamente, sin que por ello el amor que nos sentimos mutuamente se vea lesionado o disminuido. En ocasiones tanto ella como yo también le damos rienda suelta a nuestras fantasías, con la completa colaboración tanto mía como de parte de ella.
Relato erótico enviado por narrador el 13 de March de 2011 a las 21:45:11 - Relato porno leído 121178 veces