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No es que yo sea media putona, la verdad es que mi esposo es un gran cabrón.

Relato enviado por : narrador el 06/06/2014. Lecturas: 6109

etiquetas relato No es que yo sea media putona, la verdad es que mi esposo es un gran cabrón.   Confesiones .
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Resumen

Después que tanto mi esposo Emanuel, y yo nos enteramos que ninguno de los dos podríamos llegar a tener hijos. Cambiamos nuestra manera de comportarnos, ya que a los dos nos dio por beber, y salir a bailar.




Relato

Ya llevamos un tiempo en esa rutina, cuando en una ocasión, casualmente en uno de esos bailes a los que asistíamos, llegó un tipo, y de la manera más descarada, y frente a mi esposo, comenzó atacarme. A medida que bailaba conmigo, no dejó de acariciar mi cuerpo, tratando de besarme, y de pedirme que me acostase con él. Que de no ser porque andaba acompañada por mi esposo, seguramente le hubiera dicho que si. Pero yo me asusté, tanto que lo dejé bailando solo en el medio de la pista, y de inmediato me fui donde Emanuel, consciente de que mi esposo estaba al tanto de todo, ya que no dejo de vernos bailando.

La cosa es que cuando se lo comenté Emanuel, él no pareció molestarse en lo más mínimo, es más hasta me preguntó, ¿y si yo no estuviera aquí, te acostarías con él?  Yo me quedé en silencio, sin saber que responderle. Hasta que Emanuel continuó diciendo, al tiempo que se daba otro trago, el que calla otorga, y de inmediato continuó diciéndome. Imagínate que yo no estoy, piensa que te encuentras sola. ¿Honradamente, qué harías?

Yo no dije ni esta boca es mía, y tras darme un trago, regresé a la pista de baile, de la que ya se encontraba saliendo el tipo ese. Al ver que yo regresaba con él, me tomo de la mano, y atravesando la pista de baile, salimos del local, nos montamos en su auto, y en menos de unos pocos minutos, llegamos a un cercano motel.

No habíamos terminado de entrar a la habitación, cuando ya nos estábamos besando de manera desesperada, al mismo tiempo que él me llevó hasta la cama, sin preocuparse tan siquiera de cerrar la puerta de la habitación. Entre besos, caricias, y de revolcarnos en la cama, yo fui quedando completamente desnuda.

Hasta que mi amante sacó su erecto miembro, del pantalón, y separando mis piernas, me lo ha enterrado sabrosamente por mi coño divinamente. Yo disfruté como loca, de múltiples orgasmos, a medida que él no dejaba de enterrar una, y otra vez toda su sabrosa verga dentro de mi coño.  

Esa noche, aparte de ponerme a mamar su verga en par de ocasiones, para rematar, mi amante del cual ni su nombre llegué a saber, me dio salvajemente por el culo. Además lo más grande todo fue que en el desespero de nosotros dos por meternos en la cama, a ninguno se le ocurrió el cerrar la puerta de la habitación. La que permaneció abierta de par en par, por lo menos hasta la hora en que en la mañana nos levantamos, para que me llevase a mi casa.

Cuando me bajé del su auto, y él arrancó me di cuenta de que el auto nuestro, no se encontraba en el estacionamiento. Yo para colmo, no tenía en mi cartera las llaves de casa. Así que al rato llegó mi esposo, sonriendo me saludo, y descaradamente me preguntó como pasé la noche. Yo antes de que Emanuel llegase, me preguntaba a mí misma, como era posible que me hubiera ido a la cama con un tipo, al cual ni tan siquiera su nombre conocía.

Pero al ver la manera tan relajada en que mi esposo, me trataba, únicamente le respondí que bien. Pero ya dentro de la casa, me dijo. Por lo que yo pude ver, la pasaste extremadamente bien, ya que hasta el culo le distes al tipo ese. Yo me quedé boquiabierta, sin saber que responderle a Emanuel. Fue cuando me recordé, que al despertarme la puerta de la habitación estaba abierta. Yo comencé a tartamudear, cosa que hago, cuando estoy  sumamente nerviosa. Pero antes de que yo pudiera decir una palabra completa, mi esposo me dijo. Al igual que yo te vio el empleado del motel, así como una pareja que llegaba, y otra que se marchaba.  

Yo estaba a punto de ponerme a llorar, cuando Emanuel mi esposo, dándome un beso en el cachete, me dijo. Bueno anda a darte un buen baño, que te espero en la cama, para que me cuentes lo mucho que disfrutaste todo. Yo me quedé como paralizada, hasta que él me dio una ardiente nalgada, y me dijo. Apúrate que yo también te quiero contar como me sentí al verte divirtiéndote, con otro hombre.

Tras quitarme toda la ropa, entré a la ducha, y después de asearme bien y de manera repetida en varias ocasiones, salí del baño tal y como me encontraba. Al llegar a nuestra cama, Emanuel me esperaba también completamente desnudo, y me preguntó mostrando gran interés, ¿Cómo te sentiste, acostándote con otro hombre que no era yo? Al principio las palabras como que no me querían salir, pero cuando estuve segura de que mi esposo no estaba molesto con migo en lo más mínimo, por hacer lo que hice. Comencé a ganar confianza, y le fui contando todo lo que sucedió y como me fui sintiendo a medida que ese tipo, me besaba, me acariciaba, y me fue quitando la ropa.

Al mismo tiempo, mi esposo también me fue besando, acariciando todo mi cuerpo, y para mi sorpresa, se dedicó a ir mamando mi coño, a medida que yo seguía contándole como me sentía, y todo lo sucedido entre ese tipo, y yo con lujo de detalles. Después de lo cual me penetró divinamente.

Cuando nos levantamos de la cama, ya cerca del medio día, ninguno de los dos volvió hablar de lo sucedido. Pero a la semana cuando Emanuel me invitó a salir nuevamente, yo me había puesto el mismo sencillo vestidito blanco, sin ningún tipo de adornos extras. Cuando él, al verme me preguntó si no tenía algo más atrevido, que hiciera que la gente se me quedase viendo. Yo la verdad es que cuando me lo dijo, no lo podía creer.

Pero de inmediato me acordé de un vestido rojo de licra que me queda bien ajustado al cuerpo, tanto que después de que lo compré no me lo había llegado a poner nunca, porque me di cuenta de que era demasiado revelador. Así que regresé a nuestra habitación, y no tan solo me cambié de vestido, sino que también de ropa íntima, poniéndome únicamente un muy estrecho y pequeño tanga, tipo  hilo dental, que da la impresión de que no tengo nada puesto bajo el ajustado, y corto vestido rojo.

Así vestida, me presente nuevamente frente a mi esposo, que al verme me dijo. La verdad es que te vez lista, como para que te coman. De inmediato me acordé de la aventura de la pasada semana, pero pensé que Emanuel, no estaba dispuesto a que yo la volviera a repetir, esa pequeña travesura. Por lo que no le di mucha cabeza a eso.

Como en infinidad de ocasiones, llegamos al restaurante, donde cenamos, y luego con todas las miradas fijas en mí, mi esposo y yo nos fuimos al pub del hotel. Bailamos, y bebimos como de costumbre, cuando al rato me di cuenta de que varios tipos me comían con los ojos. Fue cuando Emanuel, descaradamente me preguntó. ¿A ver cómo te sientes, al llamar la atención de esa manera? Yo la verdad, es que le dije que eso de sentirme deseada por tantos hombres, como que me gustaba. Fue cuando Emanuel me dijo, nuevamente, bueno imagínate que no estoy aquí.

Al escucharlo decirme eso, como que de repente me sentí tan, y tan rara, tan libre, que no tuvo que repetírmelo dos veces. Emanuel pago la cuenta, y mientras yo fui al tocador de damas, él se me perdió entre toda la multitud que había en el pub. Al regresar fui a la barra para pedir un trago, y en menos de un dos por tres, ya estaba rodeada por un sin número de tipos que caballerosamente me invitaban un trago, o a bailar.

A todas estas yo de manera insistente, buscaba con la mirada a mi esposo, pero simplemente había desaparecido. Por lo que yo haciéndole caso a lo que él me dijo. Pensé que él no estaba presente por todo eso, por lo que casi de inmediato comencé a bailar con uno de los tipos que me invitaban. Ya eran cerca de las doce de la noche, cuando ante la insistente invitación de una de mis parejas, acepté acompañarlo a su habitación en el mismo hotel.

La verdad es que ya ni tan siquiera pensaba en mi esposo, lo único que deseaba era pasar un buen rato, divertirme, y disfrutar del placer de tener un sexo salvaje con otro desconocido. Esa noche, hice y me hizo de todo, con decirles que hasta me introdujo su lengua dentro de mi apretado culito, antes de que me lo perforase con su sabrosa verga. Pero a diferencia de la vez anterior, apenas terminamos, me di una ducha, me asee, y regresé al pub. Donde un par de hombres, después de estar bailando con ellos como hasta las tres de la mañana, me invitaron a su habitación. Entre los dos, después de que me quitaron el vestido, me han penetrado al mismo tiempo, uno por el coño, y el otro por el culo. Yo sentía como esas dos vergas, prácticamente chocaban dentro de mí, haciéndome llorar pero de felicidad. Cuando al final, después de que les mamé sus vergas, los dos, para mi mayor sorpresa, metieron en mi pequeña cartera, una buena cantidad de dinero.

Esa madrugada regresé a casa en taxi, y fue en el mismo taxi que me di cuenta de que había dejado mis pantis, en algún lado. Al entrar a casa, Emanuel me esperaba sentado tomándose una copa de brandy, y al verme llegar en la forma en que lo hice, me preguntó, con una gran sonrisa, como me había ido. A diferencia de la primera vez que me hizo esa pregunta, yo comencé a contarle todo de manera entusiasta, incluso le hablé del dinero que me regalaron los dos tipos con los que lo hice al mismo tiempo. Tras quitarme el vestido, comencé a darme una buena ducha. Tras la cual apenas me acosté, quedé rendida como un tronco.  

Al siguiente día Emanuel no me comento nada, pero a la siguiente semana volvimos a salir, y prácticamente volvió a suceder lo mismo, pero con otros hombres. Solo que cuando regresaba a casa, después de que hasta me habían dado nuevamente hasta por el culo, me di cuenta de que el chofer del taxi en el que andaba, no dejaba de verme por el espejo retrovisor. No sé que me pasó, pero de momento me provocó acostarme con él. Por lo que de manera seductora le pregunté. ¿Qué haría él, si yo no tuviera dinero para pagarle?

Sin dejar de verme por el espejo de inmediato me dijo, bueno buscaría cobrarme de alguna forma. En la que los dos estuviéramos de acuerdo. Fue cuando saqué de mi cartera, más o menos el importe de lo que ya he pagado en otras ocasiones por el servicio, y dejándolo caer sobre el asiento delantero, le dije. Imagínate que te digo que no te puedo pagar, ¿qué harías tú?  

De inmediato dirigió el taxi, a un desolado lugar que está camino a casa, y tras detenerlo, me abrió la puerta del taxi, y apenas puse un pie en fuera, comenzamos a besarnos. Él sin perder tiempo me subió la fada del vestido hasta la cintura dejando mi coño completamente al aire, ya que por pura casualidad volví a perder mis pantis. Tras recostarme boca abajo sobre el baúl del taxi comencé a sentir como su sabrosa verga, me penetraba una, y otra vez por mi coño.

Cuando ya había comenzado amanecer, llegué a casa, y Emanuel mi esposo pacientemente esperó a que yo me bañase, y me aseara para que le fuera contando todo lo sucedido. Al tiempo que él me introducía su sabrosa verga una, y otra vez, tanto por mi coño como por mi culo.

Hoy por hoy, Emanuel y yo seguimos divirtiéndonos de esa manera, lo que me preocupa un poco es que a él como que últimamente, está más interesado en escucharme, que en mantener sexo conmigo.  

 

                  


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Si te ha gustado No es que yo sea media putona, la verdad es que mi esposo es un gran cabrón. vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:02) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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