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No me gusta que me violen y menos el culo

ADMIN Relato enviado por : ADMIN el 25/05/2004. Lecturas: 30486

etiquetas relato No me gusta que me violen y menos el culo .
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Resumen
No me gusta que me violen y menos el culo.


Relato
Marisa


Me estoy desnudando, preparándome para tomar un baño. La verdad es que estoy bastante excitada, hace casi cuatro meses que no he hecho el amor y esta noche espero no solo hacerlo otra vez, pero hacerlo con total abandono y frenesí, emborracharme con sentimientos y sensaciones. Hace cuatro meses me prometí a mi misma que nunca volvería a hacer el amor. Nunca... es mucho tiempo y la invitación que recibí esta mañana es demasiado tentadora. Mientras me desnudo me miro en el espejo; no esta mal la imagen que me devuelve. Una mujer de unos veintiséis años, pelo castaño claro hasta los hombros, ojos azul claro, facciones dulces, la cara un poco regordeta, boca con labios sensuales. Mas bien bajita, un poco llenita, digamos que estoy mas cerca de un cuadro de Rubens que de una anoréxica modelo en una pasarela de alta costura en París. Los pechos plenos, generosos, de buen tamaño, erguidos y desafiantes con grandes y oscuras areolas y prominentes pezones. Caderas y trasero bien marcados, los cachetes sólidos, de carnes duras y prietas. El sexo cubierto por denso vello negro. El espejo no enseña mis piernas, son mas cortas de lo que me gustaría que fuesen, pero… ¡mas de un tipo se ha vuelto loco con mis tentadores y acogedores muslos!

Pruebo el agua de la bañera con mi mano ¡bien caliente! eso es bueno, espero que me relaje, porque después de cuatro meses de abstinencia estoy bien excitada pensando en lo que va a pasar en un par de horas. Me meto en el agua, yazgo en la bañera y, mientras mi cuerpo se relaja, los recuerdos de aquella noche horrorosa, hace cuatro meses, invaden mi mente. ¡Que horrible noche! Hubo momentos aquella noche cuando pensaba que me iba a morir y momentos cuando… desee morir. Trato de apartar el terror que me invade de mi mente, trato de pensar en otras cosas, pero la pesadilla hecha realidad se apodera de mis pensamientos y no puedo rechazarla. Cierro los ojos y, como si mis párpados fueran una pantalla, veo en ellos la película de aquella noche terrible.

Aquella noche de pesadilla había salido con Javier, un tipo de unos cuarenta años, bien conectado con los militares, rico, arrogante, ostentoso, pero guapo, alto, fuerte, vicioso que lo hacia muy bien en la cama. Había salido con él ya varias veces, nos habíamos acostado juntos casi todas ellas. No escatimaba el dinero cuando salía conmigo, restaurantes caros, espectáculos caros, el mejor champagne francés y como semental… no podía haber ninguna queja: usaba su lengua y su bien desarrollada verga con gran destreza ¡nunca me dejo insatisfecha! Él me haba dicho que esa noche seria especial ¡vaya si lo fue!

Como siempre Javier vestía de forma impecable, traje azul oscuro, obviamente hecho a la medida, no se si en Milán o en Londres. Blanca camisa y azul corbata de la mejor seda italiana; finos zapatos de ante azul ¿españoles? Reloj, gemelos y anillo de oro. Me recogió en su ostentoso deportivo rojo de dos plazas (debería estar prohibido que galanes maduros y ricos deslumbren a las chicas de clase media con carisimos coches deportivos), me llevó a la teatro y después al club mas caro y exclusivo de la ciudad. Allí bebimos el mejor champagne rodeados de generales, coroneles y algún banquero que exhibían sus nuevas, enjoyadas y opulentas minas como quien exhibe un cuadro o un caballo recién comprado. Javier conocía a muchos de aquellos individuos, a unos los saludaba con un leve gesto de cabeza a otros se acercaba a ofrecer sus respetos. Me presentaba con gran elegancia a aquellos a los que rendía pleitesía, un leve gesto con la mano señalándome a mi y:

Permítame mi general, Marisa… una prometedora y brillante psicología.

Me encanto que me presentara así. Yo no era una puta, una mina cualquiera como las otras ¡yo era una psicóloga! ¡Que tipo Javier! Se desenvolvía con una elegancia innata y me deslumbraba con la mayor suavidad y naturalidad del mundo. Durante todo el tiempo Javier manejó la conversación como un maestro, bromas, preguntas, comentarios, halagos, ligeras insinuaciones sexuales… Sabia como hacerme sentir inteligente, cultivada, bella y sobre todo... deseada. ¡Que bárbaro! Me manejó como el mejor solista del mundo maneja su Stradivarius. Aquello fue una verdadera exhibición de como seducir, conquistar y rendir a una mujer. Con magnifico sentido del momento perfecto, cuando me tenia rendida, ardiendo de deseo, temblando de anticipación y dispuesta a hacer el amor como y donde él me dijese, en medio del bar, en medio de la calle, donde el quisiera, me cogió por la cintura y fuimos a su piso.

Nada mas entrar, yo no me pude contener y cogiendo su cara con ambas manos la atraje hacia mi e introduciendo mi lengua en su boca le di un profundo beso con ansiedad, con deseo, con lujuria. Él devolvió mi beso mientras sus fuertes manos estrujaban mi trasero y restregaba su ingle contra la mía. Yo loca de deseo quité su saco, y empecé a desabotonar su camisa. Él con una destreza que demostraba su practica, abrió la cremallera en mi vestido y removiéndolo de mis hombros lo dejo caer al suelo. Yo había conseguido abrir su camisa y chupaba una de sus tetillas como una loca. Javier soltó mi corpiño y dejo mis pechos al descubierto.

Marisa, me encantan tus pechazos.

Dijo, mientras sus manos acariciaban, estrujaban y se daban un festín con mis tetas. Yo sin poderme contener, me arrodille frente a él, abrí su cinto, la cremallera, de un solo golpe baje sus pantalones y calzoncillos, con ansiedad, con gula introduje su verga en mi boca. ¡Que maravilla! Me encantaba y satisfacía mi orgullo de hembra notar como Javier respondía a mi boca y notar como su verga crecía y crecía nada mas notar mi lengua en su capullo. Yo chupé con ansiedad.

Espera, espera mina viciosa, no quiero llegar tan rápido.

Así diciendo, puso sus manos en mis axilas y me levanto del suelo. Mientras el removía la poca ropa que le quedaba yo bajé mis braguitas y empecé a remover mis medias.

No Marisa, no; déjate las medias y los zapatos. Con los tacones altos quedas mas a mi altura y las medias negras contrastando con tu blanco culazo son muy excitantes.

Se acerco hacia mi, mis ojos estaban fijos en su enhiesta y enorme verga, yo estaba ansiosa por tenerla dentro de mi. Javier me abrazó y hundió su lengua en mi boca. Yo respondí con entusiasmo abrazándome a él. Javier cogido los cachetes de mi trasero con ambas manos separándolos y yo noté un dedo jugueteaba con mi ano. Separando su boca, con una suave sonrisa pregunto

No has comido nada desde ayer ¿verdad? Unicamente té o mate.

Si… si que he comido.

Dije yo completamente confusa por la extraña pregunta. No había terminado de contestar cuando la faz de Javier mudó, de repente, a una mueca de ira y mi noche de ensueño, en un segundo, cambio a una horrorosa pesadilla de humillación, y dolor.

¡Yegua estúpida!

Javier había sujetado mis cabellos y mientras me chillaba, con gran violencia movía mi cabeza de un lado a otro.

Te dije que quería tu culo, que lo quería limpio, que no comieras nada sólido. ¿Por qué no has hecho lo que te ordene.

Javier… me haces daño.

Mas daño te voy a hacer si no contestas a mis preguntas.

Javier, no recuerdo que dijeras nada de tés y mates.

No recuerdas ¿eh? Pues a vas aprender a como hacer las cosas.

Tirando de mi mano me arrastro a su dormitorio. Yo estaba asustada y atemorizada, de verdad me había hecho daño tirando de mi pelo y se le veía enardecido y dispuesto a aporrearme en cualquier momento. Al entrar en su dormitorio me tiro sobre la cama. El se dirigió al armario, abrió cajones y puertas.

¿Que haces Javier? Me estas asustando.

Calla mina estúpida. Como no te has limpiado tu sola te voy a poner una lavativa, un enema para limpiar tu culo; no quiero tu mierda en mi pija.

Javier, yo no quiero un enema y no quiero que me hagas el culo. De verdad me duele mucho cuando me lo hacen.

So puta, otros te han hecho el culo y ¿me lo quieres negar a mi?

Vino hacia mí como una furia con unas gomas y bolsas en la mano, las tiro sobre la cama, se sentó a mi lado y sin decir palabra me puso sobre sus rodillas y empezó a pegarme chirlazos bien fuertes mientras chillaba como un loco:

So puta me voy a hacer tu culo y me lo voy a hacer cuando este limpio, calla ya y no protestes porque ¡te arranco la piel a tiras! Estate quieta que te voy a poner el enema.

La violencia con me había pegado, el dolor que me había causado y el tono de loco poseso de su voz me tenia aterrorizada, llorando como una desconsolada, pensando que me jugaba la vida y que aquel loco no solo me estaba aporreando, aquel animal enloquecido ¡me iba a desgarrar las entrañas! Entre mis lloros y gritos de desconsuelo, note que Javier había dejado de aporrear mi pobre culo mientras se estiraba para coger las gomas. Aproveche ese momento para tratar de escaparme, pero nerviosa como estaba, los altos tacones y los ojos llenos de lagrimas, caí al suelo.

Te quieres escapar ¿eh? ¡So puta! Toma para que aprendas.

Otra vez empezó a azotar mi dolorido culo. Yo sin saber que hacer trataba de escapar a cuatro patas. Javier me perseguía riéndose a carcajadas mientras continuaba azotando mi culo.

Si, a cuatro patas, si, como una cerda, si así, como lo que eres; no te creas que te vas a escapar. Te voy a desollar por guarra, por no limpiar tu culo para mi.

Ahora yo empezaba a estar enloquecida y aterrorizada de verdad. Los ojos llenos de lagrimas no veía donde iba, como un animal herido me movía sin rumbo ni dirección, a gatas mientras el bárbaro azotaba y azotaba mi culo. Sin saber como, note que mi cuerpo se había encajado entere un sillón y el armario no podía ir hacia delante y el animal enfurecido que era Javier no me dejaba ir hacia atrás. Noté que se sentó sobre mi como si yo, de verdad, fuese una yegua, encajada entre el sillón y el armario y con él sentado sobre mi, estaba inmovilizada. Noté como separaba mis cachetes exponiendo mi culo y de un solo golpe introdujo algo frió en él. Yo grité de dolor y de miedo. Javier me dio dos chirlazos terribles y grito:

¡Calla viciosa, calla! Nada mas te he metido la cánula y ya gritas.

Mientras hablaba, note como algo frío entraba en mis entrañas.

Y te esta entrando el enema mina sucia. Me voy a levantar, pero no te muevas o te mato a golpes.

Javier se levanto y por primera vez pude volver mi cabeza y ver lo que pasaba. Javier de pie sujetaba en su mano alzada una bolsa de goma roja, mas o menos rectangular. De la bolsa salía un tubo de goma que acababa en una cánula negra insertada en mi culo. Yo no sabia que hacer ni que decir. Javier me había tratado como a una niña, azotando mi culo pero había azotado como un abestia y me dolía como no me había dolido nunca. Yo había andado a gatas por el dormitorio de Javier como una animal herido y desorientado. Me encontraba ahora encajonada entre los muebles, a gatas como una perra con una cánula en mi culo. No entendía nada, no sabia que hacer o decir, lloré, lloré y lloré. Lloré con desconsuelo, con rabia con impotencia. Lloré de miedo, de dolor, de impotencia, de vergüenza, de humillación. Lloré de... lloré, lloré y lloré.

Mientras yo lloraba, Javier como un fauno daba saltos a mi alrededor, la bolsa en una mano, la otra mano en su verga, masturbándose. De vez en cuando soltaba su verga para azotar mi dolorido culo, bien masturbándose, bien azotando no paraba de insultarme y degradarme.

Traga so puta, traga el enema que después tragaras mi verga. No me llores cochina, no me llores, que lo único que hago es limpiarte por dentro. ¿Qué pensabas que iba a poner mi limpia pija en tu sucio culo?

Yo en vez de una mujer estaba reducida al estado de una niña, impotente, desesperada, paralizada por el terror y la vergüenza. Entre llantos y sollozos repetía:

Por favor Javier, por favor, no mas Javier. Déjame Javier.

(En la bañera noté como las lagrimas rodaban por mis mejillas, reviviendo la humillante situación).

Calla yegua estúpida, calla que ya se ha acabado el enema. Ya tienes tus tripas llenas. Deja de llorar como una mina imbécil.

Noté como de un tirón arrancaba la cánula de mi culo. ¡Ni siquiera se había molestado en poner un poco de aceite o de vaselina en la cánula! Me dolió tanto cuando la sacó como cuando la metió. Era cierto, tenia mis tripas llenas, a pesar de los dolores que sentía por todas partes, notaba como mis intestinos estaban llenos y empezaban a darme retortijones y unas tremendas ganas de dar de vientre. A pesar de ello no me atrevía a levantarme. La paliza que me había dado Javier, junto con sus amenazas y su tono de voz me tenían aterrorizada e inmovilizada de miedo.

Javier ¿me puedo levantar? Tengo que ir al baño.

Espera, so puta, espera. Quiero que el enema haga pleno efecto. ¡No quiero nada de tu mierda en mi limpia verga! Y no se te ocurra cagarte aquí en mi dormitorio, porque te mato a golpes.

Javier estaba sentado en el suelo a mi lado. Con sus manos acariciaba y estrujaba mi vientre, aumentando aun más si cabe mis retortijones. De vez en cuando daba palmaditas en mis doloridas nalgas y mientras se reía murmuraba algo a cerca de cómo me iba a romper ese culazo. Yo continuaba llorando de miedo, de dolor y de vergüenza en la mas imposible situación. Seguía atrapada entre los muebles, como una vaca, a cuatro patas, con mis tetas colgando como ubres, con dolorosos retortijones de tripa, con Javier manoseando y estrujando mis tripas, con el culo al aire, dolorido y sabiendo que iba a ser empalado sin ninguna consideración, y con la tremenda necesidad de tener que ir al inodoro.

Javier por favor, no puedo mas, no me puedo aguantar ¡Déjame ir al baño!

Ven yegua cochina. ¡Ven y caga todo! ¡No quiero que dejes nada de mierda en tus tripas!

Me cogió de la mano y me llevo al baño. Yo me encontraba de lo más ridícula: en puras bolas, con zapatos de tacón alto y medias negras, con un tipo también en bolas que me sentaba en el inodoro. Javier se quedó frente a mi mirándome. Casi no tuve tiempo de sentarme.

Por favor Javier, no me humilles mas, déjame sola.

¿Sola? mina llorona Deja de decir tonterías y ¡caga!

¿Javier porque me humillas así?

A pesar de mi vergüenza y humillación el enema era mas fuerte que yo. Con gran ruido de líquidos y gases empecé a vaciar mis intestinos. Javier mientras tanto había cogido la gruesa verga en su mano y apuntándola contra mi dijo:

Crees que te humillo, mira esto es humillación, te meo.

Un chorro de liquido caliente empezó a caer por mi cara y cuerpo. Inmediatamente cerré mi ojos. Yo no podía entender como me podía estar pasando esto a mi. Yo soy una mujer universitaria, educada, psicóloga y... allí estaba yo, ultrajada, usada y humillada como la mas vieja, ajada y degradada puta de arrabal; golpeada, humillada, dando de vientre delante de un hombre y el muy cerdo ¡se reía y se orinaba encima de mi!

Abre la boca, so puta abre que te quiero mear en la boca.

Yo sin atreverme a hablar, cerré los labios y los ojos y moví la cabeza diciendo no. Note dos fuertes bofetadas.

Abre so puta ¡abre!

Yo aterrorizada abrí. Afortunadamente Javier ya casi había acabado y pude escupir la poca orina que cayó en mi boca. Nunca en mi vida me había imaginado que me encontraría en una situación as. Por fin, entre orines y bofetadas, había terminado de evacuar mis intestinos.

Javier... necesito limpiarme.

Pues claro que necesitas limpiarte o crees que te voy a tocar así, con tu culo y tus muslos llenos de tu diarrea y tu cuerpo cubierto con mi orín. Quítate las medias y los zapatos y dúchate.

Entre lloros, lamentos, lagrimas e hipos, conseguí quitar mis medias y entrar en la ducha. No pensé que jamás podría agradecer tanto una ducha. Quizás el limpiarme su orina y mi ensuciado trasero me restauraba algo de mi perdida dignidad, el agua sobre mis doloridos cachetes calmaba algo de mi dolor. Por primera vez desde que Javier me cogió por el pelo deje de llorar. Me enjabone, varias veces y me dispuse a salir de la ducha algo recobrada. Empecé a secarme pero la imperiosa voz de Javier pronto destrozó mi mejoría.

¡Ponte los tacos ¡puta consentida!

Si su voz sonaba furiosa, su verga estaba aun más furiosa. Tiesa, vertical, rígida gorda, completamente empalmada con el capullo de un color rojo oscuro casi morado. Yo completamente rendida a aquel macho feroz y no queriendo recibir sus crueles chirlazos me puse los zapatos de altos tacones.

Vamos al dormitorio mina tetuda.

Temblando de miedo y aprensión camine al dormitorio notando como mis pechos y mis cachetes se bamboleaban con cada paso que daba.

Apoya las manos sobre la cama y abre bien tus patas de yegua viciosa.

Javier ¡por el amor de Dios! no me trates así ¡no me hagas mas daño!

¡Zas! ¡Zas!

Como latigazos sonaron sus crueles azotes; como latigazos los sintieron mis pobres y castigados cachetes. Con mi espíritu y mi dignidad doblegados, mi cuerpo también se doblego. Puse las manos sobre la cama y separe mis piernas.

Presta atención mina de mierda, presta atención y aprende como encula un macho de verdad. ¡Aprende a ser una mina completa!

Sin mas preámbulos, separó mis cachetes, apoyó su enorme e encolerizada verga en mi ano y de una fuerte nalgada me empalo. Yo sentí como si un hierro candente atravesara mis entrañas, chillé como un animal al que degüellan y, sin poderme controlar, huí de su cruel vergón echándome sobre la cama.

¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas! ¡Zas!

Recibí una serie de azotes que sonaron como ametralladora y dolieron como latigazos. Noté fuertes tirones de pelo que sacudían mi cabeza y tirando de mis cabellos me obligo a erguirme otra vez.

¡Mina estúpida! No trates de escapar que te mato a palos.

Mientras tiraba de mi pelo con una mano, volvió a ensartarme con aquel instrumento de tortura que era su enfurecido vergón. Yo volví a sentir el hierro candente penetrando mis entrañas. Cuando se orino en mi, pensé que nunca podría sentirme mas humillada. Me equivoqué, sus golpes, sus azotes, los tirones de pelo y yo aguantando su empalamiento de pie, con altos tacones y las piernas bien separadas me degradaban al máximo. Me sentia como un trozo de carne usado y abusado para su placer. Lo único que podía hacer era gritar de dolor y llorar de desconsuelo, lo hice, grité, grité, lloré y lloré. Aquella fiera en que se había transformado Javier era insensible a mi dolor y mi llanto, o quizás se enardecía con ellos. Como una maquina bombeaba y bombeaba, entraba y salía, me maceraba el culo metiendo su verga hasta el tope destrozándome, arponeándome, horadándome, desgarrándome. Mientras su verga me rompía en dos, el me azotaba el culo, daba golpes en mi espalda y a mis gritos y mi llanto mezclaba y superponía sus gritos de animal triunfador. Sus alaridos de bestia dominante perforaban mis oídos y sofocaban mis gritos. Nunca en mi vida había sentido tal dolor, ya no sabia que me dolía mas, si el ano que aserraba su enfurecida verga, los cachetes que azotaba, los cabellos de los que tiraba o la espalda que golpeaba aquel animal de presa. Perdí la noción del tiempo, de lugar, de mi cuerpo... hasta que oí un ultimo y prolongado alarido con el que Javier anunció su llegada. Su falo brutal dejó de destrozar mis entrañas, sus manos dejaron de tirar de mis cabellos, su cuerpo exhausto se desplomo sobre el mío, mi destrozado, humillado y postrado cuerpo se derrumbó sobre la cama y... debí de perder el conocimiento.

No recuerdo muy bien lo que paso después. Javier debió abrir la cama y tenderme sobre las limpias sabanas; como en sueños recuerdo beber algo que me ofreció, frió y con alcohol. Como en sueños recuerdo su cabeza hundida entre mis piernas lamiendo mi sexo, besando mi clítoris, la lengua entrando en mi vagina. Como en sueños recuerdo mi confusión y vergüenza al notar que, a pesar de mi dolor, de mi miedo y de mi humillación, mi cuerpo respondía a sus artimañas y un intenso orgasmo me sacudió envolviéndome en una onda de profunda relajación y por fin sucumbí a un sueño profundo y reparador.

Con nueva vergüenza, me doy cuenta de que recordando aquel intenso y profundo orgasmo, a pesar de lo terrible de los recuerdos asociados, inconscientemente, mi mano esta acariciando mi sexo y la cálida agua del baño entra en mi vagina. A pesar de todo, a pesar de todas las humillaciones y degradaciones, recordar aquel orgasmo tan intenso me ha excitado sobremanera. Tengo que coger a mi amiga la ducha de mano y la aplico a mi sexo. ¡Que gusto! ¡Cómo me relaja! Froto un poco mi clítoris y termino. ¡Ahhhh! Me encuentro mejor. Salgo del baño y seco mi cuerpo. Vuelvo frente al espejo y preparo mis "pinturas de guerra" Siempre que salgo con un varón, presto atención a mi peinado y a mi maquillaje, pero esta tarde voy a poner especial cuidado para lucir todos mis encantos, primero el peinado. Envuelta en la rutina de rulos, horquillas, secador, etc., los recuerdos vuelven a mi mente...

A la mañana siguiente la voz de Javier, dulce, suave en mi oído me despierta. La luz del día invade la habitación. Javier mansamente besa mi frente, me incorporo un poco y él solicito pone dos almohadas para mantenerme sentada. Una bandeja con humeante café, medias lunas, frutillas, nata, una copa de champagne y una roja rosa aparece como por ensalmo. El aroma del café me hace darme cuenta del hambre que tengo. Que dulce y gentil de Javier de traerme el desayuno a la cama. De repente recuerdo lo que sucedió anoche. No puede ser verdad, debe haber sido una pesadilla, Javier no se portaría así conmigo. La bestia enfurecida de anoche no me traería el desayuno a la cama. Todo fue una pesadilla, trato de incorpórame un poco en la cama y noto mis doloridos glúteos mientras una intensa punzada en mi ano me hace enmudecer de dolor. ¡Era verdad! El dolor que me atravesaba las entrañas era buena prueba de ello; ¡mi pobre y torturado cuerpo no mentía! Trate de acomodarme otra vez y una nueva punzada me hizo lanzar un grito de dolor.

¿Qué pasa, Marisa?

Pregunto aquel monstruo con gran dulzura en su voz. Yo no sabia que contestar, imágenes de mi humillación, de mi dolor, de sus tormentos de anoche se agolpaban en mi mente y tenia miedo de decir algo que le enfureciera otra vez; pero el dolor era tan intenso...

Javier tengo una punzadas, muy agudas muy dolorosas en mi trasero.

Vamos a ver...

Con la mayor dulzura retiro la bandeja y levanto las sabanas. Yo me quede horrorizada al ver una mancha de sangre en la sabana donde habían estado mis posaderas. La mancha era una mezcla de marrón oscuro, sangre vieja y seca y rojo brillante, sangre fresca.

Uy parece que te esta sangrado un poco tu culito. Ese culito maravilloso que tanto placer me dio anoche. Vamos a curarlo.

Hablaba con una dulzura que me hacia imposible identificarlo con la bestia que me torturó la noche anterior. Javier se levantó, trajo unas gasas y una pomada y dulcemente dijo:

Date la vuelta corazón, enséñame ese culito que tanto me enajena.

Yo estaba aterrorizada de exponer mi culo otra vez a aquel monstruo, pero tampoco me atrevía a encolerizarle de nuevo. Lentamente, notando mil pinchazos en mi cuerpo me di la vuelta.

Pobre mina, pobre, como tiene su culito. Yo te voy a curar.

Con gran delicadeza pasó algodones, limpio la sangre, puso una pomada y dandome un beso en un cachete, dijo:

No te preocupes, en dos días estará como nuevo.

Yo estaba aterrada de estar junto a Javier, sola, en la misma habitación con el. Nunca había visto a alguien que pudiera oscilar entre el monstruo torturador de la noche y el dulce cariño de la mañana. El tipo debía de estar loco, además de un loco peligroso. Decidí que mi objetivo era salir cuanto antes de su casa, salir viva, claro está. Lo mejor era seguirle la corriente a aquel loco y como fuera irme. Tome mi desayuno, haciendo esfuerzos pude medio devolver alguno de sus besos. Disimulando grandes dolores, fui al cuarto de baño, donde lave mis dientes y arregle un poco el pelo. Busque mi ropa, desperdigada por varias habitaciones, como pude me vestí y me despedí de Javier. Él, muy caballeroso, insistió en llevarme con su carro, yo me inventé la excusa de que había quedado con un compañero de la universidad y prefería llegar sola. Cómo pude baje a la calle, cada paso era una tortura, camine media cuadra y ¡Gracias a Dios! encontré un taxi. Entrar y salir del taxi, subir las escaleras a mi apartamento eran torturas, cada movimiento mandaba descargas de dolor por todo mi cuerpo. Conseguí entrar en casa y de alguna forma llegue al dormitorio. Me despoje de la ropa dejándola caer en el suelo y me derrumbe sobre la cama.

Con mi rostro hundido en la almohada lloré, quedamente, amargamente, con dolor, con desesperación. ¿Cómo podía haber gente que deseara hacer daño a otra persona? ¿Gente que disfrutaba haciendo daño? Y lo peor no era el daño físico, lo peor era el daño personal, psíquico, intimo. Yo me sentía como una piltrafa, un trozo de carne sin valor, despreciado y despreciable, una escupidera, un orinal, un objeto que la gente podía usar para sus necesidades fisiológicas. La humillación no podía ser mas profunda, me daba cuenta de que yo era algo sin valor, algo que se usaba y se tiraba. Por mi mente alternaban dos ideas: comprar una pistola y matar a Javier, o comprar una pistola y matarme a mi misma. Juré que nunca mas volvería a tener sexo con nadie, huiría de Javier y si hacia falta, llamaría a la policía para que me protegieran de el. Nunca iba a ser capaz de salir de mi apartamento y dejar que la gente normal me viera y hablara conmigo. ¿Cómo iba la gente normal, gente a la que no habían pegado, a la que no habían meado, a la que no ponían enemas, a la que no les dejaban el culo sangrando, gente decente, como iba esa gente normal a hablar conmigo?

Pase dos días sin moverme de la cama, solamente al tercer día con gran esfuerzo conseguí salir de la cama, y pasar horas duchándome y bañándome tratando de limpiar no ya mi cuerpo, sino mi alma. Aun tardé otros dos días en decidirme a salir del apartamento y dejar que el mundo viera la piltrafa que yo era. Sorprendentemente la "gente normal" me hablaba y me trataba como si me consideraran normal, al parecer no se notaba que yo era una puta degradada y usada como quien usa una servilleta para limpiarse y después la tira. Poco a poco me reintegre en una vida normal

El monstruo de Javier aun tuvo el valor de llamar por teléfono un par de veces y preguntarme si quería salir con él. No podía remediarlo, oír su voz, aun por teléfono, me hacia temblar de ira, de miedo y de vergüenza. Como pude disimulaba mi voz y decía que estaba muy ocupada, quizás otra vez... Afortunadamente después de un mes dejo de llamarme y mi vida empezó a parecer normal.

Vale, el pelo me ha quedado bien, es siempre lo que más me cuesta. Perfilé las cejas con cuidado, apliqué mi maquillaje, ricé las pestañas y apliqué la mascara, los labios, ¡mucho cuidado con los labios! Un rojo granate oscuro, si, así esta bien. Me parece que esta noche ¡Le he ganado la batalla a la madre naturaleza! La cara ha quedado muy bien. Pongo desodorante, un poco de perfume entre mis pechos, en mi ingle y en mi trasero. Abro el armario en el dormitorio. Saco las nuevas prendas que compre hoy. Unas medias negras con costura. La verdad es que mis piernas son un poco gorditas, pero con las medias negras... no quedan mal. Un liguero granate para sujetar las medias. La verdad es que desnuda, con medias negras sujetadas por un liguero granate, mi concha y grandes pechos al aire y la cara bien maquillada, ¡parezco una puta cara de la Rusia zarista! ¡Déjate de tonterías Marisa! Unas mínimas braguitas de negro encaje. Vacilo, por un momento pienso no ponerme las bragas... pero por fin me pongo el mínimo triangulito de encaje. No lo puedo evitar, me tengo que frotar mi concha un poquito, ¡tantos meses de abstinencia me han puesto a mil por hora! Un sujetador granate haciendo juego con el liguero pero con agujeros en el centro de las copas, por donde se asoman los pezones. Otra mirada en el espejo... si que tengo un poco de aire de puta... pero ¡muy tentadora! Collar y pulseras de azabache que contrastan con mi alba tez. Me pongo el vestido de terciopelo granate, largo hasta los pies, con larga apertura aun lado y generoso escote que pone a mis pechos como en un escaparate. Vuelvo a mirarme en el espejo... aprobado alto, mejor aun: ¡Notable!

Cojo mi bolso, miro el reloj, las nueve menos cinco. ¡Magnifico! Voy a ser puntual como a él le gusta. Paso por el salón donde están las dos docenas de rosas rojas que llegaron esta mañana con la invitación. Las rosas están en un florero de precioso cristal de bohemia tallado. La talla en el cristal formando complejos patrones dice Marisa, Marisa, Marisa. Obviamente, debe costar una pequeña fortuna lo tiene que haber encargado hace tiempo. Pero aun me gustó mas la invitación que venia con las rosas, decía:


Marisa:

Estamos invitados esta noche a la recepción en casa del Gobernador. Los presidentes de tres naciones estarán presentes. Te recojo a las nueve. No digas que no, estaré en tu apartamento a las nueve.

No me castigues con tu indiferencia. Mi alma te añora, mi corazón te llora, mi cuerpo te necesita. Nadie me ha dado tanto placer como tu. Ven conmigo otra vez.

Javier

¿Estoy loca por ir con Javier otra vez? Quizás; pero la mezcla de exaltación cuando el me presenta a gente importante, como me hace sentir con su adulación con su conversación y su trato exquisito seguido por la más extrema humillación y degradación, sin olvidar los orgasmos. Como psicóloga debería entender lo que me pasa ¿Me gusta sentirme humillada? ¿Me gusta tratar de recuperarme de la degradación, incorporándome otra vez al grupo de gente normal? ¿Me gusta el dolor? ¿Me atrae su enorme falo?

Riiiiing. Riiiiing Riiiiing

Demasiadas preguntas, demasiado análisis, aquí esta Javier y... aquí esta la noche, aquí esta el placer.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:13) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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