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No soy una exhibicionista...

Relato enviado por : Narrador el 04/12/2009. Lecturas: 6866

etiquetas relato No soy una exhibicionista...   Infidelidades .
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Resumen
No es que yo fuera una exhibicionista, ni nada parecido, pero todo se inició una noche, en que mientras me daba una ducha, me sentí siendo observada, aunque a mis cincuenta años mantengo todo mi cuerpo en muy buena forma, no esperaba llamar la atención de otro hombre, que no fuera mi esposo. En esos momentos ignoraba, que eso traería como consecuencia, que finalmente le volviese a serle infiel a mi marido.



Relato

Me encontraba en la casa de la hacienda, cuando esa noche después de que mi esposo invitó a cenar a varias personas por cuestiones de negocios, como de costumbre fui la anfitriona, por lo que estuve bastante ocupada. Después de que todo terminó, bastante cansada decidí darme una buena y reparadora ducha, al momento de hacerlo, no me di cuenta de que las cortinas del ventanal del baño y de nuestro dormitorio se encontraban abiertas de par en par, bueno quizás si me di cuenta, pero no pensé que alguna persona se encontrase en el cercano bosque, y que en medio de la oscuridad de la noche, se dedicase a verme.

Al principio me sentí algo rara, bien molesta e incomoda, aunque no podía ver a nadie a través del ventanal, estaba bien segura de que alguien me observaba. Inmediatamente descarté que pudiera ser uno de los invitados, ya que esa parte de la propiedad se encuentra alejada de donde mi esposo y ellos se encontraban, debía ser alguien de la hacienda, que conocía las veredas que pasan entre el bosque y la casa.

Estaba tan indignada, que estuve a punto de tomar una toalla y dirigirme al ventanal para cerrar las cortinas, diciéndome a mi misma como es posible que a mí edad me sucediera algo semejante, cuando de momento se me ocurrió hacerle una maldad a esa persona, que seguramente sería un hombre, y lo más probable es que fuera uno de los trabajadores de la hacienda. Así que en lugar de envolverme en la toalla la tomé y me la puse de turbante para secar mi cabello, y así tan desnuda como me encontraba, nada más por hacer sufrir a esa persona, salí de la ducha y con toda mi santa calma, me dediqué a depilar mis piernas, mis muslos, y mi monte de Venus, ya que comenzaban a salir nuevos vellos.

Sentada frente al ventanal sobre el bidet, separé mis piernas y comencé primero por pasarme lentamente la crema, para de inmediato como si no me hubiera dado cuenta de que era observada, ponerme a depilar, con la rasuradora que tengo para ese fin. Lentamente pasaba mis dedos por sobre la piel de mis muslos y piernas, hasta llegar a mis labios vaginales, los que suavemente me acariciaba, sabiendo que no muy lejos era observada por quien sabe quién. En esos instantes, me sentí tan bien al hacer eso frente al ventanal, que una morbosa sensación se fue apoderando de mí, eso de estar siendo vista por un extraño me excitó tanto, que sin pensarlo comencé a autosatisfacerme, acariciando con fuerza descaradamente todo mi clítoris sin vergüenza alguna.

Estaba tan concentrada en lo que hacía, que a los pocos segundos concentrada en la rica sensación que disfrutaba cerré mis ojos, mientras continuaba acariciando toda mi vulva, pero al momento en que comencé a disfrutar de un sabroso orgasmo, abrir mis ojos, en ese instante me di cuenta de que parado frente al ventanal, con su rostro completamente pegado al vidrio del ventanal, se encontraba un hombre, por lo oscuro que estaba afuera y por lo deforme que se encontraba su rostro pegado al vidrio, no pude reconocerlo, él me observaba fijamente mientras se masturbaba de manera acelerada. El susto que me llevé yo fue bien grande, pero él de seguro él también se asustó tanto o más que yo, por un corto instante se quedó como paralizado, con su enorme y erecto miembro entre sus dedos, después de eso dio un brinco, y de inmediato salió corriendo, desapareciendo en la oscuridad de la noche.


En ese instante, quise pegar un grito, pero creo que el mismo susto me lo impidió. Así que después de que me tranquilicé, y volví a respirar con calma. Me comencé a vestir pensando en ir donde mi esposo y contarle que uno de sus trabajadores me estaba viendo desnuda mientras me daba un baño. Pero a medida que me estaba secando en mi habitación, pensando en lo sucedido, me sentí raramente alegre, como si estuviera en parte muy contenta por lo sucedido, ya que si yo me hubiera puesto la toalla y cerrado la cortina nada de eso hubiera pasado. Al fin y al cabo a ese tipo también le hice pasar un mal rato.

Cuando llegó mi esposo a nuestra habitación, en lugar de contarle lo sucedido, decidí quedarme callada, pero dejé abiertos las cortinas y el ventanal del cuarto, diciéndole que deseaba ver lo linda que estaba la noche, al tiempo que dejaba caer mi transparente negligé. Mi marido que tenía unas cuantas copas encima y se encontraba bien contento por lo exitosa que había sido su reunión, que ni tan siquiera se preocupó por que yo me hubiera quedado completamente desnuda, con el ventanal de nuestro dormitorio completamente abierto.

Sin demora me recosté en la cama, y mi esposo con todo y ropa se me lanzó encima, ambos de inmediato nos comenzamos a besar, mientras que yo me preguntaba si el tipo ese tendría el valor de regresar para seguir ligando. El solo pensar que así pudiera ser, me calentó mucho, tanto que con mis manos busqué el miembro de mi esposo, y tras sacarlo del pantalón, lo observé por un corto instante y mentalmente lo comparé con la del tipo que me observaba, y a todas luces la del ligón era muchísimo más grande. Pero tratando de no pensar más en eso, me dediqué a mamarle la verga a mi marido, por un buen rato, hasta que sacando su miembro de mi boca y mirándolo pícaramente le pregunté si deseaba darme por el culito. Cosa que yo se que lo excita bárbaramente, no había terminada de decir culito cuando ya lo tenía pegado a mis nalgas dirigiendo su erecta verga dentro de mí.

A la mañana siguiente, muerta de curiosidad me dediqué a caminar por la vereda que pasaba frente a nuestro dormitorio, desde ahí me di cuenta que la vista de nuestro dormitorio y del baño era completa, seguí caminado y al llegar frente al ventanal, en el piso de madera fuera de la casa, vi un gran manchón seco, eso me hizo pensar que el tipo ese, se vino justo en el momento en que yo abrí los ojos. Más tarde durante el día comencé a recorrer la hacienda a ver si podía reconocer al desgraciado ese, ya que por la oscuridad de la noche y lo rápido que sucedió todo, solo sabía que se trataba de un hombre bien grande, pero en el momento en que todo sucedió no pude reconocer su rostro rostro. Ya estaba por darme vencida, cuando me di cuenta de que llegaba el camión cargado de alimento para los animales, cuando Gregorio el chofer se bajó lo reconocí de inmediato, definitivamente era él, un tipo con facciones de indio, cabello liso y bien negro como de unos veinticinco años de edad, pero bien alto de amplias espaldas, a diferencia del resto de los trabajadores de la hacienda. Claro que no le dije nada.


Por varios días, me la pasé imaginándome siendo observada nuevamente por Gregorio, mientras que yo me daba un baño o yo misma acariciaba todo mi cuerpo. Así que se me ocurrió decirle a mi esposo, que había tenido la gran idea de plantar un jardín frente a nuestro dormitorio. A mi marido le gustó la idea, y al decirme que me hiciera cargo y escogiera a cualquiera de los trabajadores para que me ayudasen, de inmediato llamé a Gregorio, y como si yo no supiera que era él quien me había estado mirando esa noche a través del ventanal. Le ordené que limpiase el todo el terreno, pero que dejase unas matas de azar que habían bien cercanas a la casa.

Ese mismo día mientras Gregorio se dedicaba a limpiar el terreno, y mi marido se encontraba en el pueblo. Distraídamente había dejado las cortinas abiertas, mientras me comencé a desvestir, con el fin de darme una ducha. De reojo vi como Gregorio, quien al principio estaba limpiando con un rastrillo todo el terreno, se ocultó tras las matas de azar. Como si no hubiera nadie viéndome, me quité toda la ropa, quedando completamente desnuda frente al ventanal. En varias ocasiones me puse a recoger supuestamente algo del piso, dándole la espalda al ventanal. Mi intención era mostrarle parte de mi coño y completamente todas mis nalgas. Después de eso me fui a la ducha y al salir me comencé a secar con toda mi calma frente al ventanal, estando bien consciente de que era nuevamente observada por Gregorio, que evidentemente se encontraba oculto tras las matas de azar.

Por varios días disfruté de esa pequeña travesura de mi parte, hasta que una tarde al entrar a mi habitación, yo también me llevé una sorpresa al ver a Gregorio, orinando tranquilamente prácticamente frente a nuestro dormitorio, como si no hubiera más nadie por todos los alrededores. Su miembro me volvió a impresionar, aun a la distancia en que me encontraba, y en estado de reposo, pude notar que era mucho más grande y grueso que el de mi esposo. Desde ese momento no hacía otra cosa que pensar, en cómo sería el tener una relación sexual con el tal Gregorio. Hasta que a los pocos días se me ocurrió hacer una pequeña locura, me puse una vieja y sencilla bata casera, me solté el cabello, y me puse unas chancletas, sin más nada bajo de la bata, al llegar al terreno dejaba la mayoría de sus botones abiertos y me ponía a trabajar en el jardín que ya comenzaba a tomar forma.

Por lo general, antes de que llegase Gregorio, me ponía a trabajar, movía unas cuantas matas de lugar, sembraba otras y al agacharme o moverme, sin mucho esfuerzo se podía ver claramente que bajo la bata, me encontraba completamente desnuda, sin ninguna prenda intima. Apenas llegó Gregorio, comencé a moverme de un lado a otro, y a darle órdenes para que abriese un hueco aquí y otro más allá, con el fin de ir sembrando las distintas matas que mi marido me había traído del pueblo. El joven no podía quitar su vista de sobre mi cuerpo, mientras que yo continuaba moviéndome de un lado a otro descuidadamente, dándole ordenes, y distraídamente dejando que viera prácticamente todo mi coño y tetas bajo la bata, haciéndome la desentendida. Pero en ocasiones lo vi, como se acariciaba su tremendo bulto bajo el pantalón, pero al notar que yo lo miraba, de inmediato dejaba de hacer eso y se volteaba, para ocultar su erección.

Eso lo disfruté por varios días, sin que nadie más se diera cuenta de ello, tan solo permitía que Gregorio me viese así. A los pocos días, mientras le servía la cena, mi esposo me informó como de costumbre, que íbamos a salir de viaje, para comprar unas cuantas cabezas de ganado. Pero con la excusa de querer terminar el jardín lo más pronto posible, le dije que mejor era que yo me quedase en casa. Después de que mi marido se marchó al día siguiente, me puse a trabajar desde bien temprano en el jardín, en varias ocasiones, pensé llevar a Gregorio hasta mi dormitorio, bajo cualquier excusa o pretexto, pero justo cuando pensaba poner eso en práctica, al ver a la señora que se encarga de la limpieza, me acordé también de la presencia de la cocinera y sus dos hijas, aunque me sentía sumamente segura estando en mi dormitorio, me dio miedo que alguna de ellas, viera entrar o salir a el negro Gregorio, de mi dormitorio y luego le fueran con el cuento a mí esposo. Así que cambié de opinión y ya cuando terminaba de caer la tarde, y comenzaba a oscurecer, le ordené al trabajador que me siguiera hasta el bosque, diciéndole de manera bien seductora, que yo deseaba buscar una mata, para que él la sembrase en mi jardín. Los dos nos adentramos en el bosque como unos trescientos de la casa, siguiendo el curso de una pequeña quebrada, al llegar a un pequeño claro, supuestamente muy cansada me tiré sobre una peña bastante grande y plana, con mis piernas abiertas, dejando que Gregorio, descaradamente que se me viera el todo coño.

Gregorio se detuvo frente a mí, y enseguida se dio cuenta, y no quitó los ojos de encima, con una mirada bien lujuriosa en su rostro. Mientras que yo diciendo que me moría de calor desabotoné los dos únicos botones que mantenía casi cerrada la sucia y sudada bata que estaba usando, y dejándola caer de mis hombros quedé del todo desnuda. Gregorio al verme, sin decir palabra se despojó de su sudada camiseta, y continuó quitándose sus pantalones, yo me quedé en silencio relamiéndome los labios, de lo más tranquila, viéndolo seductoramente. Al quitarse los pantalones, de inmediato emergió completamente erecto todo su grueso largo y venoso miembro. Sin decir palabra se arrodilló frente a mí, y separando mis piernas dirigió su rostro a mi coño.

Yo esperaba y deseaba que me penetrase casi de inmediato, pero al darme cuenta de sus intenciones de ponerse a mamar mi coño, con la tremenda lengua que él tiene, lo dejé continuar. Cuando sentí como su lengua comenzó a pasarla por sobre la piel de mi vulva, pegué un tremendo grito de placer. De inmediato él enterró por completo toda su cara entre mis piernas. Por un buen rato sentí como me chupaba todo mi clítoris, y lamía profundamente mi vulva. Yo me quedé tendida sobre la peña, disfrutando lo que él tan sabrosamente me hacía. Hasta que llego el momento en que me produjo un divino orgasmo, como nunca había disfrutado en mi vida.


Gregorio se medio incorporó, y casi gateando se colocó sobre mi cuerpo, lo tostado y oscuro de su piel contrastaba con lo blanco de la mía. Por un instante me di cuenta en que le estaba volviendo a serle infiel a mi marido, pero al sentir el aroma del fuerte sudor de Gregorio, y lo caliente de su oscuro cuerpo, dejé de pensar tonterías, ya me encontraba prácticamente bajo Gregorio, y la verdad no era la primera vez que le había puesto los cuernos a mí esposo. Me dispuse a recibir dentro de mi coño todo su fabuloso miembro. Gregorio me trató de manera brusca, contraria a lo que estaba acostumbrada con mi marido. Pocas veces lo había escuchado hablar, pero en ese momento, mientras colocando sus gruesas manos sobre mis rodillas y separando mis piernas, de manera bien bruta, me dijo. Así que la señora de la casa grande, quiere probar la verga del indio Gregorio. Yo me quedé en silencio, pero seductoramente casi cerrando mis ojos y afirmándolo con mi cabeza le respondí que sí.

Ese gigante de casi dos metros de alto, se recostó sobre mí, y en ese instante comencé a sentir como toda su inmensa verga, me penetraba bruscamente, lo que me excitó mucho más todavía. Yo me quedé espatarrada, con mis piernas bien abiertas, disfrutando de la manera en que el indio me penetraba. Mis ojos los puse en blanco, de mi boca salió un profundo gemido de placer, y creo que de lo bien que me sentía, hasta se me corrieron par de lagrimas de mis ojos. Gregorio comenzó a moverse sobre mi cuerpo, mientras que yo buscando disfrutar más y más de su tremenda herramienta, también comencé a mover mis caderas.

Con sus inmensas manos, a medida que él me penetraba con su verga, comenzó apretar mis senos, una y otra vez. De momento su boca buscó la mía y no pude o mejor dicho no quise, perder la oportunidad de sentir su lengua dentro de mi boca. Me abracé a su enorme cuerpo, cruzando mis piernas sobre sus caderas, mientras que él me comenzó a decir que tenía el coño más rico que jamás hubiera tenido, que con razón el patrón no tiene otra mujer, si contigo le sobra y basta. Si el pobre supiera que el indio Gregorio se lo está metiendo a la puta de su mujer, de seguro le da un ataque, sino nos mata antes.

Las palabras del salvaje de mi amante, no me hicieron cambiar de parecer, yo continuaba moviéndome bajo su enorme cuerpo, mientras que él continuaba diciéndome, lo puta que yo era, lo sabroso que me sabía mover, lo rico que estaba mi coño, y un sinfín de cosas que lejos de incomodarme me excitaban mucho más. En nuestro desenfrenado frenesí, Gregorio extrajo toda su verga de mí, se puso de pie mientras pegada a su cuerpo, me sujetaba entre sus gruesos brazos, como si yo fuera una muñequita de papel. Casi de inmediato volví a sentir, como todo su miembro volvía a abrirse paso dentro de mi caliente coño. Para mí era la primera vez que alguien me lo metía estando de pie, y llegué a sentir toda mi lubricada vagina completamente llena por su verga.

De pie sobre esa gran peña Gregorio me lo estuvo clavando por un buen rato, hasta que yo disfruté de un intenso y loco orgasmo, y él se vino completamente dentro de mi coño. Cuando nos separamos, Gregorio se volvió a quedar en silencio, dejó de llamarme puta, perra o zorra. Yo mientras observaba como él se volvía a poner su sucia ropa, sentí como casi todo su semen comenzaba a chorrear de mi coño, corriéndose por mis muslos, por lo que a pesar de lo frio de la noche, ya que había oscurecido, ante la mirada de Gregorio, me dediqué a lavar todo mi coño, mis muslos y el resto de mi cuerpo con el agua de la quebrada. Al terminar de medio asearme, cuando me puse de pie nuevamente, sentí una de sus enormes manos sobre mi cabeza, y sin mucho esfuerzo de su parte me obligó a que me agachase frente a él, al tiempo que había sacado su verga de su sucio pantalón.

No hay que ser muy inteligente para darse cuenta de lo que desea un hombre cuanto tiene frente a él a una mujer desnuda, sin importar que ella le doble la edad. Así que nuevamente sobre la peña y en medio del oscuro bosque, sin vergüenza alguna tomé su verga entre mis manos y comencé a pajearlo, como en un sin número de ocasione se lo he hecho a mi marido, y a otros de mis antiguos amantes. A los pocos momentos, cuando vi que su colorado y cabezón glande así como el reto de su verga se encontraban bastante dura, comencé por pasarle mi lengua lentamente sobre su roja cabeza, y poco a poco me fui dedicando a chupar el resto de su verga, hasta que prácticamente la tenía por completo dentro de mi boca, y gran parte de mi garganta. A medida que se la fui mamando, Gregorio volvió a decirme lo bien que yo lo hacía, y lo puta que yo era al hacer todas esas cosas con él. A medida que le continué mamado su verga, comencé acariciar todo mi coño de manera bien salvaje, prácticamente al mismo tiempo me introducía casi toda mi mano, chupaba desesperadamente toda la verga de mi amante, hasta que después de un buen rato mientras que disfrutaba de otro loco orgasmo, mi coño chorreó buena parte de mis flujos vaginales, y casi sin darme cuenta comencé a tragarme gran parte del semen que Gregorio me tiraba dentro de mi boca. Era como si yo estuviera borracha pero de sexo, aunque no se lo comenté a él, deseaba o fantaseaba que otros trabajadores de la hacienda estuvieran ahí, para que me siguieran dando gusto. Pero eso era una locura, ya que bastante riesgo corría acostándome con Gregorio, como para arriesgarme a ser descubierta por mí marido.


Al terminar, Gregorio se arreglo el pantalón, se puso su camiseta, y sin decir más nada comenzó a caminar rumbo a la casa. Yo esperé un buen rato metida nuevamente en la quebrada, mientras se me pasaba la calentura, después de eso me puse a caminar en dirección a la casa, y ya estando bien cerca me di cuenta que no me había puesto la bata, de seguro la había dejado sobre la peña. Mi mente estaba tan loca, que hasta pensé en atravesar el jardín hasta llegar al ventanal de mi habitación, pero como escuché voces a lo lejos, regresé por mi bata, y tras ponérmela me fui a la casa, donde bastante agotada me di una buena ducha, me acosté y dormí como nunca.

Gregorio al día siguiente se comportó como de costumbre, callado, atento y muy servicial, mientras que yo nuevamente con mi bata casera me dedicaba a darle ordenes y dejar que viera gran parte de mis muslos, nalgas, coño, y tetas. Hasta que comenzó a oscurecer. Después de que vi que no había nadie por los alrededores, me encaminé en silencio a la peña donde me había acostado con Gregorio, apenas llegué me quité mi bata, y bien no había terminado de hacerlo cuando apareció mi amante. Sin perder tiempo me comenzó a besar intensamente, tocándome por todas partes, inclusive hasta dentro de mis nalgas. Gregorio se encontraba completamente vestido, mientras que yo totalmente desnuda, y en un arranque de morbosa excitación, le pregunté si le gustaría darme por el culo. Su respuesta no se hizo esperar, y tras llenar mi culo con sus dedos bien ensalivados, me puse en cuatro patas sobre la peña, y casi de inmediato comencé a sentir la caliente cabeza de su verga, como presionaba contra mi esfínter, en cosa de momentos, sentí como me penetraba salvajemente, haciendo que hasta llorase por el dolor, pero una vez que me lo tuvo todo completamente dentro de mi culo, comencé aunque algo adolorida a moverlo y a disfrutar al mismo tiempo que yo misma me apretaba mi clítoris como una loca, hasta que Gregorio aprontándome con fuerza contra su cuerpo, me llenó por dentro todo mi culo con su semen. Esa noche, Gregorio aparte de que me dio bien duro por el culo, me puso a mamar nuevamente, mientras que yo misma me auto satisfacía. En esos momentos en que me encontraba disfrutando de introducir por completo toda mi mano dentro de mi coño mientras chupaba como una desesperada la verga de Gregorio, al disfrutar de un tremendo orgasmo y tragarme nuevamente casi todo el semen de mi amante, abrir mis ojos y me llevé el susto de mi vida. Alrededor nuestro sé encontraban varios trabajadores de la hacienda, frente a nosotros. No había manera de que negase lo que estaba sucediendo, asustada me quedé sentada sobre un rincón de la peña, usando mi bata para que no siguieran viendo mi completa desnudes, mientras que Gregorio se reunió con ellos a negociar.

Al poco rato se me acercó y me dijo, que a ellos no les importaba si yo le montaba los cuernos a mi marido, y que si por ellos era, él no se enteraría de nada nunca, pero… como ya creo haberlo dicho antes, no hay que ser muy inteligente, para darse cuenta de lo que quiere un hombre, cuando tiene una mujer desnuda a su disposición, sin importar que ella pudiera tener cincuenta años, como es mi caso. Apenas Gregorio me dijo esas palabras, sin llegar a decirme más nada, yo también sin decir nada, retiré la bata con que cubría mi cuerpo, y sonriendo mientras que me acordaba de esa fantasía mía que había soñado despierta en muchas ocasiones, mientras Gregorio me tenía bien calzada. El tener otros hombres con quienes acostarme hasta que se me desapareciera la calentura.

Gregorio se fue echando para un lado, y después de que le dije que me dejase a solas con ellos se marchó, sin decir nada. Los cuatro hombres, a un mismo tiempo comenzaron a tocar todo mi cuerpo, sin respeto alguno hacía mi persona, cosa que en medio de todo me excitaba bastante, uno de ellos introducían sus dedos dentro de mi coño, mientras que otro de manera bien sádica y salvaje me apretaba los senos y pellizcaba mis parados pezones, un tercero sacó su verga del pantalón y después de cachetear mi rostro varias veces con su verga, la introdujo dentro de mi boca, mientras que el cuarto se dispuso a darme por el culo.

Esa noche sobre la peña entre los cuatro hicieron y deshicieron conmigo lo que les dio gusto y la gana, en cierto momento llegué a tener dos vergas al mismo tiempo dentro de mi coño. El mayor de ellos, un tipo de unos treinta años, no dejaba de llamarme perra y puta, lo que a mí no me molestó para nada, porque sé que eso es verdad. Ya que no es la primera vez que le he sido infiel a mi marido con más de un hombre al mismo tiempo. Antes de mudarnos a la hacienda, en la cuidad, en muchas ocasiones me llegué a acostar con la mayoría del personal masculino de la fábrica, donde me desempeñaba como oficinista de personal. Así que aun que me mantuve controlada por par de años, finalmente volví a serle infiel a mi esposo, claro que hasta los momentos actuales, que yo sepa, mi marido nunca se ha enterado de mis pequeños deslices.

Los encuentros en la peña se han continuado dando, tanto con Gregorio como con los otros cuatro, pero en ocasiones han sido a pleno día.

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Si te ha gustado No soy una exhibicionista... vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.

Por eso dedica 30 segundos a valorar No soy una exhibicionista.... Narrador te lo agradecerá.


Comentarios enviados para este relato
CIROJVR (3 de April de 2010 a las 20:27) dice: Muy bueno y dejame decirte que debes estar buenisima para calentar tanto a estos muchachos y bueno tambien que eres bien puta

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:09) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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