Hola, me llamó Úrsula, pero sola y únicamente para mis amistades más íntimas. Realmente mi verdadero nombre es, y Francisco, aunque solo me llaman Paco. La verdad es que, no sé por dónde empezar, ya que, como se lo pueden imaginar, no siempre he sido Úrsula.
Relato
Bien todo comenzó, hace muchos años atrás, cuando yo comenzaba a tener ciertas aspiraciones políticas, durante unos carnavales, unos amigos y compañeros de partido, y yo nos pusimos a jugar domino, y ocasionalmente nos tomábamos unas cervezas, las que al poco tiempo se terminaron, así que mientras uno del grupo se fue a comprar más cervezas, el dueño de la casa, sacó varias botellas de ron, por lo que seguimos jugando domino, y bebiendo ron. Hasta que a alguien se le ocurrió, que hiciéramos una competencia, solo que los que no llegasen a ganar ni una sola partida, debían cumplir con una penitencia. Raúl mi compañero de juego, y yo, aceptamos. Pero como cosa bien rara, ya que desde que comenzamos a jugar, comenzamos a perder, y a medida que seguimos jugando, Raúl y yo, seguimos perdiendo. Al punto que algo así nunca, nos había ocurrido, a ninguno de los dos jamás. En esos momentos regresó el que había salido a comprar las cervezas, por lo que volvimos a beber cerveza. Pero al seguir perdiendo, pensé que quizás se debía a lo mucho que ambos habíamos bebido, cerveza y ron. Pero aun, y así seguimos jugando, y seguimos perdiendo. Y cuando terminó la competencia, de los seis grupos que jugamos, el de mi compañero, y yo, fuimos a los únicos que nos han dado un tremendo zapatero, es decir, que no pudimos ni tan siquiera ganar una sola partida. Lo que todos celebramos bebiendo más ron, o cerveza. Al terminar de jugar, como ya había anochecido, hacía ya un buen rato, pensé en marcharme a casa. Fue cuando todos insistieron, que tanto Raúl como yo, debíamos cumplir con la penitencia. Por lo que ambos aceptamos, de buena gana hasta que el dueño de la casa, nos dijo a que estábamos en carnavales, la penitencia era que los dos nos debíamos disfrazar de mujer. En principio ni a Raúl, ni yo estuvimos de acuerdo. Pero la verdad es que estábamos tan borrachos, que tras todos ellos insistir un poco, nos convencieron de que debíamos cumplir con nuestra palabra. Así que no nos quedó de otra, que aceptar la penitencia. Y de inmediato el dueño de la casa sacó, quien sabe de dónde, o de quienes eran, un par de feos vestidos de mujer. Además de un par de pelucas, y un montón de bisutería barata. Mi amigo, y yo nos vestimos a regaña dientes, y después de ponernos las pelucas, las pulseras, collares, y zarcillos, alguien propuso que fuéramos a la plaza, y sin dejar de beber, todos fuimos a la plaza. Claro que desde que llegamos a la plaza, llamamos la atención. Pero como Raúl y yo seguíamos bebe que bebe, la verdad no me acuerdo que nos haya importado mucho. Pero ya en la madrugada, después de que perdí de vista a Raúl, me quedé dormido, y cuando me desperté, un tipo que yo no conocía, me estaba dando salvajemente por el culo. Yo no recordaba nada, solo sé que aquel tipo no dejaba de meter, y sacar toda su verga de entre mis nalgas. Yo la verdad es que estaba tan borracho, que apenas por un corto momento trate de quitármelo de encima, pero a medida que yo más me movía, él más duro me seguía dando, y diciéndome que no dejara de mover mi culo. Yo estaba de lo más confundido, ya que aunque no quería que me siguiera dando por el culo, no lo dejaba de mover intensamente, chillando como una verdadera loca de placer. Y justo cuando los dos nos encontrábamos de lo más inspirados, ha llegado una patrulla de la policía. Alumbrándonos con sus faros, y linternas. Fue en ese momento que me di cuenta de que estábamos en una caja de arena de un parque infantil. A los dos nos llevaron presos, por faltas a la moral, y un montón de cosas más. Se formó un tremendo escándalo, y aunque el Juez después desestimo los cargos, ya el mal estaba hecho. Tan así fue, que al día siguiente cuando llamé a mi novia, para explicarle todo, ella simplemente me tiró el teléfono, y no quiso saber más de mí. Mis amigos, y compañeros de partido, incluso Raúl, y los que habían estado jugando, y bebiendo esa noche conmigo, cuando me veían en la calle, me sacaban el cuerpo. Al mes de haber sucedido eso, por donde yo pasaba la gente se me quedaba viendo, y señalándome. Mi padre, no me hablaba, y mi madre cada vez que me veía se ponía a llorar, diciéndome que me olvidase para siempre de mis aspiraciones en la política, ya que no iba a importar el tiempo que pasara, que de seguro, y aunque yo no tuviera la culpa de nada. La prensa, y mis opositores lo sacarían a relucir, en cualquier momento. Así que no me quedó más remedio, que irme de la casa, para hacerme cargo de una retirada hacienda, que había sido de la familia de mi madre. En cosa de más de un año, hice que comenzara a producir. Pero casi todas las noches trataba de acordarme de todo. Pero no fue hasta que un viernes en la noche me puse a beber estando solo en la casa de la hacienda, que recordé todo lo que me había sucedido en aquellos carnavales. Claramente me recordaba de lo alegre que me sentí vestido de mujer, y lo mucho que me agradó, cuando varios de los que se decían mis amigos, me sacaban a bailar, en la plaza. Y así poco a poco fui haciendo memoria, hasta que también recordé, como aquel tipo, al que yo no conocía, me sacó a bailar. Aun sabiendo que yo era un hombre, no tan solo porque se notaba, sino porque también se lo dije. Me acordé como Raúl, después de que se puso a vomitar, se marchó. Razón por la que, lo perdí de vista. Así también me acordé, como mientras bailaba con aquel tipo, él me agarraba las nalgas, diciéndome lo sabrosas que eran, y así continuo hasta que a medida que seguimos bailando, frente a todo el mundo en la plaza, me volvió agarrar las nalgas, y me plantó un tremendo beso, introduciendo su lengua dentro de mi boca, sin que yo me opusiera. De eso, me invitó, a caminar a un cercano parque. Sin dejar de besarme por el cuello, y de agarrar mis nalgas una y otra vez. Como el parque estaba todo oscuro, al principio nos sentamos en una banca, en la que continuó besándome, y acariciando todo mi cuerpo, en especial mis muslos y mis nalgas. Hasta que me propuso que fuéramos a la caja de arena, que allí nadie nos vería. Yo en todo momento le hice caso, por lo que cuando apenas llegamos me dijo que le mamara su verga, lo que yo hice de inmediato. Luego me pidió que me recostase sobre la arena, y apenas lo hice, y él comenzó a pasar sus manos recorriendo mis nalgas, y subiéndome el vestido, y bajando mis interiores. En esos momentos estaba tan borracho que me debí quedar dormido. Lo siguiente que recordé fue, que me desperté cuando ya tenía toda su verga dentro de mi culo, y que yo me movía como una loca, pegando gritos de placer. Hasta que llegó la policía, nos arrestó. Al siguiente día, después de recordar todo aquello, con tanta claridad, me dirigí a uno de los más grandes almacenes de ropa, y compre un sin número de todo tipo de prendas femeninas, además de varias pelucas, maquillaje, pulseras, collares, zarcillos, y hasta perfumes. Incluso zapatos de taco, sandalias, y hasta par de trajes de baño, además de un llamativo biquini. Con la excusa de que todo eran para mi mujer, que le habían robado todo su equipaje. Apenas regresé a la casa de la hacienda, comencé a probarme todas y cada una de las prendas que compré, pero las que más disfruté ponerme, fueron las íntimas. Así que durante varios días, apenas regresaba de trabajar, cenaba, me daba un buen baño con agua caliente, y en ocasiones mientras me tomaba algo, gustosamente me fui probando todas y cada una de las prendas que había comprado. Desde el primer día me di cuenta de que debía depilar todo mi cuerpo. Luego poco a poco fui aprendiendo a maquillarme. Hasta que pasados algunas semanas, no tan solo me maquillaba perfectamente, sino que dominaba los tacos, tal y como si siempre los hubiera usado. Pero eso siempre lo hacía, estando completamente solo. La verdad es que no quería volver a pasar por el rechazo y la vergüenza. Hasta que en una ocasión, estando en la ciudad, cerrando una venta de ganado. Cuando me disponía a regresar a la finca, pasé frente a un negocio, un club que me llamó la atención. No tan solo por el nombre, sino por la clientela que vi entrando. Por lo que decidí entrar. Ya dentro me sorprendí al ver tantos hombres vestidos de mujer, y aunque yo estaba solo sentado en la barra, me estaba divirtiendo, por el magnífico espectáculo que montaron en el pequeño escenario. Se trataba de un sin número, digamos que de chicas chicos, imitando a grandes cantantes femeninas, no tan solo en su manera de vestir, sino también de cantar. Eso me agradó tanto que, a la semana siguiente regresé, pero completamente vestido de mujer. Y la pasé de maravilla, ya que a cierta hora de la noche, ponen a funcionar un Karioque. Yo canté algunas de las canciones de Rocío Durcal, que habían sido escritas Juan Gabriel. Al terminar mi primera canción me aplaudieron tanto, que seguí asistiendo a ese local. Pero hasta esos momentos, no había vuelto a tener ningún tipo de relación con nadie. Más que todo, por miedo. Hasta que se me presentó Don Benito, un hombre mayor, que una noche estando en el local, me invito a su mesa. Tratándome como si yo fuera una verdadera reina, yo comencé a decirle que realmente era un hombre, cuando él me dijo que eso no le importaba, por lo que bailamos, me besó, y finalmente lo acompañe a su apartamento. Donde continuó dándome un trato muy especial, tan es así, que casi ni cuenta me di, de que me había llevado hasta su cama. Sin dejar de besarme y acariciar todo mi cuerpo, se las arregló para ir quitándome casi toda la ropa. Por lo que yo voluntariamente le ofrecí mis nalgas, bajando ligeramente mis pantis. Esa noche Don Benito me hizo sentir sumamente feliz, penetrándome divinamente. Yo en agradecimiento luego me dediqué a mamar su verga, hasta hacerlo venirse por completo dentro de mi boca. Y así digamos que por cierto tiempo fuimos pareja, yo los fines de semana viajaba a la ciudad, y me quedaba en su apartamento completamente vestido de mujer. Hasta que él me dijo que debíamos terminar, ya que su esposa regresaba. Razón por la cual no volvimos a vernos. Ya que tampoco regresó más por el local. Pero yo si continué asistiendo algunos fines de semana, y los que no asistía, me quedaba en casa vestido de mujer, sin salir para ningún lado. Y fue en uno de esos fines de semana que me quedé en casa, que ya muy entrada la noche, mientras me estaba tomando algunos tragos solo, probándome unos vestidos nuevos que había comprado en la ciudad, que sentí que tocaron la puerta. La verdad es que yo estaba tan, y tan envuelto en lo de seguir probándome los vestidos, que fui y abrí la puerta tal y como me encontraba. Resultó ser Ignacio el capataz, que venía a ver si yo tenía algo de beber, ya que los peones estaban celebrando el nacimiento de una niña. Cuando él terminó de decirme eso, fue que se dio cuenta de cómo yo estaba vestido. Pero lejos de asombrarse o decirme algo inapropiado, me dijo que me veía hermosa así vestida, y de inmediato me continuó adulando. Y al poco rato ya me estaba besando y agarrando mis nalgas. Sin que yo tratase de impedirlo, Ignacio me condujo hasta el sofá de la sala, donde tras sentarnos me continuó besando y acariciando todo mi cuerpo. Hasta que yo le di la espalda, y él suavemente subió la corta falda de vestido que estaba usando en esos momentos, luego me bajó un poco las pantis, y de inmediato comencé a sentir como su caliente y dura verga se fue abriendo paso dentro de mi apretado culo, hasta que me la enterró totalmente. Yo me moría del placer, al sentir aquel miembro que divinamente seguía entrando y saliendo de entre mis nalgas, las que yo movía como toda una experta, mientras gemía y chillaba de placer, como lo hago cuando siento que me están dando sabrosamente por el culo. Esa noche, no tan solo dejé que Ignacio me diera salvajemente por el culo, sino que también le mamé toda su verga. Además luego me convenció fácilmente, de que tal y como me encontraba vestida, arreglada, y maquillada, lo acompañase a la fiesta, donde después de un rato, después de que los peones se acostumbraron a verme así vestida, seguí bebiendo, y bailando con algunos de ellos, que además de acariciar mis nalgas y muslos, finalmente me dieron sabrosamente por el culo, como también me pusieron a mamar sus vergas. Por lo que ya saben, de día soy Paco, el dueño de la hacienda, pero algunas noches durante los fines de semana, me convierto en la bella y complaciente Úrsula...
Yadira y yo que me llamo Luis, llevamos varios años de casados, pero no nos consideramos una pareja común y corriente, ya que desde que éramos novios nos dimos cuenta que tanto ella como yo somos personas de mente abierta, ella no se considera dueña de mi cuerpo, ni yo tampoco me considero dueño del suyo, por lo que si nos place en algún momento llegar a tener relaciones con otra persona, las disfrutamos abiertamente, sin que por ello el amor que nos sentimos mutuamente se vea lesionado o disminuido. En ocasiones tanto ella como yo también le damos rienda suelta a nuestras fantasías, con la completa colaboración tanto mía como de parte de ella.
Relato erótico enviado por narrador el 13 de March de 2011 a las 21:45:11 - Relato porno leído 121178 veces