_ perdón señorita, no se vaya a resbalar, me dice ayudándome a pasar por el pasillo recién encerado, al fin rompe el hielo, platicamos de cualquier cosa, su picardía de chofer me hace reír en todo momento, me dice que se llama Gregorio, que tiene 55 años de edad, le pregunto si es casado y me cambia la conversación por lo que intuyo que si lo es, un poco contrariada ya que sería muy hipócrita de mi parte pedir que no tuviera compromiso cuando yo igual soy casada, busco su mirada y me sonríe, por primera vez pongo atención en sus arrugas, sus canas, me mira fijamente al notar que busco en todo momento su mirada, es algo que me inquieta, sus ojos color café y lo grueso de su voz le dan un toque especial.
_Días después me envía un mensaje a mi celular, me dice que la pasó muy bien conmigo
_¿Quién te dio mi número? le pregunto, no me contesta, me dice que está en una reunión con sus compañeros y que le encantaría verme, que si podía pasar por mí y pues así compartíamos un rato juntos, le digo que no, molesta.
Un sin fin de pensamientos pasan por mi mente, tomo el celular y lo vuelvo a dejar una y otra vez, al fin marco a su número y le digo que pase por mi, a la hora acordada me asomo a la ventana, mi corazón da un salto de asombro, emoción o quizá alegría al ver su camión acercándose,
Salgo enfundada en un vestido negro, corto, ajustado a cada una de mis infartantes curvas, ligeramente escotado, descubierto de la espalda, coordinado con mis zapatillas negras de tacón alto, mi maquillaje y peinado sencillos pero elegantes, coronado con un collar de perlas dando a notar la clase de mujer que soy.
Se acerca para recibirme, me observa de arriba a abajo emocionado, nos damos unos besos en las mejillas como saludo, subo al autobús obviamente el detrás de mi, volteo a verlo, me sonríe sonrojado, todo mi cuerpo vibra.
Llegamos a la reunión, es en un local pequeño, me presenta a sus patrones con sus respectivas parejas, algunos se sorprenden al verme ya que me imagino que conocen a su esposa, puedo ver como más de uno me mira de pies a cabeza, entre ellos Luciano el hijo de Gregorio.
Suena una pieza lenta en el sonido, él se acerca para invitarme a bailar con una sonrisa y la mano extendida, los primeros compases hacen que nuestras manos conversen y empiecen a conocerse, sus manos son firmes, toscas, pero tratan a las mías con la cortesía que se merecen, desliza sus manos por mi cintura hasta mi cadera, lanzando olas de calor que acaban rompiendo en mi entrepierna, entrelazo mis brazos en su cuello, tentándole con mi cercanía, bailamos lentamente, sin prisas, se que es casado y de repente me detengo, pero volvemos a encontrarnos frente a frente.
La vida y el Universo conspiran a nuestro favor, un torrencial aguacero se suelta de repente, todos corren a guarecerse de la tormenta, el toma mi mano y me lleva a una accesoria contigua al local con varias parejas apretujadas entre todos, con gritos de: no empujen, Órale no pisen, y gritos y risas de mujeres fuimos llevados por la marea hasta quedar pegados al fondo del pequeño local, quedo aprisionada entre la gente y Gregorio detrás de mi, entre risas y chistes comienzo a sentir como su miembro empieza a crecer detrás de mi y lo sé porque no es la primera vez que estoy en esta situación, no me muevo, me quedo quieta como fiel cómplice de lo que esta sucediendo, su miembro se esta alterando, lo puedo sentir, emana ese ligero calorcito que emanan los buenos penes, el sigue en lo suyo con sus amigos como haciendo que nada pasa empujando su pelvis contra mi retaguardia quizá queriéndola castigar por los suspiros que causó a sus amigos y compañeros, y es que como pocas, dios me concedió una retaguardia espectacular en forma de corazón.
Entre juegos la gente nos empuja, no quiero que me quiten de donde estoy así que echo un brazo hacia atrás y me agarro firmemente de su cintura,
_ Agárrate bien... me susurra al oído,
Me toma por la cintura, pega la piel desnuda de mi espalda a su cuerpo y aprieta firme, giro mi cabeza y lo miro fijamente por un instante, la luz es tenue varias parejas están besándose, esto hace que el macho se decida a seguir adelante, suelta mi cintura, se acomoda de espaldas a la pared y nuevamente me toma de la cintura pero esta vez aprestándome fuertemente contra su cuerpo ya sin ningún pudor, ciento su miembro extremadamente rígido y firme contra mis caderas, una de sus calludas manos me aferra la cintura mientras la otra busca mi redondito y blanco pecho izquierdo hasta encontrarlo, Lo amasa y aprieta por encima de la fina tela del vestido como queriendo extraer el jugo de una fruta mientras yo colaboro restregando mis caderas contra su pelvis de manera discreta vigilando el entorno, de repente me coloca de espaldas a la pared como queriendo protegerme de los empujones de los demás,
nuestras miradas se enganchan como dos imanes, su brazo me rodea por la cintura y se inclina hacia atrás, atrayéndome hacia él, por fin me da un beso, tierno, delicioso, rodeo su cuello con mis brazos correspondiéndole plenamente deseando que ese beso dure toda la noche… nuestros labios entrelazados suben poco a poco de tono la caricia hasta besarnos ardientemente, su saliva fluye dentro de mi boca, mientras nuestras lenguas parecen serpientes entrelazadas en un rito mortal, materializando por fin la química que sentimos al estar cerca, la lluvia y la gente pasan a segundo plano, yo solo siento el sonido del deseo galopando en mi cuerpo y en el alma y pienso que soy plenamente correspondida...me recargo en su pecho mientras él baja sus manos a mi cadera, mis pechos hermosos, blancos y apetitosos tocan el suyo, y nuestras bocas discretamente se vuelven a tocar....
Una quinceañera caliente, logra lo que tanto ansía: descubrir que el sexo va mas allá de meterse tímidamente un dedito. Su portero le dará una dulce lección.
Relato erótico enviado por euterpe el 11 de October de 2004 a las 10:03:00 - Relato porno leído 196509 veces