Somos una familia descendientes de Italianos por lo mismo somos muy unidos y también bastante apasionados en nuestras formas de ser, y sin falsa modestia no puedo dejar de mencionar el echo que el atractivo físico es algo que nos favorece a los cuatro.
Relato
Todo comenzó un verano en la casa de la playa que alquilábamos con mi familia en vacaciones. Mi hermana y yo habíamos culminado con éxito nuestro año académico en la universidad y ahora nos tocaba disfrutar de nuestro merecido descanso en compañía de nuestros padres. Ellos son una pareja joven, muy joviales y divertidos por lo que no representa un fastidio para nadie compartir tiempo libre todos juntos en familia.
Somos una familia descendientes de Italianos por lo mismo somos muy unidos y también bastante apasionados en nuestras formas de ser, y sin falsa modestia no puedo dejar de mencionar el echo que el atractivo físico es algo que nos favorece a los cuatro.
Tanto mi madre como mi hermana tienen una belleza que no pasa desapercibida, son mujeres caucásicas de cabellera negra muy ondulada y unos ojos verdes que parecieran le alumbran el rostro. Si a eso le sumamos un físico favorecido por la naturaleza tenemos como resultado dos mujeres muy atractivas y coquetas por añadidura. Mi padre y yo somos altos y esbeltos, nos preocupamos de nuestro físico y para ello entrenamos juntos para mantener dura nuestra musculatura. Mi padre usa barba y yo hasta el momento he desistido de dejármela crecer pues cultivo un estilo más juvenil que me acarrea mucho éxito con las mujeres.
Los primeros dos días de estadía en la cabaña todo seguía un curso normal entre nosotros. Compartíamos espacios para comer juntos, hacer deportes en la playa y cuando finalizaba el día, la noche quedaba a disposición de cada quien para hacer lo que quisiera. Precisamente la segunda noche es cuando mi madre decide ir a visitar a una amiga de infancia que vivía cerca del sector y yo por mi parte quería ir a recorrer el pueblo en busca de alguna aventura con alguna mujer que quisiera pasarlo bien. Mi padre y mi hermana optan por quedarse en la cabaña cada quien haciendo lo suyo y postergando una salida nocturna para los días venideros. Es así como me despido y salgo rumbo a lo que me deparaba la noche, ya prácticamente transcurridos veinte minutos de mi salida y adentrándome al pueblo me percato que había olvidado llevar dinero, sin el cual poco y nada de posibilidad tendría de seducir a cualquiera.
Me devuelvo a la cabaña e ingreso con mis llaves dando aviso de mi retorno, pero al parecer nadie me escucha pues no obtengo respuesta ni de mi padre ni de mi hermana. Subo la escalera al segundo piso cuando de pronto escucho una respiración agitada y algunos gemidos que provenían del cuarto de mis padres. Se adueña de mí la curiosidad y el morbo de presenciar lo que estaba pasando en ese cuarto y me dispuse a acercarme en el más mínimo silencio de manera que nadie se pudiese percatar que había alguien más en la casa, no sé porque creí por un momento que mi madre había vuelto y con unas copas encima se había puesto cariñosa con mi padre y que éste le había concedido lo que quería follándosela de una vez.
Estando al otro lado de la puerta que se encontraba levemente entre-abierta, los gemidos y quejidos eran cada vez más potentes, lo cual no puedo negar que aunque eventualmente se tratase de mis padres me ponía totalmente cachondo lo cual se evidenciaba en mi miembro que ya había comenzado a presionar bajo el pantalón. Comienzo muy despacio a abrir de a poco la puerta para poder presenciar la escena porno en vivo desde una ubicación privilegiada y regocijarme viendo a mis padres follar. Cuando me encuentro que la mujer que estaba ahí siendo follada no era mi madre, sino mi hermana, y el hombre que estaba estirado llevando a cabo la penetración era mi padre.
Fue tal el impacto que me quede paralizado de la impresión, no podía creer lo que había descubierto. Mi padre y mi hermana se revolcaban en secreto quizás desde hacía cuánto tiempo. En los segundos que me mantuve ahí entre paralizado y viendo lo que hacían, pude observar como mi hermana cabalgaba la verga de mi padre. Estaban totalmente desnudos, mi hermana sentada en el miembro bien dotado de mi padre, se lo introducía gimiendo como puta a cada contacto profundo que conseguía, se tomaba su pelo suelto y subía y bajaba con su culo exquisito por el fierro empalmado. Mi padre por su parte emitía quejidos de placer al ritmo de las penetraciones y al mismo tiempo apretaba las tetas de la putita de mi hermana, quien aumentaba a cada segundo la fuerza y el ritmo con que lo cabalgaba.
Yo, estaba estupefacto. Cuando logro recobrar la movilidad me escondo tras la puerta tratando de asimilar lo que estaba aconteciendo del otro lado. En un minuto de raciocinio decido retirarme pues honestamente no hallaba que hacer y necesitaba despejarme del impacto que me había provocado tal revelación. Es así como comienzo a retirarme en silencio, y en la medida que bajaba la escalera los quejidos y gemidos ya se habían transformado en gritos que auguraban una pronta descarga por parte de ambos fornicarios… quien lo diría, mi padre y mi hermana.
Bajo caminando a la playa para tomar algo de brisa marina y lograr despabilarme, pero no podía sacar de mi cabeza la imagen de mi padre y mi hermana follando. Era como una secuencia de pantallazos que me invadían en imágenes, a pesar del corto tiempo de visualización de la escena misma. No podía pensar, era como estar cautivo de una película porno, tanto así que no me había percatado que me sobaba el bulto mientras caminaba por la arena.
No estaba en condiciones de juzgar si era malo o bueno lo que hacían. Solo sé que me sentía preso de una calentura que no recuerdo haber tenido con tal intensidad. De pronto me veo cerca de unas rocas, y como era de noche aproveché de apoyarme en una y sin pensarlo me saque la verga y comencé a masturbarme con fuerza frente al mar. Cierro los ojos y veía a mi padre y hermana follando, él empujando con fuerza ese vergón dentro de la conchita rica de mi hermana. Después de un breve momento, pues estaba muy caliente, comienzo a escupir mi leche a borbotones sobre las rocas, mientras susurraba: - “eso hermanita, cómetela toda, hasta el fondo putita” – La descarga de leche fue de proporciones, lo cual me satisfago por un tiempo breve, pues a los pocos minutos de eyacular aún seguía hirviendo de calentura… y algo había que hacer con ello. Opté por seguir masturbándome en las rocas, la segunda estimulación que propicie a mi miembro fue tan o incluso más intensa que la primera y como resultado volví a lanzar chorros y chorros de esperma que chocaba con las rocas y comenzaba a descender hasta formar una posilla de leche en el piso. Luego retome mi caminata por la arena, ya no tan agobiado como al principio, sin mucho pensar, al menos podía considerar que lo que hacían mi padre y hermana era algo que me ponía a mil, en consecuencia era algo rico que sin duda me gustaría probar a mí también. CONTINUARÁ