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Perdí la virginidad con un viejito de 72

bareta Relato enviado por : bareta el 28/05/2012. Lecturas: 65943

etiquetas relato Perdí la virginidad con un viejito de 72   Primera vez .
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Resumen
Un viejito de 72 años, me quitó lo niña y después de cuatro años sigo disfutando de los ricos placeres sexuales que me proporciona.


Relato
Soy una chica de 18 años, delgada, con trasero y busto pequeño, hija de madre soltera, a quien veo solo en las mañanas y en la noche, ya que trabaja todo el día. Vivo en una tétrica vecindad de la colonia Obrera (D.F.), donde nadie pela a nadie. Actualmente, por economía y por burra, no voy a la escuela, pero gozo de lo lindo del sexo con un vecino de 72 años.
Todo empezó cuando tenía 14 años estando en secundaria y sin muchos conocimientos sexuales, un día que llegando a casa, le ayudé a Don Miguelito que lo encontré subiendo las escaleras con unos grandes bultos, le ayudé a llevarlos a su casa y como gratificación, me ofreció un refresco que gustosa acepté. Abstraída en una pequeña mesa donde había un sin número de cuentas de vidrio y plástico, le pregunté para que eran, me dijo que hacia collares, pulseras y bolsas que vendía en el centro y que con eso se sostenía. Le pregunté si me enseñaba a elaborarlas, dijo que si y sin más, me sentó en un banco muy alto y me puso a entretejer algunas cuentas, por mi inexperiencia, algunas iban al suelo, por lo que se agachaba a recogerlas, pero también echaba una mirada a mi entrepierna, cosa que me daba risa pero al mismo tiempo, me hacia sentir rara. Rato después, ufana le mostraba una pulsera que había terminado, a lo que me dijo que se vería bonita en mi tobillo, arrodillándose, me la colocó en el pié, sin dejar de verme los calzones, por lo que inmediatamente cerré las piernas, pero con mucha ternura y acariciando mi pantorrilla dijo: No te enojes, pero hace muchos años que no veía un coñito tan cerca, al sentir su áspera mano sobre mi piel, un agradable estremecimiento recorrió todo mi cuerpo, que hizo que cerrara los ojos, cosa que aprovechó para poner su mano bajo la falda y sobre el muslo. Sentí tan rico, que afloje las piernas y pudo llegar hasta mi calzón sobre mi coño, que se empezó a humedecer y yo a excitarme. Pensé que a ese viejito nunca se le paraba la verga, lo más que podría hacer era tocarme, cosa que yo me hacía con todo mi cuerpo y me gustaba mucho fantaseando con algún muchacho de la escuela y que ninguna mano masculina había tocado.
Lo dejé que sobara mi rajita por encima de mi calzón, pero él hábilmente, metió un dedo por debajo, estimulando mi clítoris y haciendo que me estremeciera de placer, cuando me dijo: ¿Lo puedo chupar?
¡Siiiiiiii! Pero nada más tantito.
Me bajó del banco y diciendo: No te vayas a caer, me llevó a la orilla de su cama quedando detrás de mí, alzando mi cabello, acarició y besó mi cuello, ya completamente acalorada y bien mojada, pensaba que solo me iba a dar una buena manoseada. Bajó sus manos por mi talle hasta levantar la falda, me sobó el trasero y de un movimiento, me volteó de cara hacia él y al mismo tiempo, me arrancaba los astrosos calzones.
Me sentó y recostó en la cama, abriendo mis piernas, metió su arrugada cara entre ellas y percibí que con su boca, jalaba mis incipientes vellos, introducía la punta de la lengua en mi hoyito y con la nariz apachurraba mi clítoris, provocando un delicioso placer. Solo veía mover su canosa cabeza cuando con una fuerte agitación sentí que me orinaba, me quise levantar, pero no me dejó, por lo que dije: ¡Me hice pipí!
Levantando su cara, con la boca completamente húmeda y sonriendo, dijo: ¡No niña! ¡Tuviste un orgasmo!
¿Un que?
¡Un orgasmo! ¿Te está gustando mucho, verdad?
¡Síiiiii!
¿Quieres que siga?
¡Síiiii!
Volvió a clavar su cara entre mis muslos y comenzó a mordisquear mi abultado botón, sin levantar la cara, con sus hábiles manos, me desabrocho la blusa, me subió el sostén e inició un rico masaje en mis pequeños pero bien parados pezones. Yo sentía la gloria, era una sensación jamás experimentada, que cerrando mis ojos y deseando algo en el interior de mi vagina, gozosa aflojé mi cuerpo.
Poco a poco subió su cara, besando mi pelvis, mi ombligo, hasta llegar a mis senos, que los empezó a lamer haciéndome tener contracciones en mi coñito. Siguió con mi cuello, pero cuando me besaba una oreja, sentí algo duro recargarse en mi rajita, alarmada dije ¡Ya tiene el pito parado! y ¡Soy virgen!
¿Nunca te han cogido?
¡Nooo!
Y sintiendo delicioso como rozaba su verga a lo largo de mi conchita, dijo: ¿Quieres que te coga?
¡Siiii! ¡Pero me va a doler!
Puso crema en mi inflamado y novato hoyo, acomodó su pene y con delicados empujones lo empezó a incrustar. Con las primeras metidas, sentí algo de dolor, me separó más las piernas y dijo: ¡Esta te va a doler, pero después lo vas a gozar! Y con un empujón lo clavó todo, se quedó quieto unos segundos viendo mi reacción, que fue de dolor pero soportable. Cuando notó, que mis ojos se entrecerraban de placer por los leves movimientos de mete y saca, los tornó más frenéticos, metió sus manos bajo mi espalda y tomándome de los hombros, me hundía la verga hasta el fondo, produciéndome más dolor con el cierre del pantalón que la cogida, dije: ¡Me lastima el cierre!
Se quitó los pantalones y pude apreciar la enorme polla que me estaba comiendo, gruesa y larga, con la cabeza afilada, la que inmediatamente se perdió entre mis piernas y reinició sus arremetidas llevándome a otro orgasmo. De repente, se oyó un -plaf-, en el momento en que sacó la verga del estuche en que se encontraba y poniendo los ojos en blanco expulsó una gran cantidad de caliente semen, mismo que cayó sobre mi vientre e intentando llegar escurriendo hasta mi coño, pero quedó detenido por mis vellos.
Aún medio parada, me dijo: límpiala con tu boquita, para que aprendas a mamar y te deleites con mis mocos. Me prendí de ella como si fuera una paleta, paladeando el agridulce sabor que goteaba de la polla que me había desvirgado y convertido en todo una zorrita.
Me acomodé el uniforme, mojada de la panza, sin calzones y contenta con mi pulsera al tobillo, dije: ¿Quiere que venga otra vez?
¡Claro! ¡Cuando quieras hacer más cositas¡

No tardé mucho tiempo en regresar, como a los quince días, quería sentir de nuevo su verga dentro de mí, cuando me animé a tocar su puerta, me abrió otro viejito, a quien le pregunté ¿Está Don Miguelito?
¡Sí! ¡Pásate!
Es que vengo a que me siga enseñando a hacer cosas bonitas, pero si está ocupado luego vengo.
Desde adentro se escuchó:
¡No! ¡No! ¡Pasa! Juan también sabe hacer cositas.
En cuanto se cerró la puerta tras de mí, Don Miguelito, tomándome dulcemente del cuello y sintiendo que mi cuerpo se estremecía, dijo: ¿Qué te parece ahora un collar para que caiga aquí adentro? y metió una mano a mi sostén rozando mis senos.
¡No! ¡Me gustan más las pulseras para el tobillo!
Como ese día llevaba puestos unos pantalones, Don Miguelito quitándomelos con todo y calzones, dijo:
¡Bueno! ¡Pero así, encueradita, para ver cual se te ve más bonita! Y me ayudo a subir parada al mismo banco en que me senté la vez anterior. Yo veía de frente a Don Miguelito, que intercambiando pulseras en ambos tobillos, levantándome una u otra pierna para ajustar pulseras y de reojo viendo mi ganoso coño, me bamboleaba insegura parada sobre el banco, por lo que Don Juanito me sostuvo del trasero, con el pretexto de que no cayera.
Después de seis o siete pruebas, Don Miguelito, acariciando mi coño, dijo: Pienso que esta se lleva bien con tu rica melenita, ¿No crees Juan?
Con lo que Don Juanito, discretamente y haciéndome respinga, me enterró un dedo en mi anito diciendo: ¡Por aquí se ve muy bien!
Don Miguelito metió su cara a mi coño y comenzó a lengüetearlo, mientras el otro viejito hurgaba con la boca entre mis nalgas, haciendo que me calentara dulcemente. Me bajaron del banco y acostándome de lado sobre la cama y con una pierna al aire, siguieron chupando en cada uno de mis hoyitos, cuando dije:
Creo que los dos me quieren coger, entonces me van a dar dos pulseras.
¡Te damos lo que quieras! contestaron al unísono
Mientras Don Miguelito se desvestía, Don Juanito, me quito blusa y sostén chupando mis erectos pezones.
Completamente desnuda, Don Miguelito, se untó crema en la verga, me abrió las piernas, se acomodó entre ellas y comenzó a introducirlo en mi húmeda cueva. Sentía tanto placer al tener su verga adentro, que sin querer, me salían unos leves Aaaaah-, que para callarme, Don Juanito, puso una polla más delgada y arrugada pero igual de larga a la que se movía en mi vagina, junto a mi boca, ordenando: ¡Chúpala!
Con la fricción de Don Miguelito por abajo y la otra rica verga en mi boca, solamente escuche: ¡Esta niña ya se corrió, está bien mojado y apretado este coño! Junto con mi orgasmo, se me llenó la boca de semen, que me tuve que tragar.
Don Miguelito, aguantó unos minutos más, frotando en mi interior, hasta que sacándomelo se vació sobre mi panza, expulsando gran cantidad de líquido viscoso.
Luego fue Don Juanito, el que me montó, completamente mojada, no tuvo problemas para meterlo de un empujón hasta el fondo, que acostando su humanidad sobre mi cuerpo, extendió y embarró más los mocos de Don Miguelito en mi panza. Me estaba propinando unas fuertes embestidas, con las que locamente agitaba mi cabeza y trataba de levantar las nalgas, para sentir completamente la cogida, cuando dejé los ojos blanquecinos por otro delicioso orgasmo con un –Oooooooooohhh- (que fue el primero con expreción gutural).
Don Juanito, sudoroso y agitado, sin eyacular, se zafo diciendo: ¡Por adelante no te puedo dar mi leche!, ¿La quieres por atrás?
¿Por donde?
¡Pues por tu culito!
Sin creer que me iba a penetrar, me puse boca abajo y le dije: ¡Si! ¡Déme lechita en mi culito!
Se puso crema en su pito, levantó mis nalgas y metiendo un cojín enrollado bajo mi vientre, lo comenzó a encajar en mi inmaculado ano, me quise quejar, pero hundió mi cara en otro cojín, con lo que las lágrimas y mis -Ay- -Ay- -Me duele- -Ay- -No- -Ya no-, se acallaron. Ya estaba bien ensartada hasta adentro, que con sus movimientos poco a poco, el dolor se convirtió en un dulce placer. Me hizo girar sin zafarse, quedando él debajo de mí y yo con la vista al techo, me arqueaba, me remolineaba sobre su polla, cuando sentí que Don Miguelito, me sumía un dedo por mi vagina, moviéndolo en círculos y con otro meneaba mí hinchado clítoris induciendo a empaparle su mano con un extenso orgasmo, cuando percibí la andanada de leche que me estaba inundando el interior del culo.
Ya suelta de Don Juanito, Don Miguelito, no soportó las ganas y poniéndome en cuatro patas, me hincó la verga en el anegado y recién abierto culo, que con algunas sensaciones de dolor, por estar más grueso el nuevo inquilino, después de unos cuantos minutos de fuertes arremetidas, mezcló su cálido semen con el que ya estaba en mi interior.
Así pasaron dos placenteros años, juntando pulseras y collares, regocijándome de gozar dos añejas pero deliciosas vergas, que nunca se vaciaban en mi coño, pero siempre tenían bien lubricado e inundado mi ganoso culo, hasta que por causas naturales, Don Juanito, dejó de darme gusto, De hace dos años hacia acá, sigo siendo únicamente la zorrita de Don Miguelito, que aunque añoro las dos juntas, una ya sin tanta energía, me sigue proporcionando placer, sin necesidad de buscar en algún mozalbete la falta de delicadeza y experiencia que siempre me han otorgado mis adorados viejitos.

















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Comentarios enviados para este relato
tim_drake11 (29 de May de 2012 a las 07:14) dice: oh, excelente, excitante y excelso relato, gracias por deleitarnos con esos relatos, espero lo sigas haciendo, por ahora soy tu seguidor y los espero con ansia

katebrown (18 de October de 2022 a las 22:18) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

katebrown (18 de October de 2022 a las 19:50) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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