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PERDÓNANOS MAMÁ

Relato enviado por : thevintage el 03/02/2011. Lecturas: 35644

etiquetas relato PERDÓNANOS MAMÁ   Amor filial .
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Resumen
Dos cachondos hijos disfrutan del cuerpo voluptuoso de su caliente madre


Relato
Voy a relatar la historia que me sucedió hace 5 años.
Me llamo Alberto y por aquel entonces tenía 18 años, vivía junto a mi madre, Ana, que ya hacía 7 años que se encontraba separada, y mi hermano Luis, que contaba con 19 años.
Mi madre es morena, de 40 años, y un cuerpo realmente espectacular.
Yo nunca la había mirado con otros ojos que no fueran los de un hijo, sin embargo un día fue a la boda de una amiga y se puso muy elegante, un vestido rojo a la altura de la rodilla, que resaltaba la opulencia de sus tetas, lo ancho sus caderas y dejaba adivinar una bombachita muy pequeña.
Al regresar de la misma, mi madre vino diciendo que tenía dolor de cabeza, por lo que inmediatamente se fue a su habitación y enseguida salió con una bata puesta, se había quitado el vestido y se encontraba tan cansada que no había podido ni quitarse su bombachita. - Alberto. - Dime, mamá.- - Voy a tomarme una pastilla para el dolor de cabeza y me voy a tumbar en el sofá, por lo que más quieras no hagáis ruido, ni tú ni tu hermano.- - Sí mamá, no te preocupes.- Ella, se tomó su calmante, pero al notarse tan dolorida y temiéndose que tanto yo como mi hermano terminaríamos haciendo ruido y la despertaríamos, decidió tomarse dos pastillas más, que no tardaron en hacerle efecto, y se quedó plácidamente dormida en el sofá. Yo me encontraba mirándola descansar, cuando en un movimiento de mi madre, una de sus piernas resbaló del sofá, por lo que se entreabrió su bata, lo suficiente para que yo pudiera ver su bombachita transparente.
Quise evitar mirar, pero me ganó la curiosidad, y cada vez miraba más.
Desde mi posición no podía ver mucho, pero lo poco que veía, cada vez me parecía más interesante, y ver a mi madre allí tumbada mostrando parte de su cuerpo, me hizo pensar.
- No hago nada malo por intentar verla un poco, después de todo mi intención no es obscena.-
Me incorporé buscando una mejor posición hasta que me puse tan cerca que pude comprobar como a través de su bombachita se transparentaban los pendejos negros de su concha. - ¡qué buena que está!, pensé yo.- Cada vez miraba con más atención, y era tanto lo que disfrutaba haciéndolo, que incluso di un pequeño traqueteo a mi madre, para comprobar lo profundamente que dormía. ¡duerme profundamente!, pensé aliviado. - No he hecho nada malo mirándola y tampoco creo que por tocarle un poco las piernas lo haga, ¡sí, ya sé que es mi madre!, pero nunca he visto y mucho menos acariciado a una mujer, y sería de tontos desperdiciar esta oportunidad que se me ofrece, y lo hago sin pensamientos obscenos. Me decía yo a mí mismo, para darme fuerzas.
El caso es que no tuve que darme muchos ánimos para poner mi mano sobre sus piernas, ya que en el fondo lo estaba deseando ansiosamente, y una vez allí, y notar el calor que desprendían las mismas, comencé a acariciárselas en circulo, primero por debajo de la rodilla y después por los muslos, cosa que producía un placer inmenso. -¡lo que estoy disfrutando y solamente le he acariciado los muslos!, me he acercado un poco a su concha y parece que sale un lindo calor, ¿no creo yo que por acariciársela un poco por encima de la bombachita haga nada malo?. Y mientras lo pensaba, mi mano se posó muy lentamente sobre su concha, la cual parecía arder ya que su calor traspasaba con creces su ropa interior. Me encantaba su calor y su suavidad y con un poco de miedo comencé a acariciársela en círculos, cosa que cada vez me producía más placer, no tardando en darme cuenta que, una terrible erección abultaba mi entrepierna. Ya no me importaba si estaba haciendo algo malo o no, y seguí acariciando la peluda concha, de forma que al cabo de un tiempo me pareció notar en mi mano un poco de humedad, al mismo tiempo que de sus labios de vez en cuando me parecía escuchar como unos quejidos. Yo deseaba poder acariciarla notando el tacto de su carne, de esos hermosos pelos negros de su concha. Con una mano levanté el elástico de su bombachita e introduje la otra por debajo, hasta que por fin pude acariciar sus pelos y los húmedos labios.
Aproveché incluso para pasar uno de mis dedos entre sus calientes labios, descubriendo su duro clítoris. Hasta que me di cuenta por los espasmos de su cuerpo y sus gemidos cada vez más fuertes, que había acabado con mis caricias. Yo a todo esto me encontraba a punto de acabar en los pantalones, por lo que sin sacar la mano de la peluda concha, me bajé la cremallera y comencé a pajearme, no teniendo que meneármela mucho para regar el suelo y las piernas de mi madre con mi leche. Fui hasta el baño para buscar un trapo de piso y lavarme.- Cuando me dirigí al cuarto de baño me encontré con mi hermano. -¡Luis!, ¿qué haces ahí?.- -¿Y tú, Alberto?, ¿qué haces con la pija fuera y una mano llena de leche?. -¿No me digas que has estado expiándome?,- yo me supuse lo peor. - Pues claro, lo he visto todo, he visto como has estado manoseando a mamá, ¡eres un guacho!, ¿no te da vergüenza?.- - Está bien Luis, a mí me da vergüenza y soy un guacho, pero tu explícame cómo has estado expiando sin decir nada y me lo has permitido, y para colmo, ¿qué explicación me das al pedazo de bulto que sobresale por tu bragueta?. - ¡UY!, no me había dado cuenta.- contestó mi hermano. - Bueno, no me des explicaciones, que ya me las imagino y ayúdame a limpiar a mamá.- Así lo hicimos y con ayuda de la toalla me limpié primero yo, y después quitamos las gotas de leche que habían caído sobre mi madre. - ¡Alberto, ya podías haber tenido más cuidado!. Dijo mi hermano. - Lo he intentado Luis, pero no veas lo que he disfrutado acariciando a mamá, además, ¿no sé si mientras expiabas, te has dado cuenta de que ella también a gozado lo suyo?.- - ¿Tú que crees?, me lo dijo señalándome a su todavía abultado paquete. - Ya veo. Por cierto, ¿cómo es que no has aprovechado para tocarle las tetas?, desde aquí parecen preciosas. - Porque con la emoción ni me he acordado, pero ahora que lo dices aprovecha tú para tocárselas un poquito y así ya estamos empatados.- No había tenido tiempo de terminar de decírselo, cuando Luis, con mucho miedo, desabrochó la bata de mi madre, quedando ante nuestra vista su corpiño de encaje, que apenas podía abarcar sus hermosas tetas, casi nos caemos de culo, para colmo, sus pezones sobresalían del corpiño ya que permanecían erectos, seguramente a causa de mis caricias. Mi hermano bajó un poco el corpiño y cuando consiguió dejarlas al aire, las acarició diciendo. - ¡qué cosa más linda!.
Y de verdad que eran lindas. Una inmensas tetas blancas con grandes areolas oscuras y pezones carnosos en punta. De lo grande que eran ambas tetas se desparramaban hacia los costados.
Desgraciadamente y cuando yo me proponía acariciar las tetas de mi madre, ésta pareció empezar a despertarse, y ambos nos dimos un susto de muerte, saliendo corriendo inmediatamente sin darnos tiempo a ponerle las tetas en su lugar. Cuando mi madre abrió los ojos, mi hermano y yo estábamos sentados cada uno en un sillón. -¿Ya te has despertado mamá?.- - Sí Alberto.- Y como si hubiese notado algo extraño se miró y se dio cuenta de que tenía la bata medio abierta a la altura del pecho, el corpiño movido de tal manera que ambas tetas se encontraba a la vista, y la parte de debajo de la bata subida de tal forma que se veía completamente su bombachita.
Todavía no había salido de su asombro, cuando notó unas sensaciones en su cuerpo extrañas, le parecía notar sus pezones erectos y su concha húmeda, y todavía medio dormida preguntó. - ¿Por qué tengo así la bata?.- - Tú sabrás mamá, dije yo. - Si lo pregunto es por qué no lo sé. - Bueno pues tú sabrás qué clase de sueños has tenido. - ¿A qué te refieres Alberto?, yo no me acuerdo de ningún sueño. Y al terminar de decirlo ella misma cayó en la cuenta de que tal vez había tenido un sueño erótico y eso explicaba la sensación de humedad de su concha y el estado de sus pezones. - Pues si no has estado soñando yo no se lo que has estado haciendo mamá. - ¡Explícame!, ¿Qué he estado haciendo?, se puso colorada como un tomate. - Pues estábamos Luis y yo aquí tan tranquilos, cuando de repente, has empezado a acariciarte y a decir cosas. - ¡Dios mío!, ¿qué clase de caricias y qué clase de cosas he dicho?. Cada vez se encontraba más ruborizada, y entre que estaba recién despertada y la situación en la que se encontraba, no sabía como reaccionar. - Pues has empezado levantándote la falda, y has comenzado a acariciarte la entrepierna y después gemías.
Mi madre al oírme se puso aun mas colorada si cabe, y sólo pudo decir.
- ¿Y cómo no me despertaron?. - Lo hemos intentado mamá, pero estabas durmiendo profundamente, además enseguida nos hemos dado cuenta, de que lo estabas pasando bien, ya que mientras tratábamos de despertarte, te has metido la mano por debajo de la bombachita, y has seguido acariciándote cada vez más fuerte.
Mi madre me escuchaba a punto de que le diera un ataque, y añadí.
- Además cada vez gemías más, y a veces decías cosas como, métemela más fuerte, hasta que por fin incluso comenzaste a acariciarte los pechos. -¡No sigas contando hijo mío!, ¡qué vergüenza Dios mío!, ¿cómo me ha podido pasar esto a mí?.
Yo quería aprovechar la situación para llevarla hacía donde a mí me interesaba y proseguí.
- Pero mamá no debes sentir vergüenza, ¡si hemos visto que estás muy buena!, has tenido un sueño erótico y ya está. - Mi madre me escuchó y no sabía si agradecer el piropo de que estaba muy buena o matarme a palos.
- Además, es como si Luis y yo hubiéramos tenido una clase de educación sexual, ¿y con quién mejor que con nuestra madre?, ¡te podemos asegurar que no hemos perdido detalle!. Y añadí.
- Por cierto mamá, nosotros no queremos meternos en tu vida sexual, pero hemos visto que tenias unas manchas de semen en los bombachita y nos imaginamos que antes de venir a casa has tenido una aventura, ¿no es verdad?.
Mi madre a poco se cae de culo e inmediatamente se miró la bombachita y observó que efectivamente las manchas estaban allí, lo que la hicieron quedarse perpleja y enmudecida, pues que hubiera tenido un sueño erótico era relativamente normal, pero que hubiera unas manchas de semen en su bombachita, cuando ella sabía perfectamente que no había motivo a ello, era más de lo que su cabeza podía procesar en esos momentos tan confusos.
- ¡Hijos míos, yo les juro que no sé qué hacen esas manchas ahí!.- - Mamá no tienes de que preocuparte, nosotros te comprendemos, hoy hemos comprobado lo buena que estás y la suavidad de tu cuer..... En esos momentos me di cuenta de que había metido la pata, ya que al decir aquello último, me había descubierto yo mismo, y había reconocido que había tocado su cuerpo, por lo que antes de que ella pudiera decir nada añadí. - Perdona mamá, es que no te hemos contado toda la verdad, y es que cuando te hemos visto acariciarte nos ha dado mucha alegría ya que hemos visto que te lo estabas pasando muy bien, y al final viendo que te costaba mucho acabar, te hemos ayudado un poquito, y te hemos acariciado algo los pechos, ¡pero sólo para ayudarte!, y por eso sabemos el cuerpo tan suave que tienes. Mi madre al oír esto último se quedó alucinada, su cara se descompuso y el color de su cara no podía estar más colorado, hasta que pasado un tiempo y mientras mi hermano y yo la mirábamos con cara angelical, como si efectivamente todo lo que habíamos hecho era para "hacerle un favor". - ¡Vosotros soy unos guachos!, nos gritó. - ¡Han estado mirándome mientras me acariciaba, por culpa del sueño que he debido tener!, ¡y para colmo han tenido la desvergüenza de sobarme los pechos mientras dormía!, ¡esto no os lo perdonaré en la vida!. - Y como si una luz se hubiese encendido en su cabeza, se miró los bombachita, después alzó la vista, y nos miró con cara preocupada, diciéndonos.
- Por cierto, estas manchas, ¿podríais explicarme realmente de qué son?. - Y es que ella sabía perfectamente que había llegado a casa sin ninguna, y no quería ni imaginarse a que eran debidas realmente. - Ya te hemos dicho mama, que a nosotros no tienes que danos explicaciones sobre tu vida sexual.- Contesté yo disimulando. - ¡Alberto!, ¡no intentes tomarme el pelo y dime de una vez qué es lo que ha pasado.- - Esta bien mamá. Todo lo que te hemos dicho es verdad, pero lo que pasa es que, aunque nosotros no lo habíamos pretendido, y puedes creer que al principio no queríamos ni mirar, te vimos acariciarte, y como he dicho antes descubrimos que estás muy, pero que muy buena, y sin darnos cuenta nos excitamos un poco, y para colmo cuando "tuvimos" que acariciarte las tetas para ayudarte, nos excitamos de tal manera que no tuvimos más remedio que masturbarnos, y se nos escaparon unas gotitas. - ¡Dios mío!, ¡os habéis vuelto locos!, ¿que os habéis masturbado encima mío?. - Bueno mamá, tú también lo has hecho. - ¡Pero yo ha sido mientras dormía!. Tras una pausa mi madre decidió terminar la conversación, y se fue a su habitación, Luis y yo nos quedamos preocupados, aunque después de todo lo que había pasado, podíamos dar gracias, de que no habíamos recibido ningún castigo de mi madre, por lo que después de todo, estábamos contentos, y nos había merecido la pena el enfado de mamá, en comparación a lo que habíamos disfrutado antes. La tarde transcurrió, y mi madre cada vez que se cruzaba con nosotros por la casa, nos miraba con cara enfadada, pero cuanto más tiempo transcurría, su cara mejoraba, y ya al final parecía hasta sonreírnos.
Cuando llegó la hora de la cena, nos extrañó ver que nos había preparado nuestra comida favorita, ya que pensábamos que con el disgusto que le habíamos dado, se nos iban a acabar durante una temporada las cosas buenas y sin embargo además de la buena comida, nuestra madre estuvo charlando con nosotros como si nada hubiese pasado, y hasta me pareció ver que de vez en cuando se le escapaba alguna sonrisa.
Después de la cena estuvimos viendo la televisión, hasta que cuando llegó la hora de acostarnos, mi madre dijo. - ¡Bueno, es hora de acostarse!, creo que esta noche voy a tener que tomarme otro montón de pastillas para el dolor de cabeza, no sé porqué, pero está empezando a dolerme otra vez. ¡Hasta mañana hijos míos!.
- ¡Hasta mañana mamá!, que duermas bien. -¡Eso espero!.- Mi hermano y yo nos quedamos viendo la televisión un rato, hasta que Luis me dijo. - ¿Hay que reconocer que nos lo hemos pasado bien, ¿no es verdad?. - Sí, Luis, yo creo que demasiado bien, no hago otra cosa que acordarme de la concha peluda. ¡que envidia me das!. - ¡Pues no sabes lo que te has perdido!, la tenía caliente y húmeda. ¿Te acuerdas de lo que ha dicho mamá antes de acostarse?- - ¿El qué?. - Pues que iba a tomarse otro puñado de pastillas para el dolor de cabeza?. - ¡No estarás pensando en...!. - Pues sí, yo creo que no vamos a tener otra oportunidad como ésta, y además no creo que se entere. - Luis, que de la anterior nos hemos salvado de milagro. - Pero, mereció la pena ¿verdad?. - ¡Y que lo digas!. Nos levantamos del sillón, y nos dirigimos sigilosamente hasta la habitación donde se encontraba descansando mamá, una vez allí encendimos la lampara de la mesita de noche. Respiramos tranquilos cuando vimos que efectivamente parecía dormir profundamente.
Luis traqueteó un poco a mamá para asegurarse de que dormía profundamente, y hasta preguntó en voz alta "¿mamá estas dormida?", y por supuesto no tuvo respuesta, - Alberto, retirá la sábana.
Lo hice lentamente, todavía con miedo, y cuando la quité completamente, nos quedamos de piedra, ya que vimos que dormía sin camisón y solo llevaba su ropa interior.
Su corpiño y su bombachita eran blancas y totalmente transparentes, y a través de ellos podíamos ver sus oscuras areolas, casi del diámetro de un CD, sus pezones en punta y el impresionante triángulo negro de su concha. Era como si no llevara nada.
Yo vi a mi hermano mirar con ojos lascivos, y casi cayéndosele la baba, pero pensé que si él me miraba a mí, vería con seguridad la misma cara, ya que mi madre tumbada allí con aquellas prendas, estaba para levantársela a un muerto.
- ¡Qué buena que está, Alberto. - Ya la veo, parece que está más buena que esta tarde. - Pues a mí ya se me esta poniendo la pija dura. - A mi ya hace rato que se me puso, Luis. - Bueno Alberto, abra que empezar, ¡vamos a acariciarle las tetas. Efectivamente comenzamos a acariciarle los pechos por turnos, primero Luis y después yo, no tardamos en subir su corpiño para poder sentir su carne, y con tanta ansia lo hacíamos, que casi nos peleamos por poder acariciarla, hasta que decidimos dedicarnos cada uno a un teta. - ¡Mira Alberto!, parece que ya comienza a gozar. - ¡Vamos a chupárselos!.
Así lo hicimos, y oímos los primeros gemidos de mi madre, no había duda que dos bocas lamiéndole los pezones debían estar provocándole un gran placer, ¡aunque fuera durmiendo!. Cuando por fin decidimos cambiar de sitio y buscar lo que más deseábamos en esos momentos, levantamos la cara de sus pechos y cuando miramos hacía abajo, nos miramos extrañado, ya que las piernas de mamá parecían estar mucho más abiertas que antes. - ¡Hemos tenido suerte, Alberto!, ¡así será más fácil acariciarle la concha!. - Sí Luis, pero yo no me he dado cuenta de que mamá tenía las piernas así de abiertas. - Tranquilo, durmiendo todo el mundo se mueve, además con la sesión que le hemos dado en las tetas, seguro que en estos momentos está soñando que se la están garchando. - ¡Tienes razón Luis!, es que todavía estoy asustado.
Mi hermano había comenzado a introducir su mano por debajo de la bombachita de mamá.
- Ummm. Dijo Luis. - Ummm. Gimió mi madre. - tú mientras acaríciale las tetas. - Bueno, pero ya sabes que yo también quiero acariciarle la concha. Así estuvimos bastante rato y a mi madre cada vez se le escapaban más gemidos de placer, ya que mis masajes en sus pechos y las caricias de mi hermano en su concha, debían estar dando efecto, de ello no tenía yo ninguna duda sobre todo viendo relucir la mano de Luis a causa de la humedad vaginal que se había pegado en la misma.
Al cabo del rato pude convencer a mi hermano para intercambiar los papeles, y así él se dedicó a los pechos de mi madre y yo me dirigí a su concha.
- ¡Luis, qué caliente me la has dejado!. - ¡Pues tú, como le has dejado los pezones!, ¡parecen clavos!. Continuamos con nuestras caricias y los gemidos de placer de mi madre eran cada vez más fuertes. - Ummm, ahhh, ummm, ahhh. -¡Alberto!, parece que mamá está a punto de acabar. - ¡Yo me la voy a sacar!. - ¡Yo también!, pero ten cuidado dónde acabas. - Y tú igual. Efectivamente mientras seguíamos acariciando a nuestra madre, Luis y yo comenzamos a pajearnos, de tal manera que cuando ella dio sus espasmos que nos convencieron de que había acabado, de nuestras pijas comenzaron a brotar sendos regueros de leche, que no pudimos evitar que mancharan el estomago y las piernas de mi madre.
Rápidamente limpiamos lo que pudimos con una toalla y pusimos la sabana en su sitio, apagamos la luz y nos fuimos a acostar.
¿Has dormido bien mamá?, parece que con las pastillas se te fue el dolor de cabeza y dormiste a gusto. - Pastillas, ¿qué pastillas?, anoche se me olvidó tomarlas. Mi hermano y yo nos miramos angustiados. - ¿Qué pasa, por qué me miráis así?. - No es por nada mamá, es que cuando fuimos a darte el beso de buenas noches, nos pareció verte dormir profundamente. - ¡Qué va!, si yo tengo el sueño muy ligero, si me acuerdo de cuando me disteis el beso. Mi hermano y yo nos miramos aterrorizados, seguíamos sin comprender nada, pero pensábamos, que mi madre se había despertado justamente cuando le dimos el
beso, pero que no se acordaba de nada de lo anterior.
El caso es que mi madre cambió de conversación, hablándonos de otro tema, y Luis y yo asustados todavía por la sorpresa, le seguimos la corriente sin seguir indagando.
Así continuó el día hasta que pasadas un par de horas, mi madre dijo que tenía que ir a comprar a una tienda.
- ¿Les parece bien que vaya con este vestido?.- -¿Por qué nos va a parecer mal?.- La miramos extrañados ya que era un vestido normal, y ella nunca nos preguntaba sobre la ropa que debía llevar puesta. - No sé, me parece que este no me sienta bien. - Bueno, entonces ponte otro que te guste más. - Cuando nos dimos cuenta mi madre desapareció y volvió al instante con otro vestido bajo el brazo, y ante nuestra asombrada mirada se quitó el que llevaba, quedándose en bombachita y corpiño. - Su corpiño y su bombachita eran blancas y totalmente transparentes.- y comenzó a ponerse el otro vestido. Una vez terminado dijo como si hubiese hecho la cosa más normal del mundo. - ¿Qué les parece?, ¿me queda mejor?. - Parece que así estás mejor.- contestamos los dos casi tartamudeando. - No sé, no sé, me parece que tengo otro mejor, esperen un momento. Y ante nuestra alucinada mirada, volvió a desaparecer, y aunque tardó un poco más que antes, volvió otra vez con otro vestido bajo el brazo. Antes de que pudiéramos reaccionar, mamá volvió a quitarse el vestido que llevaba, pero esta vez, cuando vimos su ropa interior nos quedamos de piedra, ya que se había cambiado de la misma, y ahora llevaba otra de color negro muy sexy. Luis y yo, nos miramos sorprendidos aunque volvimos a mirar a mamá ya que nos encantaba lo que veíamos por mucha extrañeza que no diera. Ella mientras, nos miraba sonriendo y transcurrido un tiempo sin ponerse el nuevo vestido que había traído dijo.
- Bueno, para qué me lo voy a poner, si realmente lo que me estoy probando es la ropa interior. - Nosotros la miramos sorprendidos sin poder articular palabra.
- ¡Pues claro!, ¿es que creen que no sé lo que realmente quieren ver?, sí, no pongan cara de boludos y desentendidos, que anoche bien que me estuvisteis mirando en ropa interior. Bueno y además de mirar también metieron mano. Estábamos mudos y sin saber que decir, mi madre no había terminado la frase y no sabíamos si ella había dado a entender que estaba despierta cuando la acariciábamos o, si sólo sabía lo que habíamos estado haciendo.
El caso es que por muy de piedra que estuviéramos escuchándola, nuestra frialdad se derretía por momentos, cuando nuestros ojos recorrían su cuerpo apenas cubierto por su corpiño y bombachita negra. - ¿Parece que me miran mucho?, ¿les pasa algo?. ¿Es que no tuvieron ayer y anoche bastante?, no se queden así, díganme por lo menos qué ropa interior les gusta más. - Las dos nos encantan mamá, para que vamos a decir otra cosa, ¡estás buenísima!.- al fin pudimos decir. - Bueno hijos míos, ustedes ya disfrutaron, ahora me toca a mí ver algo, ¡a ver si sólo van a ser ustedes los que puedan hacerlo!. - A qué te refieres mamá. Ahora yo quiero verlos a ustedes, eso sí, sin ningún animo lascivo, igual que ustedes, claro. Lo dijo guiñándonos un ojo.
Mi hermano y yo como si de ordenes se tratara, nos desnudarnos. ¡Ya veo que me miran con ojos de hijos y no con lascivia!, ¡Vaya paquetes que tienen!. - Perdónanos mamá, ha sido sin querer. - Si quieren que los perdone, desnúdense completamente. - ¡Que pedazo de pijas!.- Dijo cuando así lo hicimos. - Mamá, es que estas ahí con tu ropa interior y no podemos evitarlo. - ¡Por fin puedo ver las pijas que dos veces me han manchado de leche!, una mientras dormía y otra mientras fingía hacerlo. - ¡Mamá no será verdad que anoche estabas despierta!. - Sí hijos míos, ¿o creen que me iba a dejar engañar dos veces. - ¿Entonces...?, cuando te acariciamos estabas despierta. - ¡Pues claro!. - Y cuando acabaste, también estabas despierta? - Por supuesto, ¡Hacía tiempo que nadie me hacía gozar tanto como ustedes!, pero, ¡soy su madre y lo que hicieron está mal!, ¡tengo que castigarlos!. - Haremos lo que digas, lo tenemos merecido.
Van a estar mirándome los dos sin poder tocarme ni tocarse ustedes mismos. Siéntense en esas dos sillas. - Sí mamá. Mi madre nos hizo colocar las manos detrás del respaldo de la silla y las sujetó con cinta adhesiva. Se puso frente a nosotros y comenzó a moverse voluptuosamente, y a acariciarse ella misma, con rápido movimiento se quitó el corpiño y sus dos inmensas tetas quedaron libres. Se acercó a nosotros y sobó un buen rato sus pezones contra nuestras caras. Al pasar de uno a otro de nosotros se detenía unos segundos, agarraba una pija y la pajeaba. Luego se colocó en el centro de la habitación y se bajó la bombachita hasta la mitad de los muslos, pasándose un dedo por entre los abundantes pelos de su concha alcanzando el clítoris. Después se puso de espaldas y se agachó para sacarse la bombachita de modo que su soberbio culo se mostró en todo su esplendor. Tanto mi hermano como yo pudimos ver claramente, desde atrás, los labios de la concha parcialmente ocultos por los pelos negros.
Ya totalmente desnuda mi madre se acercó a mi hermano, apoyó su concha en el hombro de este y comenzó a sobarse con el a la vez que de su garganta salían gemidos de placer y se agarraba las tetas y pellizcaba sus erectos pezones. Yo, teniéndola de espaldas alcancé con mi lengua sus duras nalgas, mientras ella separaba sus nalgas para que yo alcance con mi lengua su oscuro ojete. En esta posición pude percibir el exquisito olor que emanaba de su concha.
Luego de sobarse bien contra mi hermano, hizo lo propio contra mi hombro. Ahora podía ver muy bien y de cerca la peluda concha de mi madre. Notaba como aplastaba sus carnosos labios y su palpitante clítoris contra mi hombro. Tal era la calentura que teníamos que mi hermano logró ponerse de pie y aun con la manos atadas, pero con la verga bien dura, se puso a pasarle la pija por el culo de mi madre. Esta lo dejó hacer durante unos segundos pero enseguida se lo quitó de encima y le ordenó sentarse.
Había acabado sobre el hombro de mi hermano e hizo lo mismo sobre el mío.
Ahora se sentó en el sofá frente a nosotros, y con las piernas bien cerradas comenzó a pajearse colocándose dos dedos en el vértice inferior del triángulo que formaban los pelos de su concha; todo lo hacía mirándonos a la cara.
Luis y yo creíamos morir de excitación, y no sabíamos cuánto tiempo podríamos aguantar. - Ummmm, ahhh, ummm, ¡hijos míos estoy acabando!, ummm, ¡cómo estoy disfrutando!, ahhh. - Nosotros la mirábamos con ojos implorantes, pero ella seguía pajeándose gozando cada vez más, mientras nosotros sufríamos por no poder acariciarla.
- ¡Acabo!!!, Acabo!!!, ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh.
Acabó de una manera bestial ante nuestra presencia, y cuando descansó un poco de su orgasmo, se levantó del sofá y dijo.
¿disfrutaron mirándome?. - No te lo puedes ni imaginar mamá, pero por favor nos duelen los huevos de tanta excitación y tenemos que pajearnos, ¡no nos castigues más.
Bueno. Para que vean lo buena que soy les voy a hacer una linda paja a cada uno. Acto seguido se acercó a nuestro lado, se arrodilló entre mi hermano y yo y comenzó a pajearnos a ambos al mismo tiempo. Yo miraba como se movían sus enormes tetas al compás de la paja que nos hacía cuando dejó de pajear a mi hermano, se acercó a mi sin levantarse y colocó mi pija entre sus tetas, apretó la verga entre ellas y así continuó con la paja durante algunos segundos hasta que no aguanté mas y descargué gran cantidad de leche sobre sus tetas y especialmente salpicando toda su cara. Sin sacarse una sola gota de leche, hizo lo propio con mi hermano. Después se puso de pie, y mientras se refregaba las tetas con nuestra leche nos dijo: espero que hayan gozado como yo. Y ahora vamos a vestirnos que se ha terminado todo!.
Pasaron varios días sin nada nuevo.
Un día, mi hermano y yo regresamos a casa algo más tarde de lo habitual, y para evitar la bronca de mi madre, decidimos entrar a casa sin hacer ruido y sin encender las luces, al pasar junto a su habitación, escuchamos unos susurros, y nos dimos cuenta de que ella estaba pajeándose.
Nosotros nos dirigimos a nuestra habitación sigilosamente para evitar ser descubiertos.
Una vez dentro, mi hermano y yo comenzamos a hablar sobre lo sucedido.
- Luis, ¿has oído como se masturbaba mamá?. - Sí, Alberto, ¡con qué ansía lo hacía!. - Comprende Luis que ella tiene que desahogarse. - No, si yo lo entiendo, pero... ¿en que crees tú que estaba pensando mientras se pajeaba?. No se pero cada día que pasa la deseo más!. - Tendríamos que hacer algo para poder cogerla, pero... ¿qué?.
Estuvimos varias horas pensando en algún plan para conseguir nuestros objetivos, pero terminamos durmiéndonos sin conseguir pensar en algo interesante. A la semana siguiente, vino a nuestra casa el hijo de nuestro vecino, Juan, el cual tenía 19 años
Nada más verlo, me vino a la mente que tal vez Juan podía sernos de ayuda, por lo que tras hacerlo pasar a nuestra habitación y en presencia de mi hermano, comencé a interrogarle.
- Oye Juan, te gustan las mujeres?. - ¡pues claro!. ¿qué te parece mi madre?. - Qué puedo decirles, si digo que está muy buena soy capaces de partirme la cara. - ¡Tú tranquilo!, vamos a hablar con sinceridad, esto es una cosa muy seria. Bueno, contesta a mi pregunta. - Sí, Alberto, tu madre me parece que está buenísima, pero muy bien para su edad, además es muy simpática, ¿por qué me hacéis esa pregunta?. - Vamos a ser claros contigo, nos da pena ver que desde que se separó no ha vuelto a hacer el amor con nadie, y no nos desagrada la idea de que tú, que eres una persona discreta pudieras hacerla gozar un poco. - ¡es lo mejor que me han propuesto en mi vida!, pero... y ella está de acuerdo. - ¡Pues claro que no, imbécil!, mi madre es una mujer decente, de lo que se trata es de intentar calentarla, a ver si así puedes lograr algo, lo único que tienes es nuestro permiso y nuestra ayuda.
Tras esto comencé a relatar a Juan mi plan, que consistía en que tenía que traer un vestido de su madre que más o menos tenía la misma talla que la nuestra, elegir el más sexy que tuviera, y venir a nuestra casa diciendo a mi madre, que lo había comprado para dar una sorpresa a la suya, y que quería que se lo probara ella para comprobar que la talla era la correcta. Efectivamente, Juan volvió a la hora, con una bolsa de plástico en la mano. Tras entrar en la casa y ver a mi madre, dijo.
- Hola señora, me gustaría que me hiciera un favor. - Dime Juan, si puedo hacerlo lo hago. - Quisiera que se probara este vestido, es que se lo he comprado a mi madre por su cumpleaños, se trata de una sorpresa, y no puedo hacer que se lo pruebe ella, y ya que usted tiene la misma talla más o menos, me gustaría que se lo pusiera para ver cómo le queda. - - No hay problema, espera aquí con mis hijos que ahora vuelvo. Efectivamente mi madre volvió al poco rato con un vestido muy corto que dejaban ver sus hermosas piernas, además su pecho que era de mayor tamaño que el de la madre de Juan, apenas podía ser contenido por el vestido, lo cual hacía un cuadro muy sexy. El culo abultaba por de más.
Nada mas verla los tres nos quedamos embobados mirándola, cosa de la que mi madre se dio cuenta enseguida, pero no dijo nada, hasta que tras darse unas vueltas para que Juan comprobara cómo le quedaba el vestido, dijo.
- Yo creo que le quedará muy bien a tu madre, a mí me queda estrecho de pecho, pero a ella seguro que le queda bien. - seguro que a mi madre no le queda tan bien, pero... ¿seguro que a mi madre le quedará bien de pecho?, veo que a usted le viene pequeño. - Dijo esto mirando descaradamente sus pechos, cosa que casi hace enrojecer a mi madre.- - Mamá, ya que está haciendo el favor, hazlo bien, deja que Juan se acerque y compruebe que el tamaño de tus pechos es mayor que el de la suya.- dije yo con sonrisa pícara, como si de una pequeña broma se tratara.-
Y antes de que mi asombrada madre pudiera decir que no, Juan se acercó a ella y comenzó a mirarla con descaro, ella al darse cuenta de esta maniobra se puso colorada, y después nos miró a nosotros como si se preguntara, si comprendíamos algo de lo que estaba pasando.
- Juan, ¡no te acerques tanto, que parece que quieres tocarle las tetas!.- ¡Qué más quisiera yo!. - ¡Pero Juan, qué dices!, y tú Alberto, ¡Haz el favor de callarte!.
Y cuando parecía que iba a abandonar la habitación dije muy seriamente. - Mamá, escúchame, no te vayas, todo ha sido culpa mía, he sido yo el que ha provocado a Juan para que se insinúe contigo. Y proseguí.
- Luis y yo habíamos pensado en buscarte una aventura sexual, sobre todo cuando la otra noche te descubrimos masturbándote, y creemos que Juan puede darte gran placer, ya que no nos hacemos a la idea de que algún día termines acostándote con algún hombre que a nosotros no nos agrade.
Mi madre casi se cae de espaldas al escuchar esto, y su cara se puso aún más roja, sobre todo al escuchar que la habíamos sorprendido masturbándose, - y es que en realidad ella sabía, que por mucho que lo intentaba evitar, no pasaba una noche en la que no tuviera que hacerlo recordando el placer que sus hijos le habían proporcionado, y para colmo en esos momentos notaba cómo su cuerpo volvía a traicionarla, y se encontraba excitada por mucho que quisiera evitarlo. Por ello cuando Juan, aprovechando que mi madre se encontraba muda por estos pensamientos, y pensando que ello se trataba de un sí, acercó sus manos a los hermosos pechos de mi madre y comenzó a acariciarlos.
Mi madre, mientras era acariciada, decía "no, no, no,", hasta que Juan, bajó una de sus manos y comenzó a levantar su vestido, cosa que hizo que Luis y yo, pudiéramos contemplar una bombachita roja totalmente transparente que dejaba ver toda la raya de su soberbio culo y los abundantes pelos de su concha.
Yo me acerqué, y como si realmente tratara de ayudar a mi amigo, me puse tras ella y poniendo mis manos por delante comencé a desabrochar su vestido, al mismo tiempo que mi lengua recorría su nuca, aumentando el placer que las caricias de Juan le provocaban.
Alberto, quédate quieto, ¡por lo que más quieras!. Por fin, su vestido cayó al suelo, quedándose mi madre ante los ojos de mi amigo, con su bombachita roja transparente y mostrando sus enormes areolas y tiesos pezones que parecían atravesar y romper su corpiño, también rojo y transparente.
Yo seguía lamiendo su nuca por detrás, y mi dura pija rozando su culo, mi madre en vez de evitar el contacto, ponía el culo hacía atrás, buscando sentir mi verga contra sus carnes.
Mi hermano Luis, observando a Juan sobando a mi madre en ropa interior y a mí haciendo lo propio por detrás, pareció enloquecer, y cuando me di cuenta, se había bajado los pantalones mostrando una erección bestial, cosa que mi madre observó también con ojos de deseo.
Juan, seguía disfrutando de tal manera con el cuerpo de mi madre que no se daba cuenta de la reacción de mi hermano y la mía, y como si de un triunfo suyo se tratara, comenzó a desnudarse hasta quedarse totalmente desnudo, mostrando a mi madre, su enorme pija.
Juan, loco de placer, quiso por fin acariciar la peluda concha, le bajó la bombachita y se puso a acariciar los rizados pelos.- ¡hermosa concha, hermosa concha peluda!,. - ¡Pues métesela!. mientras mi erecta pija se pegaba a su culo, Juan comenzó a introducir su enorme rabo, en la peluda concha de mi madre, - Juan, ¡con cuidado, Juan con cuidado!, ¡ahhhh, ohhhhhhh!.
Juan, gozando como se encontraba, todavía no parecía darse cuenta de que aparte de él y mi madre, mi hermano y yo nos encontrábamos participando, hasta que por fin, cuando pudo introducir toda su pija en la concha de mi cada vez más excitada madre, le dije que se tumbara en el suelo sin dejar de penetrarla, cuando así lo hizo, fue ella la que comenzó a moverse, moviendo sus caderas para sentir con más fuerzas, aquel miembro que la penetraba.
Yo, por mi parte, al tener su culo a mi alcance, comencé a lamerle el ojete, haciendo con ello que mi madre, literalmente se desasiera de placer.
En aquella situación noté, cómo mi madre acabó de una forma brutal, y mi amigo a pesar de haber acabado, siguió bombeando, por lo que yo, decidí metérsela por el orto. Ella al darse cuenta dijo:
- ¡Alberto!, que me están matando por delante, ¡deja mi culo que es virgen!.
Las palabras de mi madre me excitaron al máximo y comencé a penetrar su culo, y a pesar de la dificultad con la que me encontré, pude hacerlo sin escuchar muchos gritos por su parte. Ella no tardó en decir a gritos.
- ¡Luis, deja de pajearte y ven aquí!.
Cuando por fin mi hermano lo hizo, mi madre comenzó a masturbarlo ella misma, al mismo tiempo que era penetrada por delante por Juan y por detrás por mí.
A pesar de lo que tanto Juan como yo nos encontrábamos gozando, increíblemente fue mi hermano el que comenzó a escupir leche, y cuando mi ya casi desmayada madre se dio cuenta, dijo.
- Luis, acerca tu pija y dame la leche en mi boca.
Luis, así lo hizo y entre gritos de placer, comenzó a llenar la boca de mi madre, al mismo tiempo que ella volvía a acabar, dando unos espasmos de placer que casi me hicieron daño en la verga.
Mi madre, a pesar de tener la boca y la cara llena de la leche de su hijo Luis, y a pesar de haber tenido ya dos inmensos orgasmos, continuó gozando como una loca, hasta que al darse cuenta, de que Juan iba a acabar, dijo entre gritos, casi alaridos:
- ¡ Llená mi concha de leche!.
Yo seguí bombeando el ardiente culo de mi madre, hasta que, cuando noté que otro orgasmo había llenado su cuerpo de placer, acabé de forma tal, que de su culo brotaban borbotones de leche.
Todos quedamos muy cansados. Recuperé el aliento y miré a mi madre, que aún se encontraba encima de Juan.
Éste último, parecía encontrarse en el paraíso, y no tenía fuerzas para articular palabra, solamente se limitaba a mirar al rostro de mi madre, y cuando parecía que lo hacía para evitar que alguna gota del semen de mi hermano, que todavía cubría su boca y cara, resbalase sobre él, sonrió y acercó sus labios a los de la mujer que tanto placer le había proporcionado, y la besó, en principio tiernamente y después con ardor.
- ¡Vaya como me han puesto!, ¡me bañaron en leche!, voy a tener que bañarme. - Efectivamente mi madre, se dirigió con pasos lentos como si se encontrara agotada hacia el baño, quedándonos los tres a solas en la habitación, aprovechando para vestirnos. - ¡Vaya madre que tienen!, ¡qué suerte!. - Sí, Juan, ya lo sabíamos. - Ya hacía años que yo me pajeaba pensando en ella, pero el placer que me ha dado ha sido muy superior a mis mejores sueños. - Yo no sé lo que tú has gozado, pero yo cuando se la metí en su estrecho culo, creí morir de gusto. - ¡Qué envidia me dan!, ojalá yo pudiera gozar con mi madre como vosotros con la vuestra. - No hace falta que lo digas, ya que mientras yo le daba por el culo, pude observar que mientras te cogías a mi madre, de vez en cuando tu mirada se desviaba al vestido que tú te habías traído de la tuya, ¡seguro que imaginabas que te estabas culeando a la tuya!. - Tengo que reconocer que sí, no me avergüenzo de ello, y menos en vuestra presencia, ya que al verlos tan felices, me convenzo de que efectivamente no hay nada malo en ello. Mientras los tres hablábamos de este tema, apareció mi madre recién bañada, aún con el pelo mojado, y se sonrió al vernos a los tres charlando tan tranquilamente, pero lo que más la alegró, fue comprobar que nuestras miradas se posaron en ella con cariño y casi orgullo, ya que se encontraba espléndida, sobre todo con el vestido corto que se había puesto, que mostraban sus hermosas piernas.
- ¡Qué guapa estás mamá!. - Gracias hijos. - Señora, cuanto más la miro, más increíble me parece haber podido poseerla. - Gracias Juan, pero... me ha parecido escuchar mientras me bañaba, que tú pareces tener los mismos deseos que mis hijos, y que también te atrae la idea de cogerte a tu madre. - Es verdad, hasta hoy no lo había descubierto, ya que siempre me había masturbado pensando en usted, pero tengo que reconocer que mientras le hacía el amor, alguna vez me vino a la mente mi propia madre. - Pero Juan, ¿alguna vez te has insinuado con ella?. - ¡Jamás!, es más, sólo de pensarlo me tiemblan las piernas. - no quiero equivocarme, pero... tal vez podamos hacer algo. - ¿A qué se refiere?. - Juan, vamos a hacer una cosa, dile a tu madre y a tu hermano que se vengan esta noche a cenar con nosotros, ya que tu padre trabaja hasta muy tarde, y dile que yo estoy deseando recordar viejos tiempos con ella, y que podemos pasar una velada agradable. Efectivamente, Juan se fue a su casa a decirle a su madre que estaban invitados a cenar en nuestra casa, momento en que aprovechamos mi hermano y yo para interrogarla sobre lo que pretendía.
¿Para qué los has invitado a cenar?. - Quiero ayudar a Juan a conseguir sus objetivos. - Pero... ¿cómo?. - A Rosa, su madre, ya os he dicho que la conozco desde hace muchos años, y sé de qué pié cojea, a ella nunca le gustaron los hombres, realmente lo que le gustan son las mujeres, eso sí es una reprimida y si se casó, fue solamente para guardar las apariencias y para poder tener hijos.
Quiero decirles que Uds. han despertado todo mi instinto sexual, y si me acuesto con ella será simplemente porque me está apeteciendo, y si Uds. pueden presenciarlo más placer me provoca. - Dicho esto nos miró como si buscara nuestra aprobación.- - Mamá, el simple hecho de imaginarte abrazada a la madre de Juan, nos está poniendo calientes. - Ya lo veo.- Lo dijo mirando nuestros abultados pantalones.
Por fin a la hora de cenar, llegaron a nuestra casa, Rosa, la cual de cuerpo era más o menos como mi madre, tendría unos 40 años de edad, era morena y sus tetas parecían mas grandes que nunca. Venía vestida con un vestido corto ceñido a su hermoso cuerpo, cosa que a nosotros no nos extrañó. Junto a ella vinieron un sonriente Juan, y su hermano Antonio, su cara se encontraba cubierta de unas gafas que le daban un aspecto infantil.
Rosa apenas podía evitar mirar a mi madre con ojos de deseo, y bastante trabajo tenía con esto para darse cuenta de que sus propios hijos hacían lo mismo, - seguramente Juan, no había podido evitar contar a su hermano lo que le había sucedido anteriormente, y Antonio la miraba como si quisiera ver todos los detalles del hermoso cuerpo que había desvirgado a su hermano.
Por fin mi madre puso la cena en una mesa redonda del comedor, sentándose ella junto a Rosa, y nosotros cuatro alrededor. Comenzamos a charlar de temas intranscendentes, a pesar de que nuestras miradas se cruzaban de una manera que podrían hacer arder el aire que respirábamos.
El mantel que cubría la mesa colgaba holgadamente sobre nuestras piernas, y aprovechando esto Rosa de vez en cuando hacía todo lo posible para, como si se tratara inocentemente, acariciar las piernas de mi madre, la cual se daba perfectamente cuenta de que esas caricias no eran tan "inocentes".
Ella pareció darse cuenta de que había llegado la hora de pasar a "la acción", y como el que habla del tiempo que hace, dijo.
- Rosa, te acuerdas cuando éramos niñas a las cosas que jugábamos. - Sí, Ana, pero no lo vayas a contar aquí. - Lo dijo medio turbada, medio sonriendo, con sonrisa cómplice, pero pensando que jamás mi madre iba a contar lo del juego de "los novios", y mucho menos delante de nosotros cuatro. - Sí, Rosa, nos divertíamos mucho jugando, por cierto... ¿le has contado a tus hijos cuando jugábamos a "los novios".
Rosa casi se cae de la silla al escuchar esto, y apenas podía articular palabra para responder.
- No, no, ¿cómo iba a contar eso?. - Tranquila Rosa, si eran juegos inocentes, no hay nada malo en ello, yo sí se lo he contado a los míos. - ¿Qué tu le has contado qué?. Y nos miró a Luis y a mí, como si quisiera adivinar que pensábamos nosotros de ella al conocer que en su juventud había practicado juegos lésbicos con mi madre. - Anda mamá, cuéntanos en que consistía el juego, Alberto y Luis ya lo saben, ¿por qué no podemos saberlo nosotros?. - Hijos míos que me da mucha vergüenza. Pero ante la insistencia de ellos y la de mi propia madre que la animaba a ello, contó una versión muy suavizada del juego, muy sonrojada y alterada. - ¡Hala mamá!, eso no lo sabíamos, pero no nos extraña que gozaras con esos juegos, con lo buena que está ahora Ana, cómo estaría antes. - ¡Hijos míos!, ¿cómo podéis hablar así delante de vuestra madre?, ¡pedirle perdón a Ana!. - Tranquila Rosa, no hace falta que me pidan perdón, si me halaga que piensen que todavía estoy muy buena, además... aunque tus hijos sean todavía jóvenes, tienen el mismo derecho que nosotras cuando teníamos su edad a conocer los secretos del sexo, ¿o no te acuerdas de cuando nosotras teníamos su edad?. - Está bien, olvidaré lo sucedido, pero me gustaría educar a mis hijos y no que se conviertan en unos golfos.
La cena transcurrió, y cuando Rosa se tranquilizó un poco, prosiguió con sus pequeñas y furtivas caricias a mi madre por debajo del mantel, hasta que ésta se levantó diciendo.
- Voy a poner una película de video para entretenernos mientras terminamos de cenar.
Efectivamente mi madre puso una película de contenido lésbico, que aunque no se trataba de una película pornográfica, sí trataba este tema de una forma explícita aunque suave.
Rosa, pareció incomodarse al ver aquellas imágenes, pero el placer que sentía al tener cerca de su cuerpo a mi madre mientras observaba aquello, le impedía protestar y casi la hacía olvidar la presencia de sus hijos y la nuestra.
Para colmo, mi propia madre comenzó con el mismo juego y también disimuladamente y como si fuera inocentemente, comenzó a acariciar las piernas de Rosa, la cual apenas podía contener el placer que esto le proporcionaba.
Ella pensaba que ni sus hijos ni nosotros nos dábamos cuenta de nada, pero estábamos asistiendo a ello con placer, y cada vez nos provocaba más morbo. Por fin mi madre decidió lanzarse al ataque, y por debajo del mantel introdujo su mano hasta ponerla sobre las piernas de Rosa, que al notarla se puso roja como un tomate y pareció perder la respiración. Mi madre, comenzó a acariciar sus piernas hasta que por fin decidió introducir su mano por debajo del vestido, hasta lograr acariciar sus calientes muslos.
Rosa, lejos de decir nada, y a pesar del miedo que le provocaba pensar que sus hijos se dieran cuenta de algo, comenzó a separar sus piernas, para dar facilidad a que mi madre pudiera alcanzar su húmeda concha.
- Rosa, he pensado que para demostrar a nuestros hijos la inocencia de nuestros juegos infantiles, lo mejor será que se lo demostremos aquí delante de ellos, no vayan luego a pensar cosas raras.
Rosa, comenzó a decir ruborizada que no, que eso no podía ser, que le daba mucha vergüenza, pero mientras lo decía la mano de mi madre seguía acariciándola hasta que su cuerpo apenas podía contener el placer. Por lo que terminó asintiendo pensando que tal vez de esa manera podía frotarse con mi madre y correrse sin que sus hijos lo notaran, y de esa manera poder desfogar el terrible deseo que la embragaba la mente, dijo.
- Esta bien Ana, vamos a hacerlo, pero que conste que es sólo para que se den cuenta de las tonterías que hacíamos de jóvenes.
- Efectivamente ambas se levantaron de sus sillas, y mi madre se tumbó en el suelo encima de la alfombra, Rosa por su parte se puso encima de mi madre, como si se tratara de una broma, y si bien en principio se limitaba a estar quieta sin moverse, poco a poco su excitación fue subiendo, hasta que comenzó a frotar su cadera, cosa que le proporcionó tanto placer que sus gemidos, aunque ahogados llegaban a nuestros oídos claramente.
Mi madre, al mismo tiempo también notaba que se encontraba gozando frotándose con la amiga de su infancia, y siendo observada por los hijos de ambas, y abrió la boca ofreciendo sus labios a su cada vez más excitada amiga, que no pudo evitar pegar los suyos y loca de excitación comenzó a introducir su húmeda lengua, como si hubiese olvidado por completo nuestra presencia
Mi madre puso sus manos en las caderas de su amiga y le fue subiendo el vestido poco a poco, haciendo que los hijos de Rosa y nosotros pudiéramos ver su blanca bombachita, y después comenzó a acariciar su hermoso culo y su espalda con ardor.
Rosa se incorporó un poco para poder desabrochar el vestido de mi madre sin dejar de mirar su cuerpo ni un momento, como si no hubiera otra cosa en el mundo que pudiera apetecer que ver su cuerpo desnudo, y cuando lo logró, hundió su cara entre sus hermosos pechos, sin poder ahogar sus gemidos, no contenta con ello terminó con los botones que le quedaban, y al observar la bombachita de mi madre, lanzó sus manos y las introdujo por debajo de las mismas hasta tocar su concha, como si pensara que alguien se lo podía quitar. Rosa, como si no pudiera contener su deseo de sentir el cuerpo de mi madre, comenzó a quitarse su vestido y cuando terminó, sin darle tiempo a quitarse la ropa interior, se tumbó encima de ella para sentir sus carnes calientes unidas en un abrazo bestial.
Mi madre, gozando con ello dijo:
- Alberto, levántate y quítame la ropa interior, quiero sentirla totalmente, y Antonio, quítasela a tu madre quiero que "juegue" conmigo al máximo.
A Rosa en ese estado y deseando febrilmente poder sentir el cuerpo de mi madre en su totalidad, pereció no importarle quién fuera el que le quitara la ropa interior, ni el que se la quitara a su amiga, el caso era verse libre de cualquier tela que la impidiera gozar de lo que deseaba.
Tal vez por eso, y observando cómo yo aproveché mientras quitaba el corpiño de mi madre, mis manos acariciaron sus erectos pezones, y que al quitarle la bombachita mis manos comprobaron la humedad de su concha, lejos de pensar nada malo hasta le pareció natural, y cuando llego su hijo, Antonio, y comenzó a quitarle su corpiño, y notó como sus suaves manos le acariciaban sus pechos en su totalidad, recorriendo cada centímetro de ellos, sobre todo sus pezones, y para colmo cuando al bajarle la bombachita sintió sus manos sobándole el culo y el concha, no dijo nada y se calló como si no se hubiese percatado de nada, a pesar de que se dio cuenta perfectamente, de que si bien ella pensaba que era lesbiana y que nunca había sentido nada con un hombre, las manos de su hijo la habían provocado placer.
No obstante, aquellos pensamiento se diluyeron al poder ver el cuerpo desnudo de mi madre, y se abalanzó besándola y acariciándola. Por fin, la tumbó y tras acariciarse las dos por todas partes de sus cuerpos desnudos, y ante nuestros agraciados ojos, se dio la vuelta y poniéndose encima, comenzaron con un maravilloso 69.
Luis y yo al ver como la lengua de Rosa recorría cada centímetro del concha de mi madre, nos volvíamos locos de placer, cosa que notábamos en las miradas de los hijos de Rosa, que también ocurría con ellos.
Pero más placer sentían ellas lamiéndose sus conchas, y siendo lamidas, y más todavía sintiéndose observadas por sus hijos. No tardaron en acabar las dos de una forma tan brutal, que sus gemidos casi hicieron temblar las paredes.
Nosotros cuatro, que lo habíamos observado todo con nuestras pijas a punto de reventar, aprovechamos los momentos en que ellas descansaban de sus orgasmos, para comenzar a desnudarnos.
Así cuando mi madre nos vio a Luis y a mí, con nuestras vergas tiesas, no se asombró, ya que más bien lo estaba deseando, pero cuando Rosa, pudo observar la enorme pija de su hijo Juan, erecta al máximo, y a su hijo Antonio, que en esos momentos se dio la vuelta, terminando de quitarse sus slips, mostrando su terrible erección, estuvo a punto de desmayarse de la sorpresa que se llevó. Rosa, a pesar de no haber nunca sentido atracción por los hombres, notó como su concha se humedecía, pensó que las erecciones de sus hijos se debían únicamente a la visión de su amiga desnuda.
Sin embargo cuando observo a sus hijos mirándola con unos increíbles ojos de deseo, y más todavía, cuando comprobó como Luis y yo mismo, nos dirigimos en dirección a mi madre, y comenzamos a acariciar todo su cuerpo desnudo, no pudo evitar hacer a sus hijos un leve gesto, como invitándolos a hacer con ella lo que desearan.
Estos no se hicieron rogar, y mientras Luis y yo continuábamos acariciando y besando a mi madre, se acercaron a Rosa de una forma que mezclaba el miedo a ser rechazados y la excitación más bestial.
Juan, que era el mayor fue el primero en decidirse y posó sus manos en los ardientes pechos de su madre, provocando que sus pezones se irguieran inmediatamente. Su hermano Antonio, con su polla erecta casi libre de vello, se puso detrás de ellos y comenzó a acariciar su culo.
A Rosa no tardaron en escapársele unos suspiros de placer, que ya no se molestaba siquiera en apaciguar, para disimular lo que disfrutaba con las tiernas caricias de sus hijos, sobre todo al comprobar como mi madre hacia lo propio sin ningún tipo de vergüenza.
Rosa abandonada a las razones que le daba su excitado cuerpo, lanzó una de sus manos atrás, agarrando y acariciando la pija de su hijo Antonio, y su otra mano hizo lo mismo con la de Juan, en los mismos momentos en que éste posaba sus labios en los de su madre, besándola con deleite.
Rosa, comenzó a estremecerse de placer, casi de la misma manera que lo hacía mi madre, sin poder contener el placer que sentía con las caricias de sus hijos.
mi hermano y yo obligamos a ponerse en "cuatro patas", y Luis, comenzó a penetrarle su ardiente concha en esa postura entre sus gritos de placer. Yo me tumbé debajo de ella, poniendo mi pija a la altura de su boca, ofreciéndosela, cosa que no tardó en aceptar y sus labios calientes la rodearon, y después su lengua comenzó a recorrérmela con ansia. Rosa, al comprobar cómo gozaba mi madre siendo garchada por sus hijos, sintió una inmensa envidia, y ella misma se puso en la misma postura que observaba, siendo su hijo Juan, el que aprovechando que era mayor, comenzó a penetrarle su concha. No tardó Antonio en ponerse en la misma postura que yo, y en ofrecer su pija a Rosa, que comenzó a succionarla como si fuera a acabarse el mundo en breves instantes.
Rosa, no tardó en sentir el primer orgasmo de su vida proporcionado por hombres, notando cómo entraba y salía de su concha la pija de su hijo Juan, y lamiendo la verga su hijo Antonio, la cual mientras lamía, observaba con deleite, sorprendida por lo grande y dura que la tenía. Mi madre, casi al mismo tiempo acabó entre espasmos de placer, cosa que provocó en mi hermano no poder contenerse y descargó su semen dentro de su concha al mismo tiempo que le arañaba la espalda.
Yo noté que mi hermano había acabado, al sentir en mi pija el fuerte abrazo de los labios de mi madre, que al notarse inundada de leche, no pudo evitar succionar mi pija con más fuerza.
.- ¡Mamá, mamá!, ¡acabooooo!.
Rosa al notar su concha inundándose de la leche de su hijo, volvió a acabar, pero era tal lo que estaba gozando, que no dio tiempo ni a descansar a Juan, y dijo:
- Juan, saca tu pija de mi concha, que debe ser el triple de grande que la de tu padre, y deja a tu hermanito que me coja, que él también tiene derecho a disfrutarme. - Éste, loco de excitación comenzó a penetrarla bombeando con deleite, todo ello sin llegar a quitarse las gafas y que no podían ocultar su enorme excitación.
Aquello pareció darnos envidia, ya que mi hermano y yo, hicimos lo mismo, ya que en esos momentos fui yo el que apartó a Luis y comencé a penetrar la peluda concha de mi madre.
Tras un periodo de tiempo Rosa y mi madre, parecieron ponerse de acuerdo para acabar, y ambas gritaron y gimieron como si las estuvieran matando. Yo no pude evitar acabar también, y mi semen se unió al de mi hermano en el interior de su concha, y mi madre al notarlo le flaquearon los brazos y se dejó caer suavemente sobre la alfombra.
Antonio, por su parte, con la cara desencajada seguía cogiendo a Rosa, hasta que gritando como un poseso, descargó toda su leche. Cuando Rosa y mi madre, totalmente satisfechas por el placer sentido, pensaban que ya todo había terminado y se disponían sonrientes a vestirse, nosotros cuatro nos miramos, y como si todos nos hubiese pasado por la cabeza la misma idea, cambiamos de pareja.
Así, mi hermano, tumbó a una poco evasiva Rosa ya que sus hijos la habían hecho conocer los placeres del sexo con hombres, y comenzó a cogerla ante la atenta mirada de sus hijos, que no tardaron en echar a suertes, a quién le correspondía coger a mi madre en primer lugar, ante la mirada deseosa de ella... Ganó Juan que tuvo el honor de poder coger a mi madre por segunda vez en un día.
Después yo mismo, y a pesar de que pude observar que Rosa parecía encontrarse prácticamente desmayada, aparté a mi hermano y comencé a cogerla sintiendo su concha chorreando.
Antonio por su parte, comenzó a coger con la mía, con la cara deformada por el placer, notando yo inmediatamente, que indudablemente ella gozaba con los más jóvenes, pero que lo que lo que más placer le proporcionaba, era ser observada por sus hijos.
No tardamos en acabar los cuatro, quedándose ellas, sin poder articular palabra y repletas con las leches de nosotros cuatro unidas en sus conchas. A pesar de ello, los cuatro nos las ingeniamos de tal manera para convencerlas de que volvieran a realizar un 69 entre ellas, para que ambas pudieran saborear nuestras leches mezcladas en sus conchas, cosa que hicieron con deleite y sin ningún tipo de asco y más sabiendo de dónde procedían las mismas.
Este último orgasmo de ellas, provocó que tuvieran que permanecer unidas en aquella postura durante bastante tiempo para reponer fuerzas, ya que prácticamente que quedaron inconscientes.


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Comentarios enviados para este relato
tobira (9 de February de 2011 a las 22:48) dice: Mucha fantasia y demasiado largo, lo calificaria solo como regular.

adnfeel (4 de February de 2011 a las 07:42) dice: excelente relato, me encanto la forma en la cual esta narrado y sobre todo el cuidado que se tiene para contar la historia, se puede sentir el deseo y la lujuria... Felicidades por tener una madre asi y una vecina asi!! Espero y sigas contando otras aventuras con tu madre y tu hermano, pero sin que caigan en la monotonia del relato, y que sigan ideando los dos nuevas formas de hacer gozar a su madre. Ha y no caeria mal una foto de su exquisita madre.

lutor2001 (24 de February de 2011 a las 16:31) dice: para mi gusto muy fantasioso, pero quede muy caliente

Dell07 (21 de February de 2011 a las 10:32) dice: Eso son madres calientes, je. je.je

katebrown (18 de October de 2022 a las 20:14) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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