Ave María Purísima, Sin pecado concebida. Eso fue lo que le dije al hermano confesor, una vez que en el confesionario finalmente tuve el valor de hablarle al hermano confesor, diciéndole. Padre he roto mi voto de abstinencia. A lo que el hermano confesor me dijo medio en broma. A ver hermano si es que se ha estado masturbando, eso no cuenta mucho. No hermano, es algo mucho más serio que eso, me he estado acostando con una mujer casada...
Relato
El hermano confesor, se quedó en silencio por unos segundos, para decirme. Bueno hermano, eso ya es cosa mucho más seria, cuénteme todo, con calma y no pase detalles por alto, para poder evaluar que penitencia he de ponerle, siempre y cuando se arrepienta de corazón, y no vuelva a pecar.
Arrepentido, lo que se puede decir arrepentido, ciertamente que no lo estaba del todo, y que no volviera a pecar, la verdad es que no podría asegurarlo, tampoco. Tras no aclararle eso a mi confesor, él me pidió que continuase. Por lo que yo tras respirar profundamente, comencé a confesar mi pecado.
Hermano desde hace ya como una semana, me he estado acostando con una mujer casada, como ya le dije. Pero es algo que va mucho más allá de mis fuerzas, ya que aunque yo quiera decirle que no, siempre, siempre termino acostándome con ella. El hermano confesor, preguntó, ¿y cuántas veces lo habéis hecho en esa semana? Yo queriendo no faltarle a la verdad le respondí que como unas diez u once veces.
Por su tono de voz, y preguntarme de manera incrédula ¿diez u once veces en una semana, o sea en siete días? Comprendí que el hermano confesor, se había asombrado. Pero de inmediato me pidió que continuase, y que le contase como había comenzado todo, y quien era esa mujer, que me había hecho caer en pecado. A lo que yo de inmediato continué diciéndole, bueno hermano, como usted ya sabe, yo acabo de ser nombrado hace menos de un mes, párroco de esa parroquia. Bueno, en la parroquia hay un sacristán, que por lo que se lleva muchos años a cargo de la sacristía, que para serle franco, en mi vida de sacerdote, nunca había encontrado a persona alguna con más devoción que él.
Pero su mujer, es otra cosa, desde que llegué a la iglesia, me di cuenta de inmediato de su manera de mirarme, de hablarme, y de mover sus caderas, sobre todo cuando sabe que la estoy observando. Aunque su rostro digamos no es una belleza, el resto de su cuerpo lo compensa, y por mucho. Alta, de piernas largas y muy bien formadas, de vientre plano, y cintura estrecha, dueña de un hermosos par de tetas, que parece que en cualquier momento van a quedar al aire, y con un buen par de nalgas, respingonas. Además su piel es como de color caramelo, y su abundante y larga cabellera negra pareciera flotar en el aire cuando seductoramente se suelta el cabello, y hábilmente al tiempo que menea de manera lenta su cabeza, va introduciendo sus dedos. En fin toda una hembra.
Al principio procuré no ponerle atención alguna a ella, pero su esposo me comentó que, ella se puso a trabajar en la casa parroquial, encargándose no tan solo de la limpieza, sino que también de la cocina, de lavar la ropa, incluso hasta prácticamente convertirse en la secretaria, del viejo párroco. Por lo que constantemente aunque yo no quisiera, me topaba con ella, ya fuera dentro de la misma iglesia, en la sacristía, en la casa parroquial, en fin en todos lados.
Un día en que su esposo había salido a llevar la comunión aquellos feligreses, que están enfermos, o que son muy viejos, y que viven en los campos. Al regresar de una reunión con el alcalde, me encontré a la mujer del sacristán, regando las matas del jardín interno de la casa parroquial. Aunque de manera accidental yo me quedé observando su llamativo cuerpo, mientras ella regaba las plantas, de momento veo que ella separó algo sus bien torneadas piernas, e inclinó su torso hacia adelante, con el fin de recoger no se qué cosa del suelo, el detalle hermano es que, al inclinarse hacia adelante, su corto y ceñido vestido, me permitió ver sus hermosas nalgas y juraría que gran parte de su peludo coño, apenas oculto por esa pequeña franja de tela, que desaparecía enterrándose entre sus nalgas y su coño.
Cuando se incorporó nuevamente, ambos senos, los tenía prácticamente fuera del vestido, al parecer se le salieron sus hermosas tetas al ella estar inclinada, y al incorporase, y verme con toda su santa calma, y una tentadora sonrisa, se dedicó a volverlas a poner en su lugar. Mientras que yo con la boca abierta no hice nada más que mirar sus hermosas y bien formadas tetas fijamente, hasta que las medio ocultó bajo la ceñida blusa.
Ella sin dejar de sonreírme, continuó regando las flores del jardín, y comenzó a decir. Padrecito hace mucho calor, y la verdad es que ese día si hizo demasiado calor, yo como hipnotizado me fui acercando a ella, cuando de momento, comenzó a decir que le provocaba mojar todo su cuerpo con la manguera, y al terminar de decirlo comenzó hacerlo mojando todo su cuerpo con la misma manguera que estaba regando el jardín. A medida que lo fue haciendo, la tela de su blusa se fue mojando y transparentándose, al igual que su corta falda. Las que a medida que el agua caía sobre su cuerpo, la tela se le fue adhiriendo a su morena piel, y para los efectos era como si ya no tuviera nada puesto encima.
Sin quitarme la vista, siguió diciéndome el mucho calor que sentía, y a medida que el agua continuaba corriendo sobre su piel, ella de manera lenta se fue quitando la blusa, sin que yo le dijera nada. Cuando vi su hermoso par de tetas, completamente mojadas, y chorreando toda el agua, que ella misma se estaba echando encima, me acerqué más a ella.
Sin poder quitar mis ojos de su hermoso cuerpo, vi como dejó caer tanto su pequeña y corta falda, así como lo único que tenía puesto de su ropa intima. Quedando del todo desnuda frente mí, sus tentadores labios se acercaron a los míos, y no pude contener las ganas de besarla. Tras lo cual, como si el mismísimo demonio hubiera entrado en mi cuerpo, comencé acariciarla. Mientras que ella hábilmente no tan solo me despojó de mi sotana, sino que también de mi camiseta, y de mis pantalones e interiores.
Ambos abrazados frenéticamente, continuamos besándonos, acariciándonos mutuamente, hasta que no sé como terminamos tirados, sobre el espacio de tierra en el jardín, que ella estaba regando. Ahí no pude, o mejor dicho hermano, no quise detenerme, y a medida que la besaba y acariciaba por todas partes, tanto ella como yo nos fuimos embarrando de tierra. Me dediqué a ir chupando sus hermosas tetas, y agarrando con mis manos su peludo coño, conduje mi verga al centro de sus piernas.
En mi vida, le juro por Dios, que nunca había estado con mujer alguna, pero en esos instantes, parecía que no necesitaba que nadie me dijera que hacer. Por lo que a medida que la continué besando y acariciando todo su cuerpo, mi erecta y dura verga entró directamente dentro de su caliente, y húmedo coño, como si ya lo hubiera hecho unas cientos de miles de veces. La mujer del sacristán comenzó a menear sus caderas, al tiempo que yo la penetraba una y otra vez con mi verga, escuchando sus profundos y sensuales gemidos, y oliendo profundamente sus axilas. Ese aroma que ella despedía por todo su cuerpo, me tenía en otro mundo.
Así estuvimos no se por cuánto tiempo, hasta que finalmente, tanto ella como yo disfrutamos de lo que después me enteré fue un tremendo clímax. Al terminar descansamos un corto rato, nos seguimos besando, pero de momento como que caí en cuenta de lo que había hecho, y lleno de vergüenza me puse de pie, al mismo tiempo que ella, que por lo visto, estaba disfrutando de verme en esas condiciones. Yo recogí mi ropa y sotana, y de inmediato salí corriendo a mi habitación, pero antes de entrar di vuelta para darle un vistazo a ella, y mientras me guiñaba un ojo, claramente la escuché decirme. Padrecito, nos vemos más tarde.
Yo me encerré en mi habitación, y me di una ducha bien fría, no tan solo para quitarme toda la tierra y el barro de mí cuerpo, sino también para tratar de no pensar en el hermoso cuerpo de ella. Finalmente me vestí, y al no verla por ningún lado salí de la casa parroquial. Pensé en ir a la iglesia, a orar por el pecado cometido, pero temí volvérmela a encontrar, así que decidí ir a ver al Alcalde, como excusa para estar fuera de la Iglesia. Regresé cuando vi que el auto del Sacristán, había regresado, y al yo entrar a la casa, lo vi a él acompañado de su hermosa y calenturienta mujer, pero vestida con otra ropa.
Yo ni idea tenía que decirle, por lo que opté por permanecer callado, en silencio. El Sacristán no dejó de hablarme de todas las comuniones que había entregado, al tiempo que su mujer, sentada tras él y sin que él la pudiera ver, de manera descarada, no dejaba de recoger la falda del vestido que se había puesto, y abrir sus piernas para mostrarme su hermoso y llamativo peludo coño. Lo que me puso en parte mucho más nervioso de lo que ya estaba, pero también muy excitado nada más de verla haciendo eso, y cuando el sacristán me comentó que iba a tomar la tarde para continuar suministrándole la comunión a otras personas, le dije que bien yo lo podía acompañar, pero él insistió que esa era su labor, que yo no sabía si alguien en el pueblo de repente necesitaba mis servicios.
A todas estas, su mujer no dejaba de subirse la falda, y mostrándome su peludo coño, como si estuviera haciendo una gran gracia. Desde luego que el pobre sacristán, no se dio cuenta de lo que su mujer descaradamente, estaba haciendo a sus espaldas. Yo pensé en mantenerme fuera de su alcance, para evitar caer nuevamente en tentación, pero justo antes de que su esposo se marchase, claramente la escuché reclamarle a él, de manera muy seductora, seguramente para que yo la escuchara, que toda su ropa se le había mojado y llenado de barro, incluso la intima, porque él no había arreglado el pistero del agua. Por lo que ella tuvo que darse un duchazo, y ponerse uno de los vestidos, que tenemos separados para las personas de escasos recursos, pero sin más nada abajo.
Yo buscando no estar en el mismo sitio que ella, acompañe al sacristán hasta el auto, con la idea de salir a caminar por el pueblo, y fue cuando él haciendo un gesto como de quien se acuerda de algo de repente me dijo. Por favor padre, entréguele este móvil a mi esposa, que está esperando una llamada de mi suegra, que se encuentra enferma. Yo tontamente, de no ser por eso no hubiera regresado a la casa parroquial hasta que él regresase, pero apenas atravesé la puerta, con la idea de entregar el teléfono, y salir corriendo. Di unos cuantos paso dentro de la casa, de momento sentí como se cerró la puerta tras de mí, con fuerza, y como de inmediato ella pasó la llave, asegurándose que nadie nos fuera a interrumpir. Y al voltear a ver qué había sucedido, me llevé tremenda sorpresa, la mujer del sacristán se encontraba frente a mí, de nuevo totalmente desnuda. Ella comenzó avanzar hacia mí, caminando seductoramente y relamiéndose sus labios, mientras que yo comencé a retroceder, hasta que caí sentado en el sofá de la sala, ella de inmediato se arrodilló frente a mí, y con una inusitada habilidad de su parte, separó mis piernas, y ha introducido su cabeza, y manos bajo mi sotana, y en cosa de segundos ya se encontraba mamando mi verga divinamente. Al poco rato me fui recostando sobre el sofá, y a los pocos minutos ya tenía yo su coño sobre mi cara.
Y bueno hermano así ha sido la mayor parte del tiempo. En ocasiones, cuando no es que de manera descarada se ha puesto a mamar mi verga, se las ha arreglado, para que yo le mamara su coño a ella. Pero durante el día de ayer, que me atrapo en la escalera que va al campanario, mientras su esposo se encontraba en la casa parroquial, arreglando la cañería de la cocina, que se había tapado. Tras besarnos de manera salvaje, se medio levantó la falda, y dándome la espalda me ofreció sus paradas y bien formadas nalgas diciéndome. Padrecito aprovéchese que estoy en esos días del mes, en que no puedo hacerlo por delante.
Por esa misma razón hermano es que en casi siete días, nos hemos acostado cerca de diez veces. Fue en ese instante que escuché un raro ruido dentro del confesionario, y al preguntarle al hermano confesor que sucedía, e con voz grave, entrecortada y cansada me respondió. Hermano usted sabe lo calurosos que son estos viejos confesionarios, yo me estoy abanicando únicamente. Pero de inmediato la única penitencia que me impuso fue que orase. También me dijo, que no dejase de volver a confesarme la próxima semana. Y al yo preguntarle que hacía con la mujer del sacristán, me dijo. Hermano a quien Dios se lo dio, que San Pedro se lo bendiga. Yo me quedé sin entender que quiso decirme, y él continuó diciéndome. Hermano usted se debe sacrificar, ya que de no hacerlo con usted, esa pobre mujer seguramente buscará otro que la consuele, y ese otro de seguro no será tan discreto como lo es usted, piense en el pobre sacristán, la vergüenza que sentiría, si se llega a enterar que su mujer se está acostando con otros hombres en la calle. Así que lo espero la próxima semana para que me cuente, perdón para que se confiese, y disculpe que me retiré tan rápido, pero debo ir al baño…
Después de eso el hermano confesor, salió rápidamente del confesionario, caminando de manera algo rara, manteniendo retirada la parte frontal de su sotana de su cuerpo. Mientras que yo, aun algo confundido por sus expresiones, regresé a mi parroquia.
Donde apenas entré a la casa parroquial, me abordó el sacristán, para pedirme permiso para ausentarse por una semana y pedirme dinero para comprar dos pasajes de avión, ya que había fallecido uno de sus hermanos, y él y su mujer debían ir a su pueblo para hacerse cargo del funeral, por lo que aparte de darle el permiso desde luego, los llevé al aeropuerto. Pero como yo nada más tenía para comprar un solo pasaje, él y ella a última hora decidieron, que ella se quedase.
Así que durante toda esa semana, en ocasiones antes de dar la misa, y en otras después, cuando no era antes de que ella se fuera para su casa, hemos mantenidos múltiples encuentros, en los que ella me ha enseñado un sinfín de cosas.
Mi Madre, a sus 42 años, es una hembra que está rebuena. Mi Padre, un pobre idiota. Así que una noche decidí darle marcha a ella con mis amigos, mientras mi padre miraba..........
Relato erótico enviado por domo54 el 12 de December de 2008 a las 11:35:56 - Relato porno leído 313440 veces
Era un día normal, común y corriente, yo regresaba de la prepa, yo soy un chavo moreno, alto, con buen cuerpo, bien dotado y muy atrevido, no tengo novia y ese día fue uno de los mejores en mi vida
Relato erótico enviado por Anonymous el 29 de August de 2008 a las 13:06:42 - Relato porno leído 213151 veces
Mi nombre es Alicia, y hasta no hace mucho mi familia, y yo desde luego vivíamos en un retirado pueblo, en el que apenas y nos enterábamos de las noticias, ya que ni tan siquiera llegaba la señal de la Tele. Por lo que cuando nos mudamos a la ciudad, lo que más me impresionó fue el baile del perreo
Relato erótico enviado por Narrador el 04 de June de 2012 a las 23:00:35 - Relato porno leído 150467 veces
Si te ha gustado Perdoneme hermano, porque he pecado… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Perdoneme hermano, porque he pecado….
narrador
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 22:02) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 19:36) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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