Desde bien jovencito, por no decir que desde niño, siempre me gustó vestirme de nena, pero como mis padres, las pocas veces en que yo lo había expresado, me habían pelado, y castigado. Por lo que aprendí rápidamente a no ser tan indiscreto, y ocultarles sobre todo a mi padre, mis gustos más íntimos.
Relato
Por lo que cada vez que se me presentaba o tenía oportunidad de vestirme como yo quería, lo hacía. Además en casa, debido a mis tres hermanas, siempre tenía con que hacerlo, claro sin que ellas se dieran cuenta. Yo discretamente buscaba en la ropa sucia, alguna de sus prendas, incluso hasta su ropa intima, luego la sacaba de casa, y me la llevaba a mi escondite favorito, en el sótano del viejo almacén, que se encuentra al lado de casa, propiedad de mi padre, el cual había cerrado, al abrir el nuevo supermercado.
Poco a poco fui arreglando el sótano, quiero decir que aparte de limpiarlo, puse un par de bombillos, limpié el pequeño baño, que tenía además de lavamanos, una ducha, inodoro, y hasta bidet. Luego me las arreglé para, bajar un viejo sofá, que mi mamá había sacado de casa. Al igual que un viejo espejo, en el que me podía ver de cuerpo entero.
Bueno ese era mi paraíso, primero me aseguraba que nadie me viera entrar al almacén, luego entraba al sótano, asegurándome que la entrada quedase oculta bajo un montón de cajas de cartón. Ya dentro me desnudaba, y lentamente me iba poniendo todas, y cada una de las prendas que previamente había tomado. Además también me maquillaba exageradamente los ojos, y me pintaba los labios, con un tono rojo bien subido. Después soñaba despierto, o mejor dicho, despierta, de que compartía con otras chicas, y en otros momentos, también soñaba con que tenía un novio, con el que me besaba ocasionalmente.
Durante ese tiempo, realmente nada más hacía eso, hasta que un día saqué de la basura, varias revistas de mujeres desnudas, que mi mamá las había botado a la basura. Al verlas, la verdad es que me hicieron sentir muy excitado, y a medida que las seguí ojeando, y vi en dos o tres de esas revistas, como algunas de esas mujeres, no tan solo se acostaban con algunos hombres, sino que tanto ellas como ellos, besaban, lamían, o mamaban sus partes intimas. Además de que también les daban por el culo.
Eso despertó, algo dentro de mí, ya que además de vestirme con la ropa de mis hermanas, o en ocasiones únicamente me ponía sus pantis y sostén, me ponía a leer, todos los cuentos o relatos que había en dichas revistas, mientras que al mismo tiempo me masturbaba, soñando despierto o imaginándome que era a mí a quien le pasaba eso. Las revistas cada cierto tiempo, yo iba sacando de la basura, a medida que mi mamá se las botaba a mi papá.
Fuera del viejo almacén, yo procuraba comportarme como los demás chicos, evitando cualquier situación que me fuera a poner en evidencia, además había visto como mis amigos, se burlaban de los chicos afeminados en la escuela. Y aunque yo tenía una larga, y abundante cabellera. Con la excusa de que estaba pagando una promesa, evitaba cualquier comentario, que estuviera fuera de lugar.
Esa era mi vida secreta, hasta que una de las tantas noches que yo me escapaba de mi cuarto, y a hurtadillas, me escurría hasta el sótano, donde me ponía a jugar o a leer, tras maquillarme, y vestirme ya fuera con algunas de las prendas de mis hermanas, de mi mamá, y hasta de alguna de las dos sirvientas que vivían en casa.
Yo esa noche estaba de lo más concentrado, vestidito con una mini falda de cuadritos rojos y negros, una blusa blanca, usando las pantis de mi hermana menor, que me quedaban bien ajustadas, y el sostén de la del medio, ya que sus tetas en ese tiempo era las más pequeñas.
A medida que seguía leyendo, suavemente me masturbaba, cuando de repente, sin que yo me lo esperase, el viejo Doménico un empleado de mi papá abrió la puerta del sótano y entró bruscamente. Yo me quedé paralizado, viéndolo de pies a cabeza, mientras él se me acercaba, diciendo. Ya sabía yo que aquí pasaba algo raro, deja que le diga a tu viejo, como te encontré, no tan solo maquillado, y vestidito de nena, sino que también haciéndote una paja.
Yo me quedé paralizado, sin saber qué hacer, hasta que él después de dar una par de zancadas, quedándose de pie, al lado del sofá, me tomó bruscamente por un brazo, y levantándome a la fuerza del sofá, dijo. La cara que va a poner Don Ricardo, cuando te vea así vestida, y para colmo maquillada como una puta. Te aseguro, que por lo menos te va a caer a palo limpio, sino es que antes no te mata de un tiro.
Yo conociendo a mi padre, sabía que el viejo Doménico, un italiano de unos setenta años, viudo desde hacía ya mucho tiempo, no exageraba, así que llorando, mientras trataba inútilmente de soltarme, comencé a suplicarle que no le dijera nada a mi papá. Pero Doménico continuaba arrastrándome dentro del sótano, en dirección a la salida. Fue cuando lo único que se me ocurrió decirle, en medio de mis desconsolados ruegos, fue. Doménico yo hago lo que tú quieras, pero por amor de Dios, que no se entere mi papá, porque como ya dijiste, me mata. Al decir eso, yo pensaba en hacerle algún trabajo, como limpiar su auto, o su casa, pero en ese instante no pensé jamás ni nunca, en ninguna otra cosa.
El viejo Doménico al escuchar lo que yo le terminaba de decir, comenzó a caminar más lento. De inmediato viéndome de manera lasciva, de pies a cabeza, me preguntó. ¿Qué fue lo que dijiste? ¿Qué vas hacer todo lo que yo quiera? De inmediato, y sin pensarlo siquiera le respondí que sí.
Doménico se detuvo por completo, pero aun sin soltarme el brazo, me dijo. Bueno, sabes yo no soy tan hijo de la gran puta, como para que quiera que tu papá te mate de un tiro, así que si me quedó callado, y no le cuento nada al jefe, de que te vistes, y hasta que te maquillas como una puta barata, estas dispuesto hacer lo que yo quiera, para que me quede callado. Al tiempo que fue diciendo eso, no me fijé en su manera de mirarme.
Yo nuevamente le repetí, yo estoy dispuesto hacer lo que tú quieras. Doménico sin quitarme la vista de encima, me preguntó nuevamente, con cierto desdén de incredulidad en su voz. ¿Lo que yo quiera? A lo que yo le respondí, aun llorando, si todo lo que tú quieras. Doménico, sin soltarme el brazo, comenzó a caminar en dirección opuesta, a la salida del sótano, y tras sentarse, con las piernas abiertas, en el sofá, me dijo. Bien comienza por ponerte mamar mi verga. Yo bastante asombrado por lo que me terminaba de decir, limpiándome las lagrimas, y tras él soltarme el brazo, pensé hasta en salir corriendo. Pero el temor a que se fuera tras de mí, le contase a mis padres, lo que yo hacía. Hizo que aun llorando me arrodillase ante él.
Aunque mi mano temblaba, como una hoja azotada por la briza, lentamente fui bajando la cremallera del sucio pantalón caqui que él estaba usando. Tímidamente introduje mi temblorosa mano dentro de su pantalón, y de inmediato me topé con su miembro, ya que el viejo Doménico, por lo visto no acostumbraba usar ni boxes, ni interiores, y mucho menos un slip.
Lentamente mis dedos, fueron agarrando esa cosa oculta bajo la tela del pantalón, y de igual forma comencé a sacarlo. Ya una vez que estuvo gran parte fuera, el semierecto miembro, lo sentía palpitar en mi mano. Cerrando mis ojos, fui acercando mi boca, cuando él me dijo, en un tono bien cínico, imagínate que se trata de un helado, con una gran fresa, y comienza por pasarle tu lengua por encima de la fresa. Yo sumisa y obedientemente, sacando mi lengua, comencé hacer, lo que él me terminaba de ordenar.
Así que con mi lengua, comencé a lamer su colorado, casi morado glande, mentalmente no pude de evitar el ponerme a comparar su verga con la mía. Realmente su miembro, aun en estado de reposo era mucho más largo, grueso y venoso que el mío. Así que a medida que continué pasando tímidamente mi lengua sobre la cabeza de su verga, fui sintiendo, y hasta viendo como su verga, entre mi mano se iba poniendo mucho más grande, gruesa y caliente.
Su olor, y sabor a orín, se confundía con su olor a sudor de hombre. En cosa, quizás de algunos segundos, para mí sorpresa, el miembro de Doménico se había puesto muchísimo más grande, fue cuando él con un rostro de plena satisfacción me dijo, ahora mariconcito, ponte a mamar. Por lo que yo, aunque con una tremendas ganas de salir huyendo, abrí mi boca lo más que pude, y procurando no centrarme en el sabor y olor de su verga y de su cuerpo, cerrando mis ojos, fui dejando que su caliente verga penetrase mis labios.
Así que a medida que yo fui manteniendo su parada verga, dentro de mi boca, él la fue introduciendo más y más adentro, al grado, en que de momento hasta me produjo algo de nauseas, cuando su violáceo glande, chocó de manera repetida contra el fondo de mi garganta. Ya estaba y a punto de vomitar, cuando riéndose, Doménico sacó su verga de mi boca, diciéndome, bueno espero que más adelante, lo harás mucho mejor. No sé porque tuve la tonta idea, de que ya todo había terminado. Así que cuando comencé a ponerme de pie, y al tiempo que limpiaba mis rodillas, me sorprendió que Doménico me dijera secamente. Recuéstate boca abajo sobre el sofá, y separa las piernas.
Yo me quedé, la verdad que sin saber nuevamente que hacer, a pesar de que me lo había dicho de manera bien clara, yo no lograba entender, o comprender lo que el viejo Doménico me decía. Por lo que él al ver mi indecisión, me volvió a tomar por el brazo, y tras sacudirme, me dijo. Ya tú lo dijiste, vas hacer todo lo que yo te ordene, y algo más, digo yo. Así que acuéstate en el sofá, o que pretendes que lo hagamos de pie. Pero al él ver que yo no hacía nada, ya que yo me había quedado como congelado, al escuchar sus palabras. Doménico me dio un fuerte empujó, por lo que caí boca abajo sobre el sofá.
Creo que mi llanto, lejos de hacer que se compadeciera de mí, lo volvió como loco, ya que bruscamente levantó la mini falda que tenía puesta, y de un tirón me arrancó las pantis, diciéndome en un tono amenazante. Tú dijiste que ibas hacer lo que yo quisiera. Bien, ahora quiero que me des el culo.
De inmediato sentí sus gruesas manos, sobre mis nalgas, las agarró con fuerza, al tiempo que por una parte, nuevamente me subió la falda, dejando mi culito, al aire, mientras que con la otra mano, me bajó las pantis, hasta mis tobillos. En ese instante, mentalmente maldecía la hora en que se me ocurrió, no tan solo vestirme con la ropa de mis hermanas, sino el maquillarme, el haber preparado y limpiado ese lugar, el masturbarme. En fin, me arrepentí de hacer todas esas cosas, que hice.
Inútilmente continué llorando, pataleando, y diciéndole, a Doménico, que no me hiciera daño, que yo no era una mujer, pero cuando comencé a sentir una de sus manos apoyada en mi espalda, y de la otra mano sus gruesos dedos, seguramente empapados de su propia saliva, pasando por entre mis nalgas, y deteniéndose sobre el esfínter de mi propio culo. Me quedé en silencio por unos segundos, para una vez que él comenzó a presionar con ellos, nuevamente seguí llorando, pataleando, y pidiéndole que no continuase, que por lo que más quisiera no me hiciera eso, le repetía una y otra vez, que yo no era una mujer, ni tampoco maricón, pero mis ruegos, de nada sirvieron. Lentamente comencé a sentir como Doménico, iba introduciendo, al principio uno de sus dedos, luego dos, y así sucesivamente, hasta el punto que pienso que prácticamente tenía casi toda su mano metida dentro de mi culo. Yo no dejaba de pensar en lo que estaba pasando, que era algo que yo mismo me había buscado, y ahora que un hombre estaba por violarme, yo no dejaba de llorar, y de arrepentirme de lo que había hecho.
Al poco rato, Doménico extrajo sus dedos de entre mis nalgas, y a los pocos segundos, sentí como con ambas manos separaba mis nalgas. Esa dura, y caliente cabezota color violeta, presionando contra mi esfínter. Quizás por la manera en que el viejo, fue dilatando mí culo, no sentí tanto dolor al principio, pero a medida que él me continuó penetrando, no pude evitar derramar una que otra lagrima, tanto por el dolor, como por la vergüenza que sentía al dejar que me diera por el culo, como por lo impotente que me sentía al no poder evitarlo. Doménico continuó penetrándome, lentamente, hasta que nuestros cuerpos se unieron. Mis nalgas encajaron perfectamente bajo su barriga, sentí hasta sus testículos, como comenzaron a chocar casi contra los míos. Además él viejo no volvió a decirme mariconcito, sino que a medida que continuó clavando y sacando su verga de mi culo, me fue diciendo. No llores mi princesita, disfrútalo, a medida que me besaba tiernamente por mis orejas, y cuello.
Yo no sé que cosa rara comencé a sentir, que sin que él me lo dijera, al ritmo que Doménico continuaba enterrándome toda su verga, para mi propia sorpresa yo comencé a menear mis nalgas, con más y más gusto y placer. Apretando y soltando mi esfínter, al mismo paso que el enterraba y sacaba su tranca de mi apretado culito. Yo en esos momentos, comencé a gemir de placer. Así estuvimos, no se por cuanto tiempo, si sé que a medida que Doménico continuó enterrándome salvajemente toda su verga entre mis nalgas, no pude evitar el venirme. Yo con fina y aguda voz, imitando las de mis hermanas en su manera de hablar, le pedí al viejo que no se detuviera, que siguiera, y siguiera.
Doménico estuvo un buen rato, bombeándome el culo, el mismo tiempo que me dediqué a disfrutar de todo lo que él me hacía. Cuando finalmente Doménico se vino dentro de mí, al sacar su gruesa verga de mi maltratado culito. Escuché como si hubieran descorchado una botella de Champan. De inmediato me agarró por mi larga cabellera, y llevando mi rostro hasta su verga, nuevamente hizo que siguiera mamando su parada verga, hasta que sentí como su semen invadía mi boca, y me vi obligado a tragármelo.
Cuando Doménico, abandonó el sofá, subiéndose sus pantalones, se encaminó a la salida del sótano, justo antes de irse, se dio vuelta y dirigiéndose a mí, me dijo. Princesita, ya sabes nos volveremos a ver cuando yo te lo ordene, de lo contrario le cuento a tus padres en lo que te has convertido. No me quedaba la menor duda de que ese condenado viejo, que me había roto el culo, y obligado a mamar su verga, era capaz de cumplir con su amenaza si yo no le obedecía. Así que mientras yo sobaba mis nalgas, por el dolor que tenía, y me arrepentía de todo, no pude dejar de pensar en cómo yo había comenzado a mover mi culo, y en ciertos momentos, hasta gemía y le pedía que me diera más y más duro. Eso sin contar la manera en que agarrándome por el pelo, me obligo a seguir mamando su verga, hasta que yo me tragué casi por completo toda su leche.
Esa noche, apenas me bañe y me lavé bien, tras vestirme regresé a casa. Con cierta dificultad al caminar por el dolor entre mis nalgas. Pero ya de nuevo en mi cama, no pude dejar de pensar en lo que me había sucedido, y aunque jamás había pensado en que algo así sucediera, el recordar como Doménico me dominó completamente, en parte me hizo sentir sumamente feliz.
Durante los siguientes días, no regresé a mi escondite, y si veía que Doménico se acercaba, yo discretamente desaparecía por otro, evitando cualquier encuentro con él. Hasta que mi propio papá, me ordenó que lo fuera ayudar a montar unas cajas en un camión.
El viejo al ver que me acercaba hizo como quien no le da importancia, y tras decirme que cajas cargar, al rato se me acercó, y sencillamente me dijo. Está noche después de las diez, en tu escondite, princesita. No dijo una palabra más, y arrancando el camión se marchó.
Yo estuve tentado a no presentarme, pero el temor de que Doménico en represalia, hablase con mi padre, hiso que ya desde las nueve y media, saliera de mi habitación y me presentase en el escondite. Apenas llegué me quité mi pijama, y me puse, lo primero que encontré. Aunque yo me decía a mi mismo que nada de eso me gustaba, que si le obedecía a Doménico, era tan solo por miedo a que fuera a contarles a mis padres. Doménico me encontró vestidito de nena, y maquillado, en mi escondite.
Justo cuando terminé de ponerme algunas de las prendas de vestir de mis hermanas, sentí que Doménico llegaba, al verme se me acercó, y tomándome entre sus brazos, me comenzó a besar, y a acariciar todo mi cuerpo, diciéndome. Princesita, ya sabía que ibas a estar aquí. Y entre besos, y caricias, me colocó nuevamente sobre el sofá, y en cosa de pocos segundos, ya me había bajado las pantis, y tenía su gruesa verga enterrada completamente dentro de mi apretado culo. Al tiempo que yo automáticamente comencé a mover mis nalgas, de manera desesperada.
Desde ese momento, nada más bastaba que Doménico me hiciera una muy discreta señal, para que yo esa misma noche, lo esperase en nuestro escondite. En ocasiones, únicamente me dedicaba a mamar su gruesa verga, y en otras ocasiones él no dejaba de darme por el culo, por largos períodos de tiempo. Pero con el pasar del tiempo, en lugar de seguir viéndonos en mi escondite, comencé a ir hasta su casa, ya que no quedaba tan lejos de la mía.
Dejé de robarle las prendas de vestir a mis hermanas, ya que Doménico comenzó a comprar todo lo que yo le pedía para vestir, desde lindos calzados, a la más bella ropa intima que jamás yo había visto, incluso hasta vestidos, y uno que otro traje de baño. En fin, yo por mi parte, de manera regular limpiaba su casa, le recogía su ropa y se la ponía a lavar, en el poco tiempo que me encontraba dentro de su casa. Cuando no era que le preparaba algo para desayunar, antes de regresar a casa, en medio de la madrugada.
Básicamente, Doménico me trataba como su mujer. Aunque cuando se emborrachaba con alguno de sus paisanos, y los invitaba a su casa, al que terminaban comiéndole el culo, y poniéndolo a mamar más de una verga en ocasiones, era a mí. La primera vez que me dijo eso, me horroricé al escuchar a Doménico decirme, que le mamase la verga a su invitado, y mucho más me horroricé, cuando después también me ordenó, que al tipo ese, lo dejase que me dieran por el culo. Pero poco a poco, me fui acostumbrando a los pequeños antojos del que se hizo mi marido, por un buen tiempo.
Pero quizás por mi juventud e inexperiencia, un día en que había terminando un partido de futbol, aunque lo único que yo hacía era quedarme en el banco. El entrenador me ordenó recoger las toallas, y dejarlas en la cesta para que las lavasen. Así que fui el último en irme a bañar, o por lo menos eso pensaba yo. Me encontraba enjabonándome, y todos los del equipo ya se habían marchado, excepto Carlos, quien entró a las duchas, mientras que yo me bañaba.
Al verme, sus ojos se fijaron en mis paradas nalgas, hasta que me di vuelta y como si estuviera asombrado me dijo. Yo habría jurado que eras una chica. Yo no supe que decirle, realmente. La verdad es que el chico me gustaba, pero el miedo a que me golpease, o se burlase de mí, yo me hice el que no lo había escuchado, y de inmediato le di la espalda. Para seguir enjabonándome.
No pensé que él se fuera a propasar conmigo, cuando de momento lo sentí que me abrazo por la espalda, Carlos estaba tan desnudo como yo, por lo que de inmediato pude sentir su parada verga, entre mis nalgas. No tuve, ni tan siquiera la fuerza de voluntad de decirle que me soltase, todo lo contrario, al sentir su cuerpo pegado al mío, prácticamente separé mis piernas, facilitando que me penetrase sin oponerle ningún tipo de resistencia. Bueno aunque Carlos, en ese instante me hizo muy feliz, al momento en que terminó de venirse dentro de mí, sin soltarme me dijo que deseaba que yo fuera su novia. Que se había dado cuenta, un sin número de veces, como yo lo veía.
Lo cierto es que no pude decirle que no, y cuando me pidió que nos encontrásemos en su casa, y fui por primera vez, sacó algo de ropa de su madre, y sin esforzarse mucho hizo que me la pusiera. Así comencé a mantener relaciones con Carlos, siempre en casa de sus padres, y poniéndome algo de la ropa de su mamá. Pero con el pasar del tiempo, un día me sorprendió, invitando a otro de nuestros compañeros de equipo a su casa, y ya se lo podrán imaginar, terminé esa tarde, dejando que Carlos me diera por el culo, mientras que Joaquín, el otro chico, me puso a mamar su verga.
No había finalizado el año escolar, cuando yo de una manera u otra, prácticamente me había dejado dar por el culo vestido de mujer, o por lo menos les había mamado su verga, o les había masturbado, por la mayor parte de mis compañeros de clases. Al terminar mi educación secundaria, o me quedaba en el pueblo, trabajando en el negocio de mis padres, y siendo la mujer de Doménico, y de todo aquel que sabía mi secreto, o me iba a estudiar a la universidad. Por lo que decidí ir a la universidad, a estudiar arquitectura.
Pero apenas llegué a la residencia estudiantil en donde me iba alojé, uno de los chicos, apenas me vio, como que supo de inmediato que era lo que me gustaba que me hicieran. Ya que esa noche me invitó a que subiéramos al techo, donde apenas llegamos, prendió un cigarrillito artesanal, y tras darle yo unas cuantas jaladas, de manera bien descarada me dijo que le diera el culo en ese mismo sitio. Quizás por la nota que yo había agarrado, comencé a bajar mis pantalones, cuando él se dio cuenta de que en lugar de un slip, o interiores, yo estaba usando pantis.
Esa noche, aparte de que se cansó de darme por el culo, me puso a mamar un sin número de veces, y a los pocos días, todos en la residencia, sabían que a mí me gustaba no tan solo vestirme de mujer, sino que también me encantaba que me dieran salvajemente por el culo. Por lo que no había noche que después de regresar de clases, me pusiera una falda, o vestido, para darle gusto a mis compañeros. Hasta que una noche, justo cuando me encontraba mama que mama, al tiempo que otro chico me tenía pero que bien clavado por el culo, llegó el encargado y me encontró así.
Esa misma noche me botaron de la residencia, pero por suerte, un amigo me llevó a la suya, en donde todos tenían los mismos gustos que yo. Fue donde aprendí a vestirme mejor, y a verdaderamente parecer una mujer. Además comencé a tomar pastillas anticonceptivas, las que poco a poco fueron dándome ciertas características más femeninas.
Yadira y yo que me llamo Luis, llevamos varios años de casados, pero no nos consideramos una pareja común y corriente, ya que desde que éramos novios nos dimos cuenta que tanto ella como yo somos personas de mente abierta, ella no se considera dueña de mi cuerpo, ni yo tampoco me considero dueño del suyo, por lo que si nos place en algún momento llegar a tener relaciones con otra persona, las disfrutamos abiertamente, sin que por ello el amor que nos sentimos mutuamente se vea lesionado o disminuido. En ocasiones tanto ella como yo también le damos rienda suelta a nuestras fantasías, con la completa colaboración tanto mía como de parte de ella.
Relato erótico enviado por narrador el 13 de March de 2011 a las 21:45:11 - Relato porno leído 120861 veces