Desde que entré a estudiar en colegio universitario, nunca realmente me había interesado ni por los deportes, ni las chicas. No fue hasta que un compañero de clases, me invitó a ver un partido de baloncesto. Lo cierto es que más que jugadores de baloncesto, los de nuestro colegio universitario parecían luchadores, no tan solo por lo grandes y fornidos que eran, sino más bien por la manera tan ruda que golpeaban a los jugadores del equipo contrario.
Relato
Ya a la mitad del juego, nuestro equipo apenas y habían anotado treinta puntos, mientras que los adversarios, ya iban por setenta y cinco. En el medio tiempo salieron las porristas del equipo visitante, un montón de lindas y llamativas chicas, que dieron unos saltos, bailaron, y apoyaron a su equipo. Pero inmediatamente después de aquellas hermosas porristas, salieron las tres o cuatro chicas tratando de actuar como las porristas de nuestro equipo. Aunque de inmediato yo solo tuve ojos para una sola, la más pequeña y delgada de todas ellas. Me impresionó tanto, que le pregunté a mi compañero de estudios, si la conocía. Y su inmediata respuesta fue. Ha eso es Jenny, la loca. Yo tomé esa respuesta, literalmente. Y sin decirle nada a mi compañero, apenas nuestras porristas terminaron de actuar, lo abandoné dejándolo solo sentado en aquellas incomodas gradas. Mientras que, a grandes pasos, me dirigí donde aquella pequeña, y delgada chica. La cual apenas la alcancé, fuera de la cancha de baloncesto, de inmediato le busqué conversación. Le pedí que se detuviera a charlar, pero eso a ella pareció no agradarle, ya que de inmediato me dijo. Mira no me hagas perder el tiempo. Yo por mi parte como cosa rara en mí, le dije que tan solo quería que ella me conociera a mí, y conocerla un poco más. Fue cuando me respondió diciéndome. Sí para que apenas me conozcas un poco más, no quieras volver a hablarme. Yo que, por primera vez en mi vida, me había atrevido a decirle esas palabras a una chica, de inmediato le dije que eso jamás pasaría. En ese mismo instante Jenny me dijo. Yo soy un muchacho, no una nena. La cara que debí poner de seguro reflejó mi asombro y desconcierto, ya que de inmediato Jenny de manera burlona me dijo. Ya sabía yo que pondría esa cara de estúpido. Y sin decir más nada comenzó a caminar, hasta que yo, reaccioné agarrándola por una de sus manos obligándola a detenerse, mientras sin pensarlo le dije. Me da lo mismo lo que tú seas, yo lo que quiero es conocerte de verdad. Jenny se me quedó viendo, seguramente algo confundida, me respondió. Ok. Que te parece si nos vemos más tarde en el vestuario de las porristas, una vez que mis compañeras se cambien de ropa, y se retiren. Yo te esperaré para que podamos hablar, todo lo que tú quieras, y conocernos más íntimamente. Aquellas palabras me emocionaron, y aunque ella misma me había dicho que era un chico, en esos momentos como que no me importó mucho realmente. Así que regresé para ver el final del partido, y aunque nuestro equipo perdió 130 a 40, y las porristas incluyendo a Jenny lo celebraron como si hubieran ganado un campeonato. La cosa es que, al parecer, lo que más les agrada a los chicos de nuestro equipo de baloncesto, es golpear a los oponentes, y no ganar el partido. Yo esperé por un largo rato, hasta que las otras tres porristas fueron saliendo del vestidor. Y finalmente entré, y aunque estaba algo oscuro, justo al lado de las duchas divisé la silueta de Jenny, recostada sobre uno de los bancos. Al acercarme me di cuenta que ya no tenía la llamativa blusa amarilla de su uniforme de porrista, por lo que me di cuenta que sus pechos eran tan plano como el mío, tampoco tenía puesta su pequeña falda roja. Cargaba unos ajustados pantis semitransparentes, que dejaban ver el bulto entre sus piernas. En ese instante, estuve a punto de darme la vuelta y salir corriendo del vestuario de las porritas. Pero al escuchar su melosa voz decirme. Ya me estaba poniendo nerviosa, pensando que te habías arrepentido. En ese momento me quedé extasiado viendo su lindo rostro, aquella naricita respingada, sus enormes ojos marrones, sus carnosos labios rojos, y su abundante cabellera completamente suelta. Jenny se puso de pie se me acercó, y de momento sin decir más nada, estiró una de sus manos agarrando mi verga por encima de la tela de mi pantalón. Yo que petrificado, en mi vida la única experiencia sexual que había tenido hasta esos momentos, se limita a masturbarme viendo videos porno, al sentir su cálida mano agarrándome el miembro, sin la menor idea de que hacer. Jenny si dejar de hablarme, se fue agachando frente a mí, y con una gran habilidad, soltó la correa de mi pantalón, desabrochó, y bajo la cremallera en un abrir y cerrar de ojos, al tiempo que me bajó los pantalones, y el interior hasta las rodillas, si que yo hiciera nada en lo absoluto por evitarlo. Cuando me vine a dar cuenta, Jenny ya me estaba mamando sabrosamente mi parada verga. En mi vida me había sucedido algo semejante, cuando de momento y si previo aviso dejó de mamar. Se incorporó, dio media vuelta, y se recostó sobre aquel banco, bajándose aquellos pequeños pantis, dejando por completo ante mis ojos su llamativo y apretado culito, diciéndome. Si quieres después te lo sigo mamando, pero ahora lo que quiero yo es que me hagas tuyas, enterrándome toda tu verga. Bueno como ya les he dicho, mi experiencia sexual hasta esos momentos se limitaba a hacerme la paja, ya que a pesar de haber cumplido ya los veinte años, aun se podría decir que era virgen, es decir que nunca hasta ese momento, me había acostado con ninguna mujer. A todas estas una de las manos de Jenny mantenía agarrada mi ensalivada verga, y hábilmente la fue dirigiendo directo al centro de sus paradas nalgas. A medida que la fui penetrando, y escuchando sus gemidos, me fui excitando más y más, hasta que la tomé por su cintura y apreté con fuerza su cuerpo contra el mío. Jenny dejó escapar un ligero quejido de dolor, pero de inmediato comenzó a mover sus caderas, de forma y manera tal que, en cosa de pocos minutos, hizo que me viniera dentro de su culo. Yo estaba súper impresionado. Mientras que ella sonriéndose me preguntó ¿es tú primera vez? A lo que algo avergonzado le respondí que sí. No bien sacó mi verga de entre sus nalgas, se levantó, me la volvió a agarrar, y me condujo al lavamanos donde me lavo con bastante jabón, diciéndome. Eso solo es el principio, espera y veras lo que te tengo preparado. No bien dejó de decirme eso, que se volvió a agachar frente a mí, y nuevamente se dedicó a mamar mi adormitada verga. En cosa de segundo se me volvió a poner bien dura, pero Jenny siguió mama que mama, hasta que nuevamente me hizo acabar, pero dentro de su boca. Yo estaba tan emocionado y contento, que cuando ella me dijo que, ella deseaba que le me volviera a dar el culo, pero que antes ella quería que yo primero me pusiera a mamar su verga, aunque tan solo fuera por un corto rato. La verdad es que no lo pensé dos veces, y de inmediato me llevé su ya parada verga a mi boca. Yo estaba mama que mama, aunque con ganas de terminar lo más pronto posible, cuando Jenny se vino dentro de mi boca, y el resto de su leche me lo regó en gran parte de mi cara. Eso me sorprendió, ya que, en medio de todo, y siendo la primera vez que le mamaba la verga a otro chico. Cosa que después de todo, en ese momento, no me pareció tan mala, es más en cierta manera pienso que lo estaba disfrutando. Cuando a mi espalda sentí, que alguien dijo en voz alta. Chicos estamos de suerte, en lugar de un mariconcito, tenemos dos. Yo al escuchar semejante cosa, me sorprendí, y de inmediato mientras me ponía de pie, comencé a decirle al tipo ese, que se equivocaba, que yo no era gay, ni maricón. Y a medida que él, y otros dos tipos más fueron entrando al vestidor de las porristas, yo continuaba repitiendo, que no era maricón, ni gay. En ese momento me di cuenta de que aquellos tres tipos, eran los más grandes, y violetos del equipo de baloncesto de nuestro colegio universitario. En esos momentos uno de ellos dijo. Sí él no es maricón, solo que le gusta mostrar sus lindas nalgas, y mamarle la verga a Jenny. Del susto comencé a gaguear, cosa que me sucede a menudo cuando estoy sumamente nervioso, y estresado. El más grande de aquellos tres mastodontes, se me acercó amenazadoramente diciéndome. O nos das el culo, o de aquí sales directo al hospital. En ese instante Jenny que estaba de tras de mí agarrándome por la cintura, y pegando su verga a mis descubiertas nalgas, me dijo melosamente. Cariño mejor haces lo que él te dice, o la vas a pasar muy mal. Además, me parece que eres como yo, y en el final te va a gustar, tanto como a mí. Yo estaba sumamente asustado, pero al mismo tiempo, confundido, y bastante excitado. Sin previo aviso Jenny me ha plantado un tremendo beso, introduciendo su lengua dentro de mi boca, al tiempo que ni cuenta me di cuando me despojó de mi camisa. Apenas Jenny dejó de besarme, sentí las gruesas manos de uno de ellos sobre mi cuello, tanto a Jenny como a mí nos colocaron sobre el banco de madera, terminaron de quitarme los pantalones e interiores, para luego obligarme a que me pusiera la ropa de Jenny, y tras separar mis piernas, y levantar la falda, el tipo que estaba tras de mí, embadurno el hueco de mi culo con algo aceitoso, casi de inmediato comencé a sentir aquella cosa caliente y dura, que comenzó a presionar mi esfínter, mientras que Jenny me decía, procura relajarte, para que no te duela tanto, y también lo disfrutes, como yo. Yo procuré hacerle caso a Jenny, al tiempo que fui sintiendo como aquella cosa, larga, gruesa dura y bien caliente me iba penetrando por el culo, sin que yo opusiera la menor resistencia, por el miedo que me dio a que me fueran a golpear, y terminara en el hospital. El dolor fue creciendo, a medida que el tipo ese me seguía penetrando, hasta que finalmente sentí su cuerpo sobre el mío, y toda su verga dentro de mi culo. Por lo que comencé a llorar, más por el dolor que por la indignación que sentí. Por un corto rato él no se movió, y mientras me mordisqueaba la nuca, comenzó a decirme. Vamos putita, comienza a mover esas nalgas para mí. Yo la verdad es que, ni idea tenía de lo que él quería que yo hiciera, pero quizás el mismo miedo a ser golpeado, hizo que comenzara a mover mi adolorido culo. Cosa que a medida que seguí haciendo, comencé a sentir más y más ese rico e indescriptible sabroso dolor que aquel tipo me estaba produciendo. Mientras que Jenny, parecía disfrutar al máximo el ser penetrada por el culo nuevamente, gemía de placer, y le decía a su amante que le diera más y más duro. Yo la verdad es que, a pesar de aquel extraño dolor, me di cuenta que de que comenzaba a disfrutar cada vez que aquel tipo, me volvía a enterrar toda su gruesa y larga verga una y otra vez. Jenny en una de esas, acercó sus labios a los mío, y mientras seguían clavándonos aquellos trozos de carne, por nuestros culos. Nos volvimos a besar, hasta que el tercer tipo, me dijo, al tiempo que me agarró por la quijada. Ponte a mamar. En la situación en que me encontraba, hubiera sido tonto de mi parte, negarme. Así que a medida que uno me daba por el culo salvajemente, y yo seguía moviendo mis nalgas de manera desesperada. Al tercer tipo le mamaba toda su gruesa verga, hasta que prácticamente a un mismo tiempo, ambos se vinieron dentro de mi cuerpo. Yo quedé tirado sobre el banco con mi culo bien abierto, y chorreando leche por todas partes, ya que hasta me vine, a medida que me daban sabrosamente por el culo. Jenny me ayudó a ponerme de pie, mientras que el tercer tipo, al que yo se lo mamé, viéndonos a Jenny y a mí nos dijo. Mañana sin falta, las esperamos a las dos, vestiditas de nenas. Jenny esbozando una sonrisa, no dijo nada, solo me condujo a las duchas, donde me ayudó primero a quitarme la apretada falda de ella, para luego bañarme, y hasta me enjabonó todo mi culo. Y cuando menos lo esperaba, me enterró toda su verga. Desde esa fecha me han seguido comiendo el culo, tanto los mastodontes esos, como Jenny. Y varios otros chicos, que ni idea tengo de como se enteraron, pero que me han encontrado vestidito de nena, en el vestuario de las porristas.
Yadira y yo que me llamo Luis, llevamos varios años de casados, pero no nos consideramos una pareja común y corriente, ya que desde que éramos novios nos dimos cuenta que tanto ella como yo somos personas de mente abierta, ella no se considera dueña de mi cuerpo, ni yo tampoco me considero dueño del suyo, por lo que si nos place en algún momento llegar a tener relaciones con otra persona, las disfrutamos abiertamente, sin que por ello el amor que nos sentimos mutuamente se vea lesionado o disminuido. En ocasiones tanto ella como yo también le damos rienda suelta a nuestras fantasías, con la completa colaboración tanto mía como de parte de ella.
Relato erótico enviado por narrador el 13 de March de 2011 a las 21:45:11 - Relato porno leído 120859 veces