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Por estar de ociosa en la cocina, me…

Relato enviado por : narrador el 07/02/2018. Lecturas: 7199

etiquetas relato Por estar de ociosa en la cocina, me…   Infidelidades .
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Resumen

Por lo general apenas me despierto, después de darme una buena ducha, me pongo mi bata casera, y preparo el desayuno. Mientras Raúl mi marido se prepara para ir a su taller. Luego él lleva a los chicos a la escuela, mientras que yo terminó de arreglarme para ir a mi trabajo.



Relato
Pero hay días en que sencillamente me da flojera ir a trabajar, y apenas ellos se marchan, llamó a mi padre, que es el dueño de la compañía, y le digo que me encuentro sumamente indispuesta, como para ir a trabajar. Quedándome sola en casa, me levanto casi a las diez de la mañana, y si se me antoja, preparo algo para cuando el resto de la tribu regrese, en la tarde. Ese día se me ocurrió, preparar un plato especial. Pasta a mi estilo, y no es que yo sea una gran cocinera, pero a mi marido y a mis hijos les encanta. La receta es bien sencilla, lleva de todo, carne, jamón, chorizo, tocineta, zetas, pimientos, cebolla, tomates desde luego, ajo, orégano, sal, y vino tinto, ha y mucho aceite de oliva. Acompañado de queso parmesano rallado. Solo que en esa ocasión cuando me encontraba por poner a sofreír casi todo, me distraje, y derramé algo de aceite sobre mi bata. Pero como estaba sola en casa, después de que me la quité, la puse en agua y jabón. Como no tenía más nada puesto, seguí cocinando completamente desnuda. Ya había colocado todo a fuego lento, cuando me di cuenta de que no le había puesto nada de chorizo. Tras cortar un buen trozo, me puse a rebanarlo en porciones más pequeñas, para que le dieran bastante sabor a la salsa. Ya había cortado y echado más que suficiente, por lo que me quedé con un buen trozo en mi mano. Hasta ese momento, no me había dado cuenta de lo grueso que era, y sentándome en una de las sillas, me le quedé viendo. Cuando de repente se me ocurrió compararlo con el miembro de mi marido. Era más o menos del mismo grueso, pero aquel pedazo de chorizo, era mucho más largo. Y quizás por estar sola, y desnuda en la cocina, no se me ocurrió otra cosa, mientras se cocinaba a fuego lento la salsa, que ociosamente comenzar a penetrar mi coño, con ese pedazo de chorizo. Lo que hasta me causó gracia, y me dije a mi misma, la verdad Estela que estas bien enferma, no haces otra cosa que pensar en sexo. Pero de la misma manera en que me regañe a mí misma, por darme gusto. Separé mis piernas, y comencé a introducir aquel buen trozo de chorizo dentro de mi coño. Lentamente me fui penetrando, y cuando me di cuenta que a pesar de haberme metido un buen pedazo, como que me cabía otro poco más, y seguí empujándomelo todo, con mis dos manos. Yo estaba en parte sorprendida, pero a la vez deseosa de seguir jugando con aquel trozo de carne, dentro de mi coño, por lo que rítmicamente comencé a meterlo y sacarlo completamente. Pero a medida que más adentro me lo metía, con más placer lo sacaba, y me lo volvía a enterrar completo. Yo estaba tan absorta, en seguir introduciéndome todo aquel buen pedazo de chorizo, que por comodidad, me deslicé hasta el piso, manteniendo mis piernas bien abiertas, sin parar de meterme y sacar aquella cosa, que yo la sentía tan sabrosa, dentro de mi coño. En ciertos momentos, cuando lo tenía bien adentro, cerrando mis ojos, en lugar de sacarlo, lo que hacía era que lo movía de lado a lado, o en círculos dentro de mi vulva. Arrancándome profundos gemidos de placer. Me encontraba tan entusiasmada, con mi descubrimiento, que seguí dale que dale, sin darme cuenta de nada, de lo que sucedía a mi alrededor. Cuando de momento, sentí unas manos que me agarraron, por la cadera, y una gruesa voz que me dijo. Si quieres probar uno de verdad, estoy a la orden. Era mi vecino, al que por su oscuro color de piel, cariñosamente le decimos el negro. Después me enteré por él, que al ver mi auto en el estacionamiento de casa, se acercó para pedirme un favor. Pero al verme por la ventana de la cocina, completamente desnuda, tirada en el piso, metiendo y sacando aquella cosa. Le provocó darme su ayuda. Yo ni cuenta me di cuando él abrió la puerta de la cocina, pero de lo que si me fije inmediatamente, apenas sentí sus manos, sobre mí cuerpo, y escuché su gruesa vos, que abrí mis ojos. Fue su oscuro miembro completamente erecto, fuera de sus pantalones, mucho más grande, grueso, y venoso que el de Raúl. Además sus pantalones e interiores, los tenía ya a la altura de la rodilla. En ese momento pensé, que de seguro si lo hubiera rechazaba, pienso que Joaquín, o sea el negro, se hubiera retirado avergonzado. Pero en lugar de eso, al ver semejante cosa, más gruesa que lo que estaba empujando yo misma dentro de mi coño, lo que hice fue sonreírme como una verdadera puta, y sacando aquel gran pedazo de chorizo, enchumbado con los fluidos de mi vulva, de entre mis piernas. Las separé, ofreciéndole de inmediato mi hambriento coño, a mí vecino. Joaquín sonriendo, pero sin decir más nada, se colocó sobre mí. De inmediato comencé a sentir, como aquella cosa grande, dura y caliente, se fue abriendo paso dentro de mí ya húmeda, y deseosa vulva. Su colorado glande, apenas entró en contacto con la piel de mi coño, me hizo gemir profundamente, a medida que seguía deslizándose divinamente dentro de mí coño. Yo estaba como poseída por quien sabe quién, ya que comencé a mover mis caderas, como no me acuerdo haberlas movido nunca así, con tanta fuerza desde el mismo instante que comenzó a penetrarme. Y encima de eso, el negro con su boca, se dedicó a chupar los parados pezones de mis tetas, deliciosamente mordisqueándolos, y arrancándome continuos y profundos gemidos de placer, a medida que sin detenerse seguía empujándome toda su sabrosa verga. Yo chillaba, gemía, y a la vez le pedía que me diera más, y más duro. En mi vida de casada, en una que otra ocasión, le he sido infiel a Raúl. Pero siempre ha sido, por culpa de él, al ponerle más atención a algunas de sus clientes, en el taller. Por lo que yo, si tengo algún contrato que cerrar, me aseguro por todos los medios a mi alcance, que mis clientes queden satisfecho, por lo menos con la negociación. Pero por primera vez en mi vida, que me sucedía algo semejante, y por estar de ociosa en la cocina. Joaquín me dio esa clase de revolcada, que me dejó enchulada de su verga. Tan así ha sido, que después de hacerme disfrutar de un salvaje orgasmo, cuando me pidió que le diera el culo, sin necesidad de que me lo volviera a repetir, de inmediato me puse en cuatro patas. Aflojándole mis blancas nalgas, las mismas que de inmediato atravesó, con su sabrosa morcilla. Cosa que a menos que mi marido, no me dé un buen regalo, no se las aflojo. Desde ese día, por lo menos llamó dos o tres al mes, a la oficina, indicándoles que me encuentro indispuesta. De paso aquel pedazo de chorizo, que tanto disfruté. Sin llegar a lavarlo, lo preparé al vino, y lo serví en una fiesta que dio Joaquín en su casa, y él, al igual que mi marido, no paraban de decirme, lo sabrosa que había quedado esa tapa.


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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 21:22) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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