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Por fin, llegaba la fiesta del vino albariño otro año más

Relato enviado por : Anonymous el 10/01/2011. Lecturas: 5238

etiquetas relato Por fin,  llegaba la fiesta del vino albariño otro año más   Confesiones .
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Resumen
Fue una historia penosa, placentera y completamente real que me sucedió en agosto del 2005, mi octavo sangrado, o más conocido como derrame cerebral


Relato
Esa mañana la vivaz llamarada más su calor se abriría paso en cualquier habitante de mí Cambados. Hubo que esperar un año entero para que retornasen esos días desbordantes de magia…empapados en el mejor de los vinos. Iba a presenciar… ¡Los fuegos que dan comienzo a la bendita fiesta del albariño.
A las siete de la mañana me despertó la sonora alarma de mi móvil, para indicarme que caminara lujosamente para dar a los turistas el desayuno seguido por el almuerzo; casi todos extranjeros que se hospedaban en mi tierra.
Después de una ducha empapada en jabón me puse esa camisola blanca, la corbata amarilla, el pantalón negro de pinzas, un cinto importado de Marruecos más un chaleco azul cielo. Ya detrás de la barra pero con las puertas cerradas me premié con un café negro y doble. Instantes antes de empezar a trabajar mí boca arrojaba humo… de tabaco rubio, síntoma de que mis cuerdas vocales empezarían en breve a salpicar mi pobre inglés, además de fingir una hipócrita cara de “Feliz Navidad”... Así era que decían esas señoras y señores que parecía muy buena persona, porque siempre asemejaba estar alegre.
De repente un maravilloso estruendo en el cielo, acaparó la atención de todos; ya se permitía descorchar continuamente botellas de albariño; pronto ya se verían los efectos de algo que se bebe más baja fácilmente, emergiendo aún con más fuerza. Principiaba así la peregrinación hacia el dios Baco, rodeándome en el bar de viejos conocidos con los que compartiera más de un recuerdo que nos condujo a la resaca. Pude aprovechar unos minutos para inundar mi paladar con el morapio que me rodeaba. Llegaran clientes como Mayte y Montxo que precisamente nos avistamos por primera vez, tocando la gaita con un escocés, bailando gracias a una ampolla del suculento caldo que da nombre de capital a mi Cambados; el músico me preguntaba si yo era guiri, me imagino que pretendía vacilarme , quizá apoyándose en el hecho de que hablaba algo de inglés. La anterior parejita adoraba las navajas, siempre que venían pretendían que me sentase con ellos incluyendo un nuevo vaso, pero yo no era un cliente más, así que no podía. De vez en cuando como si no pasase nada, mi mano penetraba con rapidez en el plato de los exquisitos moluscos, para junto con un trocito de pan más un trago de un acentuado poder se abrían un hueco en mi interior, para que no tardaran en mirarme con una mirada de cristal que lucía una hermosa sonrisa que decía casi con lágrimas en los ojos -¿Esto no hay quien lo pague, ehhh?-.
Quemaba el sol en la terraza; era la una de la tarde, la hora en la que se dejaría caer la chulería del camarero venezolano…al igual que una plaga de hambre se adueñó del comedor.
Al acabarse la faena, pasadas las cuatro, una tortilla de patatas junto a unos jurelitos fritos agraciaban mi labor…Sin esperarlo, el invitado sorpresa fue un pequeño dolor que colisionó con mi cabeza… acojonándome de la misma forma que lo hiciera otras siete veces; me esforcé por ignorarlo. Le comenté a mi madre lo que pasaba por mi interior, asustándose en un principio e intentando convencerme luego de que no pensase en eso, que le restara importancia y me fuera a acostar, que seguramente era por otra cosa. Me fui a dormir un par de horas, a ver si esa pesadilla me olvidaba; después de un profundo sueño de casi una hora todo parecía que fuera invención mía, ya se convirtiera en algo minúsculo. Me fui a duchar para intentar matarlo definitivamente con agua casi fría, calmándose todavía bastante más. Me vestí para bajar a trabajar, seguramente que ablando con amigos más otros clientes el mal recuerdo se evaporaba. Me invitaron a la inauguración de un bar; para esa misma oscuridad del día. Quedé pensando para mí, que vaya nochecita fue a elegir… adornó lo dicho agregando que tenía a cuatro camareras, lo que me cambió la cara. A las nueve y media de la noche llegaron las primeras mesas a cenar; no se llenó el comedor aunque estuvo bastante habitado. A media noche, hablé con mi madre para poder ir a por lo menos hacer presencia en el nuevo local de mi colega.
Al llegar a la barra de la que ahora iba a ser cliente me dirigí a junto a una de las preciosas camareras para pedir una cola fría con hielo, algo nada habitual en mí. Estuve de charla con ella, sus compañeras y su jefe, mas algo había que no me salía de la cabeza... Pensé que una retirada a tiempo sería una gran victoria, de modo que pagué para irme a dormir. Sólo fue atravesar el cristal con mi mirada para que las molestias alcanzaran su mayor esplendor desde que esa tarde habían hecho su presencia. Me fui hasta el bar de un conocido, para tener a mano a alguien de confianza porque ya me olía demasiado; le expliqué a mi colega (el dueño del bar) lo que imaginaba que me ocurría, indicándole cuáles serían los pasos que me atacarían a continuación; su cara se cubrió de dolor, al igual que si de mí cabeza saltase el endiablado contenido para colarse en el interior de su cerebro. Había muchísima gente, pues era fiesta. como comenzaban esas fechas en las que se adoraba continuamente el vino albariño, seguro que pensó que estaba endiablado por algún espíritu etílico. Intenté mantener la calma; pedí un agua sin gas fría, con hielo. Al acabar la bebida, me dio una manzanilla e intentó tranquilizarme, pero en esos momentos el ardor que deambulaba por dentro de mí volvió a alzar su voz con mayor energía. Avisté a dos marineros de robustos brazos que alguna que otra noche fuéramos juntos a pescar, pidiéndoles que me acompañasen a casa, pues de un momento a otro no me aguantaría de pié, perdería el equilibrio hasta llegar un momento de no encontrar el conocimiento, iba vomitar... lo sabía por otras veces que me ocurriera. Entonces recuerdo como sus caras me miraban como si me quisieran dar cuatro ostias.
Salí por la puerta del antro haciendo honores al zigzag propios de unas fechas tan etílicas como las que me poseían; no me quitaban el ojo de encima como yo mismo se lo había pedido. Ya teniendo que estar sujetado por ellos, casi llegando a mi casa pasé por delante de otro bar; pude divisar como alguna gente me observaba por la cristalera quizá pensando en los malévolos o benévolos seres que el vino había plantado en mí. Cuando llegué a casa se acercó mucha gente a mí; quizá pensaban que estaba de fiesta porque mi acentuado sabor de las fiestas que se vivían o bebían. Abrí la boca para pedir que llamaran a mi madre que estaría aún en la cocina; una vez que mi vista la apreció grité: -¡Mamaaa!-e intenté explicarle lo que me ocurría, al mismo tiempo que sentía subiendo por mi interior una masa… que al final puse perdida la mesa que tenía delante. Avisaron a mi padre para llamar una ambulancia y no recuerdo nada más hasta llegar al Hospital.
Allí recuerdo que yacía en una camilla, con un montón de focos apuntándome con su luz como si aquello fuera una rueda de prensa con decenas de druidas con su túnica blanca rodeándome y algunos me preguntaban: -¿Cómo te encuentras? ¿Cómo te llamas? ¿Y tu edad? ¿De dónde eres? ¿Tienes novia?- Finalmente me preguntaron si creía que me debían sedar para que hiciese ningún esfuerzo, englobando si creía necesario que me llevaran a la UCI. Estaba ya un poco harto de aquel recibimiento, solo quería que me llevaran a una cama y descansar, de forma que exhibiendo las fuerzas que no me abandonaran, les dije:-Por favor, sédenme si lo creen necesario o llévenme a la Unidad de Cuidados Intensivos, pero de una vez por todas quiero dormir.-
Creo que estuve borracho tres días y tres noches en las que mí cerebro no paraba de crear historias absurdas como un festín en el que se daban cita muchos señores nobles en medio de una inmensa y verde pradera en la que tenía lugar un gran banquete en el que no faltaba ni el jabalí, la cerveza, el vino, o la música. Los trajes de ellos se adornaban con una enorme capa, reluciendo ellas con unos preciosos vestidos; había dianas por todo el campo, hacían competiciones con arco, los caballos, sus espadas…Querían elegir a su rey, pero no se daban puesto de acuerdo. Casi entrada la noche llegaron a la conclusión de unir en matrimonio al hijo del más valiente de los Señores que allí estaba, con la más hermosa dama que alojaba sangre noble por sus venas; su matrimonio sería quien reinaría.
En mi despertar, sentía una horrorosa resaca; quise mover una pierna pero… no era capaz; lo intenté con la homónima pero la respuesta fue la misma. Quizá debía de empezar con las manos, o con los dedos; la respuesta seguía siendo negativa. Entonces me sentí inmerso en un naufragio asqueroso, lleno de odio, asco, dolor…o algo indescriptible. Me vino a la cabeza que con un pasado como el mío, jamás volvería a visitar una barra americana – En esos momentos entraron para asearme en el cuarto que me hallaba dos enfermeras; me hice el dormido porque no tenía ganas de aguantar preguntas estúpidas. Hacia muchísimo calor, solo estaba cubierto por una sábana. Primero con una esponja me lavaron la cara, continuaron acariciando mi pecho e intentaron ponerme de lado para hacer lo mismo con mi espalda, pero no pudieron. Siguieron con mis piernas, de ahí hasta mis axilas, después los pies, acabando con…se izó el mástil de la bandera. Escuché como una a la otra le comentaba que hacía tiempo que no creaba esa sensación en un hombre.
Sonreí e Intenté pasar inadvertido…

Mi correo personal es alfonsocordal@gmail.com
mi Blog es; http://www.muchomasquesexo.net

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:21) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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