...Cuando entró de la calle nuestra madre, mi hermana salió huyendo de mi cuarto sin calzones y yo me quedé con ese trapito de nylon azul cielo, haciéndome una celestial chaqueta. En los días siguientes mi hermana se hizo la seria, pero en cuanto me salí a emborrachar ella cambió toda su actitud, y otra vez se empezó a exhibir delante de mí, agachándose con cualquier pretexto para que
le viera las braguitas o las nalgas bien peladas.
Relato
Por entonces dejé de prestarle tanta atención al alcohol y cerveza, y la vecina que me gustaba y le daba un aire a mi hermana, y que al igual tenía el cabello largo y oscuro, y aparte de su cuerpo se parecía a mi hermana por su cara de putita decente, aquella vecinita dejó de interesarme y me concentré en las carnes y curvas de mi hermana.
Una mañana que llegué de mi trabajo del turno de la noche, mi hermana estaba lavando su ropa en la azotea, traía una chiqui bata de tela gruesa color crema, pero cuanse se inclinaba en el lavadero para enjuagar sus ropitas, me di cuenta que bajo la batita andaba en pelotas, y al ver sus hermosas nalgas encueraditas ya no pude aguantarme y me acerqué a ella por atrás.
-Manita, no te enojes, pero tienes unas bellísimas nalgas ¡quien fuera dueño de ellas!
-Uy manito, no tienen dueñas.
-Y tu novio qué.
-Bueno, él es mi novio, pero yo soy dueña de todo mi cuerpo, por eso te digo que no tengo dueño.
-Aquí enttre nos ¿apoco no se las has dado?
-Cómo crees. La verdad si hacemos el coito pero lo natural sin aberraciones.
-Entonces no te ha penetrado tu culito.
-Cómo crees, por ahí nunca lo he hecho, como que no lo creo muy propio.
-Pero, a lo derecho ¿no te han pedido las nalgas? Porque la neta tienes un culo precioso y digo que a cualquiera si no todos les gustaría abrirte los pliegues.
-¡Ay cómo eres payaso!
Y antes que otra cosa, la tomé de la cintura y repegué mi rabo que instantáneamente alcanzó su longitud de 16 centímetros de medio grosor. Ella, calló y siguió enjuagando su ropa, pero con las nalgas salientes y abiertas, gozando de la pinga de su acosante hermano.
En una azotea de enfrente estaba un vecino, y podía vernos si es que no nos había visto, por lo que jalé suavemente a mi hermana y la metí al cuarto de ropa, allí nos empezamos a besar y escudriñar nuestras bocas con nuestras lenguas, le desabotoné la bata y quedó completamente desnuda, la recosté en una camita, y la besé por todo su exuberante cuerpo, ella también me quitó la ropa y quedé en cueros como ella, me chupó la verga y huevos con muchas ansias, y luego de hacer un delicioso 69 nos seguimos revolcando, ella quería que se lo metiera por la vulva pero mi loco deseo era su esfínter, por lo que le pedí que se pusiera a cuatro patas y me diera el culo, ella dudosa lo pensó muy poco y obedeció.
-Jamás le he dado el ojete a nadie y ni pensaba hacerlo, pero para que veas que te quiero y quiero que dejes el vicio te voy a dar el culo, pero antes júrame que ya no vas a tomar, porque si lo vuelves hacer entonces no hay nada de chichis, ni nalgas ni ojete ¿lo juras?
-Te lo juro Hermanita linda.
Y acabando de jurarle me pegué a su ojete para chuparlo y ensalivarlo, así lo estuve saboreando varios minutos hasta que traté de romperle el culo bien apretadito, pero ante su inexperiencia lo fruncía cerrándolo y me decía que le dolía, para esto hallamos a la mano aceite "singer" para máquina de coser, y le embarré los plieques y el ano y mi miembro, cosa que facilitó la entrada y el retozo de ella, que se retorcía como loca, yo le arañaba y cacheteaba los glúteos mientras topaban mis huevos con sus nalgas, el mete y saca se prolongó hasta sacarle dos o tres pedos y el salirme toda la leche.
Desde entonces cada que podíamos me la cojía por delante y por detrás, y cuando llegaba tarde a la casa me pasaba al "alcoholímetro", y como alguna vez llegué con aliento alcohólico, sin perdonarme me castigó negándome sus añoradas nalgas, por eso poco a poco o rápidamente me fui alejando de la calle y los amigotes, y para gozar plenamente del culo de mi hermana por eso fue que me quité del vicio.