...Por la noche empecé a fantasear con los soldados, llevé mi mano a la entrepierna, separé mis labios y di con mi clítoris. Mi forma de autosatisfacerme siempre fue dándome presión de a poco con mi dedo índice, hasta sentir lo máximo de placer. Pero no se iba de mi mente la imagen de esos dos en boxers, seguro con dos buenas varas guardadas ahí, que se sentirían deliciosas que entren durísimas en mi ya húmeda vaina...
Relato
- “Te vas por 20 días al puesto de avanzada”.
Fue la orden que recibí cumpliendo mi segundo año como oficial del ejército. Era el precio por no aceptar ser la amante del comandante del batallón al que me habían destinado. Cuando decidí seguir esta carrera, en la que la mayoría son hombres, había tomado la decisión de guardar mi dignidad sobre todas las cosas y nunca ser vista como una facilona que consigue ascender a costa de entregar su cuerpo. Pese a que fui favorecida en ese aspecto, heredé las buenas bubis, el bien formado trasero y cuerpo de mamá.
Recuerdo bien que “Ricky” un gran camarada, con el que no pasamos de una amistad pese a haber tenido montón de oportunidades para vivir aventuras amorosas, me dijo:
- “Ten cuidado mi flaca hermosa, en ese lugar abundan peligros. Animales, narcos en las cercanías y enfermedades. Llévate todo el repelente que puedas cargar y las armas no las dejes ni un momento. Guarda bien esas lolas para que no quieran faltarte al respeto, además de nunca perder el carácter firme”.
Me asignaron una escuadra (9 soldados), entre los que estaban 2 que mencionaron que se criaron en la selva prácticamente, los más altos, con buen físico desarrollado por haber cargado troncos y también por el trabajo de campo. Los otros 7 eran de distintas constituciones intermedias, de menores estaturas y desarrollo muscular, terminando en los 2 más jóvenes que parecían niños por su delgadez.
Nos llevaron en camioneta hasta el lugar más cercano que se podía ingresar con vehículo.
- “Desde aquí siguen a pie subteniente. A buen ritmo, llegaran mañana al medio día”. -Indicó el chofer del batallón-
Con una arroba de arroz, otra de fideo, un poco de yuca y otros cuantos vegetales; junto a las carpas, utensilios, machetes y armas; emprendimos el viaje a pie. Con los dos expertos en selva por delante.
Simplemente les dije antes de partir:
- “ No deben olvidar por nada del mundo que aquí mando yo. ¿Ven esta bayoneta? Es para protegernos de los peligros, así como las otras armas que llevamos. Pero no me costará ni un poquito hundírsela en el primero que quiera pasarse de listo conmigo. ¿Está entendido?
- ¡Entendido mi subteniente! – gritaron al unísono, algo que me tranquilizó de inicio-
La caminata fue dura, en pleno sol. Como por milagro apareció una caída de agua con una laguna. Sin pensarlo dos veces, di la orden de meternos. Pero prohibiéndoles desnudarse por respeto a su oficial al mando. Todos quedaron en boxer, con lo que se distinguía sus niveles de “dotación”. No me quedó de otra que ponerme unos shorts y con una camiseta blanca, también me metí al agua. El calor no daba para rechazar esa refrescante experiencia. Me agradecieron por la oportunidad, a lo que les dije que no era necesario, pues yo también estaba contenta. Luego de un buen rato, les dije que era hora de irnos, me levanté y salí del agua. De lo que no me había percatado era de que la camiseta que llevaba, se coló totalmente a mi cuerpo y que mis bubis se notaban a la perfección. Más de uno de los soldados, seguramente estaba experimentando una erección dentro del agua.
No me quedó más que ordenarles que no salgan de la laguna mientras me ponía algo seco en un lugar más oculto.
En fin, pasó esa primera experiencia, que a la larga me empezó a hacer pensar mucho, principalmente en los dos mayores, estaban bien dotados y yo no había tenido pareja como desde hace 6 meses. Eso sumado al calor del lugar, se empezó a poner más difícil de controlar.
Esa noche acampamos donde nos ganó el cansancio, me cubrí de repelente, asigné turnos para hacer guardia y pasamos la noche. Al día siguiente, luego de 10 horas más, llegamos al puesto de avanzada. Vacío, lleno de vegetación, a 50 metros de un río por suerte. Les ordené que descansen y luego desmontaran el lugar con machetes. Hasta finalizar la tarde ya estaba listo el sitio. Armaron 4 carpas. Se acomodaron de 3 en las 3 primeras y me quedé sola en la cuarta.
Por la noche empecé a fantasear con los soldados, llevé mi mano a la entrepierna, separé mis labios y di con mi clítoris. Mi forma de autosatisfacerme siempre fue dándome presión de a poco con mi dedo índice, hasta sentir lo máximo de placer. Pero no se iba de mi mente la imagen de esos dos en boxers, seguro con dos buenas varas guardadas ahí, que se sentirían deliciosas que entren durísimas en mi ya húmeda vaina.
Mi alarma sonó a las 5:30. Me levanté y me dirigí al arroyo más próximo a asearme antes de dar las instrucciones. Por fortuna no era lejos, fui con mi toalla y mis enseres de higiene. Agradecí haber tenido el periodo 2 días antes de ese viaje, porque hubiera sido una catástrofe. Me quité el pantalón y la tanga. Me puse de cuclillas en el borde del arroyo y me empecé a lavar la zona íntima que había quedado mojada por la excitación de la noche anterior. Me levanté y miré alrededor, al percatarme que no había más que vegetación, me quité la camiseta, me lavé axilas y senos. Quedé desnuda totalmente, no pensé en que de algún modo podían venir a espiarme los soldados. Luego de lavarme el pelo y lavar la tanga en el arroyo, me vestí y regresé al campamento. Ya habían encendido fuego y pusieron agua para desayunar. Luego empezamos con algo de instrucción que me hizo recordar mis tiempos del curso de satinadores. Y a media mañana les ordené ir a bañarse al río. De todos, 2 se quedaban en la guardia y yo con la excusa de ir al baño, me metí por la selva con la mera intención de espiar a los soldados mientras se bañaban.
Luego de asegurarme que no se dieron cuenta de mi ruta los que se quedaron vigilando, rodeé el río y a cierta distancia los vi dentro del agua con sus juegos, nadando y riendo. Felizmente llevé mis binoculares y los empecé a ver con claridad. Estaba segura que estaban desnudos, que no llevaban nada y que podría verles sus miembros descubiertos. En efecto, uno de los mayores se levantó y pude ver su zona “sexual”, un pene de buen tamaño y su escroto con buena cantidad de vellos. Lo enfoqué y no dejé de ver hasta que se sentó y quedó todo cubierto. Del mismo modo empezaron a salir uno tras otro. Pero yo quería vérselo al otro de los mayores que seguía nadando. Hasta que por fin, luego de que todos salieron pude contemplar sus atributos, fue saliendo dejando a la vista su miembro colgando. Era más grande que el del otro “experto en selvas”, tenía un escroto más prominente con buena cantidad de vello también. Sin darme cuenta estaba con la mano en mi vulva buscando mi “botón” de placer. Volví en mí misma al notar que todos empezaron a irse con rumbo al campamento, por lo que me levanté y me apresuré a volver.
Por la tarde les ordené a los dos “expertos” que nos enseñen bien a subir árboles; algo en lo que tenían basta experiencia.
A la par de aprender, me fascinaba verles el trasero y los movimientos que hacían al subir; se les notaba bien desde abajo.
Fue otra noche resignada a fantasear sola en la carpa. En la mañana siguiente los dos que dominaban el terreno, regresaron con un chancho de monte que habían cazado. Nos dimos un banquete. Por la tarde ordené que ordenen el área mientras iba a dar una “vuelta de reconocimiento” con los dos expertos en selva. Se pusieron los otros 7 a acomodar los materiales, armas y de más; mientras me internaba monte adentro con los dos “más dotados”. Luego de aproximadamente media hora de camino, les dije:
- “Es mejor dividirnos y reencontrarnos en este punto. Tú -le dije al que noté “menos dotado”- vete hacia el noreste. Nosotros dos -señalando a su camarada- iremos al noroeste. Nos encontramos en una hora con las novedades de lo encontrado”.
- “Es su orden mi subteniente”. – Respondió el que mandé sólo-
Me puse a caminar con el otro soldado, con el que me traía urgida. Lo contemplaba mientras avanzaba abriendo senda con el machete y luciendo su buena musculatura. Era una necesidad tremenda de sentir esos brazos poderosos.
- “Detente un momento”. -le dije-
Se detuvo y me preguntó que qué necesitaba.
En eso saqué mi mochila luego de recordar que llevaba un brasier de gimnasio. De esos que apretan las bubis en entrenamiento.
- “Por favor, date vuelta que me pondré algo más cómodo que la camiseta”.
En eso obedeció, se dio vuelta. Me quité la camiseta liberando las tetas y con la esperanza de que volteara a verlas él. Más se mantuvo firme en señal de respeto. Ese momento se me metieron montón de cosas a la cabeza, como el de no cubrir mis senos y entregarme de una, o el ordenarle que se deje mamar la verga. En fin, muchas cosas. Sabía que mi dignidad estaba en juego, pero era insoportable el deseo sexual en esos momentos. Luego de unos buenos segundos con las lolas al aire, tomé el brasier y me las cubrí.
- “Gracias. Continuemos”. -le dije-
- “No agradezca mi subteniente. Yo sólo obedezco”. -respondió él-
Seguimos caminando y no soportaba más, debía hacer algo; pero no sabía qué ni cómo. Luego de caminar una media hora más me dieron ganas de orinar.
- “Espera. Necesito hacer mi necesidad fisiológica. No te alejes mucho”.
Me moví unos cuantos metros del sitio y sin darme vuelta me bajé el pantalón y las pantaletas para orinar. No me importó ver si me veía el soldado, es más, quería que me esté espiando y antojándose de mis atributos, de poseerme por mi hueco descubierto. Por alguna razón solté lento el chorro de orina y me mantuve más tiempo sentada y descubierta. Luego me levanté y lentamente me subí pantaletas y pantalón. Me di la vuelta y él no estaba cerca, al parecer se mantuvo a la distancia en la que lo había dejado.
Me acerqué y él estaba sentado.
- “¿Seguimos?”. -le dije-
- “Claro que sí mi subteniente”.
Me resultaba imposible el contenerme ya. Quería ser llenada por un pene erecto, duro, que me atraviese las entrañas y me rebalse de rica leche. No daba más. Hasta que estando cerca del tiempo asignado, me torcí el tobillo y me caí. No me hice el gran daño, pero decidí exagerar para que el soldado se acerque más. Caí en unas plantas que por suerte no tenían espinas, pero sí troncos duros.
- “¿Está bien mi subteniente?”.
- “Sí. Pero me doblé el pie y me golpeé mis costillas”. -le dije con cara de dolor, señalando las partes mencionadas-.
En ese momento, me solicitó permiso para alzarme en brazos, lo cual accedí. Me levantó con una facilidad increíble. Me acomodó en un lugar plano, me pidió permiso para quitarme las botas y las medias y me revisó el pie. Se dio cuenta que no era algo grave, pero yo exageré el dolor.
- “Hay, hay, hay. Duele”. -le dije con rostro álgido-
- “Iré a ver si encuentro una yerba que crece por aquí y es muy buena para las hinchazones”.
- “No .no. Sólo mantente a mi lado por favor”. -le ordené-
El soldado me miró con extrañeza, pero se mantuvo ahí, sentado a mi lado. Tenía que hacer algo, era ese momento o nunca. Por alguna razón en mi mente ya muy “revuelta” se formó la idea de decirle:
- “Mira. Me golpeé duro un seno, me lo voy a descubrir y necesito que me digas si tiene un moretón, contusión, herida o algo. ¿Me entendiste?”.
El soldado se quedó “helado” con la proposición.
- “¿Se va descubrir un pecho para que le mire mi subteniente?”. -apenas alcanzó decir muerto de la vergüenza y la incredulidad-.
- “Es lo que te dije. ¿A poco nunca viste los senos a una mujer?”.
- “Claro que sí mi subteniente. Pero con usted me da vergüenza”.
- “Basta. Mira que me di un golpe y me duele. Te ordeno que me revises”.
En ese instante ante la mirada atónita del soldado, me levanté el brasier liberando mi bubi izquierda. Se quedó “petrificado” mirándola.
- “¿Y bien? ¿Ves algo, hay una herida, moretón o algo?”.
Con voz entrecortada alcanzó a decir:
- “Creo que no se hizo nada mi subteniente”.
Sin soportar mucho más, le grité:
- “ ¡Pero tócame! Quiero que descartes si no hay algo”.
Con algo de susto y temor, puso su mano en el borde de mi bubi. Me imaginaba su poderoso miembro hincharse y alcanzar un buen tamaño. No soporté más, me quité todo el brasier, dejé libres mis dos enormes bubis, el soldado se quedó más petrificado todavía. Tomé sus dos manos y aunque él hizo algo de resistencia, me las puse encima de ellas.
- “ ¡A ver soldado. ¡Demuéstreme que es hombre!”. -le ordené-
Tardó unos minutos en reaccionar, pero de a poco me las empezó a apretar.
- “Adelante, tócalas”. -le dije sin ya poder resistir la excitación-
Poco a poco las empezó a manosear y tímidamente acercó su boca. Al ver que no me resistí, metió el pezón y jugó con su lengua. Ahí me empecé a enloquecer, sentí que ardía. Lentamente el muchacho ganó más confianza y no me di cuenta en qué momento puso su mano en mi entrepierna. Sí, me estaba agarrando la panocha. No di más y le puse igual la mano en su parte íntima, sentí la poderosa vara que se le había endurecido. Mirándole a los ojos, mientras seguían sus manos en mis tetas, le abrí los botones del pantalón militar, hice a un lado su prenda interior y liberé su potente pene. Realmente estaba bien dotado, se notaban sus venas, lo tenía durísimo. Sin más, sin decir nada lo llevé a mi boca, quería comérselo todo. Era alucinante, sentía que me palpitaban las paredes internas de la vagina, lo necesitaba dentro de ella con urgencia. De a poco noté que el soldado iba sintiendo más y más placer, por lo que me detuve; no podía hacerle descargar aún. Necesitaba toda su potente erección en mi interior. Me paré, le di la espalda, por detrás me siguió agarrando las tetas, las tenía muy sensibles. Sin más, me bajé el pantalón y las pantaletas, me agaché, apoyándome en los matorrales, dejando mi concha a su disposición. El soldado me pasó la mano y los dedos primero, me agarró los vellos hasta llegar a mi vulva, dio con mi botoncito y lo presionó. Me hizo enloquecer, solté un gemido fuertísimo. No resistí.
- “ ¡De una vez soldado, toma esa pija dura y métemela entera!”.
Sentí cómo ese hinchado glande entraba en contacto con mis labios, los separaba y comenzaba a entrar. Cada centímetro se fue internando en mi mojada concha y podía sentirlo. Era indescriptible el placer. Estaba tan sensible que el cosquilleo se intensificó tanto cuando sus bolas chocaron con mi clítoris, que me arrancaron un primer orgasmo. Tenía esa enorme verga entera enterrada en las entrañas.
- “Mi subteniente, que rico me la apreta”. -alcanzó a decir con tono de placer el soldado-
- “Entonces muévete. ¡Muévete con todas tus fuerzas!”. -le ordené.
En eso comenzó a meter y sacar a un ritmo bueno. Sentía que mi vagina mojaba y mojaba mientras me arrancaba gemidos de placer intenso. Sabía que en cualquier momento me iba a inundar con su caliente leche, pues él también empezó a gemir de placer. Entonces le pedí que se detenga.
- “Detente”.
En ese instante se detuvo.
- “¿No terminaste, verdad?”. -le dije-
- “No mi subteniente. Pensaba hacerlo afuera cuando ya no aguante”.
- “Mira. Felizmente no estoy en días de quedar preñada. Así que me vas a volver a dar con la misma intensidad, pero esta vez, frente a frente”.
Me acomodé en un lugar suave, me tendí de espaldas. Abrí las piernas y le hice un gesto para que me venga encima y me la clave. Dichosamente su muy mojada pija seguía dura. Esta vez le iba permitir que me la meta hasta explotar. Quería su semen, quería esa leche ardiente que me llene totalmente. Se acomodó entre mis piernas, apuntó con su mano y me la volvió a hundir placenteramente. Volvió a penetrarme, a meter y sacar. Enloquecí, me siguió comiendo y masajeando las tetas, mientras ese fierro perforaba mi sexo. Creo que tuve unos diez orgasmos, hasta que sentí como ese pene erecto hacía contracciones mientras descargaba todo dentro de mí.
- “No te detengas. ¡Estoy por terminar una vez más!”. -le ordené-
Aunque ya había eyaculado hasta la última gota, hizo el esfuerzo por seguir frotando su deliciosa erección pese a la sensación no tan placentera. Al fin, apretando sus hombros, gimiendo fuerte. Tuve un último orgasmo que me hizo alucinar. Recién, lentamente deslizó su pene que empezaba a ablandarse, hacia fuera de mi vagina. Le ordené que vaya a limpiarse más allá. Que no debía espiarme. De mi mochila saqué paños, papel higiénico y me limpié. Felizmente llevé una tanga extra. Me la puse, me puse el brasier y le ordené venir.
- “Mira soldado. Lo que pasó aquí, se queda aquí. Más vale que lo entiendas. Si intentas faltarme al respeto en adelante. Pues, no tengo el físico para enfrentarte, pero lastimosamente creo que terminaremos matándonos a tiros. No creo que quieras eso. Te garantizo que estarías en desventaja”.
- “No se preocupe mi subteniente. ¡Aquí yo sólo fui su soldado guía y nunca comentaré lo que pasó. Lo juro por mi vida y por la patria que estoy aprendiendo a defender!”. -me dijo con el tono fuerte de soldado-
Me tranquilizó escucharlo. Ya que luego de volver en mí misma, medí las consecuencias y caí en claro que perdí el control. Pero que me había valido tener el mejor sexo de mi vida hasta entonces. En el camino no hablamos nada en un principio, hasta que le dije:
- “Te ordeno que me digas si te gustó lo que hicimos”.
El soldado, luego de pensarlo sólo atinó a decir:
- “Mi subteniente. Usted es una mujer hermosa. Todos decimos eso. Créame que hasta ahora no puedo creer que haya sido digno de tener su cuerpo. No sé si podre. Realmente fue intenso, demasiado rico. No tengo palabras para decirle lo que realmente sentí. Desde tocar sus lindos pechos, su deliciosa vagina. Ni decir cuando se puso en la boca mi pene y cuando lo metí en usted. Estaba tan caliente el interior suyo. De paso me apretó y sentí que se deshacía de placer. Le juro que fue impresionante, el vaciarme dentro suyo me volvió loco”.
- “Me he dado cuenta. Aún siento que se sale tu leche”. -le miré con picardía-
Le ordené que regresemos y reportemos que no hubieron novedades. Así lo hicimos. Llegamos al campamento y nadie sospechó. Sólo me quedaba confiar en que el soldado cumpliría su palabra.
Esa verga enorme me había hecho perder la razón y en definitiva, tenía que seguirla disfrutando, y por qué no intentar con alguna o algunas de las otras 8 que llevaban por ahí mis subalternos…
El Sr. Araneda es un importante empresario, 50 años, casado, adinerado y muy califa.
Kendra tiene 19 años y es su primer día de prostituta en un lujoso club.
¿Qué pasará cuando Kendra encuentre que su primer cliente es este exigente hombre? El cual sin duda buscará la manera de tenerla de esclava solo para él.
Relato erótico enviado por casadocaliente7 el 25 de July de 2014 a las 00:01:11 - Relato porno leído 360845 veces
Hola, soy Yuli, tengo 26 años, viuda con un hijo de 8 años. Mido 1.68 y peso 60 kgs. Tengo un trasero excelente y firme, piernas torneadas,
reconozco que tengo un busto pequeño pero también muy firme…..
Relato erótico enviado por Anonymous el 07 de February de 2009 a las 23:16:12 - Relato porno leído 61835 veces
mi jefe me hizo agacharme y me tomo de las caderas y me penetro....
Relato erótico enviado por Anonymous el 14 de March de 2007 a las 00:18:52 - Relato porno leído 41892 veces
Si te ha gustado Puesto de Avanzada (Sexo en misión militar) vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Puesto de Avanzada (Sexo en misión militar).
charly_bo
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:37) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
Registrate
y se el primero en realizar un comentario sobre el relato Puesto de Avanzada (Sexo en misión militar).
Vota el relato el relato "Puesto de Avanzada (Sexo en misión militar)" o agrégalo a tus favoritos