Recordando a una mujer hermosa que minutos antes disfrutaba de ardiente sexo.
Relato
La lluvia azotaba su rostro, entreabría los ojos, tratando de recoger pequeños destellos de las lánguidas luces de neón que en casi nada ayudaban a señalarle el camino.
Eso era lo menos importante, su cerebro era un mar de confusiones. A su mente retornaban imágenes capturadas apenas hace unos momentos.
Recordar esos labios carnosos, calientes y dispuestos ¡Ah! ¡Qué placer, qué tormento!, recordar esas mejillas tibias y húmedas, esos ojos entrecerrados y llenos de pasión, esa figura que parecía emerger entre las sombras de la habitación, los senos tersos, suculentos cual exquisito manjar destinado a los dioses de la pasión, con hermosas aureolas cafés y los pezones completamente erectos.
Retornó a la realidad por la maldita causa de un charco, ¡Diablos! Estaba completamente empapado, de pronto el tiempo comenzó a pesarle sobre sus hombros ¡¿Cómo ha sido todo esto posible?!
De nueva cuenta las imágenes de ella lo volvieron a atormentar, cual perro de caza tras su cansada presa. Esa piel hermosa, sedosa y de olor celestial, su cintura estrecha coronada por unas curveadas caderas y un trasero grande, voluptuoso ¡Delicia de todo mortal!.
La lluvia sobre sus labios le trajo un ligero sabor salado, un idioma dominado por el alma. Había recorrido una distancia inmensa en un tiempo que no podía cuantificar.
Recordaba nuevamente a esa mujer. Esa mujer que acariciaba con manos llenas de lujuria el trasero varonil, mientras su boca sucumbía ante el erecto miembro, lo introducía con dulzura para nuevamente sacarlo y continuaba en ese vaiven amoroso. Después él la había puesto de rodillas sobre la cama con el pecho al ras y comenzaba a deslizar su lengua sobre el deleitable órgano femenino. Ligeros quejidos escapaban de la boca de su amada.
La lluvia arreciaba más fuerte pero en su mente resonaban los quejidos de esa mujer, quejidos que él conocía muy bien. Maldecía su suerte, maldecía su auto, que a buena hora tuvo que descomponerse. Que evitó que su viaje se consumara, que hizo que regresara a su casa antes de tiempo.
¡¡¿Para qué?!! ¿Para encontrarla con otro? No, tal vez...
Tal vez haya sido sólo una alucinación, tal vez no era su mujer. ¡No! ¡Eso era! ¡ja, ja, ja! ¡Ahora lo comprendía todo! ¡ja, ja, ja! Ella no era su mujer ni él su compadre, ¡era una película!, una simple película burda y barata, se sintió liberado, feliz, con una inmensa alegría y con intensas ganas de reir.
¿Mujer? ¿Acaso había tenido mujer? No podía ser posible, tal vez haya sido sólo un sueño, porque algo recordaba, algo lejano y confuso. Pero no, prefería no pensar en ello, ¿Qué no estaba hermoso el día? ¿Un hermoso y oscuro día? Era preferible disfrutarlo.
Tal vez mañana piense en ello, tal vez... pero ahora sólo disfrutar.
Tal vez mañana...
Agradeceré sus comentarios a: aztecaregio@hotmail.com
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 513562 veces