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SEXO EN LA UNIVERSIDAD

Relato enviado por : gustavo8000 el 02/08/2012. Lecturas: 8974

etiquetas relato SEXO EN LA UNIVERSIDAD   Amor filial .
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Resumen
Esta historia narra las primeras experiencias sexuales de una chica brillante cuando llega a la Universidad y descubre su avidez por el sexo. El programa de su Universidad le obliga a realizar un deporte y decide optar por el béisbol. Allí conoce a una chica que despertará sus instintos más profundos, aunque con ella no acaba todo… El vestuario del equipo se convertirá en una sala de placer ilimitado…


Relato
Serenity tenía 19 años cumplidos y toda la vida por delante. El afán de sus padres había hecho de ella una niña pulcra y conservadora, y con una educación de muy buena calidad. A lo largo de los años, sus padres habían sabido inculcarle los valores del esfuerzo y del mérito y, finalmente, sus frutos se vieron recompensados: Serenity había sacado unas excelentes notas en el instituto.
Una mañana de abril, su padre llegó a casa con una carta. ¡La ansiada carta!, en la cual le decían que… ¡había sido admitida!.
Gracias a sus excelentes calificaciones, a Serenity le habían concedido una beca para ir a una prestigiosa universidad de medicina en Los Ángeles. No se lo podía creer: ¡Se iba a Holywood!
***
Quién se lo iba a decir: cuatro meses después, paseaba anonadada por el inmenso campus de la universidad, con sus profundas arboledas y grandes extensiones de césped. Los chicos iban vestidos como en las pelis, con sus cazadoras de piel y sus balones de rugby. Y a veces veía pasar animadoras con sus falditas cortas y pompones en mano camino de los entrenamientos. Serenity se sentía inmersa en una película de adolescentes. Y esa sensación se acrecentaba cuando entraba en el interior de la Universidad, que parecía sacado directamente del Disney Channel.
La universidad que había elegido Serenity se caracterizaba por un completo programa universitario que fomentaba tanto el desarrollo intelectual como el físico: además de una completa preparación académica, el programa incluía la práctica obligatoria de algún deporte. A Serenity no le llamaban en exceso los deportes, pero tenía que escoger uno y, finalmente, se decidió por el beisbol femenino.
Y así llegó el primer día de entrenamiento: ¡menudo ambiente se encontró! Muchas de ellas parecían auténticos camioneros. Sin embargo, al terminar la jornada, Serenity se dirigió a los vestuarios y allí se cruzó con una chica que no había visto antes. Poco después se enteraría de que jugaba en otro equipo de béisbol de un curso superior, que entrenaba con su equipo y que competían en los partidos de entrenamiento (lo que significaba que la iba a ver a menudo).
Aquel primer encuentro fue como algo mágico: ella era rubia, con unos bonitos ojos azules, preciosa toda ella. Debía haber como un centenar de mujeres con la misma descripción básica en el campus, pensó Serenity. Sin embargo, la mirada que se cruzaron y la conexión que se produjo fue increíble, como si un cable de acero les hubiese entrelazado la mirada. Serenity sintió una quemazón en su interior como si su cuerpo de repente empezase a inflamarse. Se quedó anonadada. Aquello fue solo un segundo aunque le causó una sensación imborrable. La chica salía de la ducha. Una pequeña toalla tapaba su cuerpo y apenas daba a entender el suave contorno de su cuerpo. Sus brazos, dorados, no muy tostados. Su rostro, ovalado, de sonrisa perfecta, con suaves pómulos, ojos cristalinos, cabello liso y semi largo. A Serenity le pareció mucho más bonita que todas las rubias del campus.
Esa tarde, solamente se cruzaron. Ella salía de la ducha cuando Serenity se encaminó hacia ésta. Mientras el agua caliente acariciaba su cuerpo, a Serenity no se le iba de la cabeza la mirada de esa chica. Tuvo un calentó tremendo y notó que, a cada contacto del agua con su piel, el recorrido resbaladizo del agua ennjabonada por su cuerpo parecía arrancarle oleadas de calor y una especie de corriente eléctrica. Serenity intentó controlar esa excitación que le había surgido de repente, porque en aquellos vestuarios las duchas eran comunes y había más chicas duchándose al mismo tiempo. Serenity tuvo que morderse los labios para que sus manos no acabasen donde su mente le pedía a gritos apagar el incendio que se había provocado en su interior.
Menuda situación, pensó Serenity. Con la falta de experiencia en estas lides, aquello se le grabó en la retina, y estuvo dándole vueltas al calentón que había sufrido durante los días siguientes.
Los entrenamientos se sucedieron, y siempre se cruzaba con la chica misteriosa en las mismas circunstancias, ella en toalla y Serenity camino de la ducha. Nunca veía más de ella, ni ella de Serenity, y siempre se cruzaban las miradas y le sobrevenían las mismas descargas eléctricas, los mismos escalofríos recorriéndole el cuerpo como otras veces, y el tremendo acelerón producido a continuación por la adrenalina y las hormonas que fluían a sus anchas por su cuerpo. Serenity no era consciente de ello, pues apenas tenía experiencia en el campo amatorio, pero aquellas miradas que se cruzaba con su rubia perfecta, en el fondo eran correspondidas con la misma inquietud por su parte.
Finalmente, un día aconteció algo diferente. Era ya entrada la primavera, y el entrenamiento resultó un caos: faltó la mitad del equipo de Serenity y la mitad también del equipo de las chicas de mayor grado. Entonces, el entrenador decidió juntar los dos equipos para hacer un partido contra el equipo masculino del tercer año. Por lo menos, habría partido, pensó Serenity.
Fue entonces cuando la vio fuera de los vestuarios. Esta vez iban a jugar juntas. Les presentaron: se llamaba Lindsey y tenía 22 años. Apenas le dijo su nombre, Serenity se puso roja como un tomate. A Lindsey le pasó igual, y Serenity creyó percibir, por primera vez, que los ojos de ella también brillaban con cierto interés.
El partido fue un desastre. Los chicos tenían muy buen nivel y les dieron una paliza absoluta. Sin embargo, Serenity estaba más bien ausente. No era el partido lo que llevaba en la cabeza ni el hecho de que por fin sabía cómo se llamaba la chica que traía del revés sus emociones, ni siquiera el hecho de que habían jugado en el mismo equipo. No. Todo eso lo único que había conseguido era ponerle roja, nerviosa y no dar pie con bola en el partido. Lo que Serenity no podía quitarse de la cabeza, como si lo llevase grabado a fuego en su cerebro, era que iba a coincidir con ella en las duchas.
El partido terminó. Serenity estaba tremendamente asustada: No se sentía capaz de controlar sus emociones cuando se encontrase frente a frente con ella en el vestuario, porque esta vez no se cruzarían, sino que estarían juntas. Finalmente, optó por una decisión más racional: tenía que evitar el encuentro. Así que se fue hacia el entrenador y se presentó voluntaria para recoger todas las cosas que habían quedado diseminadas por la pista. Serenity aprovechó para demorarse y así no tener que cambiarse al mismo tiempo que ella en los vestuarios. Al mismo tiempo, pensó, después tendría toda la ducha para ella sola, y así podría disfrutar de las sensaciones que seguro le iban a llegar con el jabón y el agua caliente recorriéndole el cuerpo, mientras recordaba el intenso contacto con su chica soñada.
Pensando en esto, empezó a recoger distraídamente todas las pelotas de béisbol diseminadas por el campo cuando, de repente, oyó la voz de Lindsey a su espalda.
- ¿Te ayudo?
El corazón casi se le salió por la boca y, al momento, se puso roja como un tomate y en consecuencia, también Lindsey.
- Ah! – Serenity dio un respingo. “¿no deberías estar duchándote ya?”, le dieron ganas de espetarle. – Es que…
- No es justo que te cargues tú todo el trabajo de recoger todas las cosas… al menos una de cada equipo – dijo, sonriéndole. Aquello le dejó sin armas. Simplemente, era preciosa. Serenity le devolvió la sonrisa. Lindsey se relajó entonces y empezaron a recorrer el campo buscando todas las pelotas y otros elementos del entrenamiento diseminadas por el extenso campo de hierba. Pronto entablaron una animada conversación y así, Serenity se enteró de que Lindsey también estudiaba medicina, aunque estaba tres cursos por delante de ella, y de otras cosas del funcionamiento de la universidad. Sin darse cuenta, el tiempo se fue pasando y para cuando ya acaban de recogerlo todo y volvían a los vestuarios, se encontraron con el encargado del campo.
- ¡Ya era hora!, estaba a punto de cerrar. Creo que sois las últimas. Hoy me tengo que ir pronto, así que os dejo la llave del vestuario, y después la dejáis en la conserjería que yo ya la recogeré mañana. ¿Está claro?
A Serenity casi le da un síncope. ¡Al final, las dos solas en el vestuario!, justo lo que ella había tratado de evitar. Así, entraron las dos en silencio en el vestuario, cohibidas y coloradas a más no poder. Cada una se fue directamente a su taquilla, mirando al suelo. Apenas separadas un par de metros, fueron quitándose las ropas sudadas y embarradas del entrenamiento. Casi sin darse cuenta, se habían quedado desnudas las dos. Por un instante, se miraron de arriba abajo la una a la otra.
Serenity apenas se sentía observada mientras miraba a aquel ángel rubio de piel dorada, cintura estrecha y suave, pechos medianos, redondos y firmes, quizá un poco más pequeños que los suyos, pero tremendamente bonitos. Y aquellos pezones duros y puntiagudos. Tenía un vello púbico no muy oscuro, perfectamente rasurado y definido en un suave manto que cubría apenas su entrepierna. Rápidamente, Serenity enfiló hacia las duchas. Aquello era más de lo que podía soportar. Después de estar todo el entrenamiento pensando en ella, aquella visión angelical había sido como echar más leña a la hoguera, y su cuerpo ardía en esos momentos como un volcán. Serenity se metió debajo del primer grifo, agradeciendo el agua fría, porque tenía la sensación de que hasta el hielo iba a hervir al contacto con su cuerpo. Se quedó mirando la pared, con los ojos cerrados, recreando en su mente la visión de su cuerpo perfecto.
No tuvo conciencia del tiempo que pasó así, mientras el agua mojaba su cuerpo y empezaba a recorrer su espalda, cuando de repente, notó una suave mano en su hombro. Con delicadeza, Lindsey le hizo girar y entonces se encontró de pleno con sus ojos. Aquellos inmensos ojos, a medio palmo de ella. Aquel ángel rubio le miraba del mismo modo que el primer día, como si le lanzase un cable de acero y le atrapase sin remedio en aquel magnetismo animal y, casi sin reaccionar, Lindsey le besó. Fue un beso suave, que no cesó porque no se apartó hasta después de unos segundos. Lindsey se separó y le volvió a mirar. Esta vez, Serenity descubrió un fuego y un deseo en sus ojos que no había percibido antes. Ella le volvió a besar, esta vez más intensamente. Serenity se sentía mantequilla en sus manos. Se sentía derretir y resbalar como el jabón, camino del sumidero. Lindsey la rodeó con sus brazos y se apretaron en un abrazo apasionado. Serenity, con la piel extremadamente sensible a cualquier contacto notó su presencia en varios puntos de su cuerpo como descargas eléctricas, que le mandaban señales y estímulos por todo su cuerpo.
El deseo se apoderó de su cuerpo. Quería más de aquella droga, por lo que con sus manos acercó hacia sí un poco más el cuerpo de Lindsey para buscar más puntos de contacto, más descargas eléctricas por su cuerpo. Pronto, todo aquello hizo que su cuerpo subiese de temperatura, a medida que los besos se volvían más intensos. Pronto, Lindsey empezó a explorar el interior de su boca con su lengua y Serenity hizo lo propio. Lindsey movía su mano por la espalda de Serenity hasta llegar a su culo, y esta hizo otro tanto deslizando su mano por su sedosa piel y por su culo redondo, mientras el agua y el jabón recorrían sus cuerpos.
Tras unos instantes de reconocimiento táctil y besos, Lindsey se deslizó, bajo la lluvia de la ducha, a besar el cuello de Serenity, que se quedó totalmente paralizada. Aquello era nuevo para ella, y no sabía qué hacer, aunque le gustaba y se quedó quieta disfrutando. Lindsey besó su cuello, lo mordió suavemente y siguió hacia sus los hombros. Con sus manos, recorrió sus largos brazos mientras Serenity se fundía en unas oleadas de calor que ni el agua fría lograba ya refrescar. La boca de Lindsey bajó lentamente hacia sus pechos, cuyos pezones estaban erguidos y duros, tanto que parecía que fueran a estallar. El contacto de la boca de Lindsey con sus pechos le provocó una sensación tal que ya no pudo reprimirlo más y Serenity tuvo su primer orgasmo. Qué sensación más increíble.
Serenity se dejó toquetear, sobar y lamer por un tiempo que se le antojó interminable, soportando aquel increíble placer apenas conocido, y cuando se creía ya a punto de tener el segundo orgasmo, Lindsey bajó sus manos a su culo, se arrodilló y, besando tu estómago, le abrió de piernas y empezó a lamer el agua que caía a través de su vello púbico. Aquella sensación ya fue indescriptible para Serenity, que estaba que echaba chispas.
Lindsey alcanzó por fin su clítoris y empezó a juguetear con él. Serenity notó su lengua desde el mismo instante en que ésta le tocó. De la excitación que llevaba, apenas pudo resistir un par de vueltas de aquella lengua mágica hasta que, de manera instintiva, tuvo que apartar su cabeza de ella para correrse profusamente.
Jadeante, Serenity pensó que había llegado el momento en que tenía que corresponder aquellos momentos de placer.
Serenity levantó a su compañera e intercambió posiciones. Empezó a besarle el cuello, disfrutando de su piel tersa, y se dirigió a hacia los pezones tremendamente erguidos y duros de Lindsey. Sus pechos eran perfectos, redondeados, con unas aureolas sonrosadas y unos pezones largos y duros. Ella gemía de placer mientras Serenity se deleitaba trabajando como antes lo había hecho ella. Serenity estuvo un rato disfrutando de ese juego y de oír gemir a su compañera de equipo. Entonces, se dispuso a descender hacia su entrepierna, cuando de repente se oyó un ruido fuera de la ducha y una voz masculina:
- ¿Lindsey? , ¿Lindsey, estás aquí?
Serenity se paró en seco y miró a Lindsey. Esta abrió los ojos como platos.
- ¡Mi novio! – dijo por lo bajo.
Ambas se quedaron paralizadas por un instante. Serenity no podía contenerse más, tenía ganas de probar aquel maravilloso cuerpo por completo y se dispuso a seguir desdecendiendo, pero Lindsey se lo impidió, y salió precipitadamente de la ducha.
- ¡Ya voy John! – dijo - ya me estoy secando.
En un abrir y cerrar de ojos, Lindsey se secó, se puso ropa cómoda y sin más arreglos salió del vestuario.
Serenity no pudo moverse de la ducha, por la vergüenza y por el calentamiento que llevaba encima. Se quedó unos instantes más bajo la ducha, disfrutando de las sensaciones vividas por todo su cuerpo hasta que finalmente, decidió salir del agua, con una toalla como única tapadera de su cuerpo todavía excitado. . El vestuario estaba totalmente vacío.
Empezó a secarse sin ninguna prisa, ensimismada en sus pensamientos. Así estaba cuando tocaron a la puerta.
- ¿Hola?, ¿Hay alguien ahí? – dijo una voz masculina desde fuera.
- Sí.
- Hola, soy John, del equipo de fútbol universitario. Esto…, ¿no sabrás dónde está el encargado, verdad? No lo encuentro y necesito que me abra el vestuario para ducharme.
Serenity se ajustó la toalla y se asomó fuera.
- Hola, el encargado se fue pronto y nos dejó estas llaves. No sé si te servirá alguna…
John era un chico joven y muy alto. Se le veía tremendamente fuerte y atlético bajo aquella camiseta sudada que llevaba. De pelo rubio y ojos azules, era bastante atractivo. El chico cogió las llaves y se dirigió al vestuario masculino. Tras un minuto, regresó.
- Pues no, aquí no está la llave del vestuario masculino.
- Bueno, yo ya estaba acabando y no hay nadie más, así que si quieres ducharte aquí…
- ¡Oh! ¡Esa es una buena idea!-dijo Johm alegremente.
John entró rápidamente en el vestuario. Serenity se quedó un poco azorada, pensando que iba a esperar a que ella terminase de arreglarse, pero no fue así. El chico entró, como si estuviese acostumbrado a ducharse en cualquier lado y circunstancia y, antes de que pudiera reaccionar, se había desnudado y se había metido en la ducha. Serenity le vio desnudo de espaldas, todo lo alto que era. Tremendamente atlético, se le marcaba toda la musculatura en cualquier punto del cuerpo y el culo, madre mía qué culito más lindo que tenía, pensó para sus adentros. Al momento, se puso azorada por sus pensamientos, al tiempo que empezó a recriminarse aquella ebullición interna que casi no era capaz de controlar.
Nuevamente excitada, Serenity continuó secándose mientras pensaba si sería algún tipo de ninfómana o tendría algún trastorno sexual, cuando cayó en la cuenta de que se había dejado el gel de baño y el champú en la ducha.
- ¡John! ¡Me he dejado el gel y el champú en la ducha! – le gritó.
- ¡Sí, ya lo he visto! Lo estoy gastando yo, gracias –contestó con desparpajo. – Pasa y cógelo, yo ya he acabado con él.
Serenity pasó inocentemente, ensimismada en sus cosas, sin acordarse de que John estaría desnudo en la ducha. Cuando entró y le vio cara a la ducha con el agua cayéndoles por aquellas espaldas musculosas, se quedó petrificada y empezó a ruborizarse. Por suerte, reaccionó rápido. Bajó la vista y fue directa a coger los botes aunque, nuevamente, surgió un problema: la habilidad innata de Serenity para atarse la toalla por debajo de las axilas le jugó una mala pasada en el peor de los momentos. Cuando fue a agarrar los botes, la toalla se desprendió, quedando en el suelo.
Los dos reaccionaron al instante. Ella para intentar taparse de nuevo, él para intentar ayudarla, con tan mala suerte que Serenity resbaló y acabó agarrada a él debajo de un chorro de agua y jabón. Nuevamente mojada y desnuda, aunque esta vez en contacto con el cuerpo de John.
Se miraron. Por primera vez, él estaba serio. Por primera vez, él fue consciente de su presencia femenina y de todo su atractivo sexual.
Serenity, nuevamente encendida de pasión, esta vez no se lo pensó dos veces y sin más miramientos, se lanzó a besarlo, igual que hiciera Lindsey con ella un rato antes.
John le devolvió el beso de manera natural, y pronto el beso se volvió más profundo y apasionado. Sus manos, mucho más grandes que las de Lindsey, ligeramente ásperas y calientes, recorrieron su espalda desde la cabeza hasta el culo. Parecían antorchas, encendiendo cada punto de su cuerpo por donde pasaban. Serenity recorrió con sus manos aquella espalda musculosa, ancha y fuerte, ¡interminable!.
Poco a poco, se fueron apretando en un abrazo cada vez más intenso, medio tirados en la ducha y pronto Serenity notó algo que empezaba a endurecerse cerca de su entrepierna, que antes no estaba ahí con Lindsey.
Al sentir aquello echó la vista abajo y vio el enorme trozo de carne entre sus piernas. Si con Lindsey se había excitado viendo su cuerpo perfecto, al ver aquello, acabó de perder el poco juicio que le quedaba. Sin poder contenerse, llevó una mano a su miembro, caliente y palpitante, ligeramente blando. Serenity notó como al contacto con su mano, la verga de John se iba poniendo dura hasta quedarse como un palo y seguia creciendo más de tamaño. Extasiada, Serenity observó como aquella verga se erguía recta desafiando la gravedad, en toda su longitud.
John, en un arrebato de pasión, le agarró por los muslos, la levantó y le colocó la verga delante de su coñito húmedo. Ella ya estaba muy lubricada cuando él, con tiento, enfiló el camino y cuando lo localizó, empezó a empalarla lentamente. Poco a poco, su verga se adentró en su interior. Serenity sintió cómo su cuerpo iba recibiendo aquel palo recto, duro y caliente, haciendo ceder su interior. No estaba acostumbrada a semejantes címbreles y el placer que sintió fue indescriptible.
Él, controlando el peso del cuerpo de Serenity, fue dejándole caer centímetro a centímetro sobre su miembro, haciendo que ella se incrustara literalmente en él. Serenity estaba disfrutando lo indecible con aquello. Finalmente, y tras un tiempo que le pareció interminable, terminó de meterla toda. John le miró unos segundos, dándole tiempo a adaptarse a esa nueva posición. Viendo que ella se encontraba cómoda, empezó a moverse. Agarrándola por las caderas, y gracias a su buena forma física, empezó a deslizarla arriba y abajo, en un juego de mete-saca. A medida que se iba excitando, él fue incrementando la velocidad. Por entonces, Serenity era un río de fluidos que, entremezclados con el agua de la ducha, iban resbalándose por las piernas de ambos.
John incrementó la velocidad de sus movimientos. Cada vez le follaba más rápido, con más energía y más urgencia hasta que, tras unas embestidas más, la dejó de nuevo en el suelo, sacó su verga y enfiló el abdomen de ella, donde se corrió profusamente.
Serenity observó cómo le lanzaba sobre el estómago unos chorros de líquido espeso y viscoso extasiada hasta que su verga dejó de borbotonear.
Como quien se despierta de un sueño, Serenity de descubrió al lado de un desconocido, en el vestuario universitario, donde le acababa de follar un tipo al que no conocía de nada. Le entró la vergüenza y se salió fuera de la ducha a toda prisa. Sin pararse a pensar, se secó, se cambió a toda prisa, dejando al pobre chico exhausto de aquel polvo salvaje terminar de ducharse y que recuperara el aliento.
Y aquí acaba la historia de Serenity. En cualquier caso, espero que hayan disfrutado con el relato. No dejen de votarlo y escribir comentarios si les han gustado.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 19:33) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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