El sí que me dio por respuesta, ni él mismo se la debe haber creído, ya que cuando éramos recién casados, era el tipo más celoso, y desconfiado que madre alguna, hubiera parido.
Relato
A mi esposo Hernán, y a mí nos habían invitado a una fiesta. Pero casi como de costumbre, sin motivo, ni causa Hernán se le quitaron las ganas de ir. Por lo que le dije que yo si pensaba hacerlo, y que si él no me acompañaba iría sola.
Fue cuando se me ocurrió preguntarle eso, y su respuesta definitivamente no me convenció. Es verdad que ya llevamos más de veinticinco años de casados, y supongo que él piensa que nadie se va a fijar en mí, quizás por mi edad, ya que pasé de los cuarenta, y tantos, o quizás porque tengo unos kilitos de más, sin llegar a ser gorda. O porque quizás como ya ambos pertenecemos al selecto club de los abuelos. Mi esposo piensa que nadie se va a fijar en mi, y mucho menos, que algún hombre desearía pasar una buena noche conmigo, en una cama.
Yo bien molesta, con mi esposo, por las cosas que no me dijo, pero que seguramente piensa, estuve a punto de tampoco ir a la condenada fiesta. Más bien decidí ir, por no darle en gusto de aguarme la noche. Así que me probé varios vestidos, y finalmente me decidí por un fresco conjunto, de mini falda y blusa, algo informal, pero bastante revelador. Aunque a Hernán por lo visto, le hubiera dado lo mismo que yo saliera completamente desnuda.
Mi esposo se encontraba en interiores, y camiseta. Se apoltronó en la butaca que tiene frente al televisor, agarró el control remoto, para cambiar los canales, destapó una cerveza, y como de costumbre se puso a ver sus programas. Mientras que yo salía de la casa, indignada por su manera de actuar. Diciéndole mentalmente de todo, hasta del mal que iba a morir.
Ya de camino a la fiesta, me topé con varias de mis vecinas, que al igual que yo iban de camino al Centro Comunal de la urbanización, donde se estaba celebrando la fiesta. Algunas ya sus esposos estaban en el centro, mientras que otra me comentó que su esposo se encontraba de viaje.
Apenas llegamos, me di cuenta de que había un montón de personas, que yo no conocía, quizás porque eran nuevos en la urbanización, o porque que la verdad yo no acostumbro a ser muy sociable. Pero apenas comenzó la música, casi de inmediato una de esas personas que yo no conocía, me invitó a bailar. Un tipo elegante, quizás algo mayor que yo, bien vestido, y muy simpático.
Resultó llamarse Edgardo, y prácticamente durante toda la noche, no dejó de bailar conmigo. Así que a medida que seguimos baila que baila, él entabló una agradable conversación conmigo. Y en cierto momento, me preguntó si yo era viuda o divorciada. Pero cuando le dije que estaba aun a casada, y que mi esposo prefirió quedarse viendo la TV, antes que acompañarme, Edgardo se mostró bien sorprendido. Diciéndome, que como era posible que mi esposo me dejase asistir a una fiesta, y no quisiera acompañarme. Con lo hermosa que yo era, y lo atractiva que estaba vestida.
Yo la verdad, es que hasta me sonrojé por las tantas lindas cosas que comenzó a decirme, a partir de ese instante. Yo no soy ninguna jovencita inexperta, y sabía muy bien cuáles eran las intenciones de Edgardo. Lo que yo no podía creer, era que mientras mi esposo me menos preciaba, ahí conmigo estaba bailando un hombre que a todas luces, se moría por acostarse conmigo.
No sé que me impulsó a seguir con el jueguito, si fue la indiferencia de mi esposo, o el marcado interés que Edgardo mostraba en mí. Yo al principio, me dije a mi misma, no tomes ni una sola gota de alcohol, no sea que este tiburón se quiera aprovechar de la ocasión. Pero a medida que seguimos baila que baila, me sentía muy bien entre los brazos de Edgardo. Por lo que cuando a medida que fuimos bailando, al tiempo que no paraba de decirme lo bella, y hermosa que me veía, comencé a sentir sus caricias por casi todo mi cuerpo, no lo quise detener.
A medida que Edgardo y yo seguimos bailando, el discretamente comenzó a besarme, yo muy bien pude dejar todo por terminado en ese mismo instante, pero hacía tanto tiempo que ningún hombre me trataba de esa manera, que lo dejé que continuara acariciando y besándome. Ya la fiesta estaba por terminarse, cuando Edgardo de forma discreta, me propuso que fuéramos a su casa, que él deseaba intensamente seguir bailando conmigo. Lo que me encantó de su invitación fue la manera tan discreta, en que prácticamente me dijo que deseaba acostarse conmigo. Yo en ese instante, estuve a punto de decirle que gracias por su invitación, pero que me esposo me esperaba en casa, fue cuando me acordé que Hernán, ya seguramente después de haberse bebido unas cuantas cervezas, ya como de costumbre, se había metido en la cama, y seguramente sin tan siquiera haberse dado un baño, ya que como yo no estaba para recordárselo, seguramente ya estaría roncando.
Debido a eso, y recordando como mi esposo me había hecho sentir, antes de salir para la fiesta, le dije que si a mi pareja de baile. Y sin que nadie se diera cuenta, ambos salimos del Centro Comunal, y nos encaminamos a su casa, que por cosas del destino, resultó ser una de las dos propiedades, que colindan con el patio trasero de mi casa. Edgardo resulto ser divorciado, ya que según él su mujer de la noche a la mañana se volvió una fanática religiosa. Al punto que cuando él procuraba mantener relaciones con ella, su esposa caía en unas crisis emocionales, diciéndole que ella no le podía ser infiel al Señor, su Dios.
Yo al principio no le creí eso, pero después de que con el tiempo, nos fuimos conociendo más profundamente, resultó ser cierto todo lo que Edgardo me había contado. Pero volviendo a lo que sucedió esa noche, apenas entramos a su casa, Edgardo me volvió a besar intensamente, sentí su lengua penetrando mi boca, sus manos acariciando mi cuerpo, y hasta lo caliente y duro de su miembro, aun por encima de la tela de su pantalón, presionando mi bajo vientre.
Apenas tomamos un respiro, Edgardo me invitó una copa de vino, la que acepté gustosamente, al tiempo que puso algo de suave música instrumental bailable. Desde luego que seguimos bailando, pero a medida que lo fuimos haciendo, Edgardo me dijo, que él mayor placer para él sería en ese instante, el que yo bailase sin ropa con él. Yo nunca ni tan siquiera había llegado a pensar que algo así me pudiera suceder, pero ya estaba más que decidida a serle infiel a Hernán, por lo que sin dejar de bailar con Edgardo, yo misma comencé a ir soltando mi corta falda y mi blusa.
Luego nos las fuimos arreglando para que yo terminase de quitarme el resto de mis prendas íntimas, hasta que finalmente quedé completamente desnuda entre sus brazos. Fue cuando sentí avergonzada, quizás por mis tres o cuatro kilos de más, y que partes de mi cuerpo han perdido su firmeza. Pero nuevamente Hernán me colmó de bellos y hermosos cumplidos, diciéndome que él prefería a una verdadera y experta mujer como yo, que esas jóvenes muñequitas de plástico, que no tienen ni idea de lo que es la vida.
Sus palabras me hicieron sentir como una verdadera reina, que digo una reina es poco, como toda una emperatriz. Por un buen rato, yo bailé con Edgardo completamente desnuda, entre sus fuertes brazos. Sus hábiles manos, no dejaron de acariciar toda mi piel, su boca de besar todo mi cuerpo, y cuando me vine a dar cuenta, ya nos encontrábamos encima de su cama.
Edgardo suavemente separó mis piernas, y cuando dirigió su rostro directamente a mi vulva, yo no lo podía creer, en mi vida mi esposo, y ni ningún otro hombre, nunca me había hecho algo así como eso. Comencé a sentir sus labios, dientes, y desde luego su lengua, chupando, lamiendo, y hasta mordisqueando divinamente todo mi peludo coño, en especial mi clítoris, arrancándome profundos gemidos de placer, hasta que al cabo de un rato disfruté de uno de los orgasmos más deliciosos y profundos que en mi vida hubiera disfrutado.
Cuando Edgardo separó su rostro de mi coño, ya se encontraba tan desnudo como yo, fue acercando su cuerpo al mío, mientras que yo me mantuve con mis piernas bien abiertas, esperando comenzar a sentir como su miembro se abría paso dentro de mi vulva. Yo pensé que me moría pero del placer que sentí, cuando Edgardo me apretaba contra su cuerpo, y su duro miembro penetraba una y otra vez mi caliente coño.
Yo estaba más que consciente de todo lo que estaba haciendo, y cuando Edgardo, a medida que no dejaba de meter y sacar su tiesa verga de mi coño, me pidió que le diera el culito, simplemente no pude negarme. Aunque en mi vida, hasta esos momentos, nunca lo había hecho por detrás, por lo que cuando Edgardo sacó su verga de mi coño y la colocó sobre el ojete de mi culo, no les negaré que vi estrellas, pero bien valió la pena el dolor. Ya que al tiempo que él me daba sabrosamente por el culo, una de sus manos se enterró dentro de mi coño, haciéndome sentir un profundo y loco placer, como nunca antes había sentido.
Esa noche Edgardo y yo hicimos de todo, hasta le mamé su verga un sin número de veces. Ya había comenzado a despuntar el sol, cuando como pude me vestí, y acompañada por él llegué al patio trasero de casa. Después de un profundo beso, y de un buen agarrón que le dio a mi coño, me di cuenta que había dejado mi ropa intima en su casa. Apenas entré me fui quitando toda la ropa, entre al baño y me di una buena ducha. A todas estas, el bueno para nada de Hernán ni cuenta se dio que yo no estaba en la cama.
Ambos iniciamos a besarnos con toda pasión, con aun más pasión que la primera vez, mientras nos besamos Armando comenzó a tocarme mi zona intima debajo la falda de mi vestido y como consecuencia a esto de inmediato me moje toda, ¡Quiero hacerte el amor! Me dijo suavemente al oído, -Lo sé y también quiero- le conteste.
Relato erótico enviado por putita golosa el 29 de August de 2010 a las 23:31:22 - Relato porno leído 515281 veces
Relato casi en su totalidad real que demuestra que toda mujer casada es una puta sumisa en potencia
Relato erótico enviado por morboso sadico el 29 de July de 2009 a las 18:09:16 - Relato porno leído 301071 veces
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:18) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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