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Siempre hay una Gaby en cada escuela.

Relato enviado por : atletl el 20/03/2013. Lecturas: 7642

etiquetas relato Siempre hay una Gaby en cada escuela.   colegialas .
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Resumen
Parecía una muñequita de estas de las historietas japonesas: ojos grandes (más bien muy abiertos), pelo ondulado negro recogido hacia atrás con un listón blanco.


Relato
Hacia media hora que había terminado de impartir mi clase, la señora de intendencia de la escuela acababa de asomarse al salón para preguntarme si se me ofrecía algo de comer; sonreí negativamente, acaba de cobrar y tenía la intención de comer fuera, uno de los pequeños lujos que un sueldo de maestro me permite.

No, no crean que estoy amargado, definitivamente me gustaría ganar un poco mas... ¡bastante más!, al igual que a cualquiera de ustedes; sin embargo, me gusta dar clases, tengo la satisfacción de enseñar y ayudar a mis adolecentes alumnos. Cierto es que la mayoría solo estudia para cubrir el tramite y terminar su preparatoria, estudiaran en un gran promedio Administración de Empresas, Computación o Turismo, unos menos estudiaran Medicina o alguna Ingeniería; todavía menos estudiaran Literatura, Filosofía o algo relacionado con las Artes.

Es por estos últimos por los que me gusta mi trabajo, son aquellos a los que el mero placer del conocimiento les motiva. Claro que también es fascinante cuando al terminar de impartir clase se acerca un alumno de los otros y muestra genuino interés, me preguntan y sostenemos largas pláticas en las que se dan cuenta de que el mundo es mucho más grande de lo que imaginaban.

En fin, no sé si fue por obra de casualidad, o por alguna gracia divina que tras la partida de Junípera me puse a calificar el examen de Gabriela, “Gaby” para sus compañeros (siempre hay una Gaby en cada escuela particular). Realmente sus respuestas confirmaron mis sospechas: será una excelente modelo. En una de las respuestas me puso que la frase: “Yo solo sé que no sé nada” la había dicho Aristóteles en una borrachera de cicuta durante el banquete con Aristofanes y Platón; en otra, que “El Ser” es una manifestación de la personalidad individual de nuestros sentimientos (realmente esta no estaba tan mal, pero era más bien producto del choro)... en fin, para no hacerles el cuento largo saco cuatro de calificación.

Marque grande el digito en la hoja de papel con color rojo y cuando me disponía a circularlo y a pasar otro examen Gaby, Gabriela, entro al salón.

Parecía una muñequita de estas de las historietas japonesas: ojos grandes (más bien muy abiertos), pelo ondulado negro recogido hacia atrás con un listón blanco. Llevaba blusa blanca abierta por los dos primeros botones, dejándome apreciar la redondez de sus pechos; la falda de su uniforme, azul marino tableada, media una cuarta arriba de las rodillas (¿Qué no se suponía que la medida oficial era apenas un par de dedos horizontales arriba de las rodillas?), también usaba medias blancas enrolladas en los tobillos y tenis grises.
-¡Hola, maestro!- me saludo inocentemente; en ese momento sorbió y me percate que chupaba un dulce de frambuesa -¿Gusta una pastilla?- sin que me diera tiempo de darle una respuesta volteo para jalar una mochila de “Hello Kitty” color rosa que colgaba de su hombro derecho, abrió un cierre y saco un paquete de pastillas de caramelo.

Gaby se acerco entonces a mi escritorio y se sentó encima de el, nunca había hecho eso con anterioridad, me desconcerté de momento... ¿Debería llamarle la atención?
-¿Ya esta calificando los exámenes?
-Este...- trate de responder mientras negaba con la cabeza la pastilla que continuaba ofreciéndome.
-¿Quiere que lo ayude?- me dijo sin dejarme darle una respuesta -Apuesto a que saque más de siete...
-Gaby- dije un poco molesto -Este... Gabriela.
-Puede decirme Gaby, profesor- dijo mi alumna mientras me guiñaba el ojo y jugueteaba a con los exámenes, bruscamente tape el suyo.
-Gaby- dije finalmente serio, listo para tomar control de la situación -¡Sabes perfectamente que no debes estar aquí mientras estoy calificando, hace media hora que saliste!

La muchacha me miro entonces fijamente, un puchero infantil trataba de salir de su boca, realmente la había lastimado ya que sorbió y se trago su berrinche con orgullo, a esa distancia podía apreciar sus piernas suaves y cálidas, mire hacia su pecho y a precie algunas gotas de sudor que resbalaban hacia el centro de su pecho, invisible a mi vista por la camisa que transparentaba su cuerpo, pero lo suficientemente trasparente como para ver su esbelta silueta. El sudor que escurría se mesclaba con el olor a talco que probablemente se había puesto como desodorante, olía como a bebe.

Subí la mirada para verle el rostro, tenía la cara ligeramente alargada, seña de que la pubertad ya estaba en escapada, acababa de cumplir dieciséis años, la mire a los ojos, esos grandes y hermosos ojos que mezclaban cierta inocencia y perversión; suspiro, tragándose más bien su enojo. Nos miramos así durante unos segundos, tal vez minutos.

Entonces Gaby adelanto su rostro hacia el mío, nuestros labios se acercaron y finalmente nos marramos en un beso.

Una vez que nuestros labios estuvieron sellados se deslizo del escritorio dejándose caer en mis piernas, nos abrazamos y nuestras lenguas se acariciaron, masajeándose en un húmedo ballet; reí, su boca me sabía a frambuesa.

Sus cálidos pechos acariciaron el mío mientras mis manos tocaban y apretaban sus piernas. Finalmente termino el beso, nos miramos de nuevo, en silencio.

No hubo más tramites estúpidos, la mirada lo decía todo, cerraba un pacto sobreentendido, le empecé a desabotonar su blusa blanca y su brasiere blanco. Sus pechos eran suaves y dulces al gusto, mordisquee ligeramente sus pezones mientras Gaby gemía.

El suyo era un gemido casi infantil, como si gimiera por que le estaba gustando mucho un helado de fresa.

Entonces me percate de que no usaba ropa interior, su suave trasero se resbalaba con facilidad sobre mi pantalón. Metí mi mano para explorar debajo de la falda y me encontré con un segundo gemido, uno más profundo.

Mis dedos acariciaron sus labios vaginales con suavidad, mojándose, lubricándose, despacio, otro beso de frambuesa y mis dedos acariciando delicadamente su clítoris erecto.

Gaby cerró los ojos y se contoneaba al ritmo de mi mano que le daba el placer que ella también estaba dispuesta a ofrecer.

La bese, nos besamos de nuevo, ella me acariciaba el pelo mientras yo continuaba hurgando con mi diestra bajo su falda y con la siniestra le sostenía el cuello delicado que mordisqueaba suavemente, provocando que sus gemidos se acrecentaran.

Finalmente fue ella la que abrió el cierre de mi pantalón y se acomodo para recibirme.

Sus movimientos continuaron rítmicamente, arriba, abajo, arriba, abajo... su rostro era lo más mágico, sus ojos cerrados y sus ligeros gemidos de placer acompasados por nuestros movimientos la hacían verse más dulce aun.

Mi miembro viril exploraba esa estrecha cueva que se ofrecía al placer, al dolor, liberándose de malas experiencias con jovencitos cercanos a su edad.

Finalmente terminamos, una explosión de placer surgió de mi miembro y se dibujo en su rostro mientras apretaba más sus piernas, finalmente se dejo caer flácida, y se recargo en mi pecho.

Le acaricie la cabeza mientras ella suspiraba sobre mí. Volteo a verme una vez más para darme otro pequeño beso, sin lengua en esta ocasión, solo el suave roce de nuestros labios.

Se incorporo sonriéndome mientras se abrochaba su blusa y se acomodaba la falda; yo, por mi parte me subí el cierre y me levante de la silla.

Gaby tomo su mochila de “Hello Kitty” y la coloco de nuevo en su hombro mientras me miraba sonriendo.
-¿Pase el examen?- pregunto finalmente.
-No te preocupes por eso- le dije sin más ni más.
Sonrió de nuevo, me dio otro beso de frambuesa en la boca y salió por la puerta del salón cantando, satisfecha, plena.

Me quede parado por un momento, con la mente en blanco por algunos minutos. Fue Junípera la que me hizo volver a mi cuando paso.
-¿Todavía por aquí, profesor?- pregunto.
-No- respondí.
Simplemente di media vuelta hacia el escritorio, tome de nuevo el examen de Gaby y observe el perfecto cuatro que hacía unos minutos había escrito.
-Bueno- pensé -ser maestro de filosofía implicaba también ser maestro de ética, así que una lección extra nunca estaba de más.
Rodee el perfecto cuatro con un perfecto círculo rojo, y continúe calificando los demás exámenes.

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