La muy puta, ha conseguido ponerme bruto. -Tuve que reconocer cuando visualicé que la calentura había empapado su sexo y que le estaba sobreviniendo un orgasmo brutal.
Como preví sus muslos vibraron al recibir las descargas de su clímax y berreando como una cerda, la antes altiva se corrió sobre la alfombra.
Sacando el arma de su interior, le agarré del pelo y llevándola donde su hermana, le obligué a arrodillarse. Echando a Natalia de la cama, me senté a su lado.
Ya sabéis que hacer. -Dije quitándome los pantalones.
Relato
Con El Sello De Placer y Morbo…
Poco a poco, percibí que sus movimientos al principio circulares se iban convirtiendo a ritmo de su excitación en lineales, de adelante hacia atrás y como sus caderas sin que ella pudiera hacer nada para evitarlo, terminaron presionando sobre mi mano para que profundizara su empalamiento.
--Haaaaaa ha, ha… ha, ha, ha, haa, ha, ha… Plac, Plac, Plac… ha, ha, Sigueeeee, ha, ha, ha, ha, haaaaaay, Mmmmnnnnn… Plac, Plac, Plac, Plac, Plac… Ahhhh ohhh, haaaaaaaaaaaaaaaaaaay… Plac, Plac, Plac, Plac… Nooo aguanto haaaah haaah haaa para no aguanto paaaa no aguanto ¡Papi! me matas haaaa, haaaaaaaaa, ha, ha, ha, ha, haaaaa Papiiiiiiiiii haaaaaaaaaaaaaaaaaaaa…
--La muy puta, ha conseguido ponerme bruto. -Tuve que reconocer cuando visualicé que la calentura había empapado su sexo y que le estaba sobreviniendo un orgasmo brutal.
Como preví sus muslos vibraron al recibir las descargas de su clímax y berreando como una cerda, la antes altiva se corrió sobre la alfombra.
Sacando el arma de su interior, le agarré del pelo y llevándola donde su hermana, le obligué a arrodillarse. Echando a Natalia de la cama, me senté a su lado.
--Ya sabéis que hacer. -Dije quitándome los pantalones.
Mi extensión estaba en todo su esplendor. Las muchachas a mi lado esperando que les obligara a apoderarse de ella. Silencio en el cuarto. Todo era tensión. Un brillo en sus ojos me hizo pensar que quizás creían que podían jugármela por eso apuntando a la más joven en la sien, las informé.
--Sin tonterías, no quiero decorar tu cara con un agujero. -Mensaje recibido. --No quiero que se desperdicie ni una gota. -El paraíso.
Dos bocas y dos lenguas afanándose en ser la mejor. Eva, reclamando su primogenitura, fue la encargada de jugar con mi glande mientras su hermana se dedicaba a masajear con su boca mis testículos, y a lamer lo largo de mi polla. No hubo pliegue ni milímetro de todo mi pene que no fuera humedecido por ellas. Me resultó curioso, la manera tan exquisita y dulce que lo hicieron. Temiendo mi reacción se esforzaban en hacerlo bien y de esa forma, consiguieron que en breves minutos empezara a sentir los primeros síntomas de mi propio orgasmo.
--Ayyy que bien que la chupan, que perras que son, que putas que son todas, seguro que a sus noviecitos traidores no se la chupaban así. -Decía yo.
Las mujeres al notarlo se entregaron sin pausa a su tarea, incrementando el ritmo y la profundidad de sus caricias hasta que las primeras gotas de líquido pre seminal aparecieron en mi glande. Eso desató su locura, cada una de ellas quería congraciarse conmigo debido al terror que las atenazaba y por eso pugnaban por ser ellas quien recibiera en su boca mi semilla. Cuando exploté lo hice repartiendo mi semen entre las dos. Ambas tuvieron su parte y se lo tragaron golosas mientras sus manos terminaban de ordeñar mi miembro, fueron unos 7 chorros de semen, por lo general acabo bastante.
--Fue brutal, ¡La mejor mamada de mi vida! -Exclame en mi mente.
Tal era su pavor que se mantuvieron chupando y succionado mis partes bastante tiempo después de haberme dejado seco. Lo que aproveché para reponerme.
--Natalia, abre ese armario y saca dos esposas.
La joven se levantó de la alfombra y abrió las puertas del mueble. Alucinada descubrió una faceta desconocida de su progenitor al ver que estaba lleno de aparatos de sado. Sin hacer ningún comentario, buscó y recogió lo que le había pedido.
--Ahora, ataos zorras mías a las columnas de la cama.
Con lágrimas en los ojos, puso uno de los extremos de una esposa en la muñeca de Eva y el otro a uno de los soportes del pie de la cama. Cuando iba a hacer lo propio con su muñeca, me oyó decir.
--No perrita, tu átate aquí arriba. No vaya a ser que esta noche me apetezca usarte.
Esa noche, dormí acompañado por dos mujeres humilladas, dolidas y usadas. En mi fuero interno sabía que no era suficiente, debía de someterlas, dominarlas y adiestrarlas para que pasados los 6 meses y su padre volviera, ya estuvieran condicionadas y fueran mis esclavas por voluntad propia. Pensando en ello, me acosté al lado de la cachorrita de pelo rojo que muerta de miedo me esperaba en el colchón desnuda, pero sobre todo dispuesta…
La noche transcurrió sin novedad. Nada que valga la pena contarse, excepto un par de polvos a la muchacha más por satisfacción personal que por necesidad. Natalia tiene una constitución atlética. Un culo duro y un cuerpo escultural que provocan que cualquier hombre que la tenga desnuda a su lado no pueda evitar follársela. Lo único destacable fue que observé un pequeño cambio, la segunda vez que la tomé no solo se dejó hacerlo, sino que participó activamente e incluso creí descubrir un deje de protesta cuando conseguí correrme, como si se hubiese quedado insatisfecha y deseara más. El despertador sonó a las ocho de la mañana, tenía que irme al trabajo por lo que sin dirigirles la palabra me levanté a ducharme. El agua caliente que cayó sobre mi cara consiguió espabilarme. Siguiendo mi plan preconcebido, me afeité y me vestí tranquilamente sin hacer caso a las dos mujeres que atadas a la cama me miraban expectantes. No sabían que les deparaba mi perversa mente, pero esperaban angustiadas mi siguiente paso.
No tuvieron que aguardar mucho porque después de desayunar suculentamente, volví a la habitación con dos litros de leche.
--Zorritas, tenéis que desayunar. -Dándole a cada una, me senté a observar mientras les decía. --Bebéroslo entero. Que no quede gota.
No se hicieron de rogar, cogiendo la leche con ambas manos, se bebieron todo por miedo a enfadarme. Viendo que habían obedecido dócilmente, me despedí de ellas diciéndoles:
--Hasta esta noche.
Eva, asustada, me preguntó que si las iba a dejar así. Cogiéndola del pelo le di un beso posesivo. Mi lengua forzó su boca y durante un minuto me entretuve magreándola antes de contestarle.
--Tú, ¿Qué crees perrita? -Al cerrar la puerta, escuché su desamparo.
Durante el día no me dejaron parar los diversos asuntos se amontonaban en mi mesa, no hay que olvidar que el jefe me había dejado solo y ahora tenía que hacer el trabajo de los dos. Reunión tras reunión se fueron pasando las horas sin que me diera cuenta, la actividad del día a día me impidió pensar en las dos bellas muchachas que me esperan pacientemente en casa. Mi secretaria no me dejó descansar durante toda la jornada, que si tenía que autorizar una obra, que si tenía que firmar unos cheques....
Isabel llevaba trabajando conmigo desde que llegué a la empresa y era quizás la persona que mejor me conocía. Era una chica de piel morena clara, media 1.73m, alta, de 23 años, tenía un muy lindo cuerpo, de labios carnosos, ojos café profundos cabello castaño color oscuro ondulado largo, sus medias eran 98-60-96, cola paradita piernas carnosa cintura de avispa con un abdomen plano, pero lo que más llamaba la atención eran sus enormes pechos. No tenía que decirle nada que ella sabía en cada momento lo que me ocurría. La confianza con ella era máxima, hasta tal grado que cuando humillado por las hermanitas estuve a punto de dimitir, hablé con ella para que se viniera conmigo al siguiente trabajo.
Por eso cuando al volver, le conté que no la había presentado y tuve que explicarle lo que había pasado, así como lo que pensaba hacer. Ella al igual que yo era de origen humilde, por lo que la idea de hacer pagar a esas dos niñitas ricas le pareció una idea estupenda y lejos de tratar de convencer para que no lo hiciera, se prestó voluntaria para lo que necesitara.
--Si quieres te puedo a ayudarla a someterla más.
En ese momento, le dije que por ahora no me hacía falta pero que no me olvidaría de ella si me urgía ayuda.
--Bueno ya sabes cuenta conmigo para lo que sea en el trabajo aquí en la empresa, y en el trabajo que Don Julián te dejo en su casa jajaja…
Por eso no me extrañó, cuando ya estábamos a punto de salir de la oficina, que me preguntase como me había ido con las dos fierecillas.
--Bien, son unas niñatas tontas, pero están aprendiendo. -Contesté.
--No seas malo, ¡Cuéntame!
Me hizo gracia su interés y como no tenía nada que perder, ya que si me salía mal el adiestramiento tanto a ella como a menos pondrían de patitas en la calle, le hice un pequeño resumen. Le expliqué la reacción de sus novios al enterarse de que no tenían un duro, el castigo que le di a Natalia por echarme un laxante en la comida. A esa altura sus ojos ya brillaban, pero fue cuando le conté como me habían tratado de asesinar y cuál había sido mi venganza, cuando ya sin reparos me pidió que le diera detalles. A un hombre no le hace falta que le piquen en demasía para que cuente los detalles de sus conquistas y yo no era una excepción, de forma que le explique cómo les había obligado a regalarme un espectáculo lésbico e incestuoso, como me habían hecho el sexo oral y sobre todo como les había dejado atadas a la cama desde la mañana.
--¡Qué envidia! -La escuché decir cuando ya se iba.
En ese momento no supe que era lo que envidiaba, si a mí por tener a dos mujeres a mi disposición o a ellas por el tratamiento que les había dado. No me preocupó el descubrir la causa porque recapacitando sobre ello decidí que, en menos de una semana, la haría participe de mi juego y entonces lo sabría. La idea no me desagradaba, porque, aunque Isabel no era mi tipo para ser especifico, no soy amante de las morenas, por ella aria una a sección además ella tenía unos pechos y un culo de escándalo. Satisfecho con el trabajo realizado y caliente tras la conversación con mi secretaria, salí de mi despacho y bajando al garaje cogí mi coche. Las calles y los semáforos pasaban a mi lado sin darme cuenta, mi mente solo podía pensar en mis dos juguetes esperando atadas a la cama la llegada de su amo. Las luces del chalé estaban apagadas.
--Buena señal. -Pensé ya que al salir de la casa era de día y si ellas no habían conseguido zafarse de sus esposas, nadie podía haberlas encendido.
Subiendo por las escaleras, lo hice con precaución porque bien podrían haberse soltado y estar esperándome en el rellano. Pero al abrir la puerta de mi cuarto y antes de encender la luz, ya supe que no lo habían logrado al llegarme el olor a orine concentrado. Era parte de mi plan, un litro de leche por cada una y la imposibilidad de ir al baño no podía tener otro resultado que ambas mujeres lo hubiese tenido que hacer sobre la alfombra persa de su viejo.
--Deben de estar aterrorizadas y hambrientas, anoche les impedí cenar por lo que deben de llevar más de treinta horas sin probar bocado.
Al encender la luz, cerraron los ojos del dolor. Me dieron hasta un poco de pena al observar el resultado de su castigo. Despeinadas, con el rímel corrido, los labios agrietados de la sed, asustadas, terriblemente asustadas.
--¿Cómo están mis putitas? -pregunté alegremente.
--Muy bien, amo. -Contestaron al unísono.
Su recibimiento me sonó a música celestial y al no tener que recordarles mi título, decidí darles un premio. Yendo al baño, serví un vaso de agua.
--¿Tenéis sed? -Sus ojos casi se salieron de sus orbitas al contemplar el preciado líquido. --Tumbaros.
Como perras bien amaestradas, me obedecieron sin tener que repetir la orden y cuando las vi perfectamente acostadas sobre el colchón, derramé el agua sobre sus cuerpos. No les había terminado de decir:
--Bebed. -Cuando como posesas se lanzaron una sobre otra, absorbiendo el agua que corría por sus cuerpos.
Tanto me gustó el ver como se lamían una a otra los pechos, las piernas, el estómago e incluso el coño en busca de satisfacer su sed que siendo magnánimo les volví a premiar con otro vaso. Ya con menos sed, me imploraron que las liberase y llorándome juraban que iban a cumplir el pacto. Fueron tan insistentes y sinceras que llegué a cabrearme.
--¡Silencio! -les grité. --No os he dado permiso para hablar.
Todavía no estaban listas, decidí saliendo del cuarto y yéndome a cenar. Después de comerme un pollo recalentado y dos cervezas, no tuve más remedio que hacer caso a mis niñas, no fueran a desmayarse de hambre ya que esta noche las necesitaba enteras. Por lo que abriendo el refrigerador me proveí de lo necesario.
--¿Tenéis hambre? -las pregunté, pero al no recibir contestación abriendo la bolsa fui poniendo sobre el aparador lejos de su alcance jamón, queso e incluso un bote de nata montada. Y haciendo que me iba volví a interrogarles diciendo. --¿Seguro?
--Sí, mi amo, estoy hambrienta. -Contestó Eva.
--Y yo, amo. -Dijo su hermana llorando de vergüenza.
Sin responderlas, me acerqué primero a la mayor y solté la esposa que estaba sujeta al dosel de la cama para acto seguido volvérsela a cerrar sobre su otra muñeca con los brazos hacia atrás y la tumbé en la cama.
Ninguna de las dos conocía mi plan por lo que sumisamente Natalia se dejó que repitiera con ella la misma operación. Una vez en posición de manera que no pudiesen usar sus manos, les abrí las piernas y enchufándoles el bote de nata montada, en sus sexos, se los llené de forma que sus vaginas y entrepiernas quedaron anegadas.
--Ahora comed.
Fue una delicia el observar desde la silla como trataban de llegar a su sexo reptando como culebras sobre el colchón hasta que las dos formaron un perfecto 69, y como con fruición se fueron comiendo entre ellas en un ágape totalmente sexual. Sus lenguas no tuvieron más remedio que buscar el alimento dentro de la vagina de la otra y contra su voluntad tanto deseo hizo que se excitaran, lo que era mi intención. En esa posición las dejé unos cinco minutos hasta que ya no quedaba ni rastro de la crema en sus coños.
--¿Queréis más?
A las dos se le había abierto el apetito y las dos me contestaron.
--¡Siii!
--Bien, pero ahora de una en una.
Y obligando a Eva a tumbarse de cara, le abrí las nalgas y rociando abundantemente su ojete, se lo puse en la cara a su hermana. Natalia no tuvo reparos en comenzar a chuparle el culo. Tanta era su hambre que creo que incluso metió la lengua por el negro agujero. Una vez que había acabado repetí la operación intercambiando los papeles, pero en esta ocasión, Eva no se conformó con la nata, sino que cuando ya no quedaba rastro siguió con el flujo que manaba de la cueva de la pelirroja. La visión de su culo en pompa mientras le comía todo me hizo poner bruto, pero tuve que reprimir las ganas de pegarle un buen polvazo ya que tenía otros planes y separándolas les dije.
--Jamón y queso solo hay para una. ¿A cuál creéis que debo de dárselo?
Se formó un alboroto, las dos mujeres me pedían que fuera ella la elegida. Llorando y chillando se echaban una a la otra la culpa de todo. Que si había sido culpa de Natalia la idea de humillarme, que, si Eva había intentado pegarme un tiro, etc...
No se daban cuenta, pero estaba consiguiendo separarlas, por lo que después de escuchar sus tonterías le ordené callar.
--Homo hominis lupus.
Hubiese pagado por haber grabado sus caras, ninguna de las dos había oído nunca esa sentencia latina por lo que tuve que explicársela.
--El hombre es un lobo para el hombre.
Acto seguido, agarré a la rubia y atándole una mano a cada columna de la cama, liberé a la pelirroja.
--Gracias, te prometo obedecer. -Suspiró aliviada Natalia al sentir sus muñecas libres.
El consuelo le duró poco, porque poniendo en sus manos una pequeña fusta, le susurré al oído.
--Veinte latigazos, y que sean fuertes.
Eva empezó a chillar pidiéndole a su hermana pequeña que no lo hiciera, mientras me insultaba diciendo que me arrepentiría.
--¡¡Que Sean 50!! -grité.
Mi voz autoritaria sacó a Naty, del ensimismamiento en que había caído y acercándose a su hermana, le contestó.
--Te digo lo que tú me dijiste ayer, ¡Lo siento! -empezando a descargar toda su furia y frustración reprimida sobre el trasero de su hermana.
--Plazzzz, Plaz, Plaz, Plaz, Plaz, Plaz, Plaz, Plazzzzzzzzzzzzzzzzzz…
Latigazo tras latigazo, se vengó de mí, de ella, y de la vida. Gemidos de dolor, insultos, ruegos de Eva, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas al hacerlo, pero sus ojos mostraban una firma resolución que solo se aplacó cuando habiendo terminado vio el resultado de su ira. Ambas nalgas estaban al rojo vivo.
--Come. -Le dije dándole su premio, al atarla nuevamente.
Devoró las lonchas de jamón y los trozos de queso, mientras yo descolgaba a su hermana. La pobre muchacha estaba llorando, no comprendía que alguien de su propia sangre hubiese sido tan bestial solo por tener algo que llevarse a la boca. Sacándola de la habitación y llevándola a su cuarto, se llevó la sorpresa que, sobre la cama, había una cena completa, con su sopa, su pan, el pollo que había dejado e incluso una botella de vino.
--Túmbate en la cama, y come mientras te curo. -Le dije dulcemente mientras le daba un beso en la mejilla.
No creyendo en su fortuna, empezó a cenar mientras yo extendía una crema hidratante en su maltratado culo.
--¡Pobrecita! ¡Qué bestia! ¡Como se ha pasado! -no dejé de decir mientras la atendía. --Pero bebe un poco de vino te vendrá bien.
Con el estómago lleno, y bastante alcohol en el cuerpo, la muchacha no pudo reprimir su dolor y se echó a llorar. Consolándola la abracé acariciándola durante unos minutos hasta que se hubo repuesto un poco, y entonces le ordené que fuera al baño a hacer sus necesidades. Me miró agradecida y sin que yo se lo pidiera me dio un beso en los labios diciéndome.
--Gracias, amo.
Aproveché a desnudarme mientras se levantaba al aseo, y al volver era otra, perfectamente peinada y maquillada, venía dispuesta a conquistarme. Yo por supuesto, me dejé, y dando una palmada en el colchón le dije.
--Hoy dormirás conmigo.
Continuara…