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Soy una Madre muy puta

Relato enviado por : l&s el 26/01/2017. Lecturas: 23369

etiquetas relato Soy una Madre muy puta   Maduras .
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Resumen
Para mi gusto los amigos de mis hijos nos visitan muy seguidos. Los fines de semanas se juntan en casa después de jugar al futbol. Les preparo pizzas o Ernesto un buen asadito. La mayoría tienen entre 18 a 25 años. A pesar de mi edad me mantengo bien físicamente. Ernesto me dice que soy una mujer atractiva. Por supuesto que tiene razón. Salgo a caminar todos los días por la mañana. Ernesto me dice que ya pasé los 50 y que tendría que vestirme como una señora. Pero por desgracia de otras —mis amigas— mi cuerpo lo mantengo como cuando tenía 25 años.


Relato
Me casé con Ernesto hace más de tres décadas. Tuvimos mellizos varones, que ahora ya son adolescentes y viven con nosotros.
A Ernesto le gusta que use zapatos de tacón alto y vestidos sueltos, porque dice que los zapatos me afirman el culo. Es verdad. Los amigos de mis hijos se vuelven locos cuando me ven en casa. Sin embargo, Sebastián, amigo de mis hijos, es el único que no puede dejar de mirarme. Como todas las mujeres somos unas zorras, aprovechamos de ciertas situaciones. En mi caso a este chico lo vuelvo loco. Cuando viene a casa trato de tenerlo cerca de mí. Le pido que prepare la mesa o que ordene un poco el quincho. Me obedece en todo. El ya sabe que por cada mandato tiene su recompensa. Se contenta, por ahora, con verme desfilar cada fin de semana en la casa. Cuando en el mes de diciembre, Sebastián pasó la navidad junto a nosotros y cuando todos estábamos sentados en la mesa, Sebastián quiso hacer un brindis. Todos nos los levantamos, alzamos la copa y brindamos. Al chocarlas, la mía se rompió. Fue un desastre porque me moje la blusa y parte del pantalón que había estrenado. Cuando volví de cambiarme de ropa, Ernesto y mis hijos, junto a Sebastián reían a carcajadas de la situación que habíamos pasado hacia hace un momento. Para sorpresa de Sebastián, cuando me vio en vestido suelto y tacón, no me sacaba los ojos de encima. Para mis hijos y a Ernesto era normal verme con esa ropa. Mientras que ellos charlaban, yo lavaba los platos y ordenaba la mesa de comer. Como sabía que Sebastián estaría mirándome, cada movimiento que hacia me inclinaba mas de la cuenta y hacia pequeños pases de bailes con la música que se escuchaba de fondo. Ya pasadas la 3 de la madrugada, sentados en el sofá del living, comencé a provocar a Sebastián con movimientos sexys. De cuando en cuando, entre risas, abría un poco las piernas para que Sebastián me viera mi conchita peladita. Ya cansada de cocinar y limpiar, me saqué los tacones. Como sé que a la mayoría de los hombres les gustan los pies, los apoyé en las rodillas de Ernesto y le dije que me hiciera unos masajitos. Como soy muy astuta sabía que a Ernesto no le gustaban esas cosas. Pues uno de mis hijos me dijo que Sebastián sabia de masajes, porque cuando antes de jugar al fútbol, en el vestuarios, les hace masajes. Entonces cambiamos de lugar y con Sebastián nos sentamos en el sofá más grande. Al principio estaba un poco tímido. Mientras conversábamos, cada masaje, cada frotar me calentaba. De cuando en cuando movía, estiraba o retorcía los dedos de los pies y los hacia crujir. Todos reían ya de cualquier cosa. Ya estaban borrachos, menos Sebastián y yo.
Sin embargo, pues mis hijos se fueron a dormir, Ernesto quedó borracho y completamente dormido. Yo seguía con los pies en las rodillas de Sebastián. Nos mirábamos. Le pregunté si le gustaban mis pies. Me dijo que si. Los acercó a su boca y empezó a chuparlos. Los olía. Les pasaba la lengua por todos lados. Me mordía los talones. Hasta que en un momento, le dije que parara. Como el living no estaba bien iluminado, me acerqué y le bajé la cremallera. Tenía la verga bien dura. Para mi sorpresa, era más grande que la de Ernesto. A Ernesto le hago la paja con una mano, pero a este, con las dos. De ratos nos mirábamos y reíamos silenciosamente. Cuando ya no aguantaba más, me levanté el vestido y me senté de espaldas encima de Sebastián. Pasé una mano entre mis piernas y le agarré la verga y me la fui metiendo despacito en la concha. Cuando estaba ya bien adentro, comencé a subir y bajar lentamente. Sabía que este show lo enloquecía. De a ratos giraba para ver a Sebastián. Por momentos quedaba sentada y fuertemente movía mis caderas. Como quise aprovechar y no perder la oportunidad me salí de arriba y de rodillas empecé a chuparle la verga. Se volvió loco. Me la tragaba toda. Pero como me gusta chupar vergas, seguí chupándosela hasta metérmela hasta el fondo. Me agarraba arcadas; ganas de vomitar. Mientras tanto me frota la concha. Ya estaba muy mojada y me metí el dedo mayor en el ano. De a poco fui abriendo mi pequeño orificio. Me metía ya dos dedos. Dejé de tocarme y de chuparle la verga. Esa verga me tenía loca. Otra vez de espaldas me subí arriba. De una me la introduje en el orto. No daba más. Quería gritar. Sabía que no podía. Nunca había tenido una verga tan grande en el culo. Disfrutaba. Me olvidaba que Ernesto estaba frente a nosotros. No pude contenerme y comencé a gemir. Sebastián, entre dientes, largaba sonidos orgásmicos. No parábamos de movernos. Era una desesperación. Me movía rápido. Sentí que Sebastián iba a acabarme en el culo. Me tapé la boca y pegué gritos entrecortados. El orgasmo me rompía la cabeza. Tenía ganas de cagar. Me venían todas las sensaciones. Me agarró de los pelos de la nuca y me tiró hacia el suelo boca abajo. Se subió y me metió la verga bien en el culo. Yo tenía la cara contra la alfombra. Disfrutaba de ese macho que me poseía echada contra el suelo. Sacó un almohadón del sofá y lo puso por debajo de mi vientre. Quedé con el culo bien erguido. En esa posición sentía más la verga de Sebastián. Me estaba rompiendo el orto. Lo sentía bien abierto. Nunca, una sensación tan rara y la vez placentera, me haría sentir tan llena. Quería que me acábese en el culo. Pero este hijo de puta no paraba más. Basta le decía en susurros. Pero insistía en meter y sacar. Cuando por fin me dijo que ya le quedaba poco. Había tenido varios orgasmos. Espera un poco le dije. Que tengo ganas de cagar. Ya término me decía. Apúrate le insistí.
Cuando empezó a acabarme dentro del culo, no aguanté más. Sacó la verga llena de mierda. De repente en el ambiente invadió el olor. De reojo lo miraba con vergüenza. Esa noche fue inolvidaba. Sentimos vergüenza, no se si por la mierda o por la traición hacia mis hijos.

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Le subí completamente su falda abriendo sus piernitas exquisitas, inicie a mamarle sus piernas cada centímetro de ellas hasta que llegue a su zona vaginal todavía cubierta por su calzón, con mi boca muy lentamente le fui retirando el calzón hasta que le vi por primera vez su vagina hermosa, la cual estaba súper mojada de sus flujos vaginales, ella comenzó a gritar de placer y fue más cuando tome un poco de crema de chantillí aplicándole en toda su raja vaginal, con esto empecé a comerle el coño.
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Llegue al bar y estaba Sebastian esperandome, me vio y no sacaba su vista de mi cuerpo, lo salude con un beso muy cerca de su boca para hacerle los ratones, inmediatamente me pregunto si no queria ir a su departamento (era del padre que se lo habia dejado encargado por unos dias ya que estaba en Chile). Le dije que bueno y subimos a su auto- Llegamos a su departamento y cuando entre hice un movimiento sexy con mi culo.....
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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:34) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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