Esas fueron las palabras que me dijo mi suegra cuando estando en nuestra fiesta familiar, estando bien borracha se me acercó, y abrazándome frente a todos los presentes, me dijo esas palabras, al tiempo que pegaba todo su cuerpo contra el mío, y por debajo de la ropa, restregando su coño, contra mi verga.
Relato
Yo desde luego que lo tomé a broma, y de inmediato mi esposa, que ya en esos momentos tenía siete meses de embarazo, la agarró por el brazo, y entre rizas y regaños de que había bebido mucho, se llevó a mi suegra a su habitación, mientras que mi suegro, dormía una gran borrachera que había agarrado desde temprano.
Yo por mi parte seguí vacilando con el resto de los familiares e invitados, fingiendo no haberle dado la menor importancia a las palabras y acciones de mi suegra. Yadira mi suegra, es una mujer de unos cincuenta y tantos años, pero de muy buen ver, algo gruesa pero sin llegar a ser gorda. De paradas nalga, y abundantes y llamativas tetas. En fin la doña a pesar de su edad, seguramente si se lo propone, es capaz de detener el transito, sin mucho esfuerzo de su parte. Mientras que Don José, mi suegro, por mal nombre ella le dice, la morsa cansada. Quizás por su exceso de peso, y de que por su diabetes, cuando no está comiendo se encuentra durmiendo.
Lo cierto es que yo me quedé con esas palabras dando vuelta en mi cabeza, con la idea de que apenas se me presentara la ocasión, aprovecharía para recordárselas. Lo que no tardó en suceder, ya que falleció uno de sus hermanos, en su pueblo de origen, y la única persona que finalmente pudo llevarla al velatorio, al funeral y al entierro, resulté ser yo, ya que mi trabajo es como agente viajero casualmente por ese sector del país.
Durante el trayecto, como fuimos acompañados por otro par de viejas, desde luego que no hice ningún comentario. Pero ya al llegar, nos alojamos mi suegra y yo en la casa del difunto. Mientras que las otras dos viejas se quedaron con sus respectivas familias. Si me di cuenta de que estando en la casa, mi suegra, se comportó extremadamente recatada, y hasta su manera de dirigirse a mí, tanto frente a sus familiares como a sus amistades, era excesivamente formal.
Pero antes de ir al velorio, por aquello de pasar el rato, compré unas cuantas cervezas, las que dejé enfriando en la nevera. Así que mi suegra y yo fuimos al velorio, lo que más me llamó la atención fue lo bien que se arreglo, si bien es cierto que andaba completamente de luto, su traje no dejaba de llamarme la atención, por el pronunciado escote que llevaba, pero que ocultaba tras una oscura mascada o bufanda negra, yo la dejé y comprometí con ella a recogerla una vez que terminase de realizar mis compromisos laborales. Ya a eso de las siete de la noche, pasé por la funeraria a recogerla, pero entre ver el muerto, darle mi sentido pésame al resto de la familia, y disculpar a mi esposa por no poder realizar el viaje debido a su embarazo, nos dieron las diez de la noche.
Al salir finalmente de la funeraria, lo que me sorprendió de mi suegra, fue que se quitó la mascada negra, dejando por completo ante mis ojos su hermoso par de tetas que parecían que luchaban por salirse del vestido. Como tenía algo de hambre, invité a mi suegra a comer, y mientras nos servían la cena, tanto ella como yo aprovechamos de pedir unas cuantas copas de vino. Ya en la cena, su manera de actuar cambió radicalmente, dejó de llamarme yerno, y comenzó a decirme cariño, cuando no era que se me refería a mí por mi propio nombre, cosa rara en ella.
No bien habíamos terminado de cenar, cuando ya nos dirigíamos a la casa, pasamos frente a un salón de baile, y fue cuando ella me comentó que desde hacía muchos años, deseaba conocer dicho salón, pero que mi suegro, debido a su condición jamás la había llevado. Yo aproveché y le dije, que si no tenía inconveniente, y tomando en cuenta de que probablemente no regresáramos al pueblo en un buen tiempo, si ella gustaba podíamos entrar para darle un vistazo, y luego marcharnos.
Yadira de inmediato me dijo que sí, pero con la condición de que no le dijese nada a su hija, ni a su esposo. Ya dentro del local, que realmente no era gran cosa, nos sentamos en una mesa, y pedimos un par de cervezas, fue cuando el tipo a cargo de la música, comenzó a poner un sin número de boleros. Y cuando una dama te comenta que le agradaría mucho bailar esa pieza, quien es uno para decirle que no, por lo que la saqué a bailar.
A medida que fuimos bailando, tanto Yadira como yo, nos pegamos bastante. Al grado que prácticamente podía sentir el calor de su coño, contra mi verga. Y de manera distraída, dejé que mis manos fueran deslizándose hasta sus poderosas nalgas. Lo que definitivamente a ella no le molestó ni incomodó en lo más mínimo. Así que gran parte de la noche nos la pasamos, bebiendo y bailando. Yo aprovechaba ocasionalmente de decirle, que de seguro yo era la envidia de todos los hombres presentes, al tenerla a ella como pareja.
Y entre una cosa y otra, de momento nuestros labios se unieron, mis manos apretaron su cuerpo contra el mío, hasta que de golpe Yadira me volvió a decir al oído aquellas mismas palabras que me dijo en la fiesta familiar, pero con más emoción y sentimiento. Te doy todo lo que tú quieras. Ya en esos instantes, no pensé más ni en mi mujer, ni que Yadira era su madre, lo que deseaba era acostarme con mi suegra a como diera lugar. Por lo que de inmediato pagué la cuenta, y nos marchamos, con rumbo a la casa.
Durante el trayecto, Yadira no dejó de acariciar por encima de la tela de mi pantalón mi caliente verga, al tiempo que yo en la medida que podía, a pesar de estar manejando, pasándole mi brazo derecho por encima de su hombro, no dejaba de acariciar sus hermosas y bien formadas tetas. Ya dentro de la casa apenas traspasamos la puerta, nos dimos un fogoso beso, al tiempo que ella misma sin que yo hiciera el menor esfuerzo, dejó que su apretado vestido, se deslizase hasta el piso de la sala.
Yadira se veía sensualmente imponente, tanto sus medias negras, así como el resto de su ropa íntima en satén del mismo color y de encaje, la hacían lucir espectacular. Tanto ella como yo nos seguimos besando de manera ardiente, por lo que nos recostamos en el gran sofá rojo que había en la sala. Entre besos, caricias y abrazos, yo me fui quitando la ropa, de la misma manera en que Yadira mi suegra se fue bajando las pantis. Ambos nos encontrábamos tan excitados, que sin decir nada, ella dirigió su rostro sobre mi erecto miembro.
Jamás pensé que la madre de mi mujer fuera tan excelente mamadora, su lengua relamía todo mi inflamado glande, al tiempo que sistemáticamente lo iba chupando deliciosamente. Hasta que tuve que pedirle que se detuviese, no quería venirme de buenas a primeras, sin antes habérmela clavado. Así que para mantener un equilibrio, yo coloque mi rostro entre sus muslos, y lentamente comencé a lamérselos, a medida que iba cercándome a su peludo coño.
Yadira separó lo más que pudo sus piernas, al tiempo que enterraba mi cara dentro de su coño. Tanto con mi lengua, como mis labios y hasta mis dientes, me dediqué por un largo rato a proporcionarle el mayor placer que podía a mi suegra. Chupaba intensamente los labios de su húmeda vagina, con mis dientes mordisqueaba su inflamado clítoris, arrancándole a mi suegra profundos y largos gemidos de placer, hasta que un abundante y cálido chorro de sus fluidos provenientes de su vagina, mojaron todo mi rostro, mientras que Yadira sin soltar mi cabeza, restregaba mi cara una y otra vez contra su coño.
Con su acelerada respiración mi suegra, finalmente se quedó tendida sobre el rojo sofá, con sus piernas bien abiertas, y con un rostro de felicidad que jamás ni nunca le había visto. Era la viva imagen de toda una puta, con esas medias negras de encaje, que contrastaban seductoramente con lo blanco de su piel, el liguero del mismo color ajustado a la altura de sus caderas, y ese hermoso sostén satén negro, que contenían sus hermosas y grandes tetas. Yo me le recosté como pude a un lado, y suavemente deje al aire una de sus tetas, las que me dediqué a chupar, como si de ellas brotase mi vida.
Luego continué con la otra, mientras enterraba una de mis manos dentro de su caliente y bien lubricado coño. Hasta que con voz entrecortada, me dijo. No seas tan cabrón y termina de meterme tu verga. Me sorprendió en parte el escucharla decir esas palabras. Pero al mismo tiempo me excitó tanto, que de inmediato dirigí mi parada verga dentro de su sabroso coño. A medida que la fui penetrando, Yadira comenzó a mover sus caderas, mientras que me pedía que le diera más y más duro.
Continuamos teniendo un sexo ardientemente salvaje, sus chillidos y gemidos de placer, me excitaban más y más. Por lo que con más fuerza le enterraba toda mi verga dentro de su cuerpo. Hasta que después de un largo rato de estar clavándole mi verga por el coño a mi suegra, tanto ella como yo disfrutamos de un éxtasis divino.
De momento nos quedamos recostados, pero al rato cuando nos pusimos de pie, me parece que a mi suegra la atacó un fuerte cargo de conciencia, ya que comenzó a decirme, casi llorando. No lo debimos haber hecho. Yo la abracé, y procuré calmarla, era evidente por la manera en que trataba de cubrir su cuerpo, que se sentía avergonzada. Sin decirle nada, me dirigí a la cocina y traje varias cervezas, entregándole una la que de inmediato se bebió. En ese instante, fui yo quien comenzó a decirle, que no se debía avergonzar, de tener un hermoso y bello cuerpo, que ya muchas mujeres desearían tenerlo.
Eso al parecer, le agradó, por lo que continué piropeándola. Y a medida que yo seguía diciéndole lo hermosa que era, y que el sexo que ambos tuvimos fue lo máximo, Yadira se fue relajando, y bebiendo más cervezas. Hasta que de momento me dijo que iba al baño, escuché la ducha, y al poco rato ya estando yo en la cama apareció ella completamente desnuda, con otras cervezas entre sus manos. Se me acercó de manera seductoramente insinuante, y cuando estuvo bien cerca de mí se inclinó sobre mi rostro, y casi colocándome sus enormes y firmes tetas en mi cara me volvió a decir. Te doy todo lo que tú quieras.
Yo la tomé entre mis brazos, y sin remilgo alguno la puse a mamar mi mustia verga, que en cosa de segundos ella con su boca la volvió a tonificar. Fue cuando le dije. Yadira quiero darte por el chiquito. Ella se sonrió como toda una puta, y tras darse otro largo trago de cerveza, se recostó a mi lado, para luego ponerse en cuatro patas, y decirme. Te doy todo lo que tú quieras, y si eso quieres eso vas a tener. Yo me le coloqué por dé tras, y tras pasar de manera insistente, mi lengua varias veces, por su oscuro hueco, ensalivándola bastante. Dirigí mi verga entre sus apretadas nalgas.
A medida que la fui penetrando, Yadira comenzó a quejarse de dolor, me pedía que me detuviera, que no continuase, pero mientras más me decía que no lo siguiera, más adentro de su culo clavaba mi parada verga, hasta que nuestros cuerpos se unieron. Momento en que aproveché para enterrar una de mis manos dentro de su coño. Hubo un corto silencio, y ella comenzó a mover su culo, de lado a lado. Mientras que yo enterraba y sacaba toda mi caliente verga de entre sus apretadas nalgas.
Así pasamos gran parte de la noche, y de la madrugada. A la mañana siguiente, al despertarme y tras darme una buena ducha, encontré a mi suegra en la cocina preparándome el desayuno, vestida con una larga bata de baño, como si nada hubiera pasado entre nosotros dos. Yo andaba con una larga toalla enrollada a mi cintura, pensé en irme a cambiar, pero al voltearse hacia mí dejó abierta de par en par la bata, permitiéndome ver su tremendo cuerpo, y caminando hacia mí de manera seductora, tras darme un tremendo beso. Se agachó y al tiempo que me despojó de mi toalla, se dedicó a mamar mi verga.
Esa tarde llegamos al entierro de milagro, Yadira y yo, hoy en día después de que han pasado tres años del entierro de su hermano, y de que naciera mi primera hija, mantenemos ocasionalmente nuestros encuentros, sin que nadie sospeche nada de nosotros.
A partir de ese momento ya no pude ver a mi sobrino como tal, sino ya lo veía como un hombre que deseaba cogerme sin control, a cada oportunidad que mi sobrino tenia lo aprovechaba para ver mi cuerpo, esto era cuando me cambiaba, bañaba, entre muchos otros momentos que tenia para verme y lo más lascivo era que yo no hacía nada para evitar que me viera, al contrario cada vez que me bañaba dejaba la puerta abierta para que me viera y así en la ducha con la certeza que me estaba viendo yo hacía movimientos sensuales e incluso con el pretexto de lavarme mi zona intima yo me la tocaba con tanta sensualidad que sin duda sabia que él tenía su pene bien erecto desde donde estaba viéndome.
Relato erótico enviado por putita golosa el 27 de July de 2010 a las 23:14:27 - Relato porno leído 310777 veces
Si te ha gustado Te doy lo que tú quieras… vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Te doy lo que tú quieras….
narrador
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
kikechih
(27 de June de 2013 a las 18:54) dice:
Riquisimo relato, nada mejor que cojerse a una mujer madura y si esta buena guapa ademas de muy puta pues que mejor. Pasame tu correo o el de la puta para cachondear
mareva2
(20 de July de 2013 a las 02:03) dice:
Muy buen relato, de verdad me hice una buena paja en honor a tu buenísima suegra Yadira, ya que me fascina la forma en que describes sus hermosas TETAS. Suertudo. katebrown
(18 de October de 2022 a las 22:30) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:04) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF manganesio
(1 de July de 2013 a las 17:44) dice:
buen relaro... estuve a punto de pajearme a nombre de tu suegra. gerardo12345
(1 de July de 2013 a las 17:35) dice:
que chido estuvo bien
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