Por salvar a mi hermano de caer en la cárcel sufrí las peores humillaciones.
¡ADVERTENCIA IMPORTANTE! Este relato contiene violencia y sexo forzado en el cual alguno de los protagonistas lo sufre a manos de otro u otros; por eso los publico en la categoría de No Consentido. Si a alguien le ofenden o no le gustan estos relatos, pido atentamente que por favor no los lean. Si lo hacen, es bajo su propio riesgo y tomando en cuenta esta advertencia.
Relato
Estaba profundamente dormida cuando me despertó el timbre de mi teléfono celular; vi el reloj: las 2:14 a.m. del domingo, en la pantalla del celular indica “número desconocido”, pienso “no estén molestando ahorita”, le doy ignorar y me vuelvo a acomodar para seguir durmiendo.
No pasó ni un minuto cuando el teléfono volvió a sonar, de nuevo “número desconocido”, decido contestar adormilada:
- Hola
- ¿Quién habla?, me dice una voz masculina del otro lado de la línea
- ¿Con quién quiere hablar?
- Quiero hablar con la hermana de Ángel, me dice de forma mandona la voz del otro lado de la línea.
Me senté en mi cama, asombrada de que el tipo supiera el nombre de mi hermano menor.
- ¿De parte de quién?
- ¿Es usté (sic)? ¡pásemela!
- ¿Quién habla?
- Mire, estamos aquí en un operativo y detuvimos a un individuo que dice llamarse Ángel, el cual se encuentra en estado inconveniente y anda muy agresivo, ya participó en una riña y hirió (sic) a una persona del sexo masculino con arma punzocortante, al hacerse la detención del inculpado, este solicitó que se le llamara a su hermana y dio de referencia este número de teléfono, por lo cual se le está llamando para que venga a hacerse cargo del inculpado, ya que este será remitido a la agencia del ministerio para su arresto y deberá firmar los documentos necesarios o en su caso pagar la fianza que determine el juez.
- …(Me quedé muda, no sabía si era una broma o una llamada de extorsión o algo real)
- Si, bueno ¿está usté ahí?, me dice la voz del otro lado de la línea.
- Si, si aquí estoy
- Pos mire señorita, dígame si va a venir porque tenemos prohibido hacer llamadas a celular, nomás porque le estamos haciendo el paro a su hermano, pero necesito que venga ahorita o lo van a meter al bote un buen rato porque si hirió feo al otro individuo y se lo llevaron al hospital.
- Si, esteee… bueno, díganme a donde hay que ir, pero ¿puedo hablar con él?
- ¡Ay señorita! No, no se puede, necesito que venga inmediatamente a la agencia 58 y aquí puede hablar con él.
- Ándele, no sea malo, tengo que hablar con él
- ¡Oh que la…! Bueno, pero rápido. Órale joven ahí le habla su carnala.
- Gracias.
- Bueno… escuché la voz de mi hermano
- Bueno, ¿Ángel?
- Si, carnala soy yo
- ¿Dónde estás? ¿A que hora te saliste?
- Psss cuando todos se durmieron, no seas gacha hazme el paro ¿no?
- ¿Y yo que hago?
- Psss me están pidiendo lana para no llevarme ante el juez
- ¿Es real esto Ángel? ¡No me vayas a estar haciendo una de tus bromitas pendejas!
- ¡NO! ¿Cómo crees? ¡Échame la mano, no seas gacha!
- ¿Si eres Ángel? No sea llamada de extorsión.
- ¡No, chingá! ¡Soy yo! ¿no conoces mi voz? ¡Ya lánzate para acá y trae la lana!
- Uy, pero yo no tengo dinero, ¿cuánto necesitas?
- Dicen que con cinco mil varos me hacen el paro, ándale no seas gacha
- Híjole no tengo tanto, déjame decirle a mi papá ¿Por qué no le hablaste a él?
- No, como crees, no le digas a mi jefe o me va air peor, no seas mala onda, ven y habla con ellos y traite lo que tengas
- Bueno voy para allá ¿en donde es?
- En la 58, está en Pedro López y las torres.
- Uta, no se ni como llegar
- A ver te paso al oficial para que te explique
- Ok
- Bueno, a ver señorita ¿va a venir o no?, dice el policía con su ridículo tono de voz.
- Si, nada más dígame como llego
- Oh que la… Pues tome un taxi o un uber y le dice que va a la 58, cualquiera sabe y apúrele porque si no llega en veinte minutos remitimos a su carnal con el juez.
- No, no, está bien ya voy.
- Ándele, no se tape mucho que hace calor (este comentario s eme hizo extraño, pero no pensé mucho en él)
- Está bien.
Antes de colgar alcancé a escuchar que el policía le preguntaba a mi hermano: “¿Y que tal está tu carnala, si la hace?”, pero ya no escuché la respuesta.
Yo apenas tenía 20 años y mi hermano 17; la verdad es que siempre he tenido muy bien cuerpo porque me gusta cuidarme y ejercitarme; soy de tez morena clara, cabello negro y ojos marrón y siempre me he considerado guapa. Mi hermano siempre se metía en problemas y continuamente yo tenía que estarle tapando sus borracheras o líos.
Pero esta vez si me puso en aprietos. Lo primero que hice al colgar fue ir a la recámara de Ángel a ver si era cierto lo que sucedía y efectivamente vi que él no estaba ahí, así que rápidamente, pero tratando de no hacer ruido, regresé a mi cuarto; me hice una cola de caballo en el pelo, me vestí a toda prisa con lo primero que encontré: Unos leggins apretados, una camiseta blanca de tirantes sin mangas, chamarrita negra, calcetitas y tenis. Tomé mi bolsa de mano, revisé cuanto dinero traía ¡Mmmmta, quinientos pesos solo me servirán para el taxi y a ver para que más! Necesito pasar a un cajero automático.
Estaba como estúpida, no sabía que hacer, ni para donde jalar. Pensé en llamar un uber, pero no aparecían autos disponibles; así que tomé mis llaves y salí con el mayor silencio posible, a la calle fría y completamente sola; vi el reloj: 2:42 a.m. ¿Dijo veinte minutos o media hora? No lo recordaba por los nervios.
Corrí hacia la avenida más cercana, que quedaba a tres cuadras; iba muerta de miedo y con mucha preocupación por lo que pasaba.
Al llegar a la avenida me paré en la esquina esperando un taxi; todos los autos pasaban a gran velocidad, pero no pasaba ningún taxi y empecé a preocuparme más. De repente, un auto oscuro se detuvo enfrente de mí; en él venían varios chicos que se notaba que andaban de parranda; me gritaron: “¿Cuánto mi reina?”. No les hice caso, pero seguían ahí, con el auto detenido, pero en marcha y diciéndome cosas como: “Anda sabrosa, somos seis, ¿cuánto cobras?”, “órale pinche puta, ya vente a coger, te pagamos bien”.
Cada vez los comentarios subían de tono y se hacían más agresivos, por lo que decidí alejarme y comencé a caminar en sentido contrario al flujo de los autos. Ya varios habían pasado tocándoles la bocina a estos chicos, pues estorbaban el paso, incluso les mentaban la madre. Una portezuela del carro se abrió y al parecer uno de ellos se iba a bajar, pero sus compañeros no lo dejaron y le dijeron: “Ya déjala, pinche vieja, puta y mamila, así no va a ganar clientes”; luego el auto arrancó con un gran rechinido de llantas y me llevé una sonora mentada de madre de parte de ellos.
Seguí esperando un taxi, varios autos más se detuvieron para “solicitar mis servicios”, pero al ver que no les hacía caso se iban muy molestos.
Por fin un taxi me hizo la parada; me subí y rápidamente le dije: “¡Lléveme a la agencia 58 del M.P. por favor, lo más rápido que pueda!”
El taxi arrancó y apenas en ese momento me di cuenta de que el chofer era un gordo grasiento bastante alto. Él me dijo con voz áspera: “Te cobro $200.00”. Supe que era totalmente injusto, pero no tenía opción. Le dije: “está bien, pero me deja bajarme en un cajero por favor”. El asintió, le subió a su música grupera y siguió manejando.
En el primer cajero que vimos se detuvo, me bajé y saqué todo el dinero que tenía, apenas $1,800.00; esperaba que con eso los polis me echaran la mano y dejaran a mi hermano.
Subí de nuevo al taxi y este arrancó. De repente vi que ya no íbamos por avenidas grandes, sino por calles oscuras de una colonia desconocida. Nerviosa, me atreví a preguntarle: “¿Ya está cerca la agencia señor?”; él no me respondió y me puse aún más nerviosa. Disimuladamente intenté abrir la portezuela y me di cuenta que no se podía, pensé ¿cómo la abrí cuando me bajé al cajero? Me di cuenta de que la primera vez que me subí el tipo no había puesto los seguros, pero en esta ocasión, en cuanto me subí, el bajó los seguros y estos se ocultaban en la portezuela.
Volví a preguntar, tratando de que se compadeciera de mí: “Señor, ¿Ya vamos a llegar? Es que me urge estar ahí”. Él se orilló en una calle muy oscura, en medio de puras fábricas y bodegas. Apagó el carro, se volteó hacia mí y me dijo: “Mira putilla, me valen madres tus prisas, si quieres que te lleve, vas a tener que aflojar las nalgas, además de los 200 varos”.
Me quedé muda de asombro y viéndolo con mis grandes ojos. Parpadeé varias veces pensando que estaba en un mal sueño. Cuando logré reaccionar ya él se había bajado del carro y se había pasado para atrás, junto a mí. Aún en shock le dije: “¡Oiga noooo! ¿Qué le pasa?”.
Él, con toda tranquilidad me tomó del cabello, puso su cara delante de la mía y me dijo: “Mira pendeja, si no coges conmigo ahorita mismo, te quito toda la ropa, te bajo aquí, que es zona de bandas y drogos y me quedo con tu bolsa, a ver como chingados le haces, ¿cómo ves?”.
Una gruesa lágrima corrió por mi mejilla al darme cuenta de que no tenía otra opción que obedecer al cerdo ese, pues no sabía en donde estaba y si me dejaba sin dinero, no podría llegar por mi hermano, pensando en eso, alcancé a preguntar, cuando ya él me había desabrochado la chamarra y metía sus sucias manos por debajo de mi camiseta: “Si hago lo que dice, ¿si me va a llevar a la agencia?”. Él respondió, mientras me lamía un pezón: “Si mamacita, te llevo a donde quieras, pero ya encuérate”.
Tuve que desvestirme rápidamente ahí dentro del taxi y aunque ya no era virgen, no me latía tener que hacerlo con ese puerco desgraciado, pero no había de otra; él me ordenó: “¡Saca mi verga y chúpala!”. Obedecí, bajé el cierre del puerco y saqué un tremendo falo que me pareció gigantesco, largo y gordo, con un olor horrible, apestoso y sucio; me dio asco, pero me aguanté, me detuve el pelo con una mano y me agaché a mamarlo. Lo sostuve con la otra mano y abrí la boca muy grande, cerré los ojos y lo introduje en ella; comencé a mamarlo con asco pero con rapidez, para que se viniera rápido y me llevara a la agencia del MP lo antes posible.
Él me tenía del cabello y me dijo: “Los huevos también perra” y se los lamí como quería. Seguí chupando, esperando que se viniera, pero cuando estaba a punto de venirse, me jaló del cabello, impidiéndome continuar.
Era evidente que se estaba aguantando las ganas de venirse, respiraba profundo y cerró los ojos, yo bajé una mano y le agarré el miembro para masturbarlo, pero me la detuvo y me dijo: “Espera niña, hasta que yo te diga”, “pero ya tenemos que irnos”, dije yo, angustiada.
“Nos iremos cuando yo diga, pinche puta, o te bajo”. Ya no dije nada; tuve que esperar hasta que él me dijo: “Ahora abre las patas y móntate”. Era lo que yo quería evitar, que me penetrara, pero tuve que obedecer; me monté en él y poco a poco se fue introduciendo su tremendo falo en mi pobre vagina seca, me dolió y volví a llorar, pero hice que entrara toda.
Entonces él me tomó de las caderas y me hizo subir y bajar, entrando y saliendo de mí con fuerza. Tuve que aguantar el dolor de ser penetrada sin lubricación. El gordo me lamía los senos y me pellizcaba las nalgas. Deseaba golpearlo y huir de ahí; pero yo no sabía en donde estaba, tenía poco dinero, no sabía manejar auto con transmisión manual, por lo que ni siquiera podría llevarme el taxi; así que tuve que aguantar las embestidas del cerdo taxista violador.
- ¡AUCH!, ¡AAAAYYYY!, ¡DUELE!, le reclamaba al tipejo.
- ¡CÁLLATE PUTA, QUE YA MERO… YA, YA YAAAAAA! ¡¡¡AAAAHHH ME VENGOOOO!!!, gritó el infeliz, soltando su asqueroso semen dentro de mí
- ¡SALTE, NO TE VENGAS ADENTROOOOOO! ¡NOOOOOOOOOO!, grité desesperada, pero ya era tarde.
Sin decir nada, el gordo prácticamente me aventó a mi lugar y se salió para irse al asiento del conductor; encendió de nuevo el motor y arrancó a toda velocidad. En menos de cinco minutos estábamos en la agencia del MP. Le dije al taxista que me esperara para llevarnos de regreso, porque saldría rápido con mi hermano, él me dijo que si, pero que le pagara los $200.00; le dije que no porque no me esperaría, entonces él dijo que no me preocupara, que solo iría a comprarse unos tacos al puesto que estaba ahí afuerita pero que no traía dinero.
Total, que le di el dinero, me bajé del taxi y caminé hacia la entrada del Ministerio Público; en el camino había puros hombres, entre policías y tipos vestidos de civil que no dejaron de decirme cosas feas mientras pasaba entre ellos:
- ¡Uy mira que cosa tan rica!
- ¡Ay mamacita, te llevo a los separos!
- ¡Mira las putas, ya vienen solas a meterse!
- ¡Sabrosa! ¡Te llevamos a la patrulla!
- ¡Qué rico las mueves mamasota!
- ¡Te bajo esos pantaloncitos, mi reina!
Aguantando sus majaderías, por fin entré a la agencia y ahí además de policías había un montón de hombres sentados en una banca larga, al parecer todos estaban detenidos por algo; en otra banca había varias mujeres que se veía que eran prostitutas también detenidas.
Los detenidos se alborotaron de inmediato, también empezaron a decirme cosas como:
- Aquí estoy mamacita ¿me buscabas?
- ¡Sácame de aquí pa’ que yo te la meta!
- ¡Mamacita que bueno que ya viniste por mí por fin, vámonos pa’ la casa!
Pero yo los ignoré porque buscaba a mi hermano con la mirada; no lo encontré y entonces me dirigí a un mostrador largo que había ahí, detrás del cual tres tipos tomaban café y platicaban mientras otro escribía con un dedo distraídamente en una máquina de escribir lo que un chico como de unos veinte años le dictaba.
- Buenas noches, dije.
Los tres tipos que tomaban café voltearon a verme y me recorrieron de arriba abajo; me sentí muy incómoda, pero no dije nada. Uno de ellos, que vestía un traje color café ya viejo, una camisa azul claro y una corbata verde sin ajustar al cuello, se acercó al mostrador sin dejar de verme las tetas y cuando quedó frente a mí dijo:
- Si, buenas, noches ¿Qué se te ofrece linda?
- Vengo a buscar a mi hermano
- Ah, ¿cómo se llama el susodicho?
- Ángel
- Uh pus no ha de sr tan ángel que lo detuvieron, ¿de qué se le acusa?
- Creo que estuvo en una riña
- ¿Cree o está segura? Porque no puedo buscar un expediente si no se de que se le acusa a su hermanito
- Pues es que no se, me llamaron por teléfono unos polis y me dijeron…
- Ah ya, ya, ya va; ¿le habló el policía?
- Si, eso dijo
- ¿A qué hora te llamó?
- Como a las dos y cuarto.
- Ah entonces de seguro todavía no lo traen, a ver acompáñame
Él se salió del mostrador, me tomó de un brazo y me condujo por un reducido pasillo largo, sucio y con olor a orines; que alguna vez fue de color blanco. Me dio un poco de miedo, pero tuve que acompañarlo para ver que pasaba con mi hermano.
Casi al final del pasillo había una puerta blanca, el tipo la abrió y me hizo pasar; adentro solo había una mesa vieja y dos sillas. El tipo me dijo que pasara y me sentara, lo hice y entonces el me dijo que esperar ahí y se fue, cerrando la puerta.
Me puse nerviosa, pues estaba sola en un lugar desconocido y nadie sabía donde estaba, excepto el tipo que me había llevado ahí.
Los minutos se me hacían eternos, estuve a punto de sacar el celular y llamar a mi papá aunque tuviera que explicarle lo que pasaba y que me pusiera una regañiza. En eso estaba cuando se abrió la puerta y entró mi hermano; después de abrazarnos se sentó en la otra silla; estaba muy nervioso y conversamos:
- Ayúdame carnala
- ¿pues que hiciste tarugo?
- Pusssss
- ¡Ay ya menso! ¿Y ahora que?
- ¿Traes el dinero?
- No completé, pero traigo una parte
- Híjole, no me digas… a ver si no me encierran (casi lloraba)
- Pues también para que te vas sin avisar y luego te peleas y lastimas a alguien, no Ángel de veras que ya ni la friegas
- Bueno, ya no me regañes, deja ver que me dicen
- Órale, pero apúrate para que ya nos vayamos
- Pus no se si me dejen ir
- Ay menso, pues ya, ve
- Voy
MI hermano se salió y pude ver que ya lo esperaban dos policías afuera; unos segundos después entraron los tres
- A ver señorita, dice aquí su hermano que no trae usté el dinero completo, dijo el policía número uno
- Pues… no, no me alcanzó
- Híjole, que barbarida; pué sin modo bato, jálale, dijo, al tiempo que jalaba a mi hermano hacia afuera
- No, espérate, dijo mi hermano; ándale carnala, ayúdame
- Pero ¿qué hago? Dije yo, es todo lo que tengo
- A ver, ¿cuánto traes? Dijo el otro policía
- Dos mil pesos
- Uy no, con eso no se puede, no sirve pa nada, dijo de nuevo el policía dos
- Psss, dales otra cosa Mirna, lo que traigas, no seas gacha, no dejes que me entamben
- Pues es que no traigo más, dije yo
- Mmmmm… pero pues si estás dispuesta, dijo el policía uno
- ¿A qué? Pregunté ya con cierta desconfianza
- A ver, saca al bato, le dijo el policía dos al uno
- ¡No, espérense!, dijo mi hermano mientras el poli número uno se o llevaba
Una vez que quedamos solos, el policía número dos me dijo:
- Mira, está bien difícil la situación de tu hermano y la verdad con lo que traes no lo podemos dejar ir, porque por lo que hizo fácil le echan unos quince años o más
- Pero entonces ¿Qué hago?
- Sssshhh, espérate, te voy a explicar; mira: la neta va a ser difícil, pero me la voy a tener que jugar a ver si se puede: si quieres salvar a tu carnalito pues las vas a tener que dar.
- Tragué saliva y haciéndome la tonta pregunté: ¿Dar qué?
- ¡Ah, no te hagas pendeja, bien que sabes! Ya dime si le entras o no para ver si entambamos a tu carnal y tu te vas o le decimos que te espere.
Me quedé muda, no sabía que hacer o decir; mi cabeza era una maraña de pensamientos: por un lado estaba muy enojada con mi hermano por ponerme en esa situación, pero también con los polis que además de corruptos ahora querían aprovecharse y que cogiera con ellos y la verdad no era nada agradable; el poli número uno era gordo y bofo y el otro era flaco pero con panza y se sentía galán de cine, aún con sus anteojos oscuros siendo de noche y dentro de la comisaría; además tenía la cara toda picada, sorbía los mocos y cuando hablaba se le hacía un hilillo de saliva en las comisuras de los labios.
Por otro lado, si me atrevía a hacer lo que me pedía el cerdo policía, dejarían libre a Ángel y nos iríamos como si nada hubiera pasado y tenía la oportunidad de hacer que mi hermano me debiera un gran favor, pero tal vez no valía la pena sacrificarme por él.
Después de mucho pensarlo, me decidí; sobre todo porque no tenía corazón para dejar a mi hermano a su suerte, porque además ni siquiera sabía a ciencia cierta que era lo que había hecho y cual sería la sentencia que le darán por el delito cometido; además de que, si mis padres se enteraran de que no lo ayudé, seguramente se enojarían conmigo; porque por increíble que parezca, a Ángel le consentían todo lo que hiciera, sin importar que fuera algo sumamente estúpido y en muchas ocasiones me culparon a mí, por “no haberlo ayudado” tendría que abrirle las piernas a los puercos polis para que dejaran libre a mi hermano y así podría después cobrarle el favor de alguna manera.
- Está bien, susurré
- ¿Qué dices? No te oigo
- Que está bien, que haré lo que me pide pero deje libre a mi hermano
- Ah bueno, entonces espérame tantito
El policía salió dejándome sola; tardó unos minutos y regresó con su compañero; ambos traían una sonrisa maliciosa en el rostro y el poli número uno me dijo:
- A ver, ya
- ¿Dónde está mi hermano?, pregunté
- No te preocupes, está bien
- Pero si lo van a dejar ir, ¿no?
- Si, si, si, pero ya, haz lo que quedamos
Estaba desconcertada, nunca había estado en una situación así; no sabía que hacer, hasta que el poli número dos me ordenó: “ándale, bájate el mallón y empínate en la mesa, rápido”
- Ok, ya voy, contesté y apenada me levanté para quitarme los leggins y me asombré que ya los dos polis estaban desvestidos de la cintura para abajo.
Pude ver que el poli número dos estaba bastante bien dotado, tenía un pene como de 30 cms de largo pero muy delgado; en cambio el poli número uno no lo tenía muy largo pero si muy ancho.
- ¡Apúrate puta! me gritó el poli número dos, viéndome con sus ojos libidinosos
Me quité el leggins y la tanga, quedando desnuda de la cintura para abajo y ya me iba a colocar en la posición que me indicaron, empinada sobre la mesa cuando el poli número uno dijo, sonriendo y casi babeando:
- Mejor quítate toda la ropa.
- Si, pero rápido puta, queremos verte toda encuerada, pero ya queremos cogerte, agregó el poli número dos.
Pensé que sería mejor apurarme para ya salir de esto y que Ángel y yo nos fuéramos a la casa, así que me desvestí rápidamente y me quité los tenis y las calcetas, quedando totalmente desnuda. Me puse en posición y ellos se acercaron, el poli número dos se colocó detrás de mí y dijo: “ay putita, tu panocha huele a verga; si vienes de coger, ¿verdad?”. No dije nada y él simplemente me tomó de las caderas y sin ningún miramiento comenzó a introducirme su largo miembro en mi panochita aún seca.
“¡Aaaauuuuch, más despacio!” grité por el dolor que me causó el ser penetrada así, de repente y sin calentamiento previo, pero a él no le importó, por el contrario, siguió entrando con fuerza y me dio una nalgada mientras me dijo: “¡ah que tu chingado hermanito, mira que traernos esta deliciosa hembra para dejarlo salir, de seguro ya te cogió el también ¿verdad?!”
Decidí no responder su estúpida pregunta, ¿qué clase de mujer creía que era para preguntarme eso?; pero eso hizo que me ganara una buena nalgada más fuerte que la primera y un jalón de cabello, al tiempo que el poli me decía:
- ¡Te hice un pregunta, puta estúpida!, ¡cuando yo pregunte tu contestas! ¿entendido?
- me asusté y solo respondí: si.
- ¿si que? me dijo
- que si entendí
- ah bueno pendeja, pero entonces dime si ya te cogió el tarado de tu hermanito
- ¡claro que no!, respondí…
- Ah pues que pendejo me cae, si yo tuviera una carnala así me la cogería todos los días, ¿o no pareja?
- Claro pareja, para eso están estas pinches putas sabrosas, dijo el otro al tiempo que me daba otra nalgada.
- ¡Ayyyy ya!, les dije para que dejaran de nalguearme; mientras el poli ya metía la totalidad de su largo miembro en mí.
- Tiene razón la puta, pareja, más acción y menos plática ¿no? Jejeje
- Ándale pareja, pus apúrate que ya me urge.
Ya no dijeron nada, el poli número dos se dedicó a meter y sacar con fuerza su miembro y a jadear “uf, uf, uf”. El otro me tomó del cabello y me hizo acercar mi cara a la orilla de la mesa; acercó su miembro a ella y me ordenó: “chupa”.
Obedecí abriendo mi boca y empecé a lamerle todo el pene. Sentía un intenso dolor al ser penetrada en seco y de manera salvaje por el otro poli y me quejaba, pero al tener la verga del otro policía abusador, no se escuchaban mis quejas. El poli número uno gozaba de la mamada que yo le daba; viéndome y sosteniéndome la cabeza, porque eso si, siempre he sido muy buena chupando vergas.
“Mmmm”, “aaaahhh”, “mmmjmmm” era lo único que se escuchaba en el cuarto de interrogatorios en el que me cogían los dos policías a cambio de la libertad de mi hermano. Ellos disfrutaban y yo solo me aguantaba el dolor.
En eso, el poli número dos me dijo: “a ver aguanta, voy por el culo”; por lo que me saqué el miembro que tenía en la boca y le pedí:
- ¡No, por ahí no, duele mucho!
- ¡Ni pedo, puta! Quieres llevarte a tu carnal, ¿no?, entonces aguanta.
- ¡Aguanta y sigue chupando putona!, me dijo el poli número uno.
Este último me tomó del cabello y me obligó a meter su tremendo animalote gordo en mi boca; mientras el poli número dos me abrió las nalgas y empezó a meter un dedo por el ano.
De nuevo me dolió y grité, pero con el pene en la boca solo se oyó: "Aaaggghhhaaggga”. Luego traté de sacármelo, pero el poli me tenía bien sujetada del cabello y no me dejó separarme de su falo. Entre ellos hablaban de lo que vendría a continuación:
- Le voy a dejar bien ensanchado el chiquito para que entre bien mi vergota, dijo el poli número dos.
- Va, y luego me das chance de darle por ahí también, dijo el otro policía.
El poli número dos seguía cogiéndome por la vagina y mientras metía y sacaba un dedo de mi culo; luego metió dos y luego tres. Yo trataba de empujarlo porque ya me dolía lo que hacía y sabía que cuando me culeara me dolería aún más; pero el poli número uno me sujetó de ambas muñecas y me colocó unas esposas de las que usan ellos para someter a los delincuentes.
- ¡Mmmmmggggghhhh!, me quejé, queriendo decirles que eso no era parte del trato, pero la gran verga que tenía en la boca no permitía que se me entendiera nada.
- Tranquila puta, ya casi te la meto, deja termino de ensancharte el chico, dijo el poli número dos.
- ¡Ya está ansiosa porque se la metas!, dijo el poli número uno.
Me molestó que dijeran mentiras, pues yo no lo estaba disfrutando, lo estaba sufriendo; empecé a pensar que había sido una estupidez aceptar satisfacer las bajezas de estos desgraciados y me enojé mucho con mi hermano, porque era su culpa que yo estuviera en ese momento desnuda, esposada, empinada sobre una mesa, siendo cogida por dos cerdos violadores con uniforme, además de lo que ya me había pasado con el puerco taxista.
El poli número uno gozaba de la mamada que le estaba dando, pero de repente me detuvo la cabeza, sacó su pene y dijo:
- A ver pareja dame chance, déjame darle por al fundillo antes de que me venga, esta vieja chupa delicioso.
Entonces el poli número dos se salió de mi vagina y dijo:
- A ver, vamos a acomodarnos.
Me hicieron enderezarme y el poli número dos tomó mi ropa y la tiró al piso; luego él se acostó sobre ella, con su largo miembro apuntando hacia arriba y señalándolo me ordenó:
- Siéntate.
- Oigan, pero quítenme las esposas, les pedí.
- Nada puta, dijiste que harías lo que fuera por tu carnal, así que, o lo haces como queremos o ya te largas y dejar a tu brother aquí.
- ¡Oigan, pero ya….!
- ¡Bueno, si no vas a cooperar ahí muere, dale su ropa y que se vaya!, dijo el poli número uno.
- ¡No, no, está bien, lo haré como quieran!, respondí sin más opción que someterme a sus sucios caprichos.
- “Tons” ya cállate y siéntate aquí, me ordenó el poli número dos señalando de nuevo su gordo miembro.
Muy a mi pesar, le obedecí y me empalé en su falo; quise hacerlo despacio, pero él me tomó de las caderas y me jaló hacia abajo, mientras el otro me empujaba de los hombros, por lo que de un solo golpe entró todo en mi panocha y grité por el dolor que me causó:
- ¡AAAAAAAAUUUUUUUUCH!
A ellos no les importó mi grito; el poli que ya me tenía empalada me ordenó:
- ¡Muévete perra!
Iba a empezar a moverme cuando el poli número uno se colocó detrás de mí y empujándome por la espalda hacia el frente me dijo:
- Espera puta, falto yo, deja metértelo.
Y entonces el infeliz metió todo su gordo pene en mi culo ya abierto por los dedos del otro poli. El dolor que me hizo sentir fue peor que el anterior y grité con más fuerza:
- ¡YIIIIIIAAAAAIIIIGGGHHH!, ¡NO, SÁCALO DUELE, DUELEEEEEEE!
- ¡Cállate y coge putilla!, dijo alguno de ellos.
Me obligaron a moverme para su satisfacción; el dolor al ser penetrada de manera salvaje y sin lubricación por ambos lados fue inmenso; los penes de los polis entraban y salían de mi panocha y mi culo sin detenerse y yo me movía al compás que ellos me marcaban. Gruesos lagrimones comenzaron a escurrir por mis mejillas debido al dolor de ser violada de esa forma salvaje.
Noté que el poli que estaba debajo de mí en ocasiones volteaba hacia una esquina de la pared que estaba detrás de mí y sonreía; yo no podía voltear, por lo que no supe en ese momento porque lo hacía; tiempo después lo supe.
Me estuvieron cogiendo por ambos lados, teniéndome esposada y sin importarles que yo me estuviera quejando todo el tiempo.
- ¡Qué rico coges, putilla!, dijo el poli número dos.
- ¡Si, tienes un ano muy apretadito y muerde bien rico!, dijo el poli número uno.
- Mejor deberías quedarte tú aquí y que se largue el puto de tu hermano, así te cogeríamos cuando quisiéramos, mencionó el que me cogía por la panocha.
Su comentario me hizo pensar y temer: ¿qué tal que si se quedaban conmigo para violarme a placer y dejaban ir a Ángel?; o peor aún; ¿qué tal que no nos dejan ir a ninguno de los dos y me violan constantemente y meten a Ángel a la cárcel? Realmente estábamos en una posición muy vulnerable u estos tipejos podrían hacer son nosotros lo que quisieran y al ser “autoridad” tal vez nos desaparecerían como a tanta gente que se ha escuchado.
Después de un buen rato en el que me estuvieron cogiendo por ambos lados, con un ritmo sincronizado, el poli número dos le dijo al otro:
- Vamos a cambiar, también quiero saborear ese delicioso chiquito.
- Pues ya no está tan chiquito, ya se lo agrandé, jajajaja, dijo divertido el otro poli.
Entonces, con un rápido movimiento, ambos sacaron sus vergas de mí y entre los dos me voltearon, de tal forma que quedé dándole la espalda al que estaba en el piso y de frente al poli número uno. Sin perder tiempo, el poli número dos me hizo clavarme de nalgas en su miembro duro y volví a gritar:
- ¡AAAAAAYYYYYYYY!, ¡POR FAVOR, DUELE MUCHO!
Ni a él ni a su compañero les importó; el poli número uno rápidamente se acomodó y me metió con fuerza su pene en mi vagina adolorida.
- ¡OOOOUUUUUUUCHHHHH!, volví a qujarme.
- Ni te quejes perrita, que aceptastes (sic) por salvar a tu pinche hermano drogadicto; además apenas es el principio de todo lo que vas a coger.
- ¿QUÉ?, pregunté asombrada.
- Nada, que sigas cogiendo, dijo el que me violaba por el ano.
De nuevo ambos me cogieron por ambos agujeros sin importarles que me doliera. Por más que intenté, no pude evitar que las lágrimas volvieran a escurrir por mis mejillas.
Fue un buen rato el que me estuvieron violando con fuerza desmedida, hasta que el que me cogía por la panocha se puso muy rojo de la cara, se le saltaron las venas de la frente, me clavó sus uñas en las caderas y soltando grandes chorros de semen, se vino y gritó:
- ¡Aaaaaaahhhhhh, me vengooooooooo, aaaaaahhhh!
- ¡SÁCALA, NO TE VENGAS ADENTRO!, grité desesperada, pero él hizo caso omiso y soltó todo su asqueroso líquido dentro de mí.
Él sacó su verga chorreante aun y me embarró los muslos de semen; mientras su compañero me seguía cogiendo, él se acercó a mi cara, sudoroso y jadeante y me ordenó:
- Límpialo.
No quería hacerlo, pero de nuevo no tuve opción y lamí el asqueroso falo del tipo para quitarle el semen que le quedaba.
Unos segundos después, el que me cogía por el culo también se vino, de igual forma sin salirse, lanzándome chisguetes de su leche en mi recto y haciendo sonidos guturales. No pude pedirle que sacara su miembro porque tenía la verga del otro en la boca en ese momento y estoy segura que de cualquier forma de nada hubiera servido.
Su pene chorreante se puso flácido y se salió de mí; después prácticamente me aventaron a un lado y caí al piso; ellos se incorporaron y mientras se vestían me dijeron:
- Espera aquí, ya volvemos.
- Oigan, quítenme las esposas para que me pueda vestir, les dije.
No me respondieron, me ignoraron por completo; terminaron de ponerse el uniforme y luego salieron los dos, cerrando la puerta tras de sí.
Me quedé ahí tirada en el piso, desnuda y esposada; como pude me incorporé y me senté en la silla. Estaba pensando en como haría para recoger mi ropa cuando la puerta se abrió de nuevo y entraron los dos polis acompañados del tipo de traje café que me había llevado ahí, ya sin el saco puesto; otro de los que tomaban café con él y un tercero que no había visto antes; un tipo gordo, casi calvo y de baja estatura que llevaba una camisa blanca a la cual no le cerraba el botón de hasta arriba, una corbata suelta y un pantalón azul marino arrugado. Me quedé asombrada viéndolos, apenada por estar totalmente desnuda sentada en la silla; apenas alcancé a cruzar las piernas para tratar de evitar que me vieran el chocho y la panocha, pero el que me había llevado dijo:
- Ni te apenes nena, que de todos modos te vamos a ver.
Supongo que vieron mi cara de extrañeza, porque el tipo del traje café les preguntó a los polis:
- ¿Qué, no le dijeron?
Ellos se miraron uno al otro y sin evitar sonreír burlonamente el poli número dos dijo:
- Psss creo que se nos olvidó.
El primer tipo movió la cabeza sonriendo también y le dijo a los polis:
- Bueno cabrones, ya dejen de hacerse pendejos y lárguense a trabajar, ustedes ya la gozaron, nos toca.
- Oigan no, ¿Qué les pasa?, protesté al adivinar las intenciones de los desgraciados.
El poli número dos se salió casi corriendo; el otro se me acercó y procedió a quitarme las esposas; ya se iba cuando todavía tuvo la desvergüenza de voltear a verme antes de salir, guiñarme un ojo y sonreírme.
- Que la disfruten, dijo el infeliz, salió y cerró la puerta.
- Claro que la vamos a disfrutar, está deliciosa, dijo el tipo que había visto por primera vez, el cual vestía una camisa blanca arremangada, pantalones negros y también una corbata floja azul.
- ¿Qué van a hacer?,
El tipo de traje café me dijo:
- Mira nena, el delito que cometió tu hermanito es muy grave, se puede pasar la vida en el tambo; así que o cooperas o de una vez lo metemos al bote y a ti te encerramos 72 horas por andar de puta con las demás pirujas.
No salía de mi asombro cuando él siguió hablando:
- Mira, aquí el Licenciado es el oficial del M.P. y es el único que puede dejar ir a tu hermanito; así que si no cooperas no le podemos ayudar; ¿entiendes?
No tuve más remedio que asentir con la cabeza en silencio; bajé los brazos derrotada y dije:
- De acuerdo ¿Qué quieren que haga?
Vi sus miradas morbosas recorriendo mi cuerpo y relamiéndose, me dieron miedo sus ojos de locos mientras se desvestían sin dejar de mirarme.
- ¡Voltéate y empínate puta! me ordenó el oficial del M.P.
Obedecí; me volteé, me empiné y coloqué las manos en la pared, ofreciéndole mis nalgas a los tipos. Cerré los ojos cuando uno de ellos me tomó de las nalgas y esperé a que me penetrara por la vagina, pero él lo hizo por el culo. De nuevo sentí un intenso dolor; pero levantando la cara al cielo, tragué saliva y me mordí los labios para no gritar. Él, mientras lo metía me dijo:
- ¡Ay puta que sabrosa estás!; de seguro el cabrón de tu hermano ya te cogió, ¿verdad?
De nuevo me molestó el comentario, “¿qué tienen en el cerebro estos tipos?”, pensé y me quedé callada, entonces él me dio una tremenda nalgada y me gritó:
- ¡Contesta cuando te hablo perra!
- ¡NO!, ¡NO ME HA COGIDO!, grité para que me dejara en paz, ¿qué se estaba creyendo este tipo?
- Pues que pendejo el hermanito, ¿no muchachos?; con este culo…
Deseé con todo mi corazón que estos tipejos no tuvieran hermanas, pues si las tenían, quien sabe que les harían.
Los otros individuos reían mientras uno caminó hacia mí, me tomó de las muñecas, quitó mis manos de la pared y me hizo girar hacia él; me empujó para que me empinara más; colocó su miembro delante de mí y me ordenó:
- ¡Abre la boca puta!
Obedecí y metió su tremendo garrote en ella; sentí que me llegaba hasta la garganta e hice ruido por las arcadas que me dieron; eso sirvió para que se burlaran de mí:
- ¡Jajajaja, mira la puta casi se ahoga con tu vergota; métesela hasta el fondo!
- ¿Qué pasa con tu entrenamiento mamador, nena, ya se te olvidó?, dijo el desgraciado.
El infeliz tipo empezó a meter y sacar su miembro con mucha fuerza, tomándome del cabello y gozando con la mamada que me obligaba a hacerle, sin importarle que su pene en cada embestida casi me ahogaba. Yo trataba de empujarlo con ambas manos, pero él me las sostuvo y me obligó a ponerlas atrás, entonces su el que me cogía por detrás me agarró de las muñecas sin dejarme moverlas y con ellas se impulsó para meterme más su miembro
Tuve que aguantar las metidotas de verga de los dos tipos, uno por detrás y el otro por la boca; tratándome como una puta: me quejé, pero de nada sirvió; mis quejidos se ahogaban en el miembro que tenía en la boca.
Comencé a agitarme, tratando de que no me dolieran tanto las embestidas. Ellos lo malinterpretaron y creyeron que me gustaba, pues uno dijo:
- ¡Vaya con la puta, si bien que lo disfruta la cabrona, mira nomás! y los tres rieron complacidos.
El oficial del M.P., que me cogía por el culo, después de un rato sacó su miembro, pero no sentí que se viniera, lo cual me extrañó, pero entonces él dijo:
- Métesela tú, que no quiero acabar todavía, esta puta está para gozarla bien.
Sin más ni más, el otro tipo, que era flaco, de anteojos y narigón se colocó detrás de mí y me penetró vía vaginal; el infeliz me penetró de un solo golpe y de nuevo grité, pero mi grito solo quedó en un quejido por el falo que me obligaban a chupar.
- ¡GGGGGGBBBBBB!
- ¡Ya se que lo disfrutas, puta!, me dijo el que me había penetrado.
El maldito me tomó de las caderas y comenzó a bombear con fuerza; yo agitaba las manos y trataba de empujarlo, pero hicieron los mismo que los cerdos policías: me las sujetaron , impidiendo que pudiera defenderme.
El tipo que me hacía chupársela también la sacó, con un hilillo de líquido pre seminal que iba de mi boca a su miembro y dijo:
- Tienes razón, a esta hembra hay que gozarla por todos lados.
- ¡AY! ¡AY! ¡YA! ¡ME DUELE MUCHO !, pude por fin quejarme por las embestidas el tipejo que me cogía por detrás.
El oficial del M.P. le dijo al que me violaba:
- Tráela para acá, súbela a la mesa.
El hombre dejó de cogerme y entre los tres me subieron a la mesa; me hicieron acostarme boca arriba, con mis nalgas sobresaliendo en la orilla de la misa y mis piernas abiertas colgando. El oficial del M.P. se subió en algo, ya que su miembro no alcanzaba a llegar hasta la mesa; se colocó entre mis piernas y me penetró de golpe con fuerza hasta el fondo; de nuevo grité de dolor:
- ¡YIAAAAAAAYYYYYY!
- ¡Me encanta cuando gritan! ¿a ustedes no?, preguntó el oficial el M.P.
- ¡Si, es excitante!, dijo el tipejo de traje.
- Yo si disfruto mucho, dijo el narigón.
- ¡POR FAVOR! ¡ME DUELE MUCHO!, le dije llorando al oficial, al tiempo que trataba de empujarlo para que no la metiera hasta el fondo.
- ¡Ni modo nena, como puta que eres debes aguantar!
El desgraciado narigón me sujetó las manos por arriba de mi cabeza, para que no pudiera empujar a su jefe y éste empezó a meter y sacar su miembro de mí con mucha fuerza, al tiempo que me decía:
- ¡GRITA PUTA, GRITA¡
- ¡AY AY AY! ¡AY POR FAVOR, ES DEMASIADO!, grité, pero al parecer eso solo lo excitaba más.
- ¡ESO ES! ¡ASÍ ME GUSTA QUE SUFRAN LAS PUTAS!, dijo el maldito.
En eso el infeliz tipejo del traje café comenzó a grabar con un teléfono celular lo que me hacía el oficial. El desgraciado dijo:
- Siempre hay que guardar la evidencia de los interrogatorios, jajaja.
Los otros dos rieron y yo reclamé:
- ¡AUCH!, ¡NO HAGA ESO! ¡NO GRABE!
De nuevo los infelices me ignoraron, el tipo siguió grabando, el otro me sostenía las manos y el oficial me cogía salvajemente.
No se durante cuanto tiempo me estuvo violando el desgraciado oficial, pero después de un buen rato en el que no paré de gritar de dolor, el infeliz sacó su miembro y rodeando la mesa se subió en una silla; acercó a mi cara su miembro a punto de explotar y me ordenó:
- ¡Abre la boca!
- ¡No!, dije, apretando los dientes y cerré la boca con fuerza.
- ¡Obedece o refundo a tu hermano en el bote!
Nuevamente sin más remedio, tuve que obedecer y mansamente abrí la boca para que el desgraciado soltara su semen y gran parte de éste me cayera adentro de ella; lo demás me cayó en las mejillas , le frente, en un párpado y hasta en una oreja.
- ¡AAAhhh!, listo puta, me dejaste satisfecho, ¿quién sigue?, preguntó el cerdo oficial del M.P.
- ¡Yo!, dijo el tipo del traje café.
De inmediato el infeliz se colocó entre mis piernas y de un solo empujón me clavó su miembro hasta el fondo, haciéndome gritar de nuevo:
- ¡AAAAAAAAIIIIIIIGGGGGGHHHHH!
- ¡Ah, putita, desde que te vi te me antojaste! Dije: ¡esa nalguita tiene que ser mía!
- ¡Malditos, prepararon todo! ¿verdad?
- No, no, mamacita, el que abrió el camino fue tu pinche hermanito, para que nosotros te abriéramos a ti las patas ¡JAJAJAJAJA!, dijo burlonamente el oficial del M.P. mientras grababa lo que me hacía su maldito colega.
Más coraje me dio con Ángel, porque lo que había dicho el oficial del M.P. era verdad: yo estaba ahí pagando y sufriendo por culpa de sus pendejadas.
El tipejo que me violaba había puesto mis piernas sobre sus hombros; sus manos estaban debajo de mis nalgas y metía y asacaba con fuerza su miembro de mí, poniendo los ojos en blanco. Decía:
- ¡Ah, eso es putita, eso es! ¡Estás deliciosa putita!
- ¡POR FAVOR!, ¡YA BASTA, ME LASTIMA!, gritaba yo, llorando por el dolor que me infringía.
- ¡AGUÁNTATE PUTA! ¡MÁS VERGAS HAS COMIDO Y DE SEGURO NO TE QUEJAS!, me dijo el desgraciado que me violaba.
El desgraciado me estuvo cogiendo un buen rato, hasta que se detuvo, me la sacó y le dijo al narigón:
- ¡Ayúdame a voltearla, quiero darle por el culo!
- ¡Va!, ¡sirve que me la chupa!, dijo el otro.
Entonces me colocaron boca abajo; atravesándome sobre la mesa; el del traje café se colocó detrás de mí y el otro adelante. De inmediato sentí como me abría las nalgas e intentaba meter su miembro en mi ano cerrado, mientras el narigón me tomó del cabello y puso su pene frente a mi cara. No hubo necesidad de que me diera la orden, yo ya sabía lo que tenía que hacer, así que abrí la boca y él introdujo su largo falo en ella.
- ¡GGLGGGGLLLLBBBB!, me quejé de sentir la gorda verga del tipejo del traje café abriéndose paso por mi ano estrecho.
- ¡Ay perra!, ¡lo tienes bien apretado!, dijo el infeliz.
Los dos infelices me estuvieron cogiendo por un buen rato y yo tuve que soportar sus bajezas. De repente ambos sacaron sus miembros de mí y, antes de que yo pudiera reaccionar, se cambiaron de lugar; en menos de lo que lo cuento, el narigón estaba detrás de mí; me la metió por el ano y me tomó de las muñecas, con lo que se impulsaba mejor y me la metía más profundo; mientras tanto el del traje café ya me hacía mamársela.
- ¡Oh, que rico aprietas!, decía el narigón.
- ¡Y chupas delicioso, putita!, dijo el del traje café.
El gordo oficial del M.P. no dejaba de moverse alrededor de la mesa, grabando las cogidotas que me daban sus colegas.
Fueron varios minutos en los que ambos tipejos me estuvieron violando y humillando, pues se burlaban de mí diciendo cosas como:
- ¡Dale las gracias a tu carnalito, por traerte para nosotros!
- ¡Mejor te hubieran traído a ti desde el principio esos pendejos y no te dejaríamos ir!
- ¡Cuando te lleves a tu carnal le dices que también él te de una buena cogida, ara que te pague por venir!
- ¡Mañana te esperamos de nuevo, putita, estamos en el turno de la noche!
- ¡Se ve que sabes mamar, te gusta hacerlo! ¿verdad?
Por fin, después de un tiempo que se me hizo larguísimo, el tipo del traje me sostuvo la cabeza con fuerza contra su vientre, con su verga hasta mi garganta y soltando grandes chorros de leche gritó:
- ¡UUUUAAAAAAHHHH! ¡SSSSIIII!, ¡ME VENGO! ¡TRÁGATELA TODA PUTAAAAAAA!
Yo estaba tragando gran cantidad de semen y al tenerme contra su vientre el desgraciado me había aplastado la nariz y no me dejaba respirar; sentía que me ahogaba. Quería empujarlo, pero el narigón seguís violándome por el culo sin soltarme las manos.
Pocos segundos después, este último también se vino, soltando todo su asqueroso semen dentro de mi ano adolorido y gritando:
- ¡YAAAAAAAAAA!, ¡ESO ES TODOOOOOOOOO!
No podía respirar y era degradante sentir como me llenaban de leche la garganta y el recto. Después de no se cuanto tiempo, ambos sacaron sus vergas de mí, me soltaron y por fin pude respirar. Los muy desgraciados limpiaron sus miembros en mi cabello y en mis nalgas, dejándome toda embarrada.
Quedé desmadejada y vi que el del traje café y el narigón comenzaban a vestirse; sin embargo el oficial del M.P. no lo hizo; fue a colocarse detrás de mí, se subió en algo, se agarró de mis nalgas y sin darme tiempo a nada, me empaló de golpe por la vagina.
- ¡AAAAAAAAAAAAYYYYYYAAAAAA!, grité por la salvaje penetración.
- ¡Aguanta mamacita! ¡La última y te dejamos ir!
- ¡YA NO, YA, POR FAVOOOOOR!, supliqué y traté de empujarlo con ambas manos.
- ¡Espósala, quero cogérmela sin pedos!, dijo el oficial.
De inmediato el tipo del traje café y el narigón me tomaron cada uno de una mano, me colocaron esposas que a su vez aseguraron en las dos patas de la mesa, dejándome con los brazos separados y sin poderme defender.
- ¡AUCH! ¡AY! ¡UGH! ¡ME LASTIMA!, le decía yo al cerdo oficial.
- ¡Eso es perrita, me encanta cuando se quejan!, dijo el infeliz.
El que se puso a grabar esta vez fue el narigón; el otro tipo se salió del lugar.
- ¡PF! ¡PF ¡PF!, bufaba el gordo oficial del M.P. con cada empujón que me daba.
- ¡OUCH! ¡AY! ¡AIGH!, me quejaba yo con cada embestida.
Unos minutos después el oficial me clavó las uñas en las nalgas, metió su verga hasta el fondo de mi panocha y soltó sus chorros de semen dentro de mí, ante mi dolor y desesperación. Yo agitaba mis manos tratando de quitarme las esposas, sin lograr nada.
- ¡NO! ¡SÁLGASE! ¡NO SE VENGA ADENTRO!, grité desesperada, pues lo último que deseaba era quedar embarazada de un tipejo como ese.
- ¡AAAAAAAHHHHHH, PERRRITAAAAAAA, QUE RICO COGEEEEEEESSSSSSS!, gritaba él mientras se venía sin salirse.
El gordo oficial del M.P. sacó su verga flácida de mi adolorida panochita y embarró mis nalgas y muslos de semen; se bajó, dio la vuelta y cuando estaba frente a mí me dijo:
- Ay puta, lástima que te vas a ir, si no, te cogía toda la noche.
No le respondí, estaba enojada y adolorida por la tremenda humillación que acababa de sufrir solo por evitar que metieran a mi hermano a la cárcel.
- Ya deja ir a la putita, le ordenó el oficial al narigón.
- ¿Ya me puedo llevar a mi hermano?, pregunté
- Ah si, ahí está ya el oficio firmado y tu hermanito está esperándote allá afuera. Vístete rápido y ya lárguense, me dijo mientras me señalaba un folder azul que alguien puso sobre la silla y que con tanto movimiento no lo había notado
El oficial salió del lugar y el narigón me quitó las esposas: rápidamente tomé mi ropa y me vestí mientras el tipo se salió. Unos minutos después salí medio arreglada y toda despeinada; caminé de nuevo por el pasillo y al final vi que estaba mi hermano de pie; con algunos moretones, pero bien.
- ¿Qué pasó?, me preguntó el tonto
- ¡Ya vámonos!, le dije empujándolo y caminando aprisa
- Pero ¿Qué pasó, que te dijeron?
- ¡Que ya nos larguemos antes de que se arrepientan, ya eres libre, aquí traigo el oficio, vámonos para la casa!
Al ir saliendo noté como todas las personas que estaban en el M.P. se me quedaban viendo, lógicamente mi ropa y mi cabello desarreglados les daban una muy clara idea de lo que había sucedido.
En la puerta un policía me detuvo y me dijo que no podíamos salir, pero le enseñé el oficio y mirándome con sonrisa burlona, me dijo:
- Ah, todo en regla, ya veo que arreglaste su bronca; bueno, a ver cuando nos visitan de nuevo
No le contesté, le arrebaté el folder y jalando a mi hermano salí de ahí, con la preocupación de que en casa hubieran notado nuestra ausencia.
Ya amanecía y en la calle había policías y gente vestida de traje. Sentí sus miradas sobre de mí y supe que ya todos sabían lo que tuve que hacer para liberar a mi hermano; entre ellos vi a los dos policías que habían detenido a mi hermano y que me habían violado para dejarlo libre; los dos nos veían sonriendo, algo hablaron con otros policías que estaban ahí y movieron la mano como despidiéndonos. Uno de ellos gritó:
- ¡Pórtate mal, Ángel, ¡para que venga de nuevo tu hermanita por ti!
Los demás policías rieron y yo sentí como se me subían los colores a la cara; apresuré el paso para alejarnos de ahí.
Lógicamente el taxista que me llevó la noche anterior se había largado; Ángel y yo caminamos a la avenida y tomamos el primer taxi que encontramos; el taxista se me quedó viendo morbosamente y sonrió viendo a mi hermano. Le di la dirección y no hice más caso.
Durante todo el camino mi hermano fue callado y viendo por la ventanilla del taxi. Yo lo iba regañando:
- ¡Pinche Ángel!, ¡A ver si ya te dejas de pendejadas! ¡La próxima vez dejo que te refundan en la cárcel!, ¡no sabes lo que tuve que hacer para que te dejaran libre!
El siguió callado, no dijo nada.
Cuando nos bajamos, a dos cuadras de la casa para que mi Papá no nos descubriera por el ruido del auto, vi que Ángel lloraba y le pregunté porque; primero no me quería decir nada, pero a fuerza de insistir me dijo:
- Es que… vi todo lo que te hicieron esos degenerados
- ¿Cómo?, ¿en dónde estabas?, le pregunté
- Me encerraron en un cuarto totalmente oscuro, me sentaron a una silla y me esposaron, había una pantalla frente a mí y se veía por medio de varias cámaras que había en donde estabas tú con esos tipos.
No supe que decir; solamente le di un pañuelo a mi hermano para que secara sus lágrimas.
- Me dijeron que soy un pendejo por no haber cogido contigo y que saliendo lo hiciera, continuó hablando Ángel.
- No les hagas caso, son unos cerdos de mente sucia, le dije.
- También me dijeron que no le digamos a nadie lo que pasó anoche, porque subirían el video de ti cogiendo con ellos a Internet y se lo mandarían a todos nuestros conocidos y que, como saben nuestro domicilio, vendrían por nosotros y nos harían lo peor.
- Ya, no te preocupes, no diremos nada y no volveremos a hablar de esto; será nuestro secreto ¿va?, le dije tratando de mostrarme tranquila, aunque por dentro estaba muy enojada con él y preocupada por las amenazas de los policías.
Llegamos a nuestra casa, pero estando afuera le pedí que se tranquilizara para que no nos oyeran entrar y no lo fueran a oír o ver llorando. Por fin se tranquilizó; entramos a la casa en silencio y nos fuimos a dormir callados. Ninguno de los dos comentó nada después de esa noche; pero todos los días reviso que no aparezca ese video en Internet. Hasta la fecha no hay nada y mis papás no se han enterado de lo sucedido.
...Hermanito, ya no sigas. No sabes lo que haces”.-Me decía llorando Astrid.
Yo, cegado me dije a mí mismo que si ya había llegado hasta ahí, no podía irme sin meterle el polvo...
Relato erótico enviado por charly_bo el 11 de June de 2012 a las 00:00:02 - Relato porno leído 247199 veces
Si te ha gustado Tuve que coger para salvar a mi estúpido hermano ( CON fotos) vótalo y deja tus comentarios ya que esto anima a los escritores a seguir publicando sus obras.
Por eso dedica 30 segundos a valorar Tuve que coger para salvar a mi estúpido hermano ( CON fotos).
PollitaSexy
te lo agradecerá.
Comentarios enviados para este relato
28cm.porElano.amiHermana
(2 de August de 2022 a las 05:23) dice:
Ojalá y así se cojieran a mi hermana de 22 años, quiero que la desvirguen a la fuerza katebrown
(18 de October de 2022 a las 20:10) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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