Siempre he disfrutado de ver a mi esposa Laura coger con otros hombres. Era mi fantasía desde que nos casamos y ella nunca tuvo reparos para darme el gusto.
Por supuesto quedan excluidos absolutamente los amigos, vecinos, parientes o compañeros de trabajo. Elegimos cada vez a un perfecto desconocido que se encuentre dispuesto a coger con mi esposa y la relación apenas dura unas horas, ya que no volvemos a verlo nunca más, ni siquiera nos interesan sus nombres.
Antes de elegir al candidato nos ponemos de acuerdo y entonces ella o yo hacemos el contacto para ver si hay una buena onda. El trato con Laura implica que yo pueda verla coger con desconocidos, ya sea con mi presencia o escondido a la vista del hombre, lo cual agrega una dosis extra de morbo a la cuestión.
La última oportunidad que tuvimos de hacerlo fue al regreso de unas breves vacaciones en el mar. Habíamos pasado unos pocos días alejados del ruido y la contaminación de la ciudad, disfrutando de la playa, caminatas, buenas comidas y por supuesto, una excelente actividad sexual.
El trayecto por la autopista era bastante largo y se estaba poniendo pesado debido al denso tráfico, así que en algún momento observé que Laura comenzaba a tocarse por debajo de su minifalda. Le pregunté si estaba caliente y me respondió que ya no podría aguantar hasta llegar a casa para tener sexo y que realmente necesitaba desahogarse y tener una buena verga dentro de su cuerpo. Me rogó entonces que nos detuviéramos en la primera estación de servicio que hubiera y levantáramos algún camionero dispuesto a pasar un buen rato con ella.
Unos minutos después paramos efectivamente en un pequeño restaurante al costado del camino y entramos para ver si teníamos suerte.
Laura pareció un poco decepcionada, ya que, si bien el estacionamiento estaba colmado de autos y camiones, había muy pocos hombres solos almorzando en el lugar.
Sin embargo uno de ellos le llamó la atención, degustaba solitariamente un café y parecía un poco aburrido. Era joven, bastante corpulento y bien musculoso. Tenía pinta de camionero.
Nos sentamos en una mesa cercana y mi esposa me dijo que había elegido a ese tipo.
El plan era llevarlo al baño de hombres, donde podrían coger sin ser molestados. Así que Laura se incorporó y caminó hasta pasar cerca del hombre sentado, rozándole el costado de un brazo con su perfecto trasero. El tipo la miró de arriba a bajo, deteniéndose en sus increíbles curvas. Ella murmuró unas disculpas y siguió su camino hacia el baño, siempre balanceando provocativamente sus caderas. Al llegar a la puerta se volvió para dedicarle otra inequívoca mirada, no hacía falta nada más para hacerle entender que lo estaba llamando.
Dos segundos después el hombre se levantó de su mesa y caminó distraídamente hacia la puerta por donde había desaparecido mi esposa.
Dejé pasar todavía otro par de minutos y luego yo también hice el mismo camino. Entré al lugar sigilosamente, notando que algunos sonidos provenían de una de las cabinas cerradas.
Me asomé entonces desde la cabina contigua, encontrando un increíble espectáculo:
Mi esposa estaba de rodillas frente al hombre, que le sostenía la cabeza mientras le metía su enorme verga en la boca.
Laura se esforzaba en tragar todo ese pedazo de miembro, algunas lágrimas rodaban por sus mejillas mientras parecía ahogarse con semejante mordaza.
El hombre jadeaba ahora pesadamente, sus ojos cerrados denotaban que su placer era muy intenso. Luego de un buen rato retiró su verga y levantó a Laura por los hombros.
Le alzó su minifalda hasta la cintura, dejando a la vista esa breve tanga negra transparente que siempre me ha excitado.
Mi esposa lanzó un pequeño gemido de sorpresa al sentir que el tipo le desgarraba la pequeña tela, arrancándosela del cuerpo con un rápido manotazo.
Esa reacción me hizo pensar en lo peor, creyendo que tal vez iba a violar a Laura sin contemplaciones, pero enseguida me tranquilicé, al ver que se inclinaba para darle un prolongado y húmedo beso en los labios a mi excitada esposa. Al mismo tiempo una de sus manos bajó a acariciar el clítoris de Laura, que a esta altura, ya jadeaba y suspiraba suavemente, adelantándose al placer que iba a experimentar en el próximo rato.
Mientras el hombre le exploraba la vagina y le besaba el cuello, ella levantó la cabeza y me descubrió mirándolos. Sonrió con lujuria, dándome a entender que iba a dedicarme su goce.
El hombre sacó sus dedos humedecidos del interior de mi esposa y decidió que ya estaba lista para darle otro tipo de placer.
Observé entonces que la apoyaba contra la pared y la levantaba suavemente por su estrecha cintura con sus rudas manos. Ella separó sus piernas y el hombre muy despacio la hizo descender sobre su verga erecta.
Laura hizo un gesto de sorpresa al notar el verdadero tamaño del miembro que la estaba penetrando, al mismo tiempo que su boca se abría, dejando escapar un grito de dolor al sentir que el hombre la sujetaba con firmeza y la empalaba sin piedad. Enseguida se detuvo, dejando que la delicada vagina de mi esposa se acomodara a la intrusión.
Laura tenía los ojos cerrados y gemía muy despacio, lo cual me hacía pensar que ya estaba empezando a disfrutar de la penetración.
El hombre la levantó un poco más, para dejarla caer sorpresivamente sobre su gigantesca verga, llenando así completamente la estrecha concha de Laura. Ella no pudo reprimir otro agudo grito de dolor ante esa brutal e inesperada embestida, aunque enseguida volvió a sonreír lascivamente mirándome a los ojos y me dio a entender que ya estaba gozando.
El hombre se dedicó a su propio placer, acrecentando el ritmo con que bombeaba su enorme y dura pija dentro de Laura. Ella continuaba gimiendo y pidiéndole que no dejara de cogerla de esa manera. Realmente lo estaba disfrutando muchísimo.
Sus torneadas piernas se entrelazaban en la cintura del hombre, mientras gemía y acrecentaba su ritmo de jadeos y aullidos. Repentinamente noté que todo su cuerpo se crispaba sobre el del hombre y entonces comprendí que había alcanzado su primer orgasmo.
Su amante la dejó descansar sobre sus hombros unos instantes y luego se retiró muy despacio de su interior, desprendiéndose del abrazo y dejándola de pie en el suelo.
Le dijo entonces que todavía no había llegado a acabar y le propuso ir a la cabina de su camión, donde podrían disfrutar de un sitio mucho más cómodo para continuar cogiendo.
Laura aceptó sonriendo y le pidió que la esperara afuera, mientras ella se arreglaba un poco la ropa. Apenas el hombre se fue, salí de mi escondite y me acerqué a ver cómo estaba mi esposa. Le acaricié sus inflamados labios vaginales con la yema de mis dedos, sintiendo sus cálidos fluidos que ahora le corrían entre los muslos escurriéndose hasta el suelo.
Salimos al encuentro de su nuevo amante.
Lo encontramos en el estacionamiento, junto a su camión y pareció sorprendido y decepcionado al ver que nos acercábamos a él tomados de la mano. Le expliqué que yo solamente quería mirar mientras pasaba un buen momento con mi esposa, así que entonces se distendió un poco, pero todavía sin comprender demasiado bien la situación.
Nos invitó a entrar a la cabina de su camión, cuyo compartimiento para dormir tenía una cama bastante espaciosa y cómoda. Laura comenzó a desnudarse, pero el hombre le pidió que permaneciera vestida. Verla con su breve falda arrollada en la cintura me excitó muchísimo más de lo que imaginaba.
Se arrodilló frente a su amante, jugando con su verga entre las manos y la boca, lo que provocó rápidamente que se convirtiera en algo más duro que una piedra.
El hombre no perdió mucho tiempo en preliminares, ya sabía que la concha de Laura estaba bien lubricada y dilatada como para recibir nuevamente a su poderosa verga.
Hizo que ella se acostara boca arriba y la tomó por los tobillos, haciéndole que abriera ampliamente sus interminables piernas torneadas. Luego guió su enorme verga hacia los húmedos labios vaginales de Laura, que gimió al sentir la nueva penetración.
Muy despacio fue empujando hasta que vi desaparecer su enorme pija dentro de mi esposa, que a esta altura ya jadeaba y gemía entrecortadamente con los ojos cerrados, gozando nuevamente de una perfecta cogida.
El hombre inició un lento ritmo de bombeo, con suaves embestidas que hacían gemir y jadear a mi esposa cada vez más, al punto de morderse una mano para no gritar a todo pulmón. En un momento detuvo su cadencia, diciéndome que Laura había acabado nuevamente sobre su verga. Se retiró muy despacio, pidiéndole a ella que se acostara boca abajo, para poder darle un “tratamiento especial” según sus propias palabras.
Comprendí entonces que le iba a meter por el culo, mientras observaba sonreír a Laura ante esa perspectiva. Ella siempre había disfrutado del sexo anal, pero creí que semejante tamaño de verga la iba a dejar arruinada.
Mientras seguía pensando en ello, el hombre ya se había untado vaselina en su poderoso miembro y ahora exploraba con sus dedos el hermoso culo de Laura, lubricándole el interior para una buena cogida anal.
Luego montó sobre la espalda de ella y comenzó muy lentamente a sodomizarla. Laura contuvo el aliento y se aferró al borde de la cama, mientras sentía que la enorme pija comenzaba a penetrarla. Vi que la expresión en su bello rostro era de dolor, se mordía los labios para no gritar y tenía los ojos cerrados, pero en ningún momento detuvo al hombre en su intento. Yo estaba maravillado de ver esa semejante verga perderse dentro de su culo.
Cuando sintió que llegaba hasta el fondo, el hombre se detuvo unos instantes y luego comenzó a bombear a buen ritmo. Pude ver que la expresión de Laura iba volviéndose de un intenso placer, a medida que esa enorme pija entraba y salía de su culo, con un movimiento lento y cadencioso. Ahora sus caderas se alzaban y respondían al movimiento del hombre, yendo hacia atrás para encontrarse con sus cortas embestidas, mientras una de sus manos se perdía bajo su cuerpo para acariciarse el clítoris, tratando de alcanzar un nuevo orgasmo.
Parecía que el hombre iba a cogerla así durante horas y horas, pero repentinamente levantó su cabeza hacia atrás y dio un fuerte grito, descargando todo su semen dentro del culo de mi esposa. Descansó unos instantes sobre el cuerpo de Laura, tratando de recuperar el aliento y luego retiró muy suavemente su enorme instrumento, que chorreaba semen todavía.
Nos dijo que le encantaría disfrutar mirando mientras nosotros cogíamos, así que, sin perder tiempo, Laura acercó sus labios a mi ya endurecida verga y comenzó a succionarla hasta casi hacerme explotar de placer.
Hice que se acostara boca arriba y penetré su inflamada vagina, la cual naturalmente note más dilatada de lo habitual. Laura estaba demasiado exhausta como para disfrutar, así que me dediqué a mi propio placer y luego de unos quince minutos de incansable arremetida, descargué una generosa cantidad de semen dentro de ella.
Luego de descansar un rato y reponernos, nos vestimos y despedimos del camionero.
Laura había quedado tan relajada que durmió por el resto del viaje hasta llegar a casa.
Yo me dediqué a manejar y a repasar en mi mente las escenas que había presenciado y experimentado, mientras acariciaba con una mano libre las hermosas piernas de mi esposa, masajeando su humedecida y dilatada concha por debajo de la falda.
Normalmente no es nuestra costumbre volver a encontrarnos con ningún hombre que se haya cogido a Laura, pero espero que en este caso, nuestros caminos se crucen alguna vez.
yo le metia la verga en el culo una otra ves mientras ella le mamaba la verga ami compadre como una puta desesperada por momentos ella dejaba de mamarle la verga ami compadre por que el ya estaba a punto de venirse para luego mamarle el queso humedo y rojo de mi esposa
Relato erótico enviado por Anonymous el 24 de February de 2010 a las 00:07:43 - Relato porno leído 144253 veces