Un día gris del mes de mayo, mi amigo Mikel y yo nos dirigimos a las afueras de Guetxo hacer unos grafitis en una vieja fábrica de barcos abandonada. Íbamos cargados con nuestros macutos llenos
Relato
Un día gris del mes de mayo, mi amigo Mikel y yo nos dirigimos a las afueras de Guetxo hacer unos grafitis en una vieja fábrica de barcos abandonada. Íbamos cargados con nuestros macutos llenos hasta arriba de material de pintura tales como sprays, tinta inferno, poskas del 50 etc... Mientras andábamos por aquel destartalado barrio, vacío de gente y que había sido desmantelado años atrás teníamos la sensación de estar solos en aquel mundo de hierro y uralita.
Decidimos entrar en la última nave del polígono, que era la que mejor conservada que se encontraba. Allí, dentro de aquel monstruo metálico sacamos nuestros botes y comenzamos a hacer la primera pieza, un dragón rojo, bueno, más o menos... De repente oímos un ruido en una de las naves coolaterales y no hicimos caso, pensamos que sería la estructura del edificio que se venía abajo de la cochambre que tenía encima. Proseguimos con el lomo del dragón cuando el ruido sonó más cercano y violento; a continuación escuchamos un sonido similar al gemido de una tía que además parecía estar divirtiéndose con lo que hacía. Decidimos ir a mirar despacito, sin que nadie se diera cuenta de nuestro propósito, cuando de repente una chica de unos 2 ó 3 años mayor que nosotros (teníamos 18) se acercó brutalmente y dijo:
- !Vaya chicas, parece que tenemos visita!
Acto seguidos salieron de su escondite otras 6 muchachas de entre 20 y 23 años de edad, todas morenas o pelirrojas y en ropa interior.
- ¿Queréis jugar con nosotras chicos malos? - nos dijo una de ojos verdes que tenía unas curvas que harían levantársela hasta al más viejo.
Antes de que nos diera tiempo a responder ya nos habían rodeado y maniatado entre risas y cosquilleos. Nadie me podría decir que entre aquellas dulces sirenas se escondería la más salvaje de las bestias.
- ¡Aligerad ese equipaje y poneos cómodos! - dijo con un tono sutil aunque fuerte la chica a la que habíamos visto primero.
A continuación nos quitaron todas la ropa y nos dejaron en calzoncillos, nos maniataron a una viga de metal y desaparecieron por una pequeña puerta lateral. Mi amigo y yo no creíamos lo que nos estaba sucediendo, a penas habíamos mediado palabra antes de que aquellas salvajes nos abordaran como animales en celo.
- ¿De qué va todo esto? - pregunté a Mikel, que estaba justo al otro lado de la viga metálica.
- ¡Yo te responderé! - dijo la misma chica morena de antes que ahora salía completamente desnuda y con las manos detrás de la espalda.
Acercándose dejó al descubierto unas grandes tijeras que acercó a mí cada vez más voluminoso falo. Cuando tocó mi descomunal bulto con aquellas enormes tijeras yo estaba en un punto intermedio entre el terror y el ardor erótico. Antes de que me diera cuenta me estaba cortando los calzoncillos, dejando al descubierto mi enorme polla que curiosamente había depilado días antes, por lo que no tenía nada de vello ni en el pene ni en el pubis, así como tampoco en los testículos.
- Me gustan las pollas libres de pelo - acto seguido comenzó a mamármela a una velocidad y con una fuerza que creí que me la iba a arrancar.
Otra chica pelirroja se acercó a Mikel, e hizo lo propio, sólo que a él que sí tenía vello púbico, se lo cortó con las tijeras. Antes de que nos diésemos cuentas nos estaban desatando y llevándonos sobre unas toallas que tenían puestas en el suelo. Nos tumbaron y se encaramaron encima y a continuación comenzaron a votar sobre nuestras pollas. Las penetraciones eran largas y profundas y los cuatros gemíamos de placer al tiempo que aquella loba me mordisqueaba las orejas. Poco después acudieron las restantes chicas, de modo que hacían turnos para follarnos. Nadie hablaba. Otra chica pelirroja de ojos azules se me acercó y comenzó a chupar mi blanco e inmaculado pubis mientras me agarraba la verga.
- Ahora sois nuestros esclavos sexuales. Haréis todo lo que se os pida - dijo la morena jefecilla.
- Encantados - gritamos nosotros encantados de haber encontrado tal situación.
La morena rió maliciosamente. Pasamos un buen rato con las penetraciones, tanto vaginales como anales, excepto con la morena inicial. Cuando ya nos aburrimos de tanto follar, una de las chicas cerró la puerta con un candado y desaparecieron otra vez. Allí estábamos los dos amigos gozosos del día que estábamos pasando.
- ¡Ahí va la ostia tío como lo estamos pasando con estas putitas, eh! - dijo Mikel.
- Sí, aunque no me fiaría yo mucho de sus intenciones.
- No me habías dicho que estabas tan afeitadito, viéndote así me dan ganas de follarte a ti también.
- ¡Ni se te ocurra marica!
- ¡Pues eso es precisamente lo que vas a hacer! - dijo la morena armada con un látigo de cuero. - Ahora nos toca a nosotras disfrutar, je je je.
Las demás chicas salieron rápidamente riendo nerviosas.
- Ni de coña, a mí no m va el mariconeo.
Mikel reafirmo lo dicho.
- No estáis en condición de exigir.
Silvó y acto seguido aparecieron dos enormes negros armados hasta los dientes. Los chulos, pensé.
- Chicos, estos son Clark y Paul, más vale que hagáis lo que os decimos u os reventarán los cojones de una patada.
Al lado de aquellos negracos de al menos 30 años, nuestros cuerpos desnudos parecían tan frágiles que tuvimos que acceder. Mikel se tumbo en el suelo boca arriba y yo me eché sobre él, su pene tocaba mi barriga, sentí asco. A continuación dirigí mi capullo hasta su fría raja anal y comencé a apretar. Me sorprendió el que no me costara meterla tanto como pensaba. Ellas mirabas embelesadas. Su polla se endureció y e clavó en mi vientre liso. Antes de darme cuentas ya estaba eyaculando en su ano. Mientras lo penetraba, él gemía con los ojos cerrados. El tío marica parecía estar disfrutando.
- Cambio de turno - dijo la morena.
- ¡Ahora verás!, Te la voy a clavar hasta el fondo - dijo Mikel.
Me acercó la punta de su nabo y grité de dolor cuando traspaso mi raja anal. A continuación comenzó el vaivén de mete y saca hasta que se corrió en mis entrañas. Poco después nos dieron las ropas y nos dijeron que no nos querían volver a ver otra vez por allí.
- Odiamos a los grafiteros dijo uno de los negros.
Mientras marchábamos hacia casa dijimos simultáneamente:
...Hermanito, ya no sigas. No sabes lo que haces”.-Me decía llorando Astrid.
Yo, cegado me dije a mí mismo que si ya había llegado hasta ahí, no podía irme sin meterle el polvo...
Relato erótico enviado por charly_bo el 11 de June de 2012 a las 00:00:02 - Relato porno leído 247236 veces
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 19:30) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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