Un regalo de madre… ( CON fotos)

Por lo que cuando bien temprano en la mañana, el día de las madres, sentí que estaban tocando la puerta de casa, lo menos que pensé que ese sería, el regalo de mi hijo. Yo aunque ya me había levantado, únicamente cargaba puesta mi vieja bata de dormir, sin más nada. Así que me dirigí a la puerta, y al asomarme por el ojo de seguridad, me llevé una sorpresa.

Se trata de un tipo de raza negra. No es que yo sea racista, ni mucho menos, ni más. Pero lo único que se me ocurrió preguntarle fue que buscaba. Cuando el tipo ese me respondió diciendo. Usted es la madre de Carlos Juan, yo medio tartamudeando, y pensando lo peor, le respondí que sí. Entonces el tipo ese, de inmediato me dijo. Por favor señora llame a su hijo, para que él le explique.

Bueno ni tonta ni perezosa, de inmediato lo llamé a su casa. Victorio su pareja, atendió el teléfono, y después de su amable saludo, y felicitaciones por el día de las madres, me pasó a mi hijo. Lo primero que me dijo Carlos Juan, después de felicitarme y desearme que pasara un lindo día, fue. Bueno mamá me quedé pensando en todo lo que me dijiste, y contraté a Richard, para que te acompañe durante todo el día, y parte de la noche, velo como una especie de genio de la lámpara, él hará todo lo que tú le pidas, sin preguntar, ni negarse.

Eso último que me dijo, me pareció que tanto él como su pareja Victorio, se estaban riendo. Pero de inmediato continuó diciéndome, ahora no se te ocurra mandarlo a su casa, porque ya le adelanté la mitad del dinero, ponlo a trabajar, a que te pinte, te arregle el jardín, o haga lo que tú quieras, sin límites. Y nuevamente me pareció escucharlo riéndose, después de que dijo esas palabras.

Bueno ya enterada, le dejé que pasara, y ya dentro de la casa, Richard, me preguntó qué era lo que yo deseaba que él hiciera. Bueno la verdad es que en casa había varias cositas que necesitaban ser arregladas, por lo que hice una lista, y pienso que más demoré en hacer la lista, que él en reparar todo lo que en ella puse.

Debido al tremendo calor, Richard después de terminar de realizar aquellos arreglos, me pidió por favor si le permitía que se diera un baño. Bueno la verdad es que el negrito, me comenzó a caer simpático, así que le dije que si podía bañarse. Pero cual no fue mi sorpresa al ver que en lugar de dirigirse a la ducha, salió al patio trasero. Cuando al poco rato comienzo a escuchar como que hay una llave de agua abierta.

Cuando me asomé, me encontré con que Richard, se estaba completamente desnudo, usando la manguera del patio para bañarse. Yo me quedé boquiabierta, al verlo del todo desnudo, y con mis ojos clavados en su miembro, yo casi ni podía hablar.

Procuré hacerme la que no lo había visto, pero la imagen de su cosa, no se me borraba de mi mente. Fue cuando se me ocurrió preguntarle, de donde conocía a Carlos Juan mi hijo, su respuesta me dejó pasmada. Ya que Richard, hace unas cuantas semanas, fue el regalo que le hizo Victorio, a mi hijo.

Cuando este le comentó que una de sus fantasías era acostarse con un negro. Yo desde que mi hijo era adolescente, siempre supe que lo de él, no era ser hombre. Ya que en innumerables ocasiones, lo pillé usando mi ropa.

Richard, digamos que fue muy discreto, al no decirme que fue lo que él y mi hijo hicieron, pero algo que si se le escapo decirme, fue. Que mi hijo, después de haberse acostado con él, le dijo a su pareja, en un tono muy alegre, que Richard sería el regalo perfecto, para mí.

Yo ya en esos momentos me sentía sumamente acalorada, como nunca antes me había sentido. Además el morboso hecho, de que mi propio hijo, digamos buscase la manera de hacerme feliz, me tenía sumamente sobre excitada, al grado que sin darme cuenta, prácticamente tenía una de mis manos, casi por completo dentro de mi coño.

De momento decidí terminar con la conversación, y extremadamente acalorada, dejé a Richard en la sala viendo la tele, para irme a dar una ducha fresca. Pero como que fue peor el remedio que la enfermedad, ya que apenas me quite la ropa, y me vi en el espejo de mi cuarto. En lo único que pensaba y hasta me visualizaba, era teniendo sexo, con Richard, casi podía sentir su negra verga penetrando mi coño.

A pesar de que me duche, por un largo rato, dejando que el agua fría callera por todo mi cuerpo, no podía sacarme de la cabeza, la imagen de la verga de Richard. Así que después de secarme, sin pensarlo mucho, saqué de una de mis gavetas, un atrevido set de ropa íntima, que compre en una ocasión, y que hasta esos momentos, jamás me había puesto.

Después de ponerme aquello, al verme al espejo, me dije a mi misma, que parecía una vieja puta. Lo que en medio de todo, me pareció gracioso. Así que sin encomendarme a nadie, salí de mi cuarto así vestida, y cuando me pare frente Richard, sin pérdida de tiempo, apagó la tele, y comenzó a quitarse la ropa.

Aun no se había bajado los bóxer, cuando asomó de cuerpo entero, toda su gran verga. Richard tomó asiento a mi lado, y con calma comenzó acariciar, y besar todo mi cuerpo, en especial mis grandes tetas.

Fui sintiendo como sus dedos, y manos acariciaban mí depilado coño. Y suavemente me fue penetrando con sus dedos, hasta que agarró mi clítoris, y manipulándolo entre sus dedos, me hizo sentir cosas, que jamás yo creo haya sentido antes.

Yo por mi parte, apenas pude echarle mano a su verga, me la llevé a mi boca, y por un buen rato, estuve mama que mama. Richard esa tarde mi hizo disfrutar como hacía tiempo, nadie me lo hacía, cuando comenzó a penetrar mi coño con su negra verga, yo hasta pienso que me oriné de la emoción. El resto del tiempo no hubo orificio de mi cuerpo, que de una forma u otra no llegase a penetrar, ya fuera con su erecta verga, con sus dedos o hasta con su lengua.

Así que a medida que fui sintiendo como su venoso, largo, y ancho miembro, se fue abriendo camino dentro de vulva, yo no dejé de mover mis caderas, como poseída por un lujurioso demonio. Gracias a Dios que mi casa es la última de la calle, y que se encuentra separada de las demás, por un parque infantil que a esa hora se encontraba solo.

Porque los gritos de placer, que di, seguramente se escuchaban hasta el medio de la calle. Además Richard hizo que perdiera la noción del tiempo. No hubo cosa que él no me hiciera, y que yo no disfrutase tremendamente. En mi vida no había disfrutado tanto los orgasmos, como hasta esos momentos.

A la mañana siguiente, cuando me desperté. No podía creer que yo me hubiera atrevido a acostarme con aquel negro, así que lo primero que hice después de darme una ducha, fue llamar a mi hijo, y agradecerle el regalo de madre, que me hizo. Además de pedirle el teléfono donde podía contactar a Richard, para hacerme yo misma un regalo ocasionalmente.