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Un viaje alucinante

Relato enviado por : sherezade el 01/12/2004. Lecturas: 3282

etiquetas relato Un viaje alucinante .
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Resumen
Me giré y a través de la puerta pude ver a los dos malcarados hombres que no parecían tener intención de marcharse. Pensé que este hombre parecía ser alguien culto y educado, y que estando cerca de él estaría más o menos a salvo.


Relato
Folla con su vecino. jovencita folla con su vecino
Al separarme de mi marido, tuve que buscarme la vida como mejor pude, y como mi experiencia en el mundo laboral era más bien escasa debí conformarme con el primer trabajo que me ofrecieron, y desde luego no era un gran trabajo. Media hora en un tren, y un cuarto de hora en metro, separaban mi domicilio de la delegación de seguros donde iba a desempeñar el cargo de secretaria, y donde tres empleados "salidos" y un jefe cachondísimo se turnaban en un intento constante de tocarme, o de sobarme las nalgas, a poco que me descuidase.

Pero hoy no voy a hablarles de ellos, eso lo dejaremos para otros relatos, porque en verdad que con mis compañeros de trabajo podría rellenar páginas y páginas y nunca acabaría de contar las muchas anécdotas que sus calenturientas mentes eran capaces de desarrollar.

Pero volvamos al día de ayer, viernes, último día de la semana laboral. Mi hora de finalizar el trabajo es a las 19,30 y dándome mucha prisa tengo el tiempo justo para coger el tren de las 20 horas. Este es el último tren de cercanías que sale, y luego hasta las 22 no vuelve a salir otro, uno de largo recorrido, o como se le suele llamar, "borreguero", un viejo tren que normalmente va ocupado por africanos que vuelven a su país, en su mayoría marroquíes.

Nunca me ha gustado este tren y procuro no perder nunca el anterior, pero ayer a última hora mi jefe quiso que le preparase unos dossiers para la presentación de unos seguros y perdí unos minutos preciosos que me costaron dos horas de nervios y aburrimiento.

Llegué a la estación justo cuando mi tren se perdía en el fondo del túnel. Me puse rabiosa, odié a mi jefe y a su falta de previsión, pero ya no podía hacer nada, por lo tanto me armé de paciencia y me acerqué al quiosco para adquirir un librito de crucigramas, eso me ayudaría a pasar las tediosas horas.

Me senté en la sala de espera y empecé a rellenarlo tranquilamente. Todavía estaba con el primero cuando noté que mis tripas comenzaban a protestar, la verdad es que tenían razón, no había comido nada desde la una de la tarde, e intenté continuar con el crucigrama, pero los ruiditos no me dejaban concentrarme. Además no llegaría a casa hasta pasadas las 23 horas y seguro que estaría tan cansada y nerviosa que mi cena consistiría en un simple bocadillo, por lo tanto lo mismo daba comerlo ahora, y dejaría de oír el concierto de mis tripas.

Fuera de la estación recordaba que había un McDonalds, sí, lo mejor sería comer una rica hamburguesa acompañada de una sabrosa ensalada con queso azul. Así al llegar a casa me podría acostar rápidamente, porque la verdad, me sentía agotada.

Recogí mi chaquetón y el bolso, y me dirigí a degustar el sabroso menú, que ya me estaba haciendo la boca agua.

Al salir a la calle me fijé en la iluminación, estábamos en el mes de Diciembre, y Barcelona adornada con las luces de navidad aparecía preciosa. Eran las primeras navidades en 17 años que iba a pasar sola. Total… solamente hacía dos meses que me había separado pero ya me parecían dos años. Sola, sin amor, sin sexo, mi vida se había quedado demasiado oscura para poder disfrutar de otras iluminaciones, por lo tanto me dirigí al Mac Donalds sin pararme mucho a contemplar las iluminadas estrellas.

Entré en el establecimiento, a esas horas estaba completamente abarrotado, y tuve que conformarme con hacerlo al fondo, en un taburete frente a una pequeña repisa donde pude apoyar la bandeja. El sitio no era muy cómodo, pero sí muy entretenido. Desde allí se divisaba todo el local, y al menos pude distraerme contemplando a la gente. En una gran mesa había una pareja que aparentaban unos 35 años y a su alrededor seis chicos que se les parecían muchísimo, por lo que no tuve dudas de que fuesen sus hijos… ¡¡¡Por Dios!!! ¿Cómo se pueden tener seis hijos en estos tiempos...? Bueno… mi marido ya tenía problemas hasta para tener uno, decía que mas tarde ya tendríamos tiempo. Pero el tiempo se pasó y los hijos no vinieron. Aunque ahora pensaba que había sido lo mejor, porque… ¿qué hubiese hecho, con dos o tres chicos, sola, cuidándolos, trabajando y llevando la casa?

De verdad admiraba a esa mujer que observaba tranquilamente como discutían dos de los pequeños por unas patatas fritas, y como, conciliadora, las repartía entre ambos dando por zanjada la cuestión. Hablaban todos al mismo tiempo, atropelladamente, y yo pensé que si fuesen míos acabaría loca.

En otra mesa había una pareja muy joven, no debían tener mas de 17 años, se asían de la mano amorosamente y se daban cucharaditas de helado a la boca, entre medio de risas y caricias. ¡¡¡Que lindo!!! Sí, que lindo, y al mismo tiempo que pena, seguramente dentro de algunos años, ella estaría como yo, sola, sentada en un Mac Donalds, curioseando las carantoñas de otros jóvenes e intentando recordar algún episodio similar en su vida. Y lo peor es que no se recordaban. Lo que venía a la mente eran los últimos momentos del matrimonio, los que desencadenaron los hechos que acabaron con la consabida separación. Me dio mucha rabia, y dejando la mitad de la hamburguesa, volví a la estación.

La sala de espera se había ido desalojando, a estas horas la gente normal ya estaba en su casa, y solamente cuatro perdidos como yo pateábamos la fría calle soñando con llegar a casa y arrebujarnos en el sillón con un vaso de leche calentita, y una buena película en el televisor.

Por fin llegó el renqueante tren, a veces me preguntaba, como era que RENFE no lo había retirado, era una vergüenza que mantuviesen en funcionamiento una máquina que se caía de puro vieja. Aunque debían pensar que para la poca gente que lo usaba bien estaba.

Subí al tercer vagón, el que paró delante de mí. Abrí la puerta y una bocanada de aire caliente y agrio, con olor a sudor y cerveza salió de su interior. Estaba prácticamente lleno, y los asientos que no ocupaban los viajeros estaban llenos con sus equipajes.

Cerré la puerta con desagrado, no sin antes oír un montón de groserías dirigidas a mi persona, asegurando que me encontraban buenísima y que me follarían hasta matarme de gusto. Dos de ellos se levantaron con la inequívoca intención de seguirme, y yo aceleré el paso con intención de buscar un vagón con más gente. En el primero no había nadie, estaba totalmente desierto, en el segundo había tres hombres que me inspiraban tan poca confianza como los que me seguían. Giré la cabeza y pude ver que los marroquíes estaban cada vez mas cerca, así que apresuré el paso esperando que en el último vagón hubiese alguien que me ayudara. Asustada me di cuenta que en ese vagón solamente había un hombre, sentado en el último sillón. Era un hombre de unos cuarenta años muy bien vestido, abrigo de paño gris marengo sobre un traje príncipe de Gales también gris, que completaba con una camisa blanca, inmaculada, y una corbata a rayas azul marino, gris claro, y una fina raya roja, que le daba vida.

Me giré y a través de la puerta pude ver a los dos malcarados hombres que no parecían tener intención de marcharse. Pensé que este hombre parecía ser alguien culto y educado, y que estando cerca de él estaría más o menos a salvo. Más relajada me quité el chaquetón, lo dejé sobre el sillón, di las buenas noches, y cruzando cómodamente las piernas me dediqué de lleno a mi crucigrama.

El hombre contestó un "Buenas noches" entre dientes, casi sin levantar la vista del periódico que estaba leyendo. En el vagón hacía calor, por lo que yo no comprendía porqué motivo el hombre continuaba con el abrigo puesto, incluso lo cruzaba sobre sus piernas como queriéndose abrigar. Al moverse en el sillón el abrigo se le ladeó un poco, y mis ojos se abrieron como platos. Tenía la bragueta abierta y una gran verga blanca, viva, palpitante, resaltaba en la oscuridad del pantalón. Él lo sabía, seguramente estaba haciéndose una paja a mi llegada, y esperó, como la araña que acecha a la mosca, a que yo me relajara para moverse y dejar salir su aquel impresionante pene que se movía y agitaba como si tuviese vida propia.

Mis ojos no podían apartarse del tremendo aparato que se movía de izquierda a derecha como si una mano invisible lo guiase. Como hipnotizada mis ojos seguían sus movimientos, y él viéndome tan ensimismada sonreía cínicamente. Pensé levantarme y abandonar el vagón pero al otro lado de la puerta seguían los dos sucios hombres que parecían esperar la oportunidad de poder encontrarme a solas. Y bueno… si a este le gustaba enseñar la polla… pues nada… que la enseñase…

Volví al crucigrama e intenté concentrarme en él, pero ninguna palabra venía a mi mente, solamente podía seguir los movimientos del apetitoso falo que parecía invitarme.

Levanté la vista y el hombre me sonrió divertido. Avergonzada volví la mirada al crucigrama, pero sin dejar de observar sus movimientos. Dejó el periódico en el sillón y sus manos comenzaron a masajear el impresionante aparato. La cabeza brillaba, habiendo tomado un color rojo granate a consecuencia de la tensión acumulada.

Yo intentaba disimular la excitación que me estaba produciendo, pero mis piernas se abrían involuntariamente al sentir el cosquilleo en mi vagina. Sentía también la presión del clítoris, que se había endurecido y oprimía los labios vaginales.

Hacía tres meses que no tenía relaciones sexuales, y todo mi organismo estaba reaccionando con una fuerza que no recordaba haber tenido nunca. Desde mi excitada y palpitante vagina comenzaron a extenderse por todo mi cuerpo unas corrientes eléctricas que sensibilizaban mis terminaciones nerviosas. Hasta ese momento no me había dado cuenta de lo mucho que estaba necesitando una buena follada, sentirme llena, atravesada por una gran verga… ya no digo como esta, porque ni en mis mas calenturientos sueños podría imaginar una polla de mas de 23cm.

Él seguía machacando arriba y abajo la hermosa verga, y unas gotas comenzaron a fluir por la punta… Ya no pude más… Sin decir una sola palabra me arrodillé frente a él y engullí totalmente el caliente pene. Él cogió mi cabeza y acariciaba mi cabello, mientras al mismo tiempo dirigía los movimientos de mi boca. Estaba súper excitada, sentía las bragas empapadas, y mi mayor deseo era empalarme en esa rica verga, y sentirla en lo mas profundo de mi vientre. Hice intención de retirar la boca, pero él apretó con más fuerza mi cabeza y aceleró los movimientos. Sentí como mi boca se llenaba de la cálida y espesa leche que rebosaba por las comisuras de mis labios, que como él seguía apretando mi cabeza tuve que tragarla finalmente para poder respirar. Solo entonces aflojó la presión de sus manos, levantó mi cabeza y lamió mis labios recogiendo los restos que se habían derramado.

Nos miramos a los ojos satisfechos y saciados, justo entonces el tren comenzó a aminorar la marcha, miré por la ventanilla y vi que estábamos llegando a mi destino, cogí el chaquetón y el bolso y musitando un rápido adiós salí corriendo del vagón.

Desde el andén busqué la última ventanilla, y vi a mi enigmático amante que me miraba y se llevaba los dedos a los labios, insinuando un cálido beso.
 

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:23) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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