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Una cita a ciegas...

Relato enviado por : narrador el 02/10/2008. Lecturas: 6275

etiquetas relato Una cita a ciegas... .
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Resumen
Mi primera cita a ciegas en mucho tiempo, desde el principio hasta el final estuvo llena de sorpresas para mi.


Relato
Cuando joven nunca me agradó eso de las citas a ciegas, por todos los inconvenientes que en varias ocasiones se me presentaron, como que la chica, en ocasiones simplemente no era de mi tipo, por no decir que era más fea que una patada en las bolas, o que yo les parecía un gusano de biblioteca, en otras palabras, no era lo que ellas esperaban. Por eso recientemente y ya bastante mayor, cuando un muy amigo mío cincuentón, me invitó a salir con su novia y una de sus mejores amigas, mi primera intención fue rechazar la invitación. Pero quizás por curiosidad más que todo, fue que acepté.

Al llegar al Pub en la entrada, me llevé la primera de muchas sorpresas, y no es que yo sea un fanático moralista, pero cuando Antonio me presentó a su novia, y a pesar de lo bien que ella se veía, me dio la impresión de que era un transvesti. Pero como ese no era mi problema, opté por no hacer comentario alguno, preparando mi escapada, pensando que si esa persona era la novia de mi amigo, su mejor amiga muy probablemente, fuera otra persona con las mismas características. Pero al llegar a la mesa me llevé la segunda sorpresa. Cuando escuché a Natacha la novia de Antonio, decirme con ese tono de voz tan particular. Leonardo te presento a Elena mi mejor amiga. Yo volteé a ver a la tal Elena, pero no vi nada, miré a mi derecha y luego a mi izquierda, a ver si quizás por la oscuridad del ambiente, no la había podido distinguir, pero nada de nada. Ya estaba por preguntar qué broma era esa, cuando sentí unos cortos y repetidos jalones, en mi pantalón. Instintivamente bajé la mirada y me encontré con Elena, no es que estuviera sentada, nada de eso. Es que Elena es enana, eso sí, rubita, de rostro casi infantil, con un cuerpito lindo y provocativo. Lo primero que pensé al verla, fue que se trataba de una linda niña, de unos siete o nueve años, disfrazada de mujer.

A pesar de mi turbación, de inmediato reaccioné, esbozando una sonrisa, cuando la escuché decir con voz simpáticamente infantil. Te lo dije Natacha, que no me trajeras un gigante, que si se descuida me pone un pie encima y se acabó Elena. Lo cierto es que no soy muy alto, nada más mido un metro setenta y cinco. Pero Elena a duras penas y me llega un poco más debajo de mi cintura.

Después de esa segunda sorpresa, y como la tal Elena era bastante simpática, decidí quedarme un raro más, en lugar de marcharme como era mi plan. Elena y yo comenzamos a conversar, mientras que Antonio y Natacha se encontraban bailando. Elena resultó ser una amena conversadora, simpática, chistosa, ocurrente, y con un tremendo sentido del humor. A solicitud de ella después de un rato la llevé a bailar, ya en el área de baile, me di cuenta de que muchas persona la conocían, a los que ella simpáticamente saludaba o les gastaba alguna pequeña broma.

Al momento de ponernos a bailar, debido a la diferencia de estatura, lo hicimos sueltos, hasta que tocaron un bolero, y ella sin complejo alguno estiró sus pequeñas manos hacía las mías, las que yo tomé entre mis manos, y de momento sin que yo lo esperase, pegó su cuerpo contra mis piernas. Quedando su rostro ligeramente separado de mi verga por apenas unos pocos centímetros. Bueno realmente me sentía algo incomodo con la situación, las demás personas no dejaban de observarnos. Pero Elena y yo seguimos bailando dicho bolero cuando sentí su rostro contra mi cuerpo, algo que no pude controlar sucedió.

Inevitablemente al sentir su pequeña cara presionando contra mi verga por encima del pantalón. Casi de inmediato se me puso bien dura, lo que me hizo sentir algo avergonzado, hasta que escuché la voz de Elena decirme, en un tono bien pícaro y seductor. Me gustaría esta noche, poder reposar mi cabeza en una almohada como esta. No tan solo escuchar sus palabras, sino la seductora manera en que las dijo, me dieron la confianza para sin pensarlo mucho decirle. Si quieres vamos a mi casa, para seguir bailando pero a solas.

Con decirles que ni nos despedimos de Antonio y su novia, al llegar a mi casa, nos sentamos en el sofá de la sala, y si apenas cruzamos dos o tres palabras fue mucho, ya que casi de inmediato tomé a Elena entre mis brazos y comencé a besarla como un desesperado. El sentir su pequeño cuerpo contra el mío me excitó de manera tremenda. Pienso que tal vez fue el morbo de tener esa mujer, con un aparente cuerpo de niña entre mis brazos y el sentir su frágil cuerpo lo que me calentó tanto. Por su parte Elena no dejaba de actuar como una desesperada, besándome y acariciando mi rostro de manera excitante. Mientras que yo acariciaba sin dificultad ninguna sus paradas nalguitas por encima de la tela de su ropa. Hasta que en un abrir y cerrar de ojos, ella se ha despojado del pequeño vestido negro de licra que usaba, bajo el cual no llevaba más nada puesto.

La visión que tuve en esos momentos frente a mis ojos, fue impresionante. Su pequeño cuerpo completamente desnudo, sus hermosos senos bien paraditos y proporcionados, así como su peludo coñito, me hicieron agua la boca. La sonrisa maliciosa en su rostro, me dio a entender que era lo que ella deseaba, al tiempo que sugestivamente comenzó acariciar sus oscuros pelos rubios entre sus piernas. Yo la volví a tomar entre mis brazos levantándola del piso, y sin pensarlo mucho, tras ligeramente chupar sus parados pezones, llevé mi boca hasta su coño. Elena completamente en el aire, abrió sus piernas entre las que como un desesperado encajé mi rostro. El comenzar a sentir la piel de sus labios vaginales entre mis labios, fue algo increíble, mi lengua juagaba con su clítoris cuando no era que con mis labios se lo chupaba. Elena por su parte, me sujetaba mi cabeza con sus manos, gimiendo, gritando y riendo de placer, restregándola contra su cuerpito, moviendo sus caderas lascivamente, hacía atrás y hacía adémate, sin dejar de repetirme, lo sabroso que era para ella que le mamara el coño. El visualizar lo que yo le estaba haciendo a ella, me excitó mucho más, prácticamente sus piernas las tenía alrededor de mi cuello, sus ricos muslitos me presionaban las orejas, mis manos la mantenían en alto, hasta que sin soltarla cambie de posición recostándola sobre el sofá.

Elena alcanzó un delirante orgasmo acompañado de un repentino chorro que salió sorpresivamente de su coño. Ella se quedó prácticamente sin aire, con los ojos en blanco, y una tremenda sonrisa de satisfacción en su cara. Yo por mi parte comencé a quitarme toda la ropa, me encontraba completamente empalmado, como hacía tiempo que no me sucedía. El tener su pequeño cuerpo completamente desnudo ante mí, con sus piernitas bien abiertas y sus manitas invitándome a continuar, hicieron que no me pusiera a pensar en otra cosa que no fuera el enterrarle mi verga.

No soy un fenómeno de circo, ni nada que se le parezca, pero en ese instante llegué a pensar, que quizás sería mucha carne para ese pequeño coñito. Lentamente me fui colocando sobre el pequeño cuerpo de Elena, al que a medida que comencé a enterrarle mi verga, ella comenzó nuevamente a moverse divinamente. Levantó su rostro mientras que yo inclinaba el mío y nos volvimos a dar un tremendo beso, al tiempo que casi sin darme cuenta, su aparente pequeño coño se había tragado por completo toda mi miembro. Los dos disfrutamos intensamente, sus gritos de placer eran ahogados por mis besos, mis manos acariciaban sus paradas nalguitas, y cuando uno de mis dedos se deslizó a lo largo de la raja de su culito, Elena me dijo. Papi después me das por el culo si quieres, pero ahora déjame disfrutar de ti.


Yo continué metiendo y sacando sabrosamente mi verga de su coño, mientras que sus chillidos de placer continuaban en aumento. Cambiamos de posición, de manera alocada, quedando ella sentada completamente sobre mi verga, moviendo sus sabrosas caderas de un lado al otro, al tiempo que de manera delirante me pedía que le diera más y más. Con mis dedos, mientras enterraba mi verga en su coño, me dediqué a apretar su clítoris, y en medio de eso Elena y yo alcanzamos el clímax, y nuevamente ella de manera incontrolable dejó escapar un fuerte chorro de su coño. Los dos quedamos rendidos, y en el mismo sofá nos quedamos dormidos, hasta que ya al amanecer, comencé a sentir que me estaban chupando la verga. Al abrir mis ojos me encontré a Elena, que con su pequeña boquita me estaba haciendo esa tremenda delicia. Fue cuando le propuse que nos fuéramos a dar un tempranero baño, lo que a ella le agradó.

Así que ambos desnudos como estábamos, nos dirigimos a la tina y a medida que el agua caliente caía sobre nuestros cuerpos, sentándome en el piso de la tina, a medida que nos enjabonábamos mutuamente, comenzamos nuevamente a besarnos. Fue cuando Elena me preguntó. Si tenía una rasuradora, que le había antojado depilarse por completo todo su coñito. Sin perder tiempo, busqué entre mis cosas, mi crema de afeitar, así como una de las maquinillas de afeitar desechables. La que tras entregárselas, yo mismo me di a la tarea de ir pasándole la crema por todo su coñito. Aprovechando la ocasión, para acariciárselo de manera que Elena disfrutase intensamente.

Luego ella misma, comenzó a depilarse completamente, tras lo cual, cuando terminó, al verla así del todo depilada, parecía realmente una nena, a pesar de sus parados senos, y sus provocativos pequeños muslos. Yo nuevamente le di un intenso masaje sobre su coño, y en medio de eso, Elena dirigió su boca a mi verga y comenzó nuevamente a mamármela. Por un buen rato disfruté de manera egoísta de los placeres que Elena me daba con su boca, hasta que en un arrebato, la levanté en vilo, sin que dejase de mamar mi verga y llevé su recién depilado coño a mi boca, quedando ella cabeza abajo mientras que abriendo sus piernas plenamente me ofrecía su sabroso coño.

Mi boca no se conformó con chupar y lamer profundamente su clítoris, y hasta dentro de su vulva, sino que también, comencé a pasar mi lengua sobre sus apretado culito. Mientras que ella continuaba mama que mama. Pero en ese instante me acordé de lo que me propuso en el sofá, sobre su culito. Por lo que aun mientras el agua de la ducha caía sobre nosotros, ella al verme a los ojos como que supo enseguida cual era mi deseo, y en consecuencia se apoyo contra una de los lados de la tina, presentándome sus paradas nalguitas. Yo medio enjaboné un poco mi verga, y sin demora la comencé a pasar sobre su apretado esfínter, el cual ante la presión que comencé hacerle cedió. Lentamente le fui clavando toda mi verga, sus gemidos entre dolor y placer me excitaron mucho más, la escuché decirme en un tono bien sensual, papi sigue papi. Ya para cuando se la había enterrado por completo, una de mis manos la comencé a introducir por completo, dentro de su coño.

No se cuanto tiempo permanecimos bajo la ducha, Elena culeando sabrosamente, mientras que yo de manera casi sádica, introducía mi mano dentro de su coño. Así lo hicimos hasta que finalmente me vine dentro de ella. El resto del día compartimos, sin llegar a vestirnos. Ya a eso de las trs o cuatro de la tarde fue que me pidió el teléfono, y sin discreción alguna habló con Natacha. Mientras que yo la escuchaba como le contaba a su amiga todo lo que los dos habíamos hecho, se me ocurrió que lo mejor que yo podía hacerle en ese instante era darle una buena mamada de coño.

Elena y yo seguimos viéndonos, en cuanto a mi amigo Antonio y su novia Natacha, les diré que no me había equivocado. Lo que si me sorprendió saber fue que Ignacio o sea Natacha, es el esposo de Elena.


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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:12) dice: SEX? GOODGIRLS.CF

Chokolateros (18 de November de 2011 a las 02:26) dice: Te felicito, muy bien relatado y tus necesidades colmadas, espero que continúen tus narraciones sobre tu nueva amiga.


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