Una relación de doble puyan.

Cony se desvistió y se metió rápido bajo las sabanas, parecía que estaba huyendo de mi. Decidí seguir con su juego, apague la luz a pesar que moría por seguir viniendo su delicado y bellísimo cuerpo. Parece que eso la tranquilizó aunque la enorme pantalla del televisor con bajo volumen y el noticiero de las diez iluminaba toda la habitación.
Yo también al terminar de desvestirme me hice el intimidado y me escurrí bajo las sábanas a su lado, no forcé el contacto corporal, únicamente le observaba su hermosos ojos cafés, ella se acerco para besarme y empezamos un delicioso intercambio de lenguas hasta que nuestros cuerpos empezaron a sudar.
La pegue a mi pecho y le coloque mi pene entre sus piernas, quise bajarme un poco para besarle sus pechos, pero ella se negó, empece a entender que se sentía un poco achicopalada quizá por el tamaño de sus pechos, que son más bien pequeños. Ella se concentraba mucho en el roce de nuestros cuerpos, pero rechazaba toda clase de caricias en sus senos, yo moría por lamerlos, la verdad por darle un par de buenos chupones a esas tetas nuevas.
Después de jugar un poco con mi pene en su entrepierna, su vagina se humedeció completamente y empece a sentir el camino al delicioso agujero que desea penetrar con todas mis ansias. Ella con sus dieciocho años no era virgen pero aquel agujero estaba con muy poco uso.
Podía sentir cada milímetro que se clavaba en su cavidad, con cada empujón que se volvía acompasado, rítmico, ella se saboreaba la lengua y cerraba los ojos, yo sabía que le dolía, pues la estrechez de su vagina se compensaba con las deliciosas ondas de placer que nacía de la punta de mi verga y me rebotaban en toda la espina dorsal.
Con media verga metida, me detuve, esperando que ella pidiera más, rompí el acompañamiento de nuestros movimientos y cuando ella empujaba yo jalaba para que la verga quedara en el mismo sitio.
Cony abrió los ojos y exclamo: métela toda por favor, métela. La deje ir y en aquella sencilla posición del misionero con mi lengua en lo más profundo de su garganta, sentí los estertores de clímax, continué aun después que parecía había obtenido su orgasmo y resistiendo mi orgasmo, pensaba en lo fría del agua de la piscina, en el monto de la cuenta de aquel hotel, y en cuanta carcajada se me ocurría para distraerme y no alcanzar el orgasmo, hasta que ella me dijo que quería que saliera de su agujero. Le dije al oído que no quería salir pero que lo haría con la condición que me dejara mordisquear sus nalgas por cinco minutos, y me dijo que sí.
Nos separamos y le ofrecí lo que quedaba de jugo en su vaso, lo cual bebió de un par de tragos. Le pregunté que si quería de mi cerveza y a pico de botella acabó con la misma, nos empezamos a reír abrí el bar de la habitación y destape dos cervezas, una para ella y otra que casi terminé también.
Le dije que se acostara boca abajo al filo de la cama que me debía los cinco minutos de mordiscos, como indecisa se dio la vuelta y quedo con las nalgas al filo de la cama y sus piernas abiertas hacia el piso. Ho me coloqué hincado en medio de sus hermosas piernas, podía ver su pequeño agujero del culo y su preciosa xoxota chorreante y coloradota. Sin embargo, me concentre en su espalda y sus nalgas, con aquellos agujeros calientes a la altura de mi ombligo empece a sobarle la espalda baja y sus nalguitas, le empece a dar lamiditas y dejar saliva en sus nalgas con el propósito de que mi mano se deslizara bien sobre ellas, así lentamente iba recuperando temperatura, le daba mordiscos pequeños hasta que daba suspiros o protestaba, empece a conocer su límite del dolor y hasta allí llegaba con la fuerza de mis mordidas, que cada vez iban abarcando más área, le mordí todo el culo, no había pedazo de nalga sin una mordida o un chupón, protestaba diciendo que no se podría sentar y yo le respondía que se concentrara en el placer, que sus nalgas se pondrían aún más respingonas. Ella, al contrario de sus tetas, se sentía muy orgullosa de sus nalgas.
Con las nalgas bien mordidas y ensalivadas me sente en la alfombra y empece a besar su deliciosa pusita, de labios delgados pero orejona, con un clítoris bien delineado, lucía deliciosa, aún podía sentir mi semen saliendo de aquel agujero, lo que me llenaba inmediatamente la boca de liquido, así que fuí arriba justo donde termina la columna y soltaba mi saliva con semen, que se deslizaba sobre su zanja hasta el ano, empece a besarle es lindísmo culo, hojaldrado, con orillas carnosas y hoyuelo cerrado, mi lengua empezó a penetrarlo, entre lamidas y putones mi lengua y mis dedos empezaron a abrirlo, podía sentir como Cony pujaba con mi lengua adentro de su ano haciendo círculos cada vez mas grandes, tenía toda la cara ensalivada metida entre las nalgas de la nena a veces bajaba un poco para darle un par de chupones a su clítoris mientras un par de mis dedos hurgaban por el codiciado agujero de retaguardia.
Yo estaba completamente embelezado en aquella actividad, cuando ella empezó a urgirme que la penetrara por el culo, a pesar de mis cuarenta y cinco años, y aunque nunca he usado un aditivo, la verga la tenía enorme y purísima, como que no le entraba ni la uña, quise jugar un poco más con su culo, pero ella me dijo que ya era demasiado tiempo atrás, que quería la verga en el culo.
Le coloque la cabeza del pene en aquel húmedo agujero y la empece a deslizar ella gimió y en el segundo puyan dio un grito de ahhh, inmediatamente me dijo no pares, sigue, sigue. La ensarte, y se fue al fondo.