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Una verdadera prueba de amor.

Relato enviado por : Anonymous el 12/07/2008. Lecturas: 3390

etiquetas relato Una verdadera prueba de amor. .
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Resumen
Hola me pueden llamar María, al fin y al cabo somos tantas Marías que difícilmente creo que me puedan identificar nada más por mi nombre. A mis 16 años apenas llegué a tener mi primer novio, Ricardo, este me pidió una prueba de amor. Lo cierto es que cuando lo escuche que me decía que le diera una prueba de amor, al principio no lo entendí, pero cuando insistió en eso y me indicó que deseaba que yo lo masturbase, la verdad en esos momentos me sentí muy ofendida y los mande de paseo. Por lo que me quedé sin novio ese mismo día.



Relato
Mi siguiente novio Enrique fue algo más paciente, no fue hasta que cumplimos más de dos meses de noviazgo formal, cuando mientras nos besábamos acaloradamente en la última fila del cine, en cierto momento, tomó mi mano y la colocó sobre su miembro oculto bajo la tela de su pantalón, al principio ni cuenta me di, pero de momento lo único que sentí fue el calor y la rigidez de su miembro, y mientras nos dejábamos de besar por unos instantes lo escuché murmurarme a mi oído, que sí le podía dar una pequeña prueba de amor, lo cierto es que no supe que responderle, pero mi silencio él lo debió tomar como un si ya que acto seguido con una gran habilidad extrajo su miembro del pantalón y en cosa de segundos, ya lo tenía entre mi mano.

A diferencia de lo que me pasó con Ricardo, con Enrique no me sentí ofendida, hasta es más en cierta forma o manera disfrutaba yo también de lo que estaba haciendo mientras nos seguíamos besando en esa última fila del cine. Además a los pocos segundos sentí como Enrique, iba introduciendo su mano bajo mi falda, como fue palpando mis muslos lentamente, hasta que la yema de sus dedos tocó la piel de mi coño. El resto de la película nos la pasamos así, mi corazón palpitaba como loco, mi respiración se aceleró bastante, su lengua jugaba con la mía dentro de mi boca, y en un instante yo disfruté de mi primer orgasmo real, claro que Enrique a medida que yo manipulaba su miembro en cierta forma me dio tremenda sorpresa al eyacular de manera salvaje, tan fuerte que de haber habido otra persona sentada en la siguiente fila de seguro le hubiera caído encima.

Por un buen tiempo la prueba de amor solo se limitaba a eso, ya fuera en su auto, en el cine y en algunas ocasiones cuando salíamos de paseo por el parque. Pero después de un tiempo, lo volví a es cuchar que me pedía otra prueba de amor, pensé que tenía interés en que llegásemos a mantener nuestra primera relación sexual, a lo cual creo que yo estaba tan deseosa como él, pero a la vez sumamente asustada, o temerosa por un sinfín de razones, el temor a salir embarazada, a que me fuera hacer daño, a no dar la talla, en fin a tantas cosas que a pesar de mi gran deseo pensaba responderle que no. En esos instantes, Enrique como de costumbre extrajo su miembro ya bastante erecto, y me dijo que le diera un beso, pero no en la boca, sino en su miembro.

A pesar de que nunca había pensado en eso, al escucharlo no me pareció una cosa del otro mundo, es decir es como que si te dicen que debes hacer un análisis completo de la obra del Quijote, para lo cual te preparas y estas listas. Pero luego de momento te dicen que nada más es del primer capítulo. Lo cierto es que tomé su miembro entre mis dedos y de manera amorosa planté mi primer beso sobre su glande, pero a medida que lo besaba, comencé a lamérselo y terminé mamándoselo en esos momentos.

Por un buen tiempo me acostumbré a tener su miembro dentro de mi boca, a chupárselo al punto de hacerlo venirse dentro de mis labios. En alguna que otra ocasión debido a nuestra ardiente pasión hasta terminaba tragándome parte del semen de mi novio, sin que eso me produjera repulsión alguna. Poco a poco nuestros juegos sexuales fueron en franco aumento, Enrique y yo hasta llegábamos a desnudarnos por completo y entre caricias y mamadas disfrutábamos del sexo entre nosotros. Hasta que a pocos meses antes de casarnos, mi novio me volvió a pedir otra prueba de amor, creo que le respondí que si antes de terminar de escucharlo.

Pero a diferencia de lo que yo pensaba resultó que Enrique, tenía mucho miedo a embarazarme así que me propuso que simplemente le diera el culo. Lo cierto es que su pedido me asombró, estaba a punto de decirle que no cuando él me dijo que tomaría todas la previsiones para que no me doliese. Bueno ya se pueden dar una idea de lo que pasó, sí me acosté boca abajo abrí mis piernas, levanté mis nalgas y mi novio antes de penetrarme comenzó a acariciar mis glúteos, y suavemente con sus dedos embadurnados en alguna crema, comenzó a introducirlos dentro de mí cerrado ano. De manera suave pero consistente fue introduciendo y sacando sus dedos al principio uno, luego dos, tres y finalmente creo que los cuatro. En parte estaba tan nerviosa, pero como que por decirlo así el ejercicio que me estaba haciendo Enrique rendía sus frutos, ya que cuando realmente me llegó a penetrar no sentí dolor, bueno si algo pero pasajero. Además mientras me penetraba por detrás, una de sus manos la enterró prácticamente entre mis piernas, haciendo que disfrutase de un tremendo orgasmo.

Ya casi una semana antes de casarnos cuando me pidió otra prueba de amor, lo cierto es que yo estaba casi tan desesperada como él por tener una verdadera e intima relación sexual, por lo que después de escucharlo, simplemente me quité toda mi ropa frente a él. De inmediato Enrique aun vestido comenzó a besar y acariciar todo mi desnudo cuerpo, de la manera más suave y delicada me fue abriendo las piernas, pude ver como extraía su erecto miembro de dentro de su pantalón sin llegar a quitárselo, con mucha calma comenzó a penetrarme, divinamente. Eso era algo que yo deseaba intensamente, desde hace tiempo, tanto como él. Todo mi cuerpo se fue estremeciendo a medida que su miembro me iba penetrando poco a poco. Nuestros besos hacían que ambos nos excitásemos más y más, mi novio en los momentos en que no nos besábamos me iba diciendo lo mucho que me amaba, en fin yo estaba en una especie de limbo, en ese momento ya no me importaba sí mis padres se enteraban de que Enrique y yo teníamos relaciones, tampoco si quedaba o no embarazada, tanto él como yo disfrutamos esos momentos al máximo. Cuando después de un buen rato llegamos al clímax lloré de la emoción, de la alegría de ser amada y amarlo a él de esa manera.

Bueno casi a la semana nos casamos, y todas esas cosas que hacíamos de novios las seguíamos haciendo de cuando en cuando. Hasta que como al año, mientras Enrique se encontraba en viaje de negocios, un primo de él, de nombre Silverio, llegó a nuestra casa. Con la escusa de que lo estaba buscando, para hablar de un negocio. Yo inocentemente le abrí la puerta, lo recibí en la casa como de costumbre, ya le estaba diciendo que mi marido se encontraba de viaje y que regresaría al día siguiente durante la mañana. Cuando sin aviso alguno, Silverio se me acercó me tomó entre sus brazos y comenzó a besarme a la mala. Aunque opuse resistencia, traté de gritar y de escaparme. Fue algo inútil, él casi me dobla en peso y tamaño. Silverio me tiró sobre el sofá de la sala y sin soltarme me siguió besando, yo traté de defenderme, pero todo fue en vano, me levantó la falda, sentí como una de sus manos me arrancó las pantis y a la mala separó mis piernas.

De inmediato sentí como me comenzaba a penetrar sin compasión alguna, violándome repetidas veces, hasta el cansancio. Yo no lo sabía hasta esos momentos, pero Silverio es adicto a la cocaína, por lo que no hubo cosa que no me hubiera obligado hacer, mientras me fue desgarrando toda mi ropa, desde luego, que todo eso en contra de mi voluntad. Ya en cierto momento, no me quedo más remedio que dejar de ofrecerle resistencia, con la idea de que se quedase tranquilo, pero su excitación era la misma o mayor. Para mí fue todo un infierno, el no poder hacer nada para defenderme, el sentimiento de impotencia, el tener que sentir su boca besando la mía en contra de mi voluntad, y lo peor de todo el sin número de veces que me llegó a penetrar, sentía su miembro como una y otra vez entraba y salía de mi cuerpo, ya fuera por mi vulva, por mi ano y hasta por mi boca, en fin por todas las partes de mi cuerpo que su verga pudiera entrar, mientras me insultaba y golpeaba de cuanta manera se le podía haber ocurrido a ese desgraciado. Ya para finalizar y para satisfacerse hasta me obligó a que le mamase su miembro, en repetidas veces mientras me amenazaba con una filosa navaja en mi cuello. Yo quedé en cierto momento sin sentido alguno, completamente agotada y golpeada tanto por llorar, como por tratar de defenderme.

A la mañana siguiente aun me encontraba sin sentido, tirada en la sala de mi casa, cuando Enrique al entrar me encontró, desnuda y golpeada. Mi rostro estaba irreconocible, parecía el de un boxeador al que le dieron una paliza sin poder defenderse. Era evidente que había sido violada, casi toda la sala estaba destrozada, Enrique llamó a una ambulancia y posteriormente a la policía. Silverio a las pocas horas se entregó, alegando que a consecuencia de su vicio que hizo todo eso. Bueno de ese desgraciado no quiero hablar más. Después de eso hasta nos mudamos y vendimos la casa, el nada más estar entre esas paredes me hacía recordar todo mi sufrimiento.

Pero después de eso gracias a las terapias me comencé a recuperar, pero aun no podía tener ni siquiera la más mínima insinuación de sexo, que me volvía media loca. Quiero decir, no es que odiara tener sexo, todo lo contrario me porto como una ninfómana insaciable, por lo que mi marido comenzó a sacarme el cuerpo. Entraba en unos locos arrebatos, al no poder tener sexo con él agarraba lo primero que tenía a la mano y sin vergüenza alguna me lo introducía dentro de mi coño y comenzaba a masturbarme, hasta que finalmente alcanzaba un enfermizo orgasmo. Enrique por su parte, me dejaba a solas, ya que decía no poder entender lo que sucedía. Un día no sé cómo se me zafó el decirle, que sí él no podía conmigo que me buscase alguien que si pudiera satisfacerme. Que sí realmente me amaba que me lo demostrase buscándome con quien acostarme. Enrique no hizo ningún comentario, después de eso yo me moría de la vergüenza por lo que había dicho. A los pocos días volví a entrar en una de esas crisis, crisis que el mismo Enrique había provocado al insinuarme descaradamente que tuviéramos sexo, pero cuando yo comencé actuar de manera desenfrenada, quitándome toda la ropa en medio de la sala, él de inmediato se retiró por lo que no me quedó más remedio, que agarrar una botella de vodka e introducirla dentro de mi coño hasta lograr satisfacerme yo misma. Enrique regresó y de inmediato se disculpó con migo diciéndome que no sabía que le sucedía que cuando yo actuaba de esa manera lo dejaba petrificado, sin saber que hacer o mejor dicho sin poder hacer nada. Fue cuando, no sé cómo me atreví y le pedí que me diera esa muestra de amor, de la que yo le había hablado.


Enrique no dijo nada, se retiró mientras que yo me quedé llorando a solas, deseosa de acostarme con un hombre. Ya serían casi las doce de la noche, cuando Enrique regresó a casa, pero acompañado de un hombre, yo estaba aun en la sala desnuda, pero al escucharlo entrar me escondí en una de las habitaciones, donde Enrique me encontró, no lo podía creer mi marido me había traído alguien con quien yo pudiera tener sexo. Deseosa estaba de salir a su encuentro, pero Enrique me indicó que me acostase en la cama y procurase no hacer nada hasta que el tipo se sintiera a gusto. Aunque me costó algo de trabajo el controlarme, así lo hice. Al poco rato sentí que entraba alguien en la habitación, apenas me vio se quitó toda la ropa. Se trataba de un tipo bastante joven como de unos veinte años, bastante grueso, fornido, alto, pero con cara de niño.

A los pocos segundos el joven ya se encontraba del todo desnudo a mi lado, durante esos momentos no pensé en la presencia de Enrique, ni en sus sentimientos ni en nada que no fuera el tener sexo de manera desenfrenada. Yo abrí mis piernas, y yo misma agarré la verga del chico, y la dirigí directamente a mi coño. El sentir como me comenzaba a penetrar fue algo del otro mundo, toda mi vulva chorreaba de la excitación, el solo toque de sus calientes manos sobre mi piel me excitaba enormemente, yo movía mis caderas con fuerza contra su cuerpo, su solo olor era algo que también me volvía loca. Durante esa noche no hubo cosa que los dos no hiciéramos, apenas él terminaba de venirse, casi de inmediato yo me ponía a mamar su verga hasta que nuevamente se ponía dura y erecta. Para nuevamente dejar que me volviera a penetrar, por donde a él le diera la gana. No sé cuánto tiempo permanecimos en la c ama ni cuantas veces llegó a metérmelo. Lo que sí sé es que, Enrique fue testigo presencial de todo eso. Cuando el tipo finalmente se marchó, yo estaba más que satisfecha, me levanté de la cama y ya en el baño comencé a bañarme y a lavar intensamente todo mi coño, a medida que el agua caía sobre mí cuerpo, me decía a mi misma que había actuado como una loca, y ya resignada pensaba que mi marido me pediría el divorcio. Cuando salí del baño Enrique me esperaba en la habitación, se me acercó lentamente colocó sus manos sobre mis hombros, y sin hacer mucho esfuerzo, logró que yo me agachase. Yo saqué su verga del pantalón y de inmediato me dediqué a mamársela intensamente hasta que se vino del todo dentro de mi boca. Yo no me detuve hasta que ya no pude extraerle ni una gota más de su semen. Después de eso, me ayudó a levantarme, y como si nada hubiera pasado, me acompañó a la cama donde nos acostamos sin decir una sola palabra. Durante los siguientes días, yo me encontraba más que confundida, Enrique sí hablaba conmigo, pero no tocaba el tema de esa noche para nada.

Como a la semana él volvió a hacerme una clara invitación a tener sexo, lo que hizo que yo nuevamente me comportase como una loca. No les contaré todo lo que sucedió pero finalmente Enrique volvió a irse para la calle, pero al regresar lo hizo con dos hombres, con los que me acosté sin problema alguno al mismo tiempo. Siempre bajo la vigilante mirada de Enrique, desde esa fecha entiendo que mi marido disfruta viéndome acostada con otros hombres, y en ocasiones hasta con otras mujeres, en ocasiones me entra una especie de sentimiento de culpa, pero este desaparece apenas Enrique me dice que vamos a tener sexo, me desnudo y cuando ya está a punto de acostarse conmigo, se levanta de la cama y sale a buscar quien tome su lugar. Por lo demás somos una pareja de lo más normal, para mi es algo tan especial que no trato evitar que suceda, sería como si dejase de respirar. Mientras que para Enrique creo que es, una verdadera prueba de amor.

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Comentarios enviados para este relato
katebrown (18 de October de 2022 a las 20:26) dice: SEX? GOODGIRLS.CF


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