De como mi hermana y yo descubrimos el sexo de mano de un experto marinero.
Relato
Me llamo Javier y tengo 14 años. Como cada año, mi familia y yo veraneamos en un pueblecito costero, donde alquilamos un chalet a orillas del mar y disfrutamos del ocio y del sano contacto con la naturaleza. Este año mi hermana Amelia (un año mayor) y yo hemos conocido a un amable pescador, un hombre viejo muy querido en el pueblo llamado Lucas, que nos permite subir a su barca y hacer pequeñas travesías sin alejarnos de la orilla. Una tarde, al despedirnos de él , nos preguntó si a la mañana siguiente queríamos acompañarlo a pescar crustáceos a los islotes que se divisaban en el horizonte. A mi hermana y a mí la invitación nos encantó y le dijimos que, si mamá nos autorizaba, estaríamos puntualmente en la barca a la hora prevista.
No fue difícil convencer a mamá para que nos diese permiso, así que Amelia y yo preparamos nuestra ropa para el día siguiente: bañador, camisa y calzado cómodo. Al día siguiente nos presentamos en la playa para iniciar la gran aventura ...
Al llegar junto a la barca comprobamos que no estaba el viejo Lucas. En su lugar estaba su hijo menor llamado Quique, que sustituía a su padre en la pesca porque éste se había sentido enfermo de noche. Quique era un atractivo muchacho de unos veinte años, alto, musculoso, con cabello negro y broncedado por el sol. Este sólo faenaba en el mar de vez en cuando, cuando su padre no podía, pues él trabajaba en una fábrica de conservas próxima al pueblo. No dudamos en ir con él, así que al poco rato estábamos surcando las tranquilas aguas rumbo a los atolones donde se concentraban los mariscos. La embarcación tenía un motor muy fácil de manejar, así que Quique estaba más pendiente de las tetitas y del culo de mi hermana que de la propia navegación. Nosotros íbamos sentados enfrente y mi hermana con su ajustada tanguita le mostraba (creo que involuntariamente) su entrepierna en la que se podía entrever su rajita. Yo mismo tuve un recalentón al ver que asomaban unos pelitos por fuera de la braguita. La barca iba muy despacito, tardaríamos una media hora en llegar a los islotes de los crustáceos y a pesar de que la embarcación apenas se movía, Amelia empezó a marearse. Entonces Quique le dijo que se fuera abajo, a la bodega, y se echase un rato en el camastro que había allí hasta que estuviese bien. Con la disculpa de que la acompañaba para odenar un poco el habitáculo, me dejó a mí al mando del timón, lo que me hizo mucha ilusión.
Como pasaban un tiempo y Quique no volvía arriba, fijé el timón al piloto automático y me dispuse a bajar a la bodega ...
Por el pequeño ventanuco redondo de la recámara vi como Quique frotaba el vientre de mi hermana para que le pasara el mareo. Ella tenía los brazos sobre la cara y se dejaba hacer. El joven fue metiendo entre friega y friega la mano por dentro de la braga del bañador de la niña hasta alcanzar su almejita. Ella abrió ligeramente las piernas y notó como los hábiles dedos del pescador alcanzaban su clítoris. Quique empezó a masturbarla y ella empezó a arquear el cuerpo para notar mejor la lúbrica fricción. Entonces Quique se bajó el bañador y le mostro una polla grande y gorda tiesa como un mástil; la muchacha la cogió con una mano y empezó a pajearlo. El joven se montó sobre el estómago de Amelia y le puso el pollón entre las virginales tetitas, mientras ella se las apretaba para que notase la presión a modo de paja, y de vez en cuando le rozaba el glande con la punta de la lengua. Entre tanto, él le imprimía mayor ritmo al chochito de la nena, completamente húmero de secreciones, y casi simultaneamente ambos tuvieron un orgasmo. La leche de Quique, abundante y espesa, salpicó las tetas y la cara de mi hermana, que en aquel instante se corría apretando con sus labios vaginales el dedo del muchacho, que quedó mojado de flujos. A la muy puta, pensé, qué pronto le ha pasado el mareo. Mientras tanto, mi bañador estaba a punto de reventar y vi como el líquido preseminal ya asomaba en la tela. Volví a mi puesto de mando como si nada hubiese pasado y al poco rato me sustituyó Quique, que me encontró muy serio ...
Llegamos a las paradisiacas islas de los crustáceos, vacía de bañistas y veraneantes, pues sólo las visitaban los pescadores para coger mariscos, y en aquella ocasión estábamos solos los tres. Amelia se echó sobre la blanca arena a tomar el sol y Quique y yo nos dispusimos a coger en la orilla, con el agua llegándonos hasta las rodillas, distintas clases de crustáceos, que luego vendería su padre en el mercado. Yo aprovechaba para mojarme hasta la cintura con las frías aguas y así bajar el empalme que tenía al recordar la tórrida escena de la bodega del barco. En esas estaba, cuando se me aproximó lentamente Quique con una almeja en la mano. Llevándomela hasta la nariz , me dijo:
- Sabes a qué huele este marisco?
Me encogí de hombros en señal de negación.
- Es una almeja - continuó -, y huele igual que la almeja limpia y fresca de una mujer. Así huele la concha juvenil de tu hermana.
Quedé estupefacto, sin saber qué decir. Entonces él añadió:
- Dentro de media hora entra en aquella cueva y vivirás algo inolvidable.
Seguí con mi tarea llenando varios cubos con crustáceos, cuando al poco rato comprobé que Quique y mi hermana habían desaparecido. Recordé las palabras del joven y me encaminé hacia la cueva. En el fondo, sobre la arena, Amelia y Quique estaban follando como posesos. El muchacho le metía su gran poronga en la vagina en un mete-saca marcado por el golpear de sus cojones contra la vulva. Mi hermana le atenazaba el culo con las piernas como no queriendo que se escapara el macho mientras gritaba encelada pidiendo más, más y más. Quique alzó la vista y vió como yo ya me la estaba meneando, mi bañador mojado esta por mis tobillos y ya goteaba mi chota del gusto que me invadía. Fue cuando el pescador me dijo:
- No te corras todavía. Ven a probar esto.
Y descabalgó entre las protestas de mi hermanita, que estaba a punto de tener otro orgasmo, y cogiéndome la cabeza me la introdujo entre las piernas de ésta. Noté el olor característico de una vagina excitada, muy parecido al que me mostró Quique con la almeja, y empecé a lamerle el chocho. Mi hermana gritaba como una loca a sabiendas de que nadie podía oirla, pero estos gritos quedaron ahogados cuando Quique le metió su verga hasta el fondo de la garganta.mientras le apretaba con fuerza los pezones. La muy puta se la tragó hasta rozarle las amígdalas sólo dándose un respiro para chuparle con delección los hinchados huevos del chico.
Pronto dejé de lamerle la cajeta y me disponía a penetrarla cuando Quique me hizo una señal y me indicó que íbamos a hacer un sandwiche. Así fue como la enculo después de ensalivarse la polla y me ofreció a mi su tierno coñito rodeado de sedosos pelitos púberes. El acople fue perfecto, pronto le imprimimos un ritmo acompasado y la muchacha creyó enloquecer al sentirse doblemente penetrada. Yo notaba su útero caliente y lubricado, que me apretaba con fuerza mi chota como queriendo exprimir hasta la última gota de mi leche. Así fue como en medio de grandes jadeos y convulsiones, vertí toda mi lechada dentro de ella, haciendo lo propio Quique dentro de su culo. Cuando desmontamos, después de dos sonoros orgasmos más a cargo de mi hermana que hicieron retumbar la cueva al sentir como si los chorros calientes de ambos hombres se juntasen en sus entrañas, de la concha y del ano salieron a borbotones ríos de lefa que se deslizaban entre sus muslos.
Quique y yo reanudamos nuestra tarea de marisqueo mientras mi hermanita se refrescaba en el mar su chochito y su orto escocidos de tanto chingar. Cuando llegamos a puerto, nos despedimos de Quique, que nos había invitado a volver al día siguiente. Amelia alegó que estaba fatigada y que no repitiría mañana, pero yo acepté gustoso. Fue entonces cuando Quique me dijo con una sonrisa pícara:
- Javi, por qué no le dices a tu mamá si quiere venir mañana con nosotros a mariscar?
relato verdadero de como conoci a una nena de 12 años y en una noche en que su madre la deja sola, ella se convierte en una mujer, y le queda gustando!
Relato erótico enviado por Pezebre el 01 de November de 2005 a las 06:21:07 - Relato porno leído 574497 veces
Hola mi esposa y yo llevamos 5 años de casados y tenemos un hijo de 3 años ella tiene una hija de su antiguo matrimonio, de ella es de quien les voy a hablar ,
Todo comenzó un día que mi esposa tuvo que ir a su trabajo y yo tenia descanso
Relato erótico enviado por Anonymous el 02 de July de 2008 a las 16:37:40 - Relato porno leído 202745 veces