Una mujer madura se enfrenta a dos ladrones dentro de su casa.
Relato
Cuando me divorcié hacia un año me fui a vivir con mi hermana y su familia, y ahora al fin podía irme a vivir sola. El barrio no era muy bueno, con calles oscuras, y muchos edificios antiguos donde Vivian obreros y mujeres de mala vida. Pero el pequeño departamento que había arrendado era acogedor y barato sobre todo.
La primera semana me dediqué a acomodarlo lo mejor posible. Conocí a los vecinos del piso, todos eran familias tranquilas y con hijos chicos. Yo salía casi de madrugada a mi trabajo y volvía anocheciendo, así que tenía muy poco contacto con ellos. Soy una mujer de aspecto serio, soy profesora, no soy llamativa, y más bien feúcha, y a mis 53 años siento que ya no intereso a los hombres. Y eso lo fui confirmando en el barrio, porque cuando pasaba al lado de grupos de hombres jóvenes que se reunían en las esquinas nunca me dijeron nada, ni me molestaban.
Así pasaron más tres meses, yo ya me había habituado a la tranquilidad de mi departamento, y vivía sola y tranquila, dedicada a mi trabajo y a disfrutar de la independencia después de 30 años de un mal matrimonio.
Un día sábado de invierno en el que había llovido torrencialmente todo el día, estaba en mi departamento leyendo al lado de la estufa, eran las ocho de la noche y estaba haciendo hora para ir a acostarme. Había abierto una botella de vino tinto y me había tomado un par de copas de vino tibio con torrijas naranja, ya me estaba entrando una deliciosa modorra, así que decidí desvestirme y me puse la camisola de dormir, y volví a la sala. Estaba sirviéndome otra copa de vino cuando golpearon suavemente la puerta. Pensé instintivamente que era la vecina que en la tarde me había pedido prestado un colador y que venia a devolvérmelo. Así que no fui a buscar la bata y fui a abrir la puerta vestida solo con la camisola.
Abrí la puerta y vi a un hombre joven, macizo, de ropas corrientes muy mojadas por la lluvia, y de rostro agradable aunque con una barba de varios días.
—Patroncita, tiene algo para comer que nos de?
Mientras lo escuchaba vi detrás de él a otro hombre, de más edad y de aspecto similar, pero de cara más adusta, casi desagradable. A su pregunta no respondí de inmediato, pues aun no me reponía de la sorpresa de no ver a la vecina que suponía iba a encontrar, y a la vez evaluando que hacer, si cerrar la puerta bruscamente o darle algo de lo que me pedía. Opté por esto último.
—Iré a ver que puedo darle, espere…
Junté un poco la puerta, sin cerrarla, y me volví para ir hacia la cocina. Allí tomé un par de panes y dos naranjas, y volví a la sala. Grande fue mi asombro a ver a los dos hombres adentro y tras ellos la puerta cerrada. El miedo me hizo temblar las piernas, y tratando de sacar una voz autoritaria les dije:
—Porque entraron?, tomen esto y por favor salgan…
—Calma patroncita, no se asuste…, no le haremos nada…
Y mientras hablaba el más joven se acerco a mí y me mostró su mano con un cuchillo.
—Solo necesitamos algo de dinero, dénos lo que tenga y nos iremos…
En ese momento mi mente consideraba las posibles opciones; gritar para pedir ayuda a los vecinos o darle el dinero que tenia, que no era mucho. Pensé que si gritaba quizás los vecinos no me escucharan, o que aunque me escucharan, mientras venían en mi ayuda el hombre podía acuchillarme y alcanzar a huir.
—Esta bien, les daré lo que tengo, pero de ahí se van…si?
—Sí patroncita, tranquila, no le va a pasar nada…
Me dirigí al dormitorio a buscar mi cartera y el más joven me acompaño manteniendo el cuchillo en su mano. Tome la cartera y saque todo el dinero que tenia, y se lo pasé a él. Lo tomó y miró para ver cuanto era, luego me hizo una seña para que volviéramos a la sala.
—Esto es todo lo que dice que tiene—, le dijo al más viejo que estaba sentado en el sillón cercano a la estufa. Este tomo el dinero y lo contó con mucha calma, dándome después una mirada extraña, yo sentí que me recorría todo el cuerpo con sus ojos entrecerrados.
—Sequémonos un poco y aprovechemos la estufa antes de irnos—, dijo el viejo.
—Buena idea compadrito—, dijo el joven.
Yo pensaba que hacer, el miedo se me había convertido en pánico, y yo temblaba sin poder controlarme, sentía la boca seca y mi respiración agitada.
—Por favor— les dije —ustedes dejaron que se iban a ir…
—Tranquila señora, siéntese y quédese quieta, así no le pasara nada—, me dijo el viejo.
Me senté en una silla que había en el rincón y vi que el joven iba hacia mi dormitorio, en ese momento pensé correr hacia la puerta, pero el viejo me miraba sonriendo como si supiera lo que yo estaba pensando. Calculé que el llegaría primero a la puerta y descarte el escape. Cerré los ojos tratando de calmarme.
De pronto sentí que me ponían una prenda de ropa sobre los ojos a modo de venda, me quedé quieta, temblando, esperando lo peor, olí un olor a sudor y a ropa mojada…
—Es para que no memorice nuestras caras—, dijo el joven —si se queda tranquila nos iremos pronto. Y no piense en gritar porque ahí si que le va a ir mal, entendió?
—Sí, sí, esta bien, pero por favor no me hagan daño, llévense lo que quieran…
—Bien, no se mueva de ahí, la estamos vigilando…
Me quede quieta, mi mente pensaba y pensaba que hacer, no sé porque recordé una frase que había leído hace tiempo y que se me quedó en la memoria; “Si la violación es inevitable, relájese y disfrútelo”. Estúpidamente pensé que no había estado con un hombre desde antes de la separación, calculé que hacia mas de dos años y que me dolería mucho si me penetraban bruscamente…
Sentía como los hombres caminaban de un lado a otro del departamento, abrían cajones y movían cosas. Uno de ellos encendió la televisión y le puso un volumen alto, pero no demasiado. Escuche por un rato el sonido de la ducha y supuse que se estaban bañando, aunque no me atrevía a moverme ni sacarme la venda pues no sabia si uno estaba en la sala cerca mío.
Después de un rato largo los oí cuchichear y discutir algo que no alcancé a entender.
Luego el más viejo me habló, con voz tranquila y relajada, casi amigable.
—Mire señora, nosotros somos hombres de trabajo pero estamos hace tiempo de para, sin dinero ni para comer, no somos delincuentes, afuera esta lloviendo a cantaros y no tenemos donde dormir, así que nos vamos a quedar acá hasta mañana…, si usted se porta bien no le pasara nada, pero si intenta algo, pedir ayuda o escapar ahí si que le ira muy mal…, entiende?
—Entiendo, de verdad no haré nada…—, dije con voz nerviosa.
—Así me gusta señora, conversando las cosas se aclaran. Ahora le sacaré la venda y usted nos preparara algo de comer, ya?
—Sí, está bien.
Me sacaron la venda de los ojos y los miré, se habían sacado la ropa mojada que traían y ambos se habían puesto unas batas de levantarse mías. Por sus cabellos húmedos me di cuenta que tal como pensé, se habían duchado. Ahora sus rostros me parecieron mas agradables y sus actitudes mas amigables. Me di cuenta de que se habían bebido el vino que quedaba en la botella, pero recordé que no quedaba mucho mas que media botella, así que no
—Les preparare algo de comida, no tardo…—, dije tratando de parecer calmada.
Me fui a la cocina seguida del más joven, y prepare rápidamente arroz con unos trozos de carne. Mientras lo hacia conversé con el joven de cosas triviales, como si fuéramos amigos de mucho tiempo. Me contó que venían del campo y que las cosas no les iban bien, que ya hacia dos meses que deambulaban por ahí buscando que comer y pasando frío, durmiendo en cualquier sitio. Noté que era un hombre educado y que en otras circunstancias me hubiera parecido muy agradable. Por la bata entreabierta podía ver su pecho velludo y musculoso.
Cuando estaba sirviendo los platos me dijo si tenía mas vino para la cena. Pensé negar que tenia pero recapacité y le dije que si, temí que él se pusiera a buscar y lo encontrara o pero aun que ya lo hubiera visto cuando revisaron todo el departamento.
—Sí, en ese estante hay mas vino…—, le dije con amabilidad.
Sacó dos botellas, las abrió y se fue tras mío al comedor.
Nos sentamos a la mesa y comimos como si fuera lo más normal, conversando e incluso riéndonos de las historias que ambos habían vivido. Me preguntaron sobre mi vida y le hice un resumen rápido. Se extrañaron que viviera sola en ese barrio.
—Acá es un barrio bravo y peligroso para una mujer sola—, dijo el mas viejo.
—Sí, pero hasta ahora no me había sucedido nada malo…—, respondí.
—Y nada malo le ha pasado—, dijo sonriendo el joven.
Reímos los tres, y me levanté a preparar café. Pensaba preparar un café fuerte y cargado, pues entre los tres nos habíamos bebido casi las dos botellas, yo trataba de no beber pero me obligaban a hacerlo cada vez que ellos tomaban. Yo ya notaba el efecto del vino en ellos, estaban más alegres y despreocupados, y yo me sentía ya a un tanto mareada.
Después de tomar el café en la sala, el joven fue a buscar otra botella de vino. Mi preocupación aumentó porque el café no les había hecho el efecto que yo esperaba y seguían alegres y conversadores, al borde de la ebriedad. Me obligaron a acompañarlos a beber de la nueva botella de vino. Mi mareo aumentó, y ellos se dieron cuenta y se reían de mí.
Yo trataba de parecer normal, pero me sentía mareada, aunque no mal, sino con esa modorra relajante que provoca el alcohol. Además, el ambiente era grato, el departamento estaba tibio, afuera seguía lloviendo, y la conversación me había quitado el temor inicial, aunque yo seguía atenta a todo.
Sigue…
Le subí completamente su falda abriendo sus piernitas exquisitas, inicie a mamarle sus piernas cada centímetro de ellas hasta que llegue a su zona vaginal todavía cubierta por su calzón, con mi boca muy lentamente le fui retirando el calzón hasta que le vi por primera vez su vagina hermosa, la cual estaba súper mojada de sus flujos vaginales, ella comenzó a gritar de placer y fue más cuando tome un poco de crema de chantillí aplicándole en toda su raja vaginal, con esto empecé a comerle el coño.
Relato erótico enviado por Anonymous el 25 de September de 2009 a las 17:28:48 - Relato porno leído 234383 veces
Llegue al bar y estaba Sebastian esperandome, me vio y no sacaba su vista de mi cuerpo, lo salude con un beso muy cerca de su boca para hacerle los ratones, inmediatamente me pregunto si no queria ir a su departamento (era del padre que se lo habia dejado encargado por unos dias ya que estaba en Chile). Le dije que bueno y subimos a su auto- Llegamos a su departamento y cuando entre hice un movimiento sexy con mi culo.....
Relato erótico enviado por gatitacelosa el 04 de April de 2012 a las 23:28:46 - Relato porno leído 201937 veces
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Palomasola
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Comentarios enviados para este relato
katebrown
(18 de October de 2022 a las 21:09) dice:
SEX? GOODGIRLS.CF
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